Se mandan mensajes, reproches y recordatorios. No hay destinatario con nombre propio. Todo es elíptico. A veces, difuso. Máximo Kirchner y Axel Kicillof protagonizan una interna inesperada en el kirchnerismo. Inesperada porque la virulencia van aumentando y las diferencias se multiplican en vez de desintegrarse. Inesperada porque el espacio que conduce Cristina Kirchner nunca tuvo una fragmentación tan marcada como la actual.
“Si los que fueron señalados con el dedo de Cristina se quejan, qué nos queda a los que no fuimos señalados por el dedo de Cristina y seguimos haciendo todo lo que tenemos que hacer”, dijo el líder de La Cámpora el último viernes, luego de asegurar que desde su agrupación siempre ayudaron a “todos los compañeros ante los desafíos que tienen”. La pelota fue a parar al campo del Gobernador.
En el armado político de Kicillof les pareció inapropiada la definición de Kirchner. “¿Máximo dice que no fue señalado por el dedo de su mamá? ¿De verdad? Hay muchos dirigentes del peronismo que tienen más mérito que él para haber sido diputado nacional. Su caradurez no tiene límites”, se quejaron. Están en pie de guerra, aunque el propio mandatario elija poner paños de agua fría.
Kicillof eligió una conferencia de prensa en La Plata para dejar en claro dos cosas: que no lo invitaron al acto y que su voluntad es construir la unidad del peronismo. “Estamos abiertos a la unidad del peronismo. Participamos de cuanto acto estamos invitados”, sostuvo. Y agregó: “No estamos en un año electoral. Dedicamos nuestro tiempo a cuidar a los bonaerenses que nos eligieron”. Un mensaje para devolverle gentilezas a Kirchner.
El economista quiso transmitir una imagen en la que la gestión es la prioridad. En la conferencia lo acompañaron cuatro ministros de su gobierno: Javier Alonso, Gabriel Katopodis, Carlos Bianco y Andrés Larroque. El líder camporista apuntó a mostrar militancia propia y respaldo de intendentes del conurbano bonaerense. Dos fotos, dos mensajes, dos señales políticas para que cada cual decodifique como quiera.
Como era de esperar, la canción pensada y formulada para cuestionar a Kicillof, cayó mal en La Plata. “Lo del viernes fue bizarro y grotesco. Axel sacó cinco millones de votos. Es delirante pretender taparlo. No le hicieron una canción ni a Alberto Fernández, que lo odiaban. Todo es una locura”, reflexionó un funcionario de la provincia de Buenos Aires que trabaja para fortalecer el liderazgo del mandatario.
La canción de La Cámpora pretendió enviarle dos mensajes a Kicillof y su grupo político. Fue sintetizado en dos frases: “Cristina es la conducción” y “Y si querés otra canción, vení te presto la mía”. La última estrofa está dedicada a una definición que el Gobernador acuñó el 23 de septiembre del 2023 durante un acto de campaña con Juan Grabois y Ofelia Fernández.
Cuando habló de “componer una nueva canción” todos entendieron el mensaje. Hablaba de una renovación del peronismo. El comienzo de una etapa nueva en la que haya espacio para construir un liderazgo que empiece, naturalmente, a suplantar el de Cristina Kirchner. Lógica pura. Sin embargo, el cristinismo y el camporismo lo entendieron de otra forma. Lo vieron con intención de jubilar a la ex presidenta y lo salieron a cruzar Máximo Kirchner, Mayra Mendoza y Juliana Di Tulio.
Esa frase de Kicillof tuvo un contexto que fue olvidado en el tiempo. Para ese entonces, la ex jefa de Estado había dado señales claras de que no iba a ser candidata en la elección presidencial, que ya había dado todo de si como presidenta – en dos oportunidades – y como vicepresidenta, y que era momento de un recambio.
Hay dos definiciones de ese momento que sintetizan su pensamiento: “Espero que los hijos de la generación diezmanada tomen la posta” y “Todos los dirigentes tienen el bastón de mariscal en la mochila. Sáquenlo. No le pidan permiso a nada para sacarla. Si se equivocan, pidan perdón. Pero permiso, a nadie”. En ese entonces fueron guiños que en el peronismo fueron interpretados como un apoyo a una posible candidatura nacional de Eduardo “Wado” de Pedro.
Lo cierto es que en esa etapa del 2023 Kicillof se puso al frente de una campaña en la que el kirchnerismo aseguraba que la justicia federal quería proscribir a la ex presidenta. “Tenían necesidad y urgencia de impedir que Cristina pudiera ser electa nuevamente”, dijo, en referencia a la condena en la causa Vialidad, en un acto realizado en abril del año pasado frente al Palacio de Tribunales, bajo el lema “Democracia o mafia judicial”. No parecía querer “jubilar” a la líder peronista.
Esa idea sigue existiendo en La Cámpora. “Si habla, es porque lo quiere tapar a Axel. Si no habla, es porque tiene un acuerdo con Milei. ¿Qué quieren que haga Cristina? ¿Qué se vaya a vivir a El Calafate?”, se quejaron en el Instituto Patria. Un intendente ultra K agregó un argumento más a esa mirada: “La discusión de fondo es la autonomía de Cristina. Iniciar un proceso donde ella no sea la conducción. Quieren armar sin ella, pero nadie puede llegar por afuera de ella”.
En el kicillofismo son tajantes con la postura respecto a la conducción de la ex presidenta. “Ninguno de los que lo acusan de querer jubilarla, hizo la campaña que Axel hizo para bancar a CFK el año pasado. Los pingos se ven en la cancha. No tienen argumentos para acusarlo de eso”, indicaron cerca del Gobernador.
En La Plata no dudan en decir que la conducción política que ellos respetan y siguen es la de Cristina Kirchner. No les hace falta aclarar que Máximo Kirchner no tiene ningún tipo de influencia jerárquica frente al esquema de Kicillof. “A nosotros nos conduce Cristina y nadie nos informó que esa conducción haya caducado. Somos extremadamente verticalistas y cristinistas”, dicen en el corazón del kicillofismo para que no haya lugar a dudas sobre el lugar del mapa K en el que están parados.
“Se está disputando poder. Por las listas, por el armado del año que viene. Y cada uno tiene un reclamo legítimo. Es así la política. Hay que desdramatizarlo. Todos tienen razón, pero la situación es muy desgastante. Si el peronismo no conecta con la gente de verdad, no hay chances de que nos vaya bien el año que viene”. La síntesis la hizo un dirigente K con largo recorrido en el conurbano bonaerense. De esos que conocen los sinuosos caminos de la discusión interna del sistema político.
En el peronismo miran a la distancia el conflicto del kirchnerismo. Son diferencias de un sector de la coalición, que es el único que tiene una jefa política. Lo deben resolver los que conviven bajo el paraguas de Cristina Kirchner, que protagoniza una relación tirante y fría con el gobernador bonaerense.
En el calendaro peronista hay una fecha clave: 17 de octubre, día de la lealtad. Falta menos de un mes para ese momento. Si en el kirchnerismo las grietas se siguen agrandando, aumentan las posibilidades de que se terminen generando múltiples actos por separado y el malestar quede expuesto en una fecha donde se celebra la unidad. La imagen de un quiebre, similar a las que se vieron durante la gestión de Alberto Fernández.
Los más optimistas piensan que para ese momento primará la cordura y la necesidad de bajar los niveles de confrontación, que desgastan y perjudican a todos. Los más pesimistas se imaginan dos actos separados y la marca indeleble de la fractura, que terminaría de evidenciarse en las elecciones del 2025.