Parpadea dos veces: Gisèle Pelicot y el llamado a abrir los ojos para que las víctimas de abuso sexual no se sientan solas

Gisèle Pelicot
Gisèle Pelicot agradeció el apoyo masivo en Francia y les dijo a las víctimas de abuso sexual que no se sientan solas (AFP)

“Soy un violador, como todos los que están en esta sala. Todos lo sabían, no pueden decir lo contrario”, declaró Dominique Pelicot, de 71 años, el hombre que violó, drogó e invitó a violar a su esposa, Gisèle, que fue sometida por más de 70 hombres (51 imputados), durante más de 10 años, entre 2011 y 2020. Los agresores eran periodistas, políticos, bomberos, entre otros trabajos. Su confesión la hizo el 17 de septiembre, en Aviñón, Francia, donde se sigue un juicio histórico, que conmueve al mundo y que tiene un lema: “La vergüenza tiene que cambiar de bando”.

Pelicot está acusado, junto a otros 50 hombres, que reclutaba de foros de internet, de violación agravada, que puede contemplar una pena de hasta 20 años de cárcel. Está detenido desde noviembre del 2020 cuando la policía intervino porque lo descubrieron grabando el cuerpo de una joven mientras ella hacía las compras. Su esposa agradece que la policía le salvó la vida por reaccionar frente a un delito que no era menor, sino que delataba una conducta sistemática y abusiva. Pelicot fue descubierto por filmar a una chica en un supermercado. La investigación policial por el acoso encontró los videos de las violaciones en su casa. Los guardaba meticulosamente en una carpeta titulada “abuso”.

“Estas son escenas de horror para mí. Me trataron como a una muñeca de trapo”, expresó Gisèle durante el juicio. La mujer era dormida con ansiolíticos y sufría infecciones sexuales sin entender el por qué. La razón era que su marido la ofertaba para ser violada sin protección. Ella no se escondió y pidió que el juicio sea público para que la vergüenza cambie de lado y así representar a las mujeres víctimas de violencia sexual. “Hablo en nombre de cada mujer que fue drogada sin saberlo. Estoy retomando el control de mi vida para luchar contra la sumisión química. Muchas mujeres no tienen pruebas. Yo tengo las pruebas de lo que me ha sucedido”, subrayó.

El violador serial no tiene contacto con su familia y está aislado de los otros presos. La única visita fue su abogada, Beatriz Zavarro. “Ha hecho introspección”, señaló la letrada. El acusado relató que fue abusado a los 9 años y que presenció una violación cuando tenía 14. Más allá de comprobar su versión, un pasado de abusos no justifica ser abusador. Las víctimas de maltrato en la infancia no tienen que vengarse con mujeres y varones para que sigan sufriendo lo que sufrieron ellos, sino tratar sus heridas para que no se conviertan en espadas y trabajar socialmente para que el daño no siga reproduciéndose. Las pericias lo describen como un perverso que disfrutaba de forma sádica sin ninguna empatía con su esposa y que estaba obsesionado con parecer el padre, abuelo y esposo perfecto.

Por su parte, Gisèle, de 72 años, madre de 3 hijos y abuela de 7 nietos, contó, con absoluta dignidad, que, en el medio siglo que estuvo casada, jamás se imaginó que él la violaba y que no dudó de él “ni un solo segundo”. Dormir con el enemigo no es el título de una película, sino su vida: “Durante cincuenta años viví con un hombre del que no imaginaba que pudiera cometer estos actos de violación. Él es consciente de esos actos de violación. Tenía plena confianza en él”. Ella sufría perdidas de memoria y fatiga. Creía que estaba enferma, pero estaba siendo violada sistemáticamente. La historia es terrible y, probablemente, una de las más impactantes que se pueda recordar de un matrimonio convertido en tortura sedada, farsa social y perversidad serial.

El violador serial no tiene contacto con su familia y está aislado de los otros presos. La única visita fue su abogada, Beatriz Zavarro (Reuters)
El violador serial no tiene contacto con su familia y está aislado de los otros presos. La única visita fue su abogada, Beatriz Zavarro (Reuters) (ZZIIGG/)

Pero, en un momento de reacción conservadora, donde se habla de la familia como un lugar irrefutablemente seguro y se quiere enterrar la condena a los abusos sexuales que se generó a partir de “Ni Una Menos”, “Yo te creo Hermana”, “Me Too”, “Mira como nos Ponemos”, “Mi primer Acoso”, “Denuncia a tu cerdo” y “Se acabó” la valentía de Gisèle se vuelve un estandarte para entender por qué las feministas no se pasaron seis pueblos sino que es imprescindible avanzar en cada pueblo, en cada casa, en cada cama, para que todas las mujeres, jóvenes, niñas y niños, puedan descansar, gozar o despertar en paz. “Habrá que luchar hasta el final porque este juicio va a durar meses y resuena en todo el mundo”, recalcó Gisèle.

La mujer que decidió dar la cara “para que la vergüenza cambie de bando” y parece tener una luz entre su pelo rojizo, su vestido corto y su estilo fresco, sale aplaudida del juzgado, agradece con las dos manos juntas en un gesto de gratitud y recibe un ramo de flores. Todo juicio público tiene costos. Todo apoyo social puede ser efímero o volverse un búmeran. Todo gesto visto en las redes sociales tiene sacrificios y grietas que no pueden latirse en un video formateado para la huella instantánea de Tik Tok. Sin embargo, ese aplauso es también un símbolo de un mundo que no solo no tolera la violencia sexual, sino que busca reivindicar a las víctimas, para que puedan seguir viviendo y sean miradas y acompañadas, por muchas más manos, que no solo aplaudan, sino que sostengan.

El sábado, en Francia, hubo marchas en solidaridad con Gisèle y por todas las Giseles. Para terminar con los abusos sexuales. Para poner fin a la impunidad. Para que no se diga más “no todos los hombres”, sino “ningún hombre”. Para que no se calle la voz de las que hablaron. Para que no se duerma la rabia despierta. Para que no anestesien a las que no quieren. “Me sentí profundamente conmovida por estas muestras de apoyo que me infunden un sentimiento de responsabilidad. Gracias a todos tengo la fuerza para librar esta batalla hasta el final. Dedico esta lucha a todas las personas, mujeres y hombres, que son víctimas de violencia sexual. A todas las víctimas: miren a su alrededor. No están solas”, dijo Gisèle.

La película “Parpadea dos veces”, la ópera prima de Zoë Kravitz, es descripta como un “enigmático thriller que propone retratar el lado oscuro de la riqueza y el poder”. Pero, es mucho más que eso, es un film post “Me Too” que ironiza sobre los hombres que mostraron arrepentimiento público por las conductas impropias, acosos, abusos y otros manoseos y delimita que esos pedidos de perdón son falsos. El film muestra una escena en donde el lado A de unas vacaciones de ensueños tienen un lado B que las mujeres no recuerdan. “Siento que estamos olvidando muchas cosas”, dice una protagonista. “¿Pero cómo?”, pregunta otra compañera de fiesta en una isla que parecía paradisíaca. La sumisión química toma otra forma más cinematográfica pero está presente en la pulsión entre memoria y olvido que azota a través de copas, drogas y venenos.

Pero el caso de Aviñón es casi una escena de la película con varones que son capaces de infringir cualquier dolor a una mujer y lo único que pretenden es que ella no recuerde y no pagar las consecuencias. La fantasía no son fantasías sexuales -en una época en la que las fantasías son realizables con mujeres dispuestas a experimentar eróticamente- sino que la fantasía es hacer lo que las mujeres no quieren, cuando ellas no quieren, lastimarlas y obligarlas a hacer lo que no están dispuestas ni disfrutan. El placer no es el placer mutuo sino el poder sobre la otra persona -en su mayoría mujeres, pero también jóvenes varones vulnerables- y la perversión de hacer daño sin costo.

“Parpadea dos veces” alude a una seña para pedir ayuda. “No están solas”, dijo Gisele. Y así las marchas mundiales contra los abusos sexuales, la violencia de género y los femicidios, retoman sentido, retumban en los oídos, se vuelven a escuchar y cobran vigencia a pesar de la oleada reaccionaria que deja sin derechos a las mujeres, que les quita el acompañamiento público y la credibilidad. Hay que abrir los ojos y parpadear dos veces. Pedir ayuda y reaccionar frente a la anestesia social.

En la ficción y en la realidad las sustancias químicas pueden dormir y hacer olvidar. La pesadilla es verdad. Pero la respuesta también es real. El aplauso no es a una heroína de película, sino a una mujer protagonista de su existencia que convirtieron en objeto de furia. Ella cambió de bando la vergüenza. Y a las mujeres les queda la posibilidad de despertar y parpadear. Dos veces. Y tres si es necesario. Pero parpadear.

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