Juan José González ciertamente amaba a Oscar David Espínola, 46 años más joven que él, un cartonero que iba y venía de su vida. Le decía a sus amigas, incluso, que le daría su departamento en la calle Corrientes en Villa Crespo cuando muriera, el lugar que había decorado a su gusto, donde vivió 38 años de su vida. El corazón del coiffeur era generoso. Oscar, apodado “El Chino”, a veces le robaba, pero el peluquero lo perdonaba. A veces, Juan José salía de noche a buscarlo, entre las ranchadas de adictos y transas cerca del Cementerio de la Chacarita, para traerlo otra vez al departamento y volver a empezar. Sus amigas le advertían, le decían que lo deje en sus encuentros de café, le pedían que la corte.
Allí, en el domicilio de la calle Corrientes, según la acusación en su contra en una causa a cargo de la fiscal Mónica Cuñarro, bajo la firma del juez Alejandro Litvack, “El Chino” mató a Juan José de una forma denigrante, bestial. Juan José fue hallado muerto y maniatado sobre su cama a mediados de noviembre pasado. Su cuerpo se había descompuesto durante, al menos, diez días. En la Morgue Judicial aseguraron que el cadáver era imposible de manejar dado su estado. Lo abrieron de todas formas. Encontraron un bollo de trapo en su garganta. Los forenses de la Corte Suprema determinaron Juan José fue asfixiado hasta morir. “Congestión meníngea” y “congestión pulmonar” fueron los términos posteriores empleados en el reporte.
“En concreto, el acusado quien mantenía una relación sentimental con la víctima, ingresó a la vivienda y tras maniatarlo -por un lado le ató las muñecas con un pañuelo, luego con una sabana le ató las manos, se la pasó por el cuello y se la ató a un pie y con la misma sabana lo amordazó-, dejándolo tirado en una cama, para luego revolver todo el departamento”, aseguró el juez Litvack en la imputación del procesamiento, firmada a fines de abril último.
“El Chino”, según la causa a cargo de la fiscal Cuñarro, lo mató por codicia, por un par de pesos, $400 mil exactamente, plata de la que Espínola sabía y que el coiffeur había insertado tiempo antes en un plazo fijo, de acuerdo a diversos testimonios.
“El Chino” fue detenido en Puente Pacífico a mediados de abril por la Policía de la Ciudad, cuando regresó en el tren San Martín de la localidad de Derqui, donde vivía su familia. Litvack lo procesó poco después.
Hoy lunes por la mañana, mientras espera en una alcaidía de la Policía de la Ciudad, la fiscal Cuñarro pidió la elevación de juicio para Espínola por el delito de homicidio criminis causae agravado por el vínculo. Si es considerado culpable, el tribunal que lo condene podrá aplicar la pena de prisión perpetua. El expediente es notable, con uno de los cuadros probatorios más fuertes en la historia porteña reciente. Declararon, por ejemplo, las amigas y confidentes del peluquero, que relataron sus movimientos de dinero, su generosidad, su historia de amor y sufrimiento.
Una nueva prueba se sumó en las últimas semanas, tal vez definitiva, un análisis de ADN. El estudio ubica a Espínola en la escena. Transmite una imagen casi en extinción en el homicidio argentino: el tiempo tomado para el crimen, un último cigarrillo después de matar.
“De acuerdo a las conclusiones del informe pericial del Servicio de Genética Forense del Cuerpo Médico Forense, no cabe duda de que pertenece al sindicado”, explicó Cuñarro en su pedido de elevación a juicio.
“De los cálculos realizados se estimó que los resultados obtenidos son del orden de once quintillones más probable” que el ADN pertenezca a “El Chino” de que no, concluyeron los peritos de la Corte.
