Cuando Eial cursaba el CBC para seguir Filosofía en la UBA, en cada ratito que le quedaba libre visitaba a sus abuelos paternos. Después de comer y acomodarse en el sillón, se quedaba dormido. “Pero… ¿te viene a ver y hace la siesta?”, le decía Roberto Moldavsky a su mamá, casi extendiendo el reproche. “Sí. Y con tu papá nos sentamos a verlo dormir. Nos gusta saber que está ahí”, respondió la mujer, con esa sabiduría tan propia de las abuelas.
El humorista -por entonces comerciante de Once- la entendería recién unos años después, a partir de una idea similar que le transmitiría ese amigo siempre presente: Gerardo Rozín. “Verlo dormir tiene que ver con esa tranquilidad que te da comprobar que tu hijo está protegido, descansando. Que está soñando”, cuenta Roberto, también papá de Galia, quien se enorgullece por haber construido una “relación muy especial” con sus hijos. “Ahora el placer es verlos, escucharlos. Sigo sus programas, ¿viste? Y es como verlos dormir”, describe.
Todas las semanas Moldavsky presenta su unipersonal en el teatro Apolo: Lo mejor de mí. A modo de invitación, el título del show -que se extiende por casi dos horas y en el que también se aborda el humor político- es una clara promesa artística al público. Y de manera solapada, suena a declaración de principios: da la impresión de que tanto sobre el escenario como debajo, este actor, educador, sociólogo -y muchas cosas más- busca brindar lo mejor de sí mismo. En este encuentro con Infobae lo dejará en claro. Y no hace falta leer entre líneas para notarlo. A Roberto le sobra claridad.
“Cuando salimos del teatro los problemas están en la puerta, de vuelta. Pero por un rato, nos olvidamos de todo. Esa es la propuesta -destaca-. Y además nos podemos reír de la política, que es algo que nos está costando a los argentinos: pelearnos menos y reírnos más. Yo reivindico el humor político como algo amplio, no solo para un lado. Por suerte, acá todos nos dan material. Milei es un gran proveedor de humor político. (Martín) Insaurralde, que con su tema también nos dio, por más que sea triste lo que vimos. Mauricio (Macri) también: siempre está ahí. Están todos”.
-¿Algún político te fue a ver, y justo hablabás de él?
-Sí, sí, muchas veces. Pero todo bárbaro. Por ahí algún tuitero que sigue a un político se calienta y yo le tengo que decir: “Mirá, si la semana pasada ese político estuvo viendo el show y no se calentó, ¿por qué vos te calentás por él?”. Los políticos vienen y se ríen. Me han escrito muchas veces, me hicieron llegar mensajes.
-¿Quiénes?
-Muchos. En su momento, Massa fue muy cariñoso conmigo. Patricia Bullrich, que vino en el show anterior, cuando todavía era ministra, estaba muerta de risa. Tengo un público: María Eugenia Vidal me viene a ver casi siempre, igual que el Chino Navarro. O sea, es muy mezclado. Generalmente los que están en el poder son los que te dan más material porque son los que más hablan, actúan y entregan. Yo creo que (Manuel) Adorni, el vocero, me está provocando. Y lo voy a ir a buscar.
-Eial es muy talentoso. ¿Escribió esta obra con vos?
-Sí, sí. Fue clave en la parte política porque la hicimos toda nueva. Se hizo muy compinche de Gustavo Yankelevich (productor de la obra), entonces trabajan en una especie de sociedad por fuera de mi persona, donde hablan del show, ¿entendés?, y después yo me entero: los dos vienen con la misma idea, casualmente… Yo soy el soberano del escenario, en el sentido de que finalmente yo decido lo que se dice, pero me gusta escuchar. Y generalmente me dan buenas ideas.
-Y del orgullo ante ese don de Eial, de hacernos pensar, de hablar solo con Yankelevich, a que de repente le aparezca un posible romance con Lali. Y ahora con Nati Jota. ¿Qué le pasa a ese papá?
-Lali es una divina que vino a ver el show, pero no, no, no: no es novia. Sé que se conocen y cada tanto hablan, pero ya lo dije alguna vez: me encantaría que fuera mi nuera, pero no. Tampoco Nati, y me encantaría porque la adoro. Pero no. Hasta lo que yo sé: no es que Eial me llama y me pasa su vida amorosa, porque no lo hace.
-¿Qué suegro vas a ser?
-Un gran suegro. Ya se lo dije a Galia: “Yo lo mido con la sonrisa de ustedes. Si ustedes están felices, no me importa quién es, ni el sexo, ni la edad, ni a qué se dedica”. Entonces, si mis hijos van a ser felices, yo voy a ser un suegro soñado, porque no me importa nada, solo eso. Y aparte hago público un deseo que Eial y Galia me están negando: voy a ser un abuelo increíble. Pero para eso necesito un nieto, cosa que parece que no está en los planes de nadie… A mi hija le dije: “Yo sé que son nueve meses de embarazo, y que estás en un gran momento en tu profesión (es una de las figuras de la plataforma Blender), pero me lo dejás al toque y seguís lo tuyo”.
-¿Fuiste un papá presente, que se ocupaba mucho?
-Sí, sí. Después, con el tiempo te empezás a dar cuenta de que por ahí en algunas cosas uno es papá como puede, no como quiere. Ahora mis hijos a veces me mandan una facturita: “Vos me dijiste esto”; “¿Cómo puede ser que te lo dije?”. Pero sí, debe haber sido quizás la vida de aquel comerciante del Once, que era más difícil: realmente no estaba durante muchas horas.
-Un día quisiera ir de compras con vos, que me acompañes al shopping.
-El shopping es un mundo hostil porque no hay lugar para los regateos: tiene esos precios. Cuando viajo, siempre compro biromes para todos los de la radio, hago ese regalo porque sé que la birome sirve. Entonces, en cada país al que voy, compro la birome. Y es un regateo porque voy a lugares de barro, a llevarme 20 biromes a un dólar cada una: ese es mi precio.
-Vos vas con tu precio, no con el del negocio.
-Yo voy con mi precio. Ahora hay inflación en Europa, me estoy dando cuenta: ya me está costando un poco más… En un viaje a España, empecé, y me dice: “No puedo bajarte porque yo soy la empleada”; “Vos no podés, no; vos no querés”. Arrancó una discusión y Micaela (su pareja) dijo: “Yo me voy de acá”. Entonces nos fuimos a comprar unas botas para ella, y le dije al vendedor: “Nos llevamos las dos. Ojo, haceme precio”. Cuando estoy afuera, voy con: “Mirá, yo vengo de Argentina…”. Y una vez un tipo, que era de África, me dice: “Si te digo de dónde vengo yo, me vas a pagar el doble la birome, así que no me traigas ese chamuyo”.
-”No me vengas a llorar con Argentina”.
-”¿Sabés cómo me hubiera gustado crecer en Argentina? Si yo te dijera…”, me respondió. Estuvo perfecto. Pero me encanta. ¡Alquileres! Alquilé una quinta la otra vuelta, y esa lucha… es un arte. Perdón que diga la frase que se utiliza en el Once, que es fuerte: “Es mierda o chocolate”, o sea, puede pasar cualquier cosa. Puede ser que vos estabas al borde, y por estirar un poco más, te la perdiste. Todos contamos las que van adentro; nadie cuenta las que van afuera. A veces funciona, a veces no.
-¿Y salió la quinta?
-Sí, salió. Me gusta mucho la adrenalina de joder con eso. Vas a comprar un auto o un departamento, y el que te lo vende, si es el dueño, te dice: “No, me pierdo plata con esto…”; “Sí, me imagino: te voy a traer alimentos no perecederos mañana y te los dejo acá”; le digo. “¡Cómo estarás! Lo que te habrás bajado del caviar en estos días”. Porque claro, esos son los que me gustan más. Esos que te lloran, son hermosos.
-Apareció en vos un poder disfrutar en el último tiempo, ¿no?
-Sí, sí. Está la gente que cae en la trampa de la guita, que cree que es el único objetivo en la vida. No hablo del que no llega a fin de mes, obviamente, que es otra realidad. Pero los que sí lo podemos hacer, debemos sumar buenos momentos. Es eso. No hay otra explicación. Y hay que buscarlos. Puede ser un café, esta nota, ir a cenar con amigos, el sexo, lo que a cada uno le sume un rato de buen momento. Con responsabilidad: no es que te podés gastar la que no tenés. Eso, no. También intento dar la herencia en vida. ¿Viste que hay tipos que son hijos de gente de mucha guita, y todos dicen: “Sabés lo que va a heredar este”. Sí, pero lo va a heredar a los 60 años. No es lo mismo a los 30 años tener una guita a tu disposición para hacer un viaje, para hacer algo que no vas a poder hacer después, que tenerla a los 60 cuando estás más limitado. Todas esas cosas las tengo muy claras y las disfruto, no las sufro. El otro día me pidieron 14 lucas por un pan de masa madre y me pareció mucho. Estaba una luca la rodaja, y le dije: “Me parece que quiero disfrutar, pero no sé si tanto quiero disfrutar… Vamos a ir con una de salvado”.
-¿Qué no hacés por plata?
-En esto me ayudó muchísimo Yankelevich, que tiene una máxima: siempre que traen una propuesta, es plata o carrera. Parece la más difícil, porque a veces te ofrecen cosas que económicamente son muy tentadoras pero que vos sabés que para tu carrera, no van a sumar.
-¿Qué fue lo que más te costó decir que no?
-En un evento privado nos pagaban una bocha, pero el tipo no nos gustaba por algunas cosas que le habíamos escuchado. Era mucha plata. Y dijimos que no. Gustavo tiene muchos valores de dignidad, y que un artista tenga un socio así… Porque somos socios en lo económico y en lo personal, digamos. Es como esa película de Demi Moore y Robert Redford: ¿en cuánto estás dispuesto a venderle el alma al diablo? Y… yo no tengo la necesidad. Sí, por supuesto: a veces la guita te tienta. Pero me tiene que gustar. Me he equivocado: he hecho cosas pensando que iban a estar buenas y no estuvieron, pero nunca lo hice por la guita.
-Pero si te llama Robert Redford estás
-Uno es heterosexual hasta que Ricky Martin te deja un mensaje en el teléfono y entonces vos decís: “Bueno, ¿qué quiere decir heterosexual hoy en día?”. Esa película como que abrió esa discusión para siempre.
-¿Sos bueno manejando inversiones?
-Confío en mi intuición: si algo no me cierra, no lo hago. Por más que todos te digan: “¡Uh, esto funciona!”, yo sé que cuando entro, deja de funcionar. Porque estas cosas son así. Te dicen: “Boludo, comprate una casa en no sé dónde y olvidate”. Y desde que vos llegaste ahí, se murieron los vecinos, hubo un temporal, todo lo que no venía pasando en diez años. Alguien una vez me dijo: “Nadie sabe más que vos”. Porque toda la gente te viene a asesorar y a ofrecer, ¿viste?. Bitcoin y esas cosas, no. No me meto, no entiendo. Probaría una parte, pero no arriesgaría mi capital en alguna cosa así.
-Cuidás tu capital, de alguna forma.
-Sí, sí. Lo tengo dividido y pensado: una parte quiero que esté de alguna manera intentando hacer algo, y otra parte, en la que me siento yo arriba. Me da paz.
-¿Última vez que Roberto Moldavsky metió la pata, groso?
-¿De esta semana decís, o en general?
-¿Es habitual…?
-¡Meto la pata como un grande! (En el teatro) estoy con una cámara hablando, y me agarro con los que llegan tarde. Me encantan. Este fin de semana vi que entraba alguien: “Ah, llegá cuando quieras…”. Y estaba en silla de ruedas. Pero yo no la había visto: venía una persona, y atrás estaba ella. La tipa lo tomó muy bien. Le dije: “Ya sé, ya está. Matame. Tenés razón”. La gente empezó a aplaudir. Le dije: “Estacioná por acá”, y nos empezamos a reír. Después se quedó esperándome, nos hicimos una foto y le pedí perdón. Todo el tiempo meto la pata en esas. El humor tiene estos riesgos, cuando lo hacés con buena leche y sin mala voluntad.
-¿Vas a conducir en El Trece?
-Sí, voy a hacer un programa. Yo con la tele había tenido una relación complicada. Tuve buenos momentos.
-Te vimos en “¿Quién es la máscara?”
-Sí. Era un poco raro. Me encantó estar con Wanda. Con Lizy ya había estado, con La Princesita, conocí a Natalia Oreiro. O sea, esa parte de cholulo, lo que la disfruté no tiene nombre.
-¿Sos cholulo?
-Terrible. Soy fatal. Y algunos me dicen “dale, ya nos conocemos”. Pero no, la otra vez fui a comer a lo de Suar y estaban Suar, Francella, Gustavo Bermúdez. No podía comer, estaba enloquecido. Quería sacarme fotos con todos. Pero estaba sentado al lado de Vicuña. Vos lo ves, es chiquitito, está ahí, yo al principio le dije: “¿vos qué tenés, Vicuña?” Y a los diez minutos que hablé con él le dije: “Sabés que me gustás”. Tiene un magnetismo.
-O sea, ya tenemos a Ricky Martin.
-Y Vicuña. Se está enterando ahora Vicuña que es mi permitido.
-¿Hay algún tercero que quieras sumar?.
-Joaquín Furriel, al horno con papas me lo como a Joaquín.
-Te propongo un juego. ¿Preferís ser el que lava los platos o el que dobla las sábanas de abajo, las que tienen elástico?
-No. Lavo los platos, las ollas y la fuente… Mi hijo sabe doblar esa sábana. ¡No sé cómo! ¿Qué técnica tiene? No, yo hago un bollo y la pongo. Los pisos, los baños, en vez de doblar esas sábanas.
-¿Preferís ser incapaz de mentir o descubrir siempre cuando te están mintiendo?
-¡Qué buena pregunta! Y… prefiero descubrir cuando están mintiendo. Sí, lo prefiero.
-¿Sos muy mentiroso?
-Cuando hace falta, la verdad limita. La mentira abre puertas, la verdad te encierra. Pero no soy mentiroso. Con el tiempo te volvés menos mentiroso, me parece. A mí me pasó.
-¿Sexo todos los días o una vez cada tres meses?
-Todos los días. Una vez cada tres meses… ¡esa vez va a ser terrible! Me daría pena la persona a la que yo agarrara a los tres meses. Diría: “¡¿Qué le pasa a este?!”. Si es por capacidad, diría una vez cada tres meses; si es por deseo, todos los días.
-Es un montón todos los días.
-Es un montón.
-Es trabajo, Roberto…
-Es trabajo. ¡Cómo se ha sobrevalorado el sexo! Y cómo se ha creado toda una industria a través del sexo. No es para tanto. Hoy en día, una buena sesión de masajes, una napolitana con fritas, no sé… Tenemos que ver, déjamelo pensar. Viene alguien y te hace unos buenos masajes. ¿Sabes que? No sé. El sexo muchas veces es laburo. Aparte, es tan difícil que dos personas que van a tener sexo coincidan que es el momento en que quieren tenerlo. Viste cuando el otro quiere, y vos decís: “No, yo me quiero matar… No”. Y aparte el concepto machista de que siempre tenés que estar, no podés fallar.
-¿Dar o recibir un baile erótico?
-No, recibir. Porque sé qué pasa. Te hago el baile erótico porque yo, dignidad, cero: voy, pongo todo. Pero estoy seguro de que eso muere ahí, o sea, no va a haber algo posterior: van a ser risas, llantos. Va a estar escribiéndole a las amigas. “¡No sabés lo que está haciendo el gordo! Me gustaría filmarlo para que lo veas. Es Mundo Marino esto”.
-¿Se llevan bien el sexo y el humor?
-¡Espectacular! Mi guitarrista dice: “Las mujeres se enamoran de los músicos y se acuestan con los humoristas”. Eso dice. No sé si es verdad.
-¿Llegar siempre una hora antes o 20 minutos tarde?
-20 minutos tarde, siempre.
-Pero si yo llego 20 minutos tarde del teatro, te vas a ensañar conmigo todo el show…
-Ahí, sí. Bueno, una hora antes para vos.
-¿No saber nada o saberlo todo?
-Uh… Es difícil. No, no quiero saber todo. Nada es mucho, pero no quiero saber todo. No, no quiero.
-Esto es terrible: ¿perder todos tus recuerdos o no poder crear nuevos?
-Prefiero no generar nuevos porque tengo unos recuerdos hermosos y no quisiera perderlos.
-Te regalo una charla de dos horas con quien vos quieras. ¿A quién elegirías?
-Esto es muy moishe. En el gueto de Varsovia hubo una rebelión de los judíos contra los nazis. Una rebelión muy pequeña al lado de eso que fue aplastado, obviamente, por el nazismo. Pero había un chico de 19 años llamado Mordechai Anielewicz, que se metió en el gueto, no estaba ahí, solo para defender a sus hermanos. Estaba en Israel, en Palestina, lo que era esa época. Y se metió en el ejército inglés, no sé cómo consiguió.
-Para cuidar a sus hermanos.
-Y para morir con sus hermanos, porque murieron, con sus hermanos. Y me gustaría hablar con él. Cuando te dicen: “¿A quién traerías a la vida de vuelta?”, todos pensamos en los viejos, en gente querida. Y a mí me gustaría traerlo a este, que hizo todo eso, y me gustaría hablar con él. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo lo decidió? ¿Cómo es saber a los 19 años que lo vas a dejar todo por estar con tu gente?
-¿Desde cuándo te conmueve esa historia?
-¡Uff! Desde adolescente. Con el tiempo empecé a investigar más sobre sobre su vida, lo poco de su vida. Junto con él, hubo chicos y chicas que entraron juntos. Algunas chicas sobrevivieron; a una la conocí en Israel. Me pareció una historia fascinante y gloriosa. Cuando uno se pregunta por los ideales, ¿alguien hace algo por un ideal? Bueno. Este chico, sí.
-¿Tuviste oportunidad de estar en Polonia?
-No, pero voy a ir el año que viene. Me costaba la decisión de ir porque había estado en Lituania con unos amigos, por otro viaje, y me había pegado muy mal estar en lugares de campos de concentración. A veces, digo, hay que volver como para decirles: “Estamos acá. Mirá, no hiciste bien el trabajo: estamos acá, de vuelta. No funcionó lo que ustedes planearon”. Pero me daba cosa… Y ahora vamos a ir con unos amigos.
-Le pusiste mucho el cuerpo a lo que está sucediendo en Israel. Ya pasaron más de tres meses desde el 7 de octubre, con secuestrados, con rehenes que siguen sin aparecer, o con personas que aparecieron habiendo vivido cosas tremendas, con una situación durísima que se está viviendo. Incluso, cerrás tu espectáculo hablando de esto. Sé que tenés familia, amigos secuestrados.
-Sí. Tengo. Muchos que me escriben: “Las imágenes de hoy en Gaza también son terribles, pero no decís nada”. Sí, por supuesto. ¿Qué te pensás, que me causa simpatía, gracia o alegría ver lo que está pasando en Gaza? Nunca la violencia, nunca la guerra.
-Vos adherías a la teoría de los dos Estados
-Sí, y sigo adhiriendo. A mí me sorprende porque la izquierda y otras personas no quieren hablar de lo que pasó el 7 de octubre. Quieren seguir hablando del tema como estaba, y no se dan cuenta de que hubo una bisagra ahí, no solamente porque entraron a Israel: por la saña con que lo hicieron; quemaron gente viva, violaron. El otro día hablaba con un chico israelí que estuvo ahí, y me decía que a una chica muerta, la seguían violando. Todo eso, macabro. Ahora invitamos a una amiga mía que estaba en un kibutz y se salvó de pedo porque se pudo encerrar y no la pudieron sacar. Y nos cuenta que en la casa de al lado vivía la que dirigía el kibutz, y no estaba en ese momento, presente, entonces le dejaron una nota con su nombre: “Te vamos a venir a buscar”. Tenían la data concreta. Estaban matando a la gente que los bancaba, a la gente que hablaba a favor de ellos.
-A los que cuestionan la derecha de Israel.
-Que cuestionan, sí. Porque esto finalmente termina siendo una sociedad impensada con la derecha israelí, que se fortifica y que ahora saca pecho. Por más que son los padres de esta negligencia y son los culpables de todo lo que está pasando, de que no hubo acuerdos antes, y también de que entraron y mataron a todos. O sea, porque fueron negligentes en eso también, están fortificados, diciendo: “¿Ves?, no hay con quién hablar. ¿Ves?, son todos asesinos”.
-Siempre digo desde donde hablo, siendo judía, con hijos en colegio judío, pensando que tienen que existir dos estados que puedan vivir en paz, y entendiendo que no es lo mismo la Autoridad Palestina que una organización terrorista. Y algo que me duele en este momento es que parece que defender a Israel defendiéndose, es no ser progresista.
-Porque este es el juego maléfico de esta situación. El otro día un amigo mío me decía: “Cualquier país del mundo al que entran, le violan a la gente, los prenden fuego y los secuestran, ¿vos te podés imaginar lo que harían esos países?”. Yo sé que suena raro porque vos ves Gaza destruida y yo trato de explicar que, aunque parezca mentira, todo el tiempo (los soldados israelíes) están tratando de ver si hay gente, sino, le dicen que se vayan, que se corran. Es una situación de mierda la que vive la gente de Gaza, no digo que no, pero cualquier país al que le hacen esto, no importa si es bueno o malo, de derecha o izquierda, entra y barre con todo, dice: “¿Qué me importa?”. Yo espero que devuelvan los rehenes, porque eso puede ser también el final de la guerra para mí. Por lo menos el capítulo de este enfrentamiento, podría terminar. Y yo lo pienso cada día: mientras nosotros estamos hablando acá, mientras estoy en el teatro, está Yair en una cueva, no sé dónde, esos bebés, los coloraditos, los pelirrojos con la madre, que espero que estén los tres. Y está también un tipo de Gaza que se quedó sin casa, que se quedó sin nada, que no sabe qué va a pasar con su vida. También eso.
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