El copamiento de buena parte del movimiento feminista por el transgenerismo y la cancelación de docentes e investigadores que critican la ideología de género o la doctrina queer ya no constituyen un fenómeno lejano, propio de las universidades del primer mundo, ganadas por el wokismo. También entre nosotros se da esta tendencia irracional a imponer, en nombre de la diversidad, un pensamiento único. Un grave contrasentido. Diversidad en todo, salvo en las ideas.
La doctora en Filosofía María José Binetti es investigadora del Conicet con sede en el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Es feminista, pero defiende un feminismo de la diferencia sexual y rechaza la doctrina queer que afirma que el sexo es una autopercepción.
El problema es que la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA -esa universidad que la inmensa mayoría de los argentinos defiende porque es pública y por lo tanto de todos- ha sido declarada en proceso de “transfeminización” por sus autoridades. Esto no significa inclusión, como el público incauto puede creer, sino imposición de un dogma. A quien se atreva a cuestionarlo le espera la censura, la clandestinidad o el destierro académico.
Las mismas “facciones” que impusieron la transfeminización de Filosofía controlaron durante los últimos años el Conicet y entonces el organismo de investigación científica de la Argentina creó por ejemplo el programa Nacional para la Igualdad de Géneros en Ciencia, Tecnología e Innovación, citando falsos compromisos supuestamente asumidos por el Estado argentino, como los principios de Yogyakarta, basados en una ideología queer o transgenerista que no tiene fundamento científico alguno.
Binetti advierte que esta misma “transfeminización” es la posición asumida -o al menos no cuestionada- por “todo el Consejo Interuniversitario nacional”. Esta suerte de unanimidad en torno a una doctrina que, como explica Binetti en esta entrevista, compromete los derechos de las mujeres e impone leyes que contradicen las normativas nacionales -”hace falta un control constitucional serio”, dice- empieza a generar reacciones. Ella, por ejemplo, es el contacto para Argentina de Women’s Declaration International, campaña mundial en defensa de los derechos de las mujeres basados en el sexo y contra la sustitución del sexo por la identidad de género. Además integra una red de investigadores independientes -Red CyT Independiente- y la Asociación Civil Derechos Humanos y Desarrollo Científico, desde donde surgen ideas e iniciativas para llevar transparencia y optimizar los recursos del Conicet.
En el organismo, rechazaron su promoción a la categoría de investigadora independiente con el argumento de que “su línea de investigación más reciente conlleva la impugnación de las bases conceptuales de la Ley 26743/2012 de Identidad de Género”, con lo cual el Conicet está diciendo que una norma no puede ser cuestionada. Si así fuera no habría reformas ni derogaciones, cosas frecuentes en una República.
El último episodio del proceso de censura que viene padeciendo fue el rechazo en la facultad de su Cátedra Libre de Diferencia sexual “Luce Irigaray”. Vale subrayar que, como cátedra “libre”, ésta no integra el programa obligatorio de ninguna carrera. Binetti presentó un amparo que fue respondido esta semana por el Consejo Superior de la UBA ratificando el rechazo. No descarta litigar ante la justicia y está evaluando con sus abogados la estrategia judicial a seguir.
— ¿Por qué sufriste censura en la Facultad de Filosofía y Letras?
— No es un tema pasado, sino que sigue en el presente. Empezó en el 2018 y fue in crescendo. Ahora se trasladó también a Conicet, que está manejado por las mismas facciones de la UBA. Yo hago filosofía contemporánea, dentro de ella hago filosofía feminista y dentro de ésta, feminismo de la diferencia sexual. Yo no trabajo con la categoría de género, sino con la de diferencia sexual. Es una línea muy importante dentro del feminismo que quedó relegada por el género. Cuando empecé a criticar la ideología queer, desde mi filosofía realista, porque mi posición es el realismo, cuando empecé a criticar la ideología transgenerista o woke o como la quieras llamar, ahí se disparó la cuestión. Empezaron, primero en privado, a expresarme malestar por mi posición transfóbica, biologicista, esencialista, discriminatoria, y a decirme que había mucho malestar entre las investigadoras del instituto. Te citan a hablar, te piden una explicación. Me citaron de protocolo de género para retirar una publicación de mi Facebook en la facultad.
— ¿Existe en la Facultad una entidad que vigila las cuestiones de género?
— Existen varias. Existe un observatorio de género. A mí me citaron de Protocolo de Género del CBC de la UBA porque se había quejado una persona trans de una publicación mía que decía que el embarazo no era una autopercepción. Se ofendió. Me invitaron a retirar eso. La Facultad de Filosofía es transfeminista; esa es la posición institucional de la facultad, el transfeminismo. Y no solo de la facultad, de todo el Consejo Interuniversitario Nacional y del Conicet, que está manejado, apropiado, por todas estas facciones.
— Para que se entienda esto de la ideología queer: se niega la categoría sexo, o se la relativiza. Lo que importa es la autopercepción.
— La gente de buena voluntad cree que si uno dice transfeminismo está hablando de incluir a determinadas personas. No, no estamos hablando de eso, sino de una ideología, de una doctrina que ni siquiera es tal, porque los mismos ideólogos queer dicen que no es una teoría, es una especie de ficción, de narrativa, de relato. El eje claro y contundente es la eliminación del sexo legal. Porque dicen que es una construcción cultural, una construcción cultural estigmatizante, binaria, excluyente, discriminatoria. Hay un libro que se llama El apartheid del sexo. El sexo es una construcción opresora. ¿Qué hay detrás de esto? Un desplazamiento, una sustitución del sexo por el género. Llaman sexo a lo que en realidad es género. El género es lo que hay que abolir por opresor, no el sexo. Ellos lo desplazan, lo convierten. Entonces la propuesta de estos ideólogos es eliminar el sexo registral legal y sustituirlo por autopercepciones de género. Ese es el contexto en el cual estamos en Argentina, sobre todo a partir de la última gestión de gobierno.
— O sea, directamente niegan la biología, porque la expresión “sexo asignado al nacer”, que no entiendo como gente razonable puede usar, es absurda.
— Esa expresión está en la Ley de Identidad de Género. A partir de esa ley, el sexo legal quedó eliminado. Ellos no niegan la biología. Dicen que la biología es una construcción cultural. Entonces el sexo es una construcción cultural. Los óvulos, por ejemplo, son una construcción cultural, teórica, de la biología, bla, bla, bla.
— Desde otras facultades, por ejemplo Medicina, o la gente que estudia biología o física, cosas materiales, ¿no se reacciona frente a esto?
— Bueno, este es el problema que yo estoy viendo en Conicet, donde me hicieron una última evaluación y no me aprobaron un informe diciendo que mi posición es una amenaza a los derechos humanos y a la supervivencia de las minorías sexuales. Pero en Conicet hay biólogos, genetistas, gente que hace ciencias duras. ¿Qué les van a decir? ¿Que tienen que incluir, en sus registros y estadísticas de diferencia sexual, las autopercepciones de género? Eso es el acta de defunción de la ciencia argentina. Es el acta de defunción de la filosofía. Porque en la filosofía tenemos una mirada crítica, realista, criticamos los dogmas. Eso es filosofía.
— Volvamos al tema de la censura. Primero fueron advertencias y finalmente te cancelaron un seminario.
— Finalmente me cancelaron varias cosas. Las advertencias se hicieron más vox populi dentro y fuera de la facultad: investigadores que hablan y escriben artículos sobre mi posición transexcluyente. En chats privados de profesores advierten a alumnos de que mi línea de pensamiento no es la línea de pensamiento de la facultad. Imaginate una facultad que tiene una doctrina asumida. Es el summum. Después empezaron las cancelaciones. Se me cancela un seminario, una mesa redonda, hago una propuesta de paper y se me rechaza. Durante el último año esto fue sistemático, se rechazó todo lo que propuse. Propongo invitados que están cancelados porque no condicen con la política académica de la UBA.
— Como el español José Errasti… [N. de la R: coautor de “Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género”]
— Sí, dijeron que no se podía invitar a Errasti porque colisionaba con la política académica de la facultad transfeminista. Lo peor es que esto se trasladó a Conicet, porque las facciones que manejan la UBA son las mismas que manejaban Conicet. Esto se lo están haciendo también a alumnos míos y a gente que trabaja conmigo. A un alumno le bloquearon el doctorado. Lo tenía aprobado pero su directora renunció porque no coincidía con la ideología: es una tesis crítica de [Paul] Preciado. Cuando paso a dirigirlo yo, le empiezan a bloquear sistemáticamente los avances de un programa que ya estaba aprobado. O sea, a Preciado no se lo puede criticar. No se puede criticar la ideología queer. Si vos hacés una crítica a la identidad de género como construcción conceptual, inmediatamente dan un paso falaz: te dicen que estás violando derechos humanos. Es lo que me están haciendo a mí en este momento. Acá está la gran falacia, porque la identidad de género no es un derecho humano. Vos violás derechos humanos, por lo tanto tu palabra queda deslegitimada absolutamente. Es la sepultura académica.
— En 2012, cuando votaron la Ley de Identidad de Género, no hubo un debate masivo, público. La sociedad argentina no se enteró de lo que estaban haciendo.
— Hubo debate, pero no hubo análisis del impacto que tenía sobre las mujeres. No hubo control constitucional. La ley de identidad de género es inconstitucional.
— El DNI no binario también.
— Es inconstitucional, porque el sexo tiene una definición legal, constitucional, clara, contundente. El sexo, además, es una categoría protegida. Las mujeres son un grupo de tutela preferencial. Entonces no podés borrar el sexo y sustituirlo por autopercepciones, como hace la ley de identidad de género. Por eso después nos llaman gestantes, menstruantes; algún invento hay que hacer porque no hay más sexo. Esto es inconstitucional. Ahora, si lo decís, estás poniendo en riesgo la supervivencia de las minorías. Es lo que me dicen a mí en Conicet y en la UBA. Tu palabra queda totalmente deslegitimada y hay una advertencia de que nadie se te acerque.
— Apestada.
— Hay un cordón sanitario. Vos sos un potencial peligro. Estos mismos grupos de la UBA me informaron en Conicet que mi investigación era un potencial ilícito contra los derechos humanos y contra la supervivencia de las minorías.
— Ana Franchi, hasta hace poco directora del Conicet, fue a defender la existencia del organismo hablando en lenguaje inclusivo. Un lenguaje sin sustento académico. Cuando ves a científicos defendiendo el Conicet en lenguaje inclusivo, te das cuenta de que están defendiendo otra cosa y te preguntás en qué se convirtió el organismo.
— Se convirtió lamentablemente en esto por la gente que se lo apropió, ideólogos corporativizados, los mismos que manejan filosofía del lenguaje inclusivo, que no incluye a nadie, es una imposición, una impostura ideológica. Para borrar la diferencia sexual se busca neutralizar toda categoría. Entonces te ponen la E, la X, queda invisibilizada la diferencia sexual. Sos un neutro y podés autopercibirte como quieras y generarte el cuerpo que quieras. Es una estrategia ideológica para borrar la diferencia sexual y no nombrar a las mujeres como mujeres. Yo no puedo hablar de mis experiencias de mujer, de mi experiencia materna, porque un varón puede tener la misma experiencia mía. En la UBA me vi forzada a dar un seminario de diferencia sexual que llamaba a los alumnos con la X.
— Actualmente, si uno ingresa a inscribirse en algún curso, incluso de extensión universitaria, aparecen las identidades de género que son como diez…
— Sí, son lineamientos para la registración de los alumnos basados en identidades de género: mujer, identidad de género de la persona oprimida por la masculinidad; lesbiana, identidad de género de la persona que se siente atraída por la identidad de género femenina; gay… etc.
— ¿A qué se debe que esto haya prendido tanto en ambientes académicos?
— Porque hay mucha plata, hay muchas becas, muchos proyectos. Inventan que esto es un derecho humano, entonces el Estado lo tiene que proteger, tiene que reeducar a la población. Ahí aparecen comisiones, áreas, departamentos, becas, proyectos, observatorios, y todo un cuerpo de burócratas para que el Estado cuide este supuesto derecho humano. Eso lo implantaron en la UBA y en Conicet han montado un área de género y diversidad donde hacen estadísticas según la autopercepción de la gente. Y hacen otras cosas peores, contrarias al marco normativo argentino.
— Justamente comentabas que el Conicet firmó un convenio con AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) y con RedTraSex (Red de Trabajadoras Sexuales de América Latina).
— El Conicet, o mejor dicho estas facciones que lo controlan, estuvieron firmando convenios laborales con organizaciones proxenetas que contravienen el marco normativo argentino. Argentina es abolicionista y no reconoce la prostitución como trabajo, ni a AMMAR como sindicato. Conicet no puede estar firmando contratos laborales con RedTraSex y AMMAR. No estoy hablando de esta gestión porque afortunadamente cambiamos. Pero Conicet implementó un programa para todos los géneros en ciencia y tecnología que falsifica información pública. Inventa que Argentina suscribió un tratado internacional, unos principios que obligan al Estado a cuidar, a proteger a las identidades de género. Argentina no suscribió nada. O sea que el Conicet se convirtió en un organismo transfeminizado a partir de la falsificación de un marco normativo. Con la ideología de género hay dos megaproyectos: la regulación, la normalización, de la prostitución, y la subrogación de vientres. Conicet lo estuvo normalizando también porque la maternidad es otro deseo que no tiene nada que ver con el cuerpo. Afirmar lo contrario es biologicismo.
— Decías que Conicet firmó convenios de asistencia técnica con esas asociaciones…
— Sí, AMMAR es un pseudo sindicato que busca la normalización de la prostitución. De hecho, ni bien asumió el gobierno anterior, inventaron que el trabajo sexual era un trabajo y lo inscribieron en el registro de trabajos populares. Afortunadamente no llegaron a regular la subrogación.
— ¿Qué tiene de científico hacer un censo de las dificultades habitacionales de un grupo vulnerable como hizo el Conicet a partir de este convenio?
— Son trabajos de sociología. La sociología te puede decir que es un grupo vulnerable, pero detrás de eso está la ideología. Si investigaron el ano de Batman, ¿qué querés que te diga? Es un Conicet apropiado por las mismas facciones ideológicas que me censuran a mí. Me bloquearon la carrera porque estas personas eligen quién asciende, quién entra, quién es becado. Investigar el ano de Batman puede ser una prioridad para Argentina, pero de repente dejan afuera a un investigador brillante porque no es de la Corpo. El transfeminismo fue una bandera nacional para la última gestión.
— Fue un gobierno que no hizo nada, pero siempre con perspectiva de género.
— El 15% del presupuesto es con perspectiva de género. Juegan con un equívoco. Tenemos dos marcos normativos en Argentina: uno que dice que el género, los estereotipos, hay que erradicarlos, y otro que dice que al género tenemos que protegerlo eliminando el sexo. Entonces, no sé cuál es el marco normativo argentino. Hace falta un control de constitucionalidad real en Argentina, de un Estado serio, que legisle sobre estas cuestiones.
— Sí, porque, por ejemplo, el DNI no binario es otro capricho inconstitucional, contradice toda la normativa argentina, que está basada en la diferencia sexual.
— Es un paso más de un programa que es global, no es inocente. Primero eliminan el sexo sustituyéndolo por identidad de género. Después, claro, si el sexo es identidad de género, te empiezan a agregar identidades. No tiene sentido que haya dos sexos. El objetivo es directamente eliminar el sexo registral. Esto está en los principios de Yogyakarta, el Principio 31 lo dice claramente. [N. de la R: “Los Estados deben: A. Garantizar que los documentos de identidad oficiales incluyan únicamente información personal que sea pertinente, razonable y necesaria (…); y, por lo tanto, deben poner fin al registro del sexo y género de las personas en documentos de identidad (…)]
— Yogyakarta es esa declaración presentada como normativa mundial, en la que se basa el Conicet para firmar esos convenios, ¿no?
— Es un manifiesto privado de principios. Se reunieron especialistas, sacaron este panfleto que es una proclama privada, pero la estrategia de Yogyakarta es decir que son la expresión de los derechos humanos en materia de identidad de género. ¿Qué Estado le puede decir que no a los derechos humanos? Así entran en la normativa nacional y de ahí salen las leyes de identidad de género. Presionan a la ONU, a la Comisión Interamericana, a la Corte, etc, diciendo que ellos son la aplicación de los derechos humanos en identidad de género y orientación sexual. El problema es que eso es ficción. Ellos no aplican los derechos humanos. Lo que hacen es aplicar estas categorías que son un invento a los derechos humanos. Si aplicás las percepciones privadas de las personas a los derechos humanos, lo que hacés es desmantelar los derechos humanos, porque los derechos humanos no se basan en autopercepciones privadas.
— Claro, porque la gran batalla de la humanidad por la igualdad se plasmó en derechos que son universales, no dependen de que uno sea mujer o varón, de la nacionalidad o de la religión. Pero la movida woke está dividiendo a la humanidad en colectivos identitarios y cada cual tiene sus derechos, basados irónicamente en los criterios antes rechazados. Termina habiendo una interpretación de los derechos humanos que rompe la universalidad.
— Es que ellos no creen en la universalidad, porque la posmodernidad es individualista, no cree en ningún universal. El universal es un metarrelato, un mega relato. No hay universal, hay individuos. El problema grave es que eliminan el sujeto de los derechos humanos, que es la persona humana. La categoría hombre es un constructo colonial androcéntrico de la colonización europea. Bueno, lo eliminaron. ¿Qué queda? Subjetividades que se autoperciben. Por eso yo hablo de un identitarismo jurídico. Aplican los derechos humanos a las autopercepciones. Mi autopercepción, mi deseo privado es un derecho humano. Es una privatización de los derechos humanos a través de la identidad de género. Luego meten esta categoría en los Estados, en la normativa, y desmantelan todo el sistema de derechos humanos. La anterior gestión hizo pasar a Yogyakarta por un tratado internacional que Argentina firmó, falsificando información pública. Inventaron también que la ONU había adoptado esto. La ONU no adoptó esto, pero como necesitan un marco normativo que los legitime, inventaron que Argentina había firmado un tratado.
— ¿Eso consta en el convenio del Conicet?
— Esto está en el programa para todos los géneros de ciencia y tecnología. Hay otro informe sobre la participación política del colectivo LGTB, que dice que la ONU adoptó eso. Y debe haber muchos más documentos que inventan para darse un marco jurídico que no existe. Y afirmar que Argentina está obligada a generar todos estos programas, y con eso viene la regulación del trabajo sexual y de la subrogación de vientres, dos proyectos que todavía no lograron instalar.
— Para que no se debatan estos temas, en la Universidad van advirtiendo a los estudiantes: ojo que acá te hablan de algo que no te conviene escuchar. Y la gente se va autocensurando.
— Hay una espiral de silencio, una autocensura. Por eso te dicen que violás los derechos humanos y les van diciendo a los alumnos “ojo que esta profesora…” A una alumna mía le dijeron “mirá que la línea de estudios de esta profesora no es la línea de la facultad”. Entonces, claro, ella empieza a temer porque necesita recibirse. El otro día hizo una propuesta de dar un seminario de extensión sobre filosofía del nacimiento. Le dijeron que eso era biologicista y que no incluía a los padres y madres autopercibidos…
— Vos destacás que el transgenerismo no existiría sin una industria farmacológica detrás.
— Los grandes financistas de esto son los mismos beneficiarios: las megacorporaciones farmacéuticas, biomédicas, transhumanistas, que se convierten en organizaciones filantrópicas, tienen una rama filantrópica, empiezan a financiar a ong de derechos humanos, a la ONU, a la Comisión Interamericana, y son financiaciones dirigidas, direccionadas a determinados objetivos.
— Se usa a la ONU para legitimar. Siempre digo que cuando uno escucha “la ONU dice tal o tal cosa”, hay que fijarse bien quién lo dice, porque hay muchísimos lobbies que operan dentro de la ONU, incluso con estatus de observadores, que dicen cosas pero las dicen ellos, no las dice la ONU; lo dice una burocracia comprada.
— Claro, pero te lo presentan como vinculante. La ONU dice… lo dice financiada por la corpo que le paga para que saque ese informe, que es consultivo, una opinión consultiva que no vale nada. Es más, tenemos que empezar a denunciar que hoy la ONU, con sus organizaciones satélites, financiadas por estas corporaciones, se ha convertido en una grave amenaza para los derechos humanos. Porque inventan derechos humanos. La identidad de género es la gran invención de un derecho humano que no existe y que contraviene el marco normativo de derechos humanos en todo el mundo.
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