Fueron 107 días de aventuras y adrenalina en dos ruedas. Alicia Burnowicz está recién llegada a Tucumán y antes de su descanso luego de días sobre la moto, se hace un tiempo para conversar y contar la última etapa del viaje de sus sueños, que comenzó un año atrás.
A los 60 años y luego de jubilarse decidió que era el momento de hacer todo lo que siempre quiso y que por otras cuestiones, laborales, sobre todo, nunca había podido realizar. Vivir su vida a pleno fue la mejor decisión que tomó y hoy no se imagina sino arriba de su moto y conociendo algún lugar del mapa.
En mayo de 2023, cuando ya había recorrido unos 65 mil kilómetros, habló con Infobae y contó que su etapa de motera había comenzado en 2019, con la llegada de la sexta década y sentir más dudas sobre su futuro que a los 30 años. En ese momento, desempolvó sus viejos anhelos: llenó de combustible su moto y partió desde Bariloche (la ciudad donde vive) con destino a El Bolsón. “Fueron sólo 120 kilómetros, pero en ese momento sentí que iba camino a Alaska”, recordó cuando se preparaba para visitar los valles calchaquíes y emprender una nueva etapa de aventuras.
El camino del Inca
Las ruinas de Macchu Picchu era un sueño a concretar y lo pensó por meses. Luego de un tiempo de ahorro, comenzó a proyectarlo hasta hacerlo realidad el 29 de marzo, cuando salió de su ciudad con ese anhelo a cuestas. “¡Fue todo tan impactante y diferente!”, dice emocionada la mujer que estima llegar a su ciudad a principios de mayo y cuenta en detalle lo que hasta ahora fue uno de sus grandes sueños cumplidos. “El lugar es increíble, es hermoso. ¡No hay palabras!”, dice impactada.
“De Bariloche vine hasta Tucumán. Todo el viaje fue impactante. ¡Impactante, impactante! Es tan diferente a nuestro el norte, que conocí cuando estuve en La Quiaca, pero nunca dejan de maravillarme esas montañas con colores que son increíbles. No puedo creer lo que es la naturaleza, que nos regale paisajes tan bellos”, destaca y cuenta que en Perú, todo el paisaje la enamoró.
“Ver esas montañas altísimas, que no tienen árboles sino arbustos y pastitos, que son altísimas. Uno de los lugares que me impactó fue Mirador del Cóndor, que es una de las quebradas más profundas del mundo, creo que es la segunda. De ahí pasé a Bolivia, donde encontrás unos paredones altísimos, sin nada, como en Mendoza; hay unas alturas increíbles que cuando vas en la moto y doblas, aparece una montaña oscura, de un tamaño gigante y ves que el camino empieza a serpentear… ¡Es increíble!”, describe.
Algo decepcionada, compara: “Saqué fotos del camino, pero al mirarlas me di cuenta de que ni las fotos, ni los videos, ni las palabras, ni nada alcanza para describir lo que es el lugar”.
En Bolivia se animó al temido Camino de la muerte. “Le dicen así porque es un camino angosto, con dificultades, como pasar alguna cascada, que es muy bonito. Luego fui al salar de Uyuni, pero ahí no metí la moto porque sal y motor, no es lo que quiero”.
El viaje a Machu Picchu desde Bariloche es largo, ahora le resta volver de regreso a casa. “Como el clima allá está feo (está helando, lloviendo y nevando) la vuelta es más lenta”, confía.
La vida en dos ruedas
Oriunda de Tigre, Buenos Aires, Alicia se recibió de Óptica y Contactología en la UBA y ejerció hasta que nacieron sus hijos, 40 años atrás. Decidió que el mejor lugar para criarlos era San Carlos de Bariloche, donde se dedicó a las artesanías y a conocer a pie cada rincón al que pudo llegar.
Lo hizo junto a grupos de que realizaba senderismo de montaña. En esa actividad descubrió una pasión, pero, sus rodillas no la dejaron continuar. No cambió los paseos, pero sí la manera de llegar a cada lugar y en 2008 se subió por primera vez a una Scooter y fue tal el placer del viento en el rostro que al poco tiempo se compró una moto 125 y la tuvo por dos años. Esa primera vez al frente del manubrio le hizo clic y lo cambió todo.
“Lo que sentí cuando subí a mi propia moto fue increíble. Era chica, pero era mía”, recuerda. En 2019, con una moto nueva, llegó a la Comarca Andina y esa experiencia fue la que abrió en su mente todos los caminos e hizo darse cuenta de lo más importante: “Supe que era capaz de hacer lo que se proponía y sola. Ese fue el primer viaje sola en la ruta, con todo lo que eso significa”.
Descubrió la belleza de cada rincón y “la hermandad motera: si estaba parada en la ruta y los moteros que pasaban frenaban para preguntarme si estaba todo bien… Ese mundo me encantó”, asegura y conversando con sus nuevos colegas comenzó a soñar en ir más lejos, en preguntarse hasta dónde podría llegar. A donde fuera necesitaba un vehículo más grande y optó por una Honda 250.
Lo que siguió fueron las rutas que la llevaron a Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, El Calafate, Santiago del Estero, y tras 11 mil kilómetros, en 2020 llegó a La Quiaca junto a dos motos y se les sumó una tercera. “No había un camino marcado. Parábamos donde teníamos ganas de parar, de mirar, de hacer fotos, de descansar… Así hicimos esos miles de kilómetros en 43 días”.
El camino la llevó a la Carretera Austral, en Chile, durante 20 días. “Esa experiencia fue realmente espectacular, maravillosa por todo lo que implicó, buscar dónde dormir porque no llevaba carpa sino bolsa de dormir. Así, hasta me acosté dentro de un contenedor en la Catedral de Mármol. Hacía muchísimo frío y el piso parecía hielo seco, pero fue maravilloso. El clima que me tocó en Chile fue excelente. De ahí seguí a Lago Ranco, que tiene lugares como Futrono, que es una belleza natural”, resume.
Luego regresó a Bariloche, descansó unas semanas del viaje, trabajó para volver a juntar dinero y volvió a la ruta. “Salí con otra moto, una Honda Twister 250, e hice unos 5.000 kilómetros, desde Bariloche hasta el Paso Libertadores, en Uspallata. De ahí seguí a Los Caracoles, en Chile, y esquivando Santiago, porque no me gustan las ciudades, ¡les huyo! aunque a veces no me queda, ¡como ahora! – se ríe Alicia-. Llegué a Algarrobo, una zona de costa del pacífico preciosa; de ahí pasé a Pichilemu, donde se hicieron las Olimpiadas de surf porque hay olas impresionantes. Siempre busco esos paisajes que te hacen valorar la vida, que nos hace dar cuenta de que estamos vivos, lugares imponentes de la naturaleza que nos hacen ver lo diminutos que somos”, dice aún encantada por aquello que grabó en su memoria.
Siguió bajando hasta Tacna para llegar al paso Mamuil Malal por el cual cruzó a Argentina y llegó a la base del imponente Volcán Lanín desde donde regresó a Bariloche donde se tomó unas semanas más de descanso de la moto, trabajó y otra vez regresó nuevamente a la ruta para seguir conociendo Chile, esta vez más al sur. Ese viaje incluyó un traslado en ferry de una hora para conocer una reserva natural de aguas color turquesas.
“Llegué al Parque Conguillio y salí al cruce de Pino Hachado, que es paso a nuestra Villa Pehuenia, que está al pie de Los Andes, al norte de Neuquén. Luego hice algunos viajes cortos, de entre una semana a diez días; y los viajes largos (de más de un mes) que tenía pendientes como la zona de la Cataratas y el sur de Brasil; y conocer el Machu Picchu y Bolivia. Esos eran los sueños… De regreso al trabajo, porque sino no puedo costear todo esto, cada vez que pude hice viajes cortos y recorrí la estepa patagónica que tiene paisajes cautivantes”, finaliza.