El número uno de Horacio Zeballos esconde mucho más que un récord

Horacio Zeballos y el español Marcel Granollers, el valor de la continuidad
Horacio Zeballos y el español Marcel Granollers, el valor de la continuidad (DYLAN MARTINEZ/)

La noticia a media semana de que el marplatense Horacio Zeballos se había convertido en el número uno del mundo en el ranking de dobles de la Asociación de Profesionales del Tenis (ATP) abrió una infinidad de ventanas. La primera, obvia e inevitable, fue recordar que Cebolla, como le dicen casi como tributo a su padre tenista, profe y colega periodista, fue uno de los cuatro tenistas en ganar una final de ATP en polvo de ladrillo (Viña del Mar 2013). Algo que solo lograron grandes como Roger Federer, Novak Djokovic o Andy Murray; una enormidad.

Otra, que se trata del único argentino en llegar a la cima de la clasificación de la ATP, a la espera de que se dé curso a la apelación que presentó el querido amigo Eduardo Puppo quien hasta llegó a realizar una producción documental explicándole al mundo que Guillermo Vilas fue primero del ranking durante algunas semanas de 1975, cuenta tergiversada originalmente por el ente rector de este deporte. Otros jugadores nuestros –los últimos fueron Axel Geller y Thiago Tirante- lograron el primer puesto juvenil, que es órbita de la Federación Internacional de Tenis y no del ámbito profesional. También lo hicieron, en dobles, Paola Suárez y Gisela Dulko. Aclaraciones necesarias y de lógica cortesía que no desmerecen el logro de Zeballos y el español Marcel Granollers que al haber jugado juntos el último año calendario sin excepción, comparten la cifra mágica de 7480 puntos que aparecerá en la clasificación oficial a partir de mañana lunes.

Dato curioso: la victoria en cuartos de final del Master 1000 de Madrid fue la que aseguró ese número y, a la vez, fue el último partido de la pareja en el torneo. Es decir, ni siquiera necesitaron ganar el torneo para lograrlo.

A propósito de ganar torneos, en lo que va de 2024, Horacio y Marcel jugaron 9 torneos, llegaron a 3 finales, no ganaron ninguna y hasta perdieron una primera rueda en el ATP 500 de Río de Janeiro.

Una vez más, la consistencia cotiza por encima de los espasmos. Alguna vez, el ruso nacido en Ucrania Nikolai Davydenko explicó su lógica millonaria: “No importa si es un torneo grande o chico. En tanto logre llegar seguido a cuartos de final no tendré que trabajar más en mi vida cuando deje el tenis”. Esta lógica, aplicada al ranking, es la que termina dándole al pupilo de Alejandro Lombardo semejante logro.

Horacio comenzó a jugar al tenis apenas empezó la escuela primaria. Hasta sus años de junior fue entrenado por su papá. Y uno de sus primeros impactos públicos fue en los Juegos Panamericanos de Río, en 2007 cuando conquistó la medalla dorada en dobles con Eduardo Schwank. Dedicado entonces también a jugar como singlista apenas si acumulaba algunos títulos en Futures –los torneos más modestos del circuito-, finales en Challengers y aún no había debutado en ligas mayores.

Llegó a ser top 40 en individuales en el 2013 mágico, el de la final ante Rafa, su único título en esa rama contra 20 logrados como doblista. Parece un montón, pero está lejos de serlo para alguien con tantos años de recorrido. Teniendo en cuenta que debutó profesionalmente en 2004 podría simplificarse la idea de que, “apenas”, ganó un torneo de dobles por año. Una vez más, consistencia y constancia mata espasmo e inestabilidad.

Un detalle más al respecto. Y a la vez no es “un detalle más”. Horacio tampoco ganó títulos de Grand Slam pero llegó dos veces a semifinales en Australia, tres en Roland Garros, dos finales en Wimbledon, dos en el US Open y una en el Masters. Una bestialidad y, a la vez, una motivación enorme para lo que viene para este zurdo talentoso casi más fanático del ajedrez que del tenis. Algo más: aun habiendo tenido momentos extraordinarios jugando por equipos argentinos, incluyendo varios dobles de Copa Davis, los Juegos de París pueden ser un señuelo gigante para él, que con su ranking asegura un total de seis tenistas argentinos en París, ante un escenario en el que nadie podría asegurar cuántas medallas ganará la delegación argentina en julio y agosto próximos.

Wimbledon, en 2023 tras vencer a Neal Skupski y Wesley Koolhof celebran Marcel Granoller y Horacio Zeballos
Wimbledon, en 2023 tras vencer a Neal Skupski y Wesley Koolhof celebran Marcel Granoller y Horacio Zeballos (TOBY MELVILLE/)

Entre méritos y expectativas, aún quedan un par de ventanas más por abrir.

Hace algunos años, la ATP consideró seriamente eliminar la prueba de dobles de sus torneos y, eventualmente, armar un circuito paralelo solo dedicado a la especialidad. Ante lo que se vislumbró como una medida arbitraria y hasta discriminatoria, se buscó el atajo de una experiencia piloto que, finalmente, llegó para quedarse. Los dos primeros sets de cada partido incluyeron la regla llamada de No-Ad: cuando un game llegó a 40-40 se eliminó el concepto de dos puntos de diferencia y solo se juega un tanto más siendo la pareja que recibe la que elige a qué lado se realiza el saque final. Una norma que no solo acortó sensiblemente los partidos sino que es algo que se debería instalar en las pruebas de individuales que, en demasiados casos, llegan a tener juegos que, pudiendo terminar en a lo sumo siete tantos, suman ventajas hasta superar la veintena de puntos. Además, se estableció que, en caso de igualdad en sets, el partido se defina en un match tie-break, jugado a llegar a 10 tantos, ahora sí, con diferencia de 2.

Si bien las modificaciones salvaron a la especialidad y no dañaron el espectáculo en absoluto, la ATP decidió darle curso estable a una prueba piloto realizada, justamente, en Madrid. Es la de asegurar 13 plazas en los dobles a jugadores que compitan también en singles. Sería en principio algo menos de la mitad del total del cuadro. El resto irá, por ranking, a los doblistas.

Peor que eso, restricciones como reducir a 15 segundos los descansos entre puntos en los que se jueguen no más de tres golpes (seguirán siendo 25 en los demás), impedir que los jugadores se sienten en sus sillas después del primer set y permitir que el público se mueva libremente en las tribunas durante el juego. Entre esto y decirle a los doblistas que son okupas de los courts hay poco trecho.

Sin embargo, en aquello de involucrar a los singlistas, entre los que están claramente los tenistas más populares, hay algo de lógica. Hay que ir hasta fuera de los 50 mejores del ranking de dobles para encontrar alguien que sobresalga en singles (el ruso Andrey Rublev, 51º en la modalidad y Top Ten en singles).

Surge entonces, desde esa misma clasificación, la última ventana elegida para hoy: la edad de los protagonistas. Hace rato que se viene hablando de la extraordinaria evolución que permite que la vigencia de los cracks se haya expandido en un rango etario impensado hace un par de décadas. Pasa en el tenis, en el básquet, en la gimnasia artística o en el fútbol. Un montón.

Sin embargo, lo del circuito de dobles es aún más notable.