-¿Quiere conocer el balcón?-, le preguntó Javier Milei a Antony Blinken cuando ya había concluido la reunión oficial.
El secretario de Estado exhibió su mejor sonrisa y el Presidente no perdió tiempo.
-Vamos!, dijo mientras un pelotón de ministros, embajadores, diplomáticos de carrera, agentes del servicio secreto de los Estados Unidos, custodios de la Casa Militar, asesores presidenciales y funcionarios de los Estados Unidos lo seguían detrás.
Blinken conoce de historia argentina y miraba impresionado hacia la Plaza de Mayo. Ya había visitado el Cabildo, y ahora estaba en el balcón de la Casa Rosada que Juan Domingo Perón convirtió en mito cuando Estados Unidos desconfiaba del General.
-!Viva la Libertad, carajo!-, cerró Milei la visita guiada cuando ya era tiempo de hacer la declaración conjunta y enfrentar a los periodistas que aguardaban en la sala de conferencia de Balcarce 50.
La inesperada visita al balcón fue el epílogo distendido del encuentro diplomático que protagonizaron Milei y Blinken. La reunión duró noventa minutos, el Presidente explicó su programa de gobierno durante 40 minutos seguidos, y la sintonía con el secretario de Estado fluyó hasta el final del cónclave.
La reunión para Washington tenía un objetivo geopolítico que iba más allá del protocolo o la firma de acuerdos bilaterales que después se apilan en los estantes de la Cancillería y la Secretaría de Estado. Blinken había llegado a Buenos Aires, en lugar de aterrizar en Nueva York, para tratar el caso de Ucrania en la ONU, con el objetivo de avanzar en una agenda común con Milei.
Estados Unidos enfrenta una situación compleja en América Latina. Su política exterior es rechazada por Brasil, Colombia y Bolivia, y hay una fuerte crisis institucional en Perú, Ecuador y Haití. A lo se debe sumar los tironeos con Paraguay y las diferencias ideológicas con los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que funcionan como proxys para la ofensiva estratégica de China en la región.
En este contexto, Milei es una pieza institucional que puede facilitar el despliegue de la agenda de la Casa Blanca en América Latina. Blinken ya tenía la información previa aportada por Marc Stanley, embajador de Estados Unidos y Brian Nichols, subsecretario del Departamento de Estado para la región.
Pero el experto diplomático formado en Harvard siempre opta por las conclusiones in situ, además de la información que puede llegar por los canales oficiales. Y cuando terminó de escuchar el monólogo de Milei y las respuestas a sus preguntas puntuales, concluyó que el presidente argentino podía garantizar un acuerdo estratégico entre la Casa Blanca y la Casa Rosada.
El presidente hizo una defensa de la democracia, del concepto de libertad, de la importancia de los mercados; condenó la invasión a Ucrania, se mostró dispuesto a promover las inversiones directas vinculadas al litio -un mineral estratégico para Washington-, defendió la ofensiva de Israel contra Hamas en Gaza y ratificó su voluntad política de compartir la agenda regional de Estados Unidos.
Escucharon con atención el subsecretario Brian Nichols; el vicejefe de Gabinete Thomas Sullivan; el vocero Adjunto Vedant Patel, el consejero político, Robert Allison y el embajador Stanley. Al otro lado de la mesa se alinearon la canciller Diana Mondino; el jefe de Gabinete, Nicolás Posse; el ministro de Economía, Luis Caputo; el ministro del Interior, Guillermo Francos y Gerardo Werthein, embajador designado en Washington.
La posición geopolítica de Milei contrastó con el tono de la reunión que Blinken mantuvo con Lula da Silva en Brasilia, antes de participar del G20 y viajar a Buenos Aires. Da Silva comparó la replica de Israel sobre Hamas con el Holocausto ejecutado por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, una declaración política que irritó al presidente Biden y al propio Blinken.
En este contexto, tras la reunión reservada que mantuvieron por cuarenta minutos, Da Silva y Blinken eligieron guardar silencio y evitar los comentarios periodísticos. Una declaración conjunta hubiera sido la chispa definitiva para iniciar una inédita escalada diplomática entre Estados Unidos y Brasil.
En Buenos Aires, el secretario Blinken y la canciller Mondino hicieron su declaración conjunta y después aceptaron cuatro preguntas de periodistas de Estados Unidos y de la Argentina. “Esperamos que la relación bilateral mantenga sus frutos y Argentina y Estados Unidos puedan mostrar los valores compartidos de democracia y libertad”, sostuvo el secretario de Estado antes de concluir la conferencia de prensa.