Navegar en el Riachuelo: viaje por un río herido al que empezaron a volver los peces y los pájaros

Riachuelo 2024
Desde hace un tiempo volvieron las aves y los peces al Riachuelo (Luciano González) (LUCIAN GONZALEZ/)

Si pudiera borrarse la idea basada en hechos reales de que el Riachuelo es la cloaca a cielo abierto del sur del AMBA productivo desde hace 200 años y ponerse ojos “de turista” y olvidar el agua negra y la lluvia ácida de toda una vida, la navegación por el río que, en su tramo final, divide CABA de Provincia es una aventura extraordinaria, un plano nuevo de una película vieja que narra la historia de una herida abierta: nuestro Apocalypse Now, arrabalero y ambiental.

“¿Vos sos de Avellaneda? ¿Bueno, si te pido que cierres los ojos y vuelvas al Riachuelo de tu infancia y me digas qué ves?”, pregunta con puntos suspensivos el director general Ambiental de la Acumar (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo), Federico Gatti Lavisse.

La respuesta es barcos oxidados, ojos irritados, cerrar la ventanilla del colectivo cuando cruzaba el Puente Pueyrredón por el olor a mundo en descomposición, algunos árboles de moras incomibles en la orilla, peces muertos, inflados, y el relato familiar de un socio del club Regatas al que en los años 70 se le dio vuelta la canoa y tuvo que bañarse durante horas con aguarrás.

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Una de las vistas más icónicas de Buenos Aires: el transbordador de La Boca-Isla Maciel y el puente Nicolás Avellaneda, uno de los varios que conectan CABA con Provincia sobre el Riachuelo (Luciano González) (LUCIAN GONZALEZ/)

Queda algo de aquel río infernal pero el cambio es notable. En los últimos 16 años, no sin esfuerzo ni demoras ni deudas pendientes, las orillas del Riachuelo se parquizaron, desapareció (no toda) la basura que brotaba como flor de loto, el agua es un poco más verde y hay un leve tono de vida: cardúmenes de sábalos, bandadas de biguás y un grupito instagrameable de garzas blancas se integran de a poco a la escena postal, por caso, en la Vuelta de Rocha, con Caminito de fondo; o en el borde de la Isla Maciel, bajo el transbordador, donde un nene espera el pique con su caña de pescar. Como si no existiera el Tiempo.

El sol del otoño estalla sobre el agua frente al viejo Puente Bosch, en Piñeyro. Allí murieron 56 personas al caer el tranvía al agua hace casi 100 años. Era la época en que las fábricas y los frigoríficos copaban las márgenes y descartaban todos sus desechos en el agua sin ningún tipo de noción de futuro; nidos de tripas, baldes de aceites, mierda y caballos muertos atentaron contra la vida de las poblaciones y del ecosistema natural.

Ahora, en abril del 2024, el reflejo del sol ofrece una noción de río estrellado, una imagen optimista que recuerda por qué los guaraníes llamaron Iberá -”agua que brilla”- a sus esteros del norte, conectados en definitiva al Riachuelo por el sistema fluvial del Paraná, que también confluye en el estuario del Río de la Plata y riega las costas de Quilmes y Ensenada en lo último de la selva marginal que viene desde Misiones y más allá.

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Cinco aves toman sol sobre una de las «mangueras» que funcionan como contenedores de la basura que baja hacia el estuario del Río de la Plata (Luciano González) (LUCIAN GONZALEZ/)

En 2004, un grupo de 17 personas encabezado por la psicóloga social Beatriz Mendoza denunció que las poblaciones que vivían sobre el Riachuelo, en todos los casos barrios populares o asentamientos precarios, padecían la alta contaminación de la cuenca, con niveles de tolueno en sangre seis veces superiores al límite tolerable, entre otros problemas. Los barrios nacieron allí con la llegada de migrantes de las provincias o de los países limítrofes que vinieron a trabajar en el cordón industrial de toda la zona sur (un tal Diego “Chitoro” Maradona llegó desde Corrientes a Villa Fiorito, por ejemplo). Con las tragedias económicas de la dictadura y los años 90 muchos quedaron allí, desamparados.

La causa judicial, conocida como “Mendoza y otros vs. Estado Nacional y otros”, llegó a la Corte Suprema de Justicia. En 2006, el máximo tribunal intimó a los demandados -el Estado Nacional, la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires y 44 empresas- a presentar un plan integral de saneamiento. Así nació Acumar, un organismo tripartito integrado por esos tres gobiernos con la misión de coordinar las acciones para descontaminar y proteger a las poblaciones afectadas. Dos años más tarde, la Corte ordenó crear un cuerpo colegiado que supervisara el trabajo. Dieciséis años después, empiezan a verse buenas noticias.

Riachuelo antes y después
El Puente Bosch, que une el barrio porteño de Barracas con Piñeyro, en Avellaneda, antes del plan de saneamiento ordenado por la Corte (Gentileza Acumar)

“Había mucha ocupación todavía en 2011. Entonces había una dificultad para acceder a la limpieza de muchos puntos críticos y la Justicia dictamina una emergencia ambiental y social. Dice que hay que liberar el camino de sirga. Hacerlo transitable y relocalizar a la gente que está viviendo ahí”, narra Gatti Lavisse.

Simultáneamente se suspendió preventivamente la navegación, que existía desde siempre, con barcos que trasladaban frutas, verduras, arena, materiales de construcción desde el inicio del cauce, a la altura de Cañuelas, hasta La Boca. Porque la navegación remueve los lodos impregnados de la toxicidad letal acumulada en las décadas.

Desde la Acumar remarcan que en aquel momento se inició una transformación de la zona con la instalación de calles, bicisendas, parques y espacios de recreación. Los puentes levadizos, antes en uso, quedaron inhabilitados para el levantamiento, excepto el puente ferroviario del tren de carga. Cuando Gatti Lavisse los cruza por debajo sueña con un proyecto de navegación turística y el transporte de pasajeros. “Imaginate llegar a Caminito desde el Río”, propone.

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El Puente Bosch en 2024: una imagen completamente diferente (Luciano González) (LUCIAN GONZALEZ/)

La limpieza y recuperación implican el trabajo de embarcaciones especializadas que levantan constantemente la basura que flota o es llevada por las corrientes. Decenas de miles de toneladas se quitan cada año del agua o de las márgenes, donde hombres y mujeres de cooperativas trabajan con la limpieza de las orillas, o al menos lo hacían hasta la asunción del nuevo gobierno. Las estaciones de bombeo juegan un papel crítico en la prevención de inundaciones al remover el agua cuando los niveles del río aumentan.

La contaminación del agua, sin embargo, sigue siendo un problema generado por vertidos industriales y cloacales. Solo el 56% de la población que vive alrededor del Riachuelo tiene acceso a cloacas, lo que genera que, por ahora, toda la materia fecal de la zona baje al río. Esto disminuye el oxígeno en el agua y afecta negativamente la vida acuática. Hay peces, pero son peces nadando entre mierda humana diluida en agua.

La situación se agrava en áreas sin infraestructura adecuada para el manejo de aguas residuales y pluviales. Los ríos subterráneos también se ven afectados y se contaminan las napas de las que dependen muchas personas para su suministro de agua.

Riachuelo antes y después
Vista aérea nocturna de la desembocadura el Riachuelo

“Tenemos cerca de 400 empresas que están consideradas agentes contaminantes, pero no todas tienen un impacto realmente ambiental fuerte sobre la cuenca. Unas 20 es el núcleo duro que está ocasionando el 80% del vertido de carga orgánica. Son básicamente frigoríficos. De la faena del animal tenés una gran generación de carga orgánica en las grasas”, explica el funcionario de Acumar. Por eso las mediciones de calidad del agua siguen dando niveles de entre “regular” a “muy malo”.

Un buen sistema de cloacas y tratamiento de aguas es clave para abordar el problema. Hay avances, como la construcción del Colector Margen Izquierdo de Aysa, una obra monumental y multimillonaria que se hace con un préstamo del Banco Mundial, lo que impide que integre la lista de obras públicas frenadas por Milei.

Andrés Nápoli integra el cuerpo colegiado que supervisa los trabajos ordenados por la Corte. Admite que desde la creación de Acumar fue “un antes y un después” en la historia del Riachuelo. La preocupación sobre la mugre de este río data de 1860. Por aquella época ya se había prohibido arrojar basura en sus aguas pero sin éxito. Antes del caso Mendoza, de hecho, no existió ningún plan de saneamiento, excepto la farsa de los 1.000 días propiciada por María Julia Alsogaray durante el gobierno de Carlos Menem, en 1993.

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La vida del Riachuelo en la Vuelta de Rocha, frente a Caminito (Luciano González)

“Desde el fallo de la Corte algunas cosas se han trabajado dentro de lo previsible y otras están muy atrasadas. Sobre la falta de infraestructura cloacal va a tener un impacto positivo cuando se termine el Colector porque hoy en día toda la cloaca que se desborda en la CABA termina ahí en el Riachuelo. Sobre los efluentes industriales, hubo una política errática. Mientras la Corte controló de cerca se avanzó bastante. Pero se retiró en 2016 y desapareció información. Hay 200 agentes contaminantes y los resultados no son satisfactorios. También falta una política integral de gestión de residuos en relación a los basurales de cielo abierto”, considera Nápoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

También objeta la política de relocalización de población: “Se avanzó un 30% y hay mucha demora en la Ciudad de Buenos Aires y tampoco funciona el plan de seguimiento a las personas afectadas por enfermedades de plomo en sangre o contaminantes directos”.

Riachuelo antes y después
Cooperativistas trabajan en la limpieza de las márgenes del Riachuelo, que antes del fallo de la Corte eran basurales a cielo abierto (Gentileza Acumar) (JoseNico/)

Las obras de saneamiento en Villa 20 están avanzadas, dicen en Acumar, con colectores y plantas de tratamiento casi finalizados. Se espera que la contaminación disminuya gracias a estos procesos biológicos que se activarán tras detener la contaminación. La iniciativa fue impulsada desde el gobierno de Cristina Kirchner, continuada por el de Mauricio Macri. Se esperaba que finalice bajo la gestión de Alberto Fernández, pero la pandemia demoró los trabajos.

A Enrique Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados y Abogadas Ambientalistas, le preocupa el futuro de la Acumar, ya que no entró en la lista de organismos estatales blindados en la Ley de Bases y podría ser desintegrado por decisión presidencial. “Desde nuestro punto de vista hubo grandes avances en los últimos tiempos, sobre todo en los márgenes. Falta mejorar la calidad del agua, que está mejor, pero falta muchísimo. El saneamiento del Riachuelo es una verdadera política de Estado que debería estar a salvo, pero no lo sabemos”, comentó quien participó durante muchos años del cuerpo colegiado en representación de la Asociación de Vecinos de La Boca.

“Empieza a verse el resultado con el tiempo. Esto no es que un día dejaste de contaminar y desapareció la contaminación. Son procesos biológicos que empiezan a a suceder a partir de que empezás a trabajar y hay que mantenerlo. Efectivamente es una política de Estado que empezó con Cristina Kirchner y tiene que continuar”, coincide Gatti Lavisse mientras el barquito de Acumar alcanza la desembocadura del Riachuelo en el estuario y, sobre la tierra, se observa el último barco en ser quitado del agua: una carcasa oxidada al sol.

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Un niño pesca en el Riachuelo desde la orilla de la Isla Maciel, en Avellaneda (Luciano González) (LUCIAN GONZALEZ/)

Para Nápoli, lo importante es pensar en el futuro. “El desafío del fallo de la Corte es hacer que cambie culturalmente la cuestión del Riachuelo. Se necesita un modelo de desarrollo, qué hacer con la zona de Buenos Aires, entre La Boca y Ezeiza. ¿Va a ser un espacio para la industria, para los servicios, para la logística? Eso por ahora no está ni siquiera en discusión”, advierte.

Viale lo ve como una vía de comunicación clave para un sector del AMBA “con el peligro que hay en la lógica de la especulación inmobiliaria”. Imagina: “El futuro ideal del Riachuelo sería un río navegable, disfrutable, un cambio social. Buenos Aires tiene que recuperar espacios público y de recreación. Imagino una vuelta de tuerca a eso. Sería un cambio radical y muy bonito porque el río es muy bonito”.