La resolución 8K apunta a ser una promesa incumplida en los videojuegos. La última generación de consolas, en la que están la PlayStation 5 (PS5) y la Xbox Series X, se promocionó como el momento en el que el gaming iba a aprovechar esta tecnología. Pero por ahora no ha sido así.
Las limitaciones técnicas y la falta de contenido adecuado impiden que esta alta resolución sea una realidad tangible para los jugadores, y por ahora el futuro no da muchas pistas de que la situación vaya a cambiar.
La promesa del 8K en los videojuegos
Cuando Sony lanzó la PS5 en noviembre de 2020, uno de los atractivos comerciales más destacados fue la capacidad de soportar esta resolución. La consola llevaba el logo 8K en sus cajas, sugiriendo que los jugadores podrían disfrutar de juegos y contenido multimedia en una resolución sin precedentes de 7680×4320 píxeles.
La realidad, sin embargo, ha demostrado ser mucho más complicada. El gaming en 8K requiere una cantidad muy alta de poder de procesamiento, memoria y ancho de banda.
Para renderizar imágenes en esta calidad a 60 fotogramas por segundo (FPS), una GPU debe ser capaz de procesar aproximadamente 2 mil millones de píxeles por segundo en tiempo real.
Además, los juegos en 8K requieren texturas de alta resolución y activos gráficos que pueden demandar hasta 20 GB de RAM solo para gráficos, y un juego en esta resolución fácilmente puede superar los 200 GB de almacenamiento, requiriendo SSD ultrarrápidos para un rendimiento fluido.
La PS5 y la Xbox Series X están equipadas con GPUs personalizadas basadas en AMD RDNA 2 y 16GB de RAM GDDR6. Aunque estas especificaciones son impresionantes, ambas consolas encuentran dificultades significativas para manejar el gaming nativo en 8K.
Mientras que pueden reproducir video en 8K y pueden escalar juegos a 8K mediante técnicas específicas, el verdadero gaming en esta alta resolución con tasas de cuadros aceptables sigue siendo inalcanzable sin comprometer gravemente la fidelidad gráfica o la tasa de cuadros.
La realidad del mercado de pantallas 8K es otra limitante
Otro obstáculo considerable es la disponibilidad y adopción de pantallas 8K. Los televisores capaces de mostrar verdaderamente esta resolución siguen siendo un nicho muy pequeño debido a su costo y disponibilidad limitada.
Además, el contenido en 8K es escaso, lo que reduce el incentivo para que los consumidores compren estas pantallas. Sin un contenido abundante, la adopción masiva de televisores 8K es improbable, lo que a su vez afecta la viabilidad del gaming en esta resolución.
Solo un juego en 8K y el futuro de la promesa
Desde el lanzamiento de la PS5, solo un juego ha logrado alcanzar la resolución 8K nativa: The Touryst. Desarrollado por Shin’en Multimedia, este juego menor intentó demostrar las capacidades de la consola, pero la PS5 no pudo manejar la resolución de la mejor manera posible.
Además, este título no revolucionó el mercado como se esperaba, demostrando las limitaciones actuales de la tecnología.
La decisión de Sony de eliminar discretamente el logo 8K de las cajas de la PS5 refleja una reevaluación de las expectativas de marketing. Aunque la intención original era que los usuarios disfrutaran más del contenido multimedia en 8K que de los videojuegos, este tipo de indicador siempre se consideró potencialmente engañoso.
A pesar de las limitaciones actuales, el futuro del gaming en 8K no está completamente descartado. Las tecnologías de escalado como AMD’s FidelityFX Super Resolution (FSR) y NVIDIA’s Deep Learning Super Sampling (DLSS) están ayudando a cerrar la brecha, permitiendo resoluciones más altas sin una carga computacional proporcional. Estas herramientas son un paso importante, pero las consolas actuales no fueron diseñadas para ser máquinas de escalado a ese nivel.
La llegada de una posible PlayStation 5 Pro podría cambiar la situación. Documentos filtrados sugieren que una versión más potente de la PS5 podría estar en camino, posiblemente para las próximas Navidades, con hardware mejorado que podría brindar un rendimiento superior en videojuegos demandantes.
Esta consola intermedia podría soportar la altísima resolución en contenido y videojuegos, preparando el terreno para una transición más fluida hacia el 8K. Pero la promesa seguirá sin cumplirse.