Bien puede afirmarse que Carlos Gardel siempre planificó su futuro y que ese proceder fue, en gran medida, una parte responsable de su éxito. Pero, esas grandes ideas que lo caracterizaron solían estar frenadas por el capital o, mejor dicho, por la falta de dinero. Cuando a finales de 1933, en medio de su éxito, llegó a Nueva York para cumplir con una serie de presentaciones radiales en la NBC, aún no había logrado equilibrar sus finanzas y tampoco disponía de grandes ahorros, lo que le preocupaba, sobre todo pensando en su madre, Berta Gardés.
Al debutar en la poderosa emisora neoyorquina, Gardel se afianza gracias al expertiz adquirido en los últimos años de su carrera, que lo hizo comprender que parte del éxito estaba en convertirse en empresario, entendiendo cómo funciona y por dónde se mueve la industria cinematográfica. Pero, una vez más, la falta de capital para sostenerse y poder elegir la mejor oportunidad volvía a ser un impedimento.
En una carta dirigida a Armando Defino (administrador y organizador de sus bienes, que más tarde se convirtió en el albacea) fechada el 12 de marzo de 1934, el cantor le explica que, desde ese momento, establecía nuevas reglas de trabajo: “No quiero que te alarmes, pues no ha pasado nada. Mi éxito siempre ha sido rotundo aunque la gente aún no me conoce aquí en persona. Nadie ha hecho ninguna propuesta comercial en dos meses, los 300 dólares no lucen mucho, y para seguir otros dos meses yo debería haber aceptado una rebaja de la mitad y como comprenderás no he venido a hacerme el bohemio… Ellos me aseguraban que en dos o tres semanas me venderían, pero, yo creo que esto ha venido muy bien como para renunciar…”.
Su gran dificultad siempre era el dinero aunque Gardel tenía claro cuánto valía. “He observado y estudiado -continúa la carta- que en este país hay que hacer como hacen los grandes actores o las vedettes y es infalible: hay que prenderse con un mánager de estos que hay por aquí, pues son los únicos que ganan dinero y hacen ganarlo. Esto es porque tienen los contactos con todas las grandes empresas…”.
Pero Gardel sabía que la diferencia la podía hacer con el cine y eso había sido el leitmotiv por el cual había aceptado viajar a los Estados Unidos. En la misma carta, agrega: “En los últimos días se han producido novedades fílmicas, la Fox viene mañana martes para tener una reunión. Parece que una empresa quiere poner capital, y siendo la Paramount distribuidora de mis films, le está pidiendo U$50.000. Ellos dijeron que no, pero mañana vuelve con una propuesta”. Finalmente, la Fox volvió con una oferta que no cubrió las expectativas de Gardel y fue rechazada.
Días más tarde llegaría el gran ofrecimiento de Paramount, suceso que Gardel le cuenta a Defino en un carta del 21 de marzo de 1934. “Y ahora la noticia bomba, que como yo siempre digo: ¡No hay mal que dure cien años! Y que una noche la ‘estrellita de mi esperanza’ me anunció que había llegado mi hora, y ahí voy al grano y la gran papa nacional: este asunto da como resultado de pesos, hacé de cuenta que son tres cracks que se afanaron cinco veces el Gran Premio Nacional… Acabo de firmar contrato con la Paramount con excelentes condiciones…”.
Gardel no solo había negociado excelentes beneficios económicos, sino también que las películas se produjeran a través de su propia productora, la flamante “The Exito Productions INC”. Esto no solo le otorgaba el control total del guion sino la producción y la contratación de los actores. Ahora sí, Gardel ya era un empresario.
Las producciones
La faceta empresaria se potenció tras el exitoso estreno de Cuesta abajo, la primera película americana de Gardel, con un éxito que jamás hubiese imaginado y que impactó profundamente sobre su vida personal porque ese triunfo reforzó la confianza en sí mismo y su capacidad empresarial, y así convenció a los directivos de la Paramount de que con él podían generar mucho dinero.
Y eso fue ratificado con su segunda película, El tango en Broadway, la cual, gracias a la enorme repercusión obtenida, activó a la velocidad de un rayo la opción de filmar otras dos producciones, según lo acordado en el contrato inicial.
El éxito y la capacidad de Gardel como hombre multidisciplinario fue tan importante que la Paramount accedió a todos los pedidos de Gardel en cuanto a tiempos de filmación y mejora del reparto. Incluso se dejó abierta la posibilidad de filmar otras dos películas más después de la gira proyectada por Hispanoamérica.
En una carta que le envió en respuesta a la que le enviara Armando Defino, en la cual le cuenta del éxito de las películas en Buenos Aires y Latinoamérica, y luego de llegar a Nueva York después unas cortas y merecidas vacaciones en Francia, Gardel le dice el 16 de octubre de 1934: “Acabo de llegar y me encuentro con la grata sorpresa de tus dos cartas abundantes e interesantes. Claro que esta gente quiere hacer películas conmigo hasta el año 2000, si siguen dando dinero…”.
A pesar de sus conquistas en el cine y en sus presentaciones radiales en la NBC, el éxito aún no era completo. Gardel necesitaba aprender inglés para seguir creciendo artísticamente en los Estados Unidos y dominar el idioma se tornaba imprescindible. Por esto, los directivos de la Paramount, al igual que los de la NBC, le pedían que cantara en inglés, cosa que le representaba un problema porque el aprendizaje del idioma se le dificultaba.
Los sueños inconclusos para realizar en Argentina
No haber aprendido inglés no lo detuvo y nunca dejó de entusiasmarse por el éxito de sus producciones y comenzó a planificar nuevos proyectos cinematográficos, pero para realizarlos en la Argentina. Pensó en convocar a Alfredo Le Pera y Terig Tucci, sus colaboradores más cercanos.
“Los proyectos que tenemos para Buenos Aires -decía a su equipo- son grandiosos, inmensos, apocalípticos. Construiremos estudios cinematográficos que llevarán el pomposo título: Estudios Cinematográficos Carlos Gardel…”, escribió a Defino el 5 de octubre de 1934.
Gardel ya tenía en su cabeza todo planificado: pensaba en Le Pera como su argumentista y autor de las canciones; le ofreció a Terig Tucci la dirección musical de sus películas y la orquestación musical. Tucci aceptó agradecido: “Gracias Carlos, por la confianza que depositas en mí. Acepto de todo corazón y me siento sumamente honrado”, cita ese fragmento la Revista Cromos, Colombia, 22 de junio de 1935.
El Zorzal sabía que su futuro estaba en el cine, una industria que no solo le generaba grandes ingresos, sino que también era una actividad que disfrutaba mucho. Lo confirmó en una entrevista que brindó y que cita el libro “Gardel en New York”, de Tergi Tucci: “Pienso dedicarme completamente al cine. Es lo que más me agrada y me divierte. Y me halaga singularmente crear algunas películas con asuntos de mi tierra, con temas gauchos...”.
Gardel estaba decidido a moldear una fortuna que le permitiera vivir con tranquilidad y reducir el frenético ritmo de sus obligaciones profesionales. En una carta a su administrador Defino del 4 de junio de 1935 decía: “Mi porvenir económico está en el cine y lo compruebo cada vez más al ir visitando estos países donde mis películas han batido todos los récords…”.
Durante la gira, proyectaba la posibilidad de finalizar su contrato con la Paramount y avanzar con su propio proyecto cinematográfico independiente, maximizando sus ganancias y liberándose de las restricciones económicas y artísticas de las grandes compañías. En otra misiva a Defino, enviada desde Barranquilla el 20 de junio de 1935, escribió: “Sobre mis proyectos de cine… es hora de que no se queden con todo lo que mis películas producen…”.
Antes, el 6 de junio, le contaba sobre la gira latinoamericana que estaba realizando: “Está siendo en éxito inesperado, tanto así que país por país extendían la estadía debido a nuevas funciones que se le agregan a las programadas”. En otra correspondencia, al ver el éxito de los films en esa gira, escribió al mismo destinatario: “Sobre mis proyectos de cine están pendientes naturalmente de las decisiones de Paramount. Si ellos se resolvieran a dejarme en libertad, como lo deseo de todo corazón, tendríamos que encarrilar el trabajo de cine de una manera un poco o bastante más práctica que hasta ahora. Es hora de que no se queden con todo lo que mis películas producen”.
Después de esa gira, Gardel planeaba regresar a Nueva York para cumplir con compromisos cinematográficos -la filmación de dos nuevas películas- y luego viajar a Toulouse a buscar a su madre Berta y volver a Buenos Aires para una serie de audiciones radiales, patrocinadas por Cafiaspirina, y que le permitirían cobrar un altísimo caché, inédito en la radiofonía argentina.
Queda en evidencia que tenía una intuición natural para los negocios y sabía cuál era el próximo paso en su carrera. En sus cartas expresaba la necesidad de producir películas con mejores repartos, contar con más tiempo para elaborar guiones y una mayor libertad creativa.
Tenía en mente crear una nueva productora cinematográfica en la Argentina, en sociedad con el músico y empresario Francisco Canaro, para realizar filmes en español, creando un estudio de filmación similar al de la Paramount. Algo de esto que ya se había esbozado en la realización de una serie de cortos musicales en 1930, donde Francisco Canaro participó en la producción; también habían planificado juntos la creación de una entidad de protección de derechos de autor, tanto para la música como para las películas. Esto derivaría, poco después, en la creación de SADAIC en 1936, siendo su primer presidente el propio Canaro.
Lamentablemente, la tragedia del 24 de junio de 1935 en Medellín truncó todos estos proyectos del hombre que había nacido el 11 de diciembre de 1890 y privó a sus millones de admiradores de las magníficas obras futuras que Gardel y sus colaboradores seguramente habrían creado.
Ese 24 de junio de 1935, moría el hombre y nacía el mito de un artista carismático, talentoso, humilde, generoso y entregado a su arte, quien dijo alguna vez: “Si hubiera de nacer diez veces y en ellas me preguntaran qué es lo que yo quisiera ser o hacer en la vida, solo contestaría con una palabra: CANTAR”, recuerda Mundo hispánico, volumen 18, números 844-869, 1928.
Argentina perdió no solo al artista que conquistó el corazón de todos los latinoamericanos y de una gran parte del mundo, sino la posibilidad de un futuro en el mundo cinematográfico que solo aquel que conoció a Gardel podría llegar a imaginar.
* El autor de la nota es director Ejecutivo de la Fundación Internacional Carlos Gardel