La Justicia condenó este miércoles a 7 años de cárcel a un médico cirujano ecuatoriano que violó a una paciente en uno de los consultorios del Hospital Evita Pueblo de la localidad bonaerense de Berazategui. El caso ocurrió en noviembre de 2021, cuando la víctima -de 22 años- había ido al centro de salud a atenderse por un dolor de panza. En ese contexto, Jonathan Paul Aguilar Mora la atacó.
Este martes, el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Quilmes declaró a Aguilar Mora culpable del delito de “abuso sexual con acceso carnal” y le impuso la misma pena que había solicitado la fiscal de juicio, María de los Ángeles Attarian Mena, quien estuvo a cargo de la acusación.
El abusador, de nacionalidad ecuatoriana, fue detenido unos días después del hecho y desde entonces permanece bajo arresto. El TOC -integrado por los magistrados Marcela Vissio, María Cecilia Maffei y Fernando Celesia– dispuso que sea deportado a Ecuador una vez que cumpla la mitad de la pena, con la prohibición de regresar a la Argentina.
El aberrante episodio sucedió el 10 de noviembre de 2021. El día anterior, la víctima había comenzado a sentir fuertes dolores abdominales. Días después de haber sido abusada, la joven dialogó con Infobae y relató cómo fue el ataque: “Empecé con dolores abdominales muy fuertes. Nunca soy de alertar a mi familia por nada, pero llamé a mi mamá porque era de extrema urgencia. No podía caminar. Me vinieron a buscar y me llevaron a la clínica Sabatto de Berazategui. De ahí me derivan a la guardia del Evita”.
“Entré a la guardia y me acostaron en una camilla, en uno de los pasillo. Ahí estuve toda la noche. En una camilla en un pasillo. Pedí agua y ni siquiera me dieron. Me decían que como supuestamente tenía apendicitis no me podían dar nada. Estuve toda la noche ahí. Durante la madrugada me hicieron algunos estudios. Me sacaron sangre y me hicieron un análisis de orina”, continuó.
Y prosiguió su angustiante historia: “A las 6 de la mañana llega este doctor, me va a buscar a donde estaba en la camilla. Le pregunté si me podían dar agua y me dijo de nuevo que no. Yo estaba sin comer ni tomar. Muy débil. Él se presentó como cirujano y me dijo que me iba a hacer un tacto rectal. Yo todavía tenía mucho dolor en el cuerpo. Seguía con dolores”.
En su estremecedor relato, la víctima comentó cómo confió en el profesional. “Él me dice que lo acompañe y vamos caminando despacio. Yo no tenía fuerzas en las piernas. Voy con él hasta el consultorio número 3 que tiene dos puertas: una para entrar por la guardia y otra para hacerlo desde el hospital. Ahí es cuando entramos y vi que se pone los guantes. Tenía un par puestos y manipulaba un tercero. Me pareció extraño. Fue lo último que vi“, recordó.
En los minutos siguientes, el hombre continuó actuando de manera extraña y poco profesional, según recuerda la joven: “Luego me dice que me acueste y me levante la remera. Me empieza a tocar la panza. Me hace presión. En un momento me aprieta y me dice ‘Uy ¿y esto?’. Pensé que se refería a alguna inflamación. Pero me dice ‘no no, el tatuaje’. Porque yo tengo un tatuaje en esa zona. Me dice: ‘Qué lindo tatuaje’”.
“Después me dice que me dé vuelta y que me baje el pantalón y la ropa interior. Yo le hice caso porque hasta ahí era todo normal. Le pregunto si iba a usar vaselina y me dice que va a usar una crema anestésica. Me dijo que no iba a sentir dolor”, siguió su testimonio.
Posteriormente, todo se agravó: “Ahí es cuando el abusador me pone la crema e introduce sus dedos. Ese era el estudio, no me parecía raro. Pero de repente siento un dolor extremo. Automáticamente me doy vuelta y lo veo con los pantalones apenas bajos: tenía una erección y un preservativo puesto. Ahí lo empujé y quise pegarle pero no tenía fuerzas por lo mal que me sentía”.
“Empecé a gritar y ni siquiera sabía qué gritar -recordó la víctima-. Afuera estaba mi mamá, que escuchó mis gritos pero como estaba la puerta trabada no pudo entrar. En ese momento él aprovechó y se fue caminando por la puerta que da a la guardia. Justo después de eso entró una enfermera que también escuchó los gritos”.
Apenas quedaron a solas las dos mujeres, la joven de 22 años le contó lo que había pasado. La enfermera le creyó y, quizá por experiencia, fue directamente al tacho de basura: ahí encontró el envoltorio de un preservativo. Lo guardó en una bolsa cerrada.
Luego del fallo de este miércoles, los familiares expresaron su conformidad. “Estamos conformes con la condena, a pesar de que este tipo de personas no tendría que salir de la cárcel, porque vuelven a hacer lo mismo, reinciden en el delito”, dijo a la agencia Télam Érica, tía de la joven.
“Es reparador en alguna forma para mi sobrina. Ella fue muy valiente al declarar y poder estar cara a cara en el recinto hoy”, agregó, al manifestar que estuvieron presentes en la lectura del fallo, cuyos fundamentos se darán a conocer la próxima semana.