“La pesca artesanal está desapareciendo, está quedando en manos de los viejos… necesitamos un recambio generacional”, cuenta Jonathan Behm, cuarta generación de pescadores y que, después de abandonar el mar para trabajar en las minas de Santa Cruz, volvió a sus orígenes de la mano de un proyecto piloto de granjas regenerativas de algas. Se trata de una iniciativa de “Por el Mar”, una fundación conservacionista que busca generar el conocimiento para que vuelva la gente al mar con un proyecto productivo y se puedan proteger los bosques nativos de la amenaza latente de la deforestación submarina.
La problemática que atraviesa la bahía de San Julián no es propia del lugar. En muchas ciudades costeras, familias enteras dejan de dedicarse a la pesca porque la rentabilidad no es la misma de años atrás. El bisabuelo de Jonathan Behm vivía en el Reino de Prusia y llegó a las lejanas tierras de San Julián en 1895. A partir de ese entonces, la familia se empezó a dedicar a la pesca. Entre primavera y verano pescaban pejerrey y róbalo, en otoño sacaban trucha del Lago Cardiel y en julio mejillones. En agosto volvían a pescar pejerrey. “Así era sustentable la pesca”, explica Behm, pero ahora hay “mejores trabajos”, como por ejemplo la mina. Él, su hermano y su primo abandonaron la pesca para trabajar donde “te hacen la cama, te dan de comer, te lavan la ropa y te vas a laburar en un lugar seco”. Sin embargo, ni Jonathan ni sus familiares dejaron de tener esa melancolía que hizo que a Ismael, de Moby Dick, se le inflaran las venas por volver al mar. “Me crié alrededor de cajones de pescado y de botes y cuando estaba en la mina, todas las mañanas me quedaba pensando en estar embarcado al amanecer. Por ahí te estabas muriendo el frío, pero esa sensación de estar en el mar era hermosa”, recuerda Jonathan.
Pero Jonathan Behm volvió al mar. Participa de un proyecto de siembra regenerativa de macroalgas que impulsa la fundación “Por el Mar”. “Buscamos generar un cultivo de algas que pueda aguantar las condiciones climáticas de nuestro mar y que, a través de empresas amigables con el ambiente, se generen nuevos puestos de trabajo”, explica Martina Sasso, fundadora de la ONG. “El mundo está vendiendo algas y existe la comercialización y una de las maneras de poder proteger el bosque es mostrando una manera viable y sostenible de hacerlo. Si uno no busca generar este conocimiento, va a pasar que se van a llevar puesto el bosque nativo. Esta es una de las soluciones además de otras como la creación de áreas marinas protegidas como está sucediendo en la Provincia de Santa Cruz y Tierra del Fuego”. En otras palabras, el proyecto busca generar conocimiento para que el día de mañana, la cultura marina vuelva a ser una alternativa para los pobladores de San Julián. Incluso más: “La verdad que mi sueño es grande con esto. Tengo que estar muy enfocado en que salga bien. Que una familia pueda vivir de una granja, como primer objetivo”, expresa entusiasmado Behm.
¿Cómo son las granjas marinas?
En palabras simples, el proyecto tiene tres partes. Por un lado el laboratorio, por otro el “criadero” y finalmente la granja submarina. En el laboratorio se realizan los estudios, luego en unas cámaras con la temperatura óptima para la especie, se colocan unas bateas con agua de mar filtrada y se germinan las esporas. Cuando estas algas llegan a 5 o 6 centímetros, se llevan a la granja. El sistema supone un exhaustivo control a manos de científicos para evitar cualquier tipo de contaminación. En el mar, se utiliza el sistema “longline” basado en anclas a 9 metros de profundidad que sostienen dos cuerdas que van a ir hacia arriba conectadas a dos boyas. Por último, de boya a boya se conecta con otra soga más. Algo así como un arco de fútbol marino. En el travesaño irían las algas.
Para este desarrollo, “Por el Mar” contactó a GreenWave, organización sin fines de lucro, que acuñó el término “siembra regenerativa” y que instaló un sistema cooperativo, beneficiando al alguero y al productor local en Estados Unidos. También se contactaron con la empresa holandesa Hortimare, que se encarga específicamente de la producción de esporofitos. Para este proyecto, el equipo científico de “Por el Mar” realizó formaciones con Alejandro Buschmann, quien dirige un grupo de investigación que trabaja hace 35 años en ecología costera y cultivo de Macrocystis. Se realizaron capacitaciones en cultivo de esta especie de algas y también en actividades de laboratorio como preparación de medio de cultivo, medición de nitrógeno, entre otros estudios.
El mercado de algas en el mundo
Un estudio de la ONU en 2021 reveló que la producción mundial desde mitad del siglo XX aumentó más de 60 veces. En 1950 la comercialización de algas rondaba los 0,56 millones de toneladas, mientras que en 2019 superó los 35 millones. Si bien en porcentaje con la industria pesquera en general, la venta de algas no es tan significativa, en 2021 se estimó que la comercialización de estos productos alcanzó los 17 mil millones de dólares. Existen distintos tipos de algas que se utilizan para la industria alimenticia, farmacéutica y cosmética. Siguiendo esta tendencia, se espera que la producción mundial siga en aumento, pero existe el lado B de esta industria. A escala global, 38% de los bosques de macroalgas se han reducido en los últimos 50 años y esto trae severas consecuencias no solo para los océanos sino para el planeta en general.
La importancia de las algas
“Si por cualquier cataclismo se destruyera la vegetación forestal de cualquier país, no creo que perecieran tantas especies de animales como con la destrucción de esta alga”, escribió Charles Darwin en 1834 mientras analizaba las macroalgas en su expedición a Tierra del Fuego. Tal como describió el naturalista, las Macrocystis Pyrifera cumplen una función clave en la cadena trófica marina. Se trata de bosques sumergidos que pueden alcanzar hasta 30 ms de largo desde el fondo del mar y que, como en el caso de los árboles, dependen un sinfín de especies. Desde las costas, las algas son grandes manchas en la superficie, pero vistas desde abajo se parecen una jungla poblada de estrellas de mar, peces de colores, erizos, lobos marinos, delfines, pulpos, tiburones y más. Es por esto que la amenaza de deforestación submarina es un problema siempre latente.
La gran expectativa
Si bien este proyecto es piloto, lo que se busca es que sea una alternativa real y que San Julián sea el puntapié de un cambio, una renovación en la industria alguera del país. “Empezamos a trabajar con este proyecto buscando una forma sustentable de producir algas, a diferencia de lo que pasa en otros lugares del mundo donde la deforestación submarina causada por la extracción directa es un problema muy grave. El gobierno provincial de Santa Cruz evaluó el proyecto y espera que podamos avanzar rápidamente con estas pruebas, que buscan generar producción, trabajo, valor agregado y al mismo tiempo preservar los bosques sumergidos de Santa Cruz. La clave es producir algas a partir de sistemas de cultivo, evitando que se extraigan de su hábitat natural”, concluye Sasso de la fundación “Por el Mar”.
Con respecto al futuro de los pescadores artesanales, Jonathan Behm se entusiasma: “Este proyecto, de funcionar como en otros lugares del mundo, nos va a generar otra alternativa para que los jóvenes puedan volver a pescar, a vivir de ser pescador, vivir de ser granjero. Tenemos algo entre manos que tiene un potencial económico zarpado y me gustaría ser el portavoz y llevar esta experiencia a otros lugares del país”.