Ver a las personas que caminan desanimadas y con las miradas perdidas. La sensación de estar rodeadas de gente que no le encontraba la vuelta a la realidad, que muchas veces las supera, hizo que un grupo de jóvenes mujeres de la ciudad de Córdoba pensara en cómo aportar su granito de arena y darles, aunque sea, unos minutos de sonrisas y regalarles un mensaje positivo que les devolviera, al menos, un poco de esperanza.
Se les ocurrió pintar dos cuadros —uno con un dibujo y una frase de aliento, otro con una mano que toca el corazón de alguien más—, y al tercer lienzo, de un metro de largo como los demás, lo llenaron de papelitos de colores que tenían escritas de puño y letra distintas frases positivas: “No pierdas la esperanza, sólo se trata de confiar”, “Buscá esa luz que te haga fuerte en el cansancio y batallar sin fin”, “Cuando el mundo dice no, la esperanza susurra una vez más”, “¡Confía! Si tiene que ser será”, fueron algunos de los mensaje de aliento que compartieron.
Todo comenzó como parte de una actividad de un grupo juvenil de universitarias. “Hablamos entre todas sobre qué es lo creemos que le falta a la sociedad y dijimos que la esperanza. Debido a los problemas de salud mental, al uso de las redes, que hace que la gente no pare, no contemple, que no vea la esencia de las cosas sino que se viva apurado. Entonces, pensamos de qué manera poder, aunque sea un rato, ir contra eso y llegar a ellas para transmitirles un poco de ese estado de ánimo, pero que no se tratara de un mensaje demasiado religioso —porque formamos parte de un grupo católico—, porque sabemos que a veces la gente se espanta cuando el mensaje está muy ligado a la religión”, dice Federica Marciszack (20), una de las dirigentes del grupo juvenil, que junto a su compañera Constanza Correia (24), llevó adelante la idea.
Con ese deseo, el sábado 15 de junio y el lunes 17 de junio salieron a recorrer la Plaza España de la capital cordobesa para repartir mensajes y que a la vez estas personas dejaran testimonio sobre esa intervención. Más allá de lo que ellas mismas imaginaron, el resultado logró alguna lágrima y generó largas charlas con quienes, después de todo, sólo necesitaban sentarse y ser escuchados.
La experiencia emotiva
“Pintarse la cara color esperanza / tentar al futuro con el corazón”, dice parte de la canción Color Esperanza, que popularizó el cantante Diego Torres, y que se convirtió en una especie de himno entre quienes hacen lo imposible para superar aquellas situaciones que guardan en lo más profundo de su interior, y que representa el deseo de resiliencia.
Aunque no la cantaron, sí tomaron el deseo de extender una mano y acercarse a otros jóvenes, adultos y cuantas personas desearon compartir con ellas bajo la propuesta: “Sacá un papelito”.
“Queríamos valernos del arte, porque eso ayuda a frenar, a la contemplación, a la interiorización; pero no hacer algo estático sino interactivo que transmita ese mensaje de esperanza, de calma, de tranquilidad. Entonces, las chicas pensaron en dejar esos textos positivos para que las personas elijan uno y lo descubran. Ahora que está tan de moda pensar que el Universo nos deja mensajes, nos pareció bien ir por ese lado”, cuenta.
Con los cuadros listos, 16 chicas del grupo (conformado por 25 jóvenes) comenzaron un poco nerviosas a recorrer las calles y la plaza. Se acercaron a unos grupos y les propusieron sumarse a la iniciativa. La devolución fueron todas con sonrisas. “Me encanta que les puedan dar esperanzas a otras personas”, dijo una de las jóvenes que fue parte de la experiencia mientras compartía unos mate con una amiga. “Cuando pasás un mal momento es bueno saber que va a llegar algo lindo”, opinó otra mientras, emocionada, les agradecía. Un hombre valoró que en tiempos de tanta virtualidad, las chicas salieran a interactuar con desconocidos y de esa manera.
“Tal vez hay quienes atraviesan problemas de salud mental, otros que viven lejos de sus familias, porque es una zona universitaria y muchos llegan solos para estudiar una carrera, pero también en la zona de Plaza España, que es muy concurrida, se juntan las diversas clases sociales, y hay gente de todas las edades. Como lo hicimos durante la tarde, pudimos hablar con adultos mayores que salían a caminar porque no tienen otra cosa que hacer, porque no hay un espacio para ellas; también estuvimos en la Plaza Buen Pastor, una zona de locales y de clase más acomodada, donde las familias se sumaron porque les llamó la atención la propuesta”, revela.
El objetivo, para ellas estuvo más que cumplido y eso fue más allá de darles un mensaje escrito en un papel: “Pudimos hablar con mucha gente mayor, también con otros jóvenes, y creo que más allá del papelito, lo que se valoró fue el contacto humano. Considero que la gente estaba muy feliz, porque se reía al hablar con nosotras, especialmente la gente más grande, que se acercaba ilusionada. Hubo quienes se quedaron como hora hablando con nosotras y eso nos hace dar cuenta que la gente necesita ser escuchada, sobre todo los adultos mayores”, reconoce.
“No salimos a dar un mensaje religioso. La idea no fue hacer que las personas se acerquen a la Iglesia sino a quienes nos pareció que podían empatizar con la propuesta por edad, primero. Se hace más fácil llegar a personas de nuestra edad, pero la idea fue abarcar a todos los grupos etarios”, señala.
En ese mismo contexto, aclara: “Nosotros como católicos encontramos la esperanza en Dios, pero quien no tiene fe o no cree, no; o no en ésta religión y sí en otra. Estamos contentas con el resultado de lo que hicimos porque además de cumplir nuestro objetivo se produjo el contacto humano, y creo que la mayoría de las persona es lo que más valoró”, finaliza.