En los últimos años, las bombillas LED se han convertido en una tendencia, con su promesa de eficiencia energética, ahorro y durabilidad, convirtiéndose en la opción preferida para hogares, empresas y establecimientos de todo tipo. Sin embargo, qué tan seguros estamos de que realmente estamos ahorrando tanto como nos han hecho creer con esta tecnología.
Detrás de toda esta tendencia hay una serie de aspectos a tener en cuenta, porque el ahorro energético que creemos estar haciendo no está siendo así y al final no se está traduciendo una reducción real en las facturas de luz a final de mes.
Las luces LED ahorran: sí o no
En primer lugar, es importante comprender cómo funcionan las luces LED en comparación con las bombillas tradicionales. Mientras que las bombillas incandescentes producen luz al pasar corriente eléctrica a través de un filamento, generando una gran cantidad de calor en el proceso, las luces LED utilizan semiconductores para convertir la corriente eléctrica en luz, produciendo mucho menos calor y siendo considerablemente más eficientes en términos energéticos.
Sin embargo, el problema surge cuando los usuarios cambian sus bombillas tradicionales por LED y aumentan drásticamente la cantidad de luz que utilizan. Es común escuchar historias de personas que, emocionadas por las ventajas de esta tendencia de iluminación, usan sus hogares o negocios estos bombillos con una intensidad lumínica excesiva, contrarrestando así cualquier posible ahorro energético.
Un estudio publicado en la revista Science Advances respalda esta preocupación, utilizando imágenes satelitales para demostrar que la superficie iluminada artificialmente de la Tierra está aumentando en luminosidad y extensión. Este fenómeno, conocido como “efecto de rebote”, sugiere que el ahorro energético esperado por el uso de luces LED puede verse eclipsado por un mayor consumo debido al menor costo de la iluminación.
Pero eso no es todo. Aunque se prometen largos tiempos de vida para las bombillas LED, la realidad es que algunos fabricantes no cumplen con esas garantías. Mientras que marcas reconocidas como Philips garantizan hasta 15.000 horas de uso efectivo, otros productos de menor calidad pueden fallar mucho antes de alcanzar esa cifra. Esto pone en duda el supuesto ahorro a largo plazo que se espera con la transición a la iluminación LED.
Además, existe un problema de tolerancia en la medición de la luminosidad de las bombillas LED. Las pruebas europeas permiten un margen de error del 10%, lo que significa que una bombilla clasificada con cierta cantidad de lúmenes podría en realidad emitir menos luz de lo esperado. Esto no solo engaña a los consumidores, sino que también puede llevarlos a comprar productos más caros de lo necesario.
Qué se puede hacer para ahorrar con las luces LED
En primer lugar, es crucial hacer un uso consciente de la iluminación, evitando el exceso de luz en nuestros hogares y lugares de trabajo. Además, al comprar bombillas LED, es importante investigar y elegir productos de calidad que cumplan con las garantías prometidas por los fabricantes.
También hay que estar atentos a las especificaciones técnicas de las bombillas LED y no dejarse engañar por los precios más bajos, que a menudo pueden ser indicativos de una calidad inferior.
Al invertir en iluminación LED, es clave considerar no solo el costo inicial, sino también el costo a largo plazo, incluyendo el consumo de energía y la durabilidad del producto.
Hay que entender que usar este tipo de productos sí puede convertirse en un ahorro a largo plazo. Pero la clave de obtener los beneficios está en su implementación, el uso consciente y las costumbres de ahorro complementarias que tengamos día a día. Un solo dispositivo no va a reducir el costo final de la factura mensual.