Cuando apenas tenía 17 años, Jennifer Dillon supo que había un lugar llamado Casa Cuna y se ofreció como voluntaria. Durante 14 años fue parte de la institución que tenía entre sus objetivos principales proteger a las infancias, sobre todo a las que estaban en situaciones familiares vulnerables.
Todo lo que conoció allí cuidando a niñas y niños que, por distintas situaciones, no estaban con sus madres abrió un espacio inmenso en su corazón y desde hace 3 años, junto a su marido, se trasformaron en “familia de abrigo” de la Comunidad Malú, una ONG que realiza voluntariado social en hogares convivenciales.
¿Qué significa eso? Que de manera temporal abre las puertas de su casa para recibir a niños y niñas con el único objetivo de brindarles el amor y contención que necesitan, para que sientan el calor de un hogar mientras esperan el momento en ser adoptados por otra familia. Cuando llega, son parte de la integración entre la criatura y la madre y el padre. Actualmente, abriga a una beba de 10 meses y es la quinta vez en este tiempo que lo hace. En un diálogo a corazón abierto, comparte con Infobae su noble experiencia.
El primer abrazo
Poco y nada es lo que las familias que son parte de este programa de apoyo saben sobre la familia biológica de quienes vivirán en sus casas por un tiempo. Ese tiempo lo marcará la Justicia y puede ser: para restituir al menor con su familia de sangre o darlo a una adoptiva, de forma definitiva. Lo que significa que serán desde días hasta meses.
Esta vez, van 10 meses desde que llegó la beba a la que tanto Jenny como Marcos, su marido, aman con todo lo que puedan llegar a experimentar. Esto supone que, muchas veces, les pregunten cómo lo hace, por qué, si seguro se encariñará…
“¿Cómo hacés para no encariñarte? ¡De eso se trata! De darles todo el amor sabiendo que van a irse y cuando llega ese momento, se hace el duelo, pero vale siempre la pena transitarlo. A veces, nos llaman al poco tiempo para preguntar si podemos recibir a otro chiquito. ¡Y, claro que sí!”, sintetiza en dos minutos de qué se trata este pacto de sentimientos del que forman parte.
Claro que no lo viven de igual manera el resto de sus familiares y seres queridos. “A la gorda (por la beba que cuida desde recién nacida), nuestros hermanos y amigos la quieren y tratan como a una sobrina; nuestros padres como abuelos. ¡Es imposible no sentir ese cariño!”, asegura a mujer de 42 años, reconocida por la Federación Aeronáutica Internacional que en 2022 fue declarada “personalidad destacada” de su ciudad, La Plata.
“Nosotros formamos parte del sistema de la Comunidad Malú es una ONG que abriga a niños desde recién nacidos hasta los 4 años”, cuenta sobre la tarea del grupo cuyo nombre provine del hawaiano y significa “protección, paz y asilo”. Y explica: “La duración de los abrigos dependen del proceso judicial porque al estar con nosotros el organismo de niñez dicta la medida de abrigo para una circunstancia específica que puede ser, en algunos casos, por abandono o porque la Justicia decide que tiene que ser separados de sus familiares de origen. A partir de que se dicta esa medida de abrigo se contactan con nosotros, las familias que estén disponibles para recibir a los chicos”.
En el programa del que forman parte, de abrigo compartido, hay dos familias por cada nene que se van alternando sus cuidados durante la semana.
Su primera experiencia con este sistema (cinco años antes fue parte de otro) fue con una bebita de dos días. “Estuvo tres meses con nosotros y salió la adopción. En ese caso, fue el proceso más rápido que tuvimos, el más breve. Nuestra felicidad en ese caso, y otros, radica en que todavía tenemos trato con esa familia. De hecho, somos como una gran familia porque ellos nos han incorporado como parte de su familia porque respetan mucho y valoran la etapa de la vida de su hija con nosotros, que fuimos su primera experiencia en todo”, dice emocionada.
La segunda fue otra nena que estuvo poco tiempo porque fue trasladada a un instituto; siguió un bebé recién nacido al que abrigaron nueve meses. El cuarto abrigo fue por un mes y medio, y hace diez meses la beba que cuidan actualmente y, aún no saben cuándo, pero sí que no falta tanto para despedirse.
“Ahora estamos en proceso de prepararnos para su salida. Mi marido me decía hace unos día que cómo vamos a hacer y qué vamos a hacer cuando se vaya… Y digo que lo mismo que hicimos con los otros: pasarla mal un tiempo. Por un lado, es lo que vos querés. O sea, es el objetivo que se vayan con la familia que le corresponde, pero también genera angustia y a la vez felicidad. Esa esa mezcla de sentimientos queda porque, lógicamente, sentís el vacío por haber vivido con una persona que se fue además de todo el afecto, todo el cariño, toda la atención y todo el tiempo que lleva también el vínculo, pero también es la satisfacción de un ciclo que está terminado, de una tarea cumplida porque ahí termina nuestra función con ellos. Nuestro trabajo está terminado y cumplido, por decirlo de alguna manera, cuando ellos se van”, subraya.
Antes de que se vayan, viven también una etapa fundamental en la vida de esas infancias: el período la vinculación con la familia adoptiva. “En el caso nuestro, que casi todos se fueron en adopción, la vinculación es conocer a sus padres. Es un proceso muy fuerte también porque estás viviendo con un nene al le vas a presentar a sus papás. En nuestra experiencia, al ser hasta ahora todos tan chiquitos, en ese proceso les contamos qué es lo que hace, cómo vive, qué le gusta, sus experiencias, cuándo caminó, cuándo le salió el primer dientito… Buscamos transmitirles todo lo que conocemos de los chicos y después cada uno construye su propio vínculo con ellos. Lo lindo, en general, es que después se mantienen esos vínculos. Al menos nosotros tenemos la suerte de seguir viéndolos a todos, entonces es como que vamos acumulando más amor y más familia”, asegura emocionada.
“Nunca terminaste de acostumbrarte a esa parte del proceso. Ya vamos por el quinto abrigo, sí, pero cada nene es súper especial, con cada pensás que el sentimiento es más fuerte, pero porque es el del momento. Cuando se van surgen las preguntas más comunes sobre cómo hacemos para no encariñarnos… Repito: ¡Si no te encariñas, no sirve! ¿Cómo se hace? Este proceso tiene que ver con amor y los amas de una manera súper intensa porque también al saber que es un periodo relativamente corto, le das mucho más y todo junto. Das un montón y por eso es tan intenso el vínculo y por eso el el el sufrimiento es inevitable”, explica refiriéndose a que no hay un ápice para guardar sentimientos.
Entendiendo, claro, que ese torbellino de emociones quedan latentes, desde la Comunidad les preguntan a las familias de abrigo si desean seguir o tomarse un tiempo. “Es decisión de cada familia. Hay algunos a los que les pegó distinto que se fueran o viven alguna situación específica, como un viaje, por ejemplo, y puede decir que no. Eso se respeta mucho porque las familias están muy cuidadas en este sentido, para no cansarse. Además, estamos acompañados por psicólogos que forman parte de la comunidad y hay otros profesionales vinculados, como pediatras, por ejemplo, que trabajan voluntariamente para cada uno de los chicos. Y existe los colaboradores y voluntarios, que están en la sede permanentemente. Hoy, por ejemplo, fui a rehabilitación porque me lesioné un hombro, llevé a la gorda y allí la cuidaron”, cuenta el funcionamiento de la comunidad afuera de casa. La ONG también les brindan desde la cuna hasta las leches y pañales.
Hay casos en el que reciben a niños con el nombre que le puso la madre biológica, pero también hubo caso de bebés que recibieron el nombre en la sala de maternidad.
“El año pasado nos pasó, por primera vez, que recibimos un bebé sin nombre y lo elegimos nosotros. Eso generó mucha emoción sobre todo porque antes de que se vayan les escribimos un cuento en el que les contamos los momentos de sus vidas, así cuando crecen conocen esa etapa. Cuando escribimos esa parte en el libro, pensamos que habían pasado como 5 días sin tener un nombre… Cómo será para él saber que estuvo cinco días sin nombre”, revive.
Al finalizar pide que quienes deseen formar parte de esa comunidad platense, visiten la página web (https://comunidadmalu.org.ar/) donde detalla los pasos a seguir para ponerse en contacto, también cómo ser parte del voluntariado o hacer donaciones.
“Es un acto de amor. Quienes así lo desean pueden escribirles o si no son de La Plata o no pueden llegar, busquen en sus ciudades. Hay muchos niños esperando ser abrigados”, finaliza.