Celso Esquivel tiene una historia de superación constante. Es el jugador paraguayo vigente con más trayectoria en el fútbol de su país. Con 42 años, sigue jugando a nivel profesional en Sportivo San Pedro, equipo que milita en la Departamental de Itapuá y participa de la Copa Paraguay.
“Voy a seguir hasta que las piernas digan basta”, confirma el oriundo de General Artigas, que hizo casi toda su carrera en la Argentina, donde llegó con un año recién cumplido, ya que sus padres vinieron en busca de un mejor futuro.
A sus 8 abriles se fue a probar a San Lorenzo de Almagro y quedó fichado. En ese club hizo todas las Divisiones Inferiores junto a Leandro Pipi Romagnoli y Agustín Orión hasta que debutó en Primera División en 1999 de la mano de Oscar Ruggeri, a quien previamente había tenido de compañero. “Era bromista y calentón, pero como técnico las cosas cambiaron mucho. No existían las bromas y sí mucho respeto porque sabíamos lo que él representaba en el fútbol”, asegura.
Tras la salida de Ruggeri, Esquivel fue dirigido por Manuel Pellegrini, con quien no tuvo una buena relación. “Me agarré dos veces con él, muy mal, porque el tipo no entendía que yo podía tener un mal partido y me lo reprochaba todo el tiempo”, se sincera.
Luego del chileno, arribó Ruben Darío Insua para tener su primera etapa como DT en el Ciclón. El defensor integró el plantel campeón de la Copa Sudamericana 02, y conoce muy bien lo que representa el Gallego para el club azulgrana. “Me pone muy feliz que haya regresado a dirigir porque sé lo mucho que quiere a San Lorenzo. Yo sé que lo hace más por amor que por dinero”, sostiene.
El paraguayo permaneció en Boedo hasta el 2006, ya que la llegada de Ramon Diaz no le permitió continuar. Se fue un año a préstamo a Racing de Avellaneda, y volvió a vestir la camiseta azulgrana. Pero la permanencia del Pelado Diaz generó que siguiera su carrera en el fútbol del Ascenso, previo a retornar a Paraguay para vestir la casaca de Sportivo Luqueño.
“Me ofrecieron nacionalizarme argentino tres veces para jugar por la Selección Juvenil de José Pekerman”, admite el futbolista que supo ganar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos en Atenas 04 para su país, pero se encuentra “muy bajoneado” porque no conserva la presea producto de un robo que sufrió en su casa.
Más allá de su trayectoria deportiva que ya lleva 25 años, su vida pasó por momentos muy difíciles. Porque estuvo en riesgo tras sufrir un accidente automovilístico que lo llevó a estar un mes en terapia intensiva. “Estuve al borde a la muerte”, asegura desde Paraguay en diálogo con Infobae.
– ¿Qué es de tu vida, Celso?
– Estoy jugando en el club Sportivo San Pedro de Paraguay. Además, tengo una escuelita de fútbol en mi país. Así que gracias a la Virgen sigo vinculado al fútbol, estoy intacto y jugando a nivel profesional con 42 años.
– ¿Cómo te sentís físicamente?
– La verdad que me siento muy bien. Me cuido y me gusta ir a entrenar a diario. Entonces, cuando uno está bien en lo físico, el cuerpo aguanta y, además, tengo compañeros jóvenes que me ayudan un montón. La idea es seguir hasta que el cuerpo diga basta. Uno siempre quiere seguir jugando. No tengo lesiones graves ni las tuve, por suerte. Obviamente que luego de un partido termino poniéndome mucho hielo y con problemas musculares, pero no sufro lesiones graves. Eso me favorece y me ayuda mucho para que en los partidos me sienta bien.
– Entonces, ¿hay Esquivel para rato?
– (risas) Digamos que sí, para tres años más tenemos. Igualmente, la escuelita de fútbol me saca un poco de tiempo, y a veces eso también cansa un poco. Es más, me cansa más el tema de los chicos en la escuelita que ir a entrenar todos los días. Me consume bastante ser entrenador en la escuelita. Si me sale algo de trabajo para ser director técnico de mayores, me dedicaría a eso y nada más. Mientras tanto, me mantengo de esa manera.
– ¿Lo de la escuelita lo hacés como hobby o por trabajo?
– Cuando deje el fútbol profesional, mi idea es dirigir. Por este motivo, estoy llevando a cabo el curso de entrenador y a la par estoy en la escuelita de fútbol. Me queda un año de cursada y, si Dios quiere, me recibo el año que viene.
– ¿Siempre estuviste vinculado a la pelota?
– No. Cuando llegué desde Argentina para instalarme en Paraguay puse un local de ropa deportiva y lo mantenemos. Entonces, con mi mujer estamos también en ese rubro empresarial; hago un poco de todo y hay que moverse mientras podamos.
– ¿Tus inicios en el fútbol fueron en San Lorenzo?
– Sí. Mi carrera deportiva la inicié en ese club cuando tenía 8 años y jugué hasta los 25. Toda mi vida fue en San Lorenzo de Almagro, que es mi segunda casa. Con mis padres vivíamos en Paraguay y nos mudamos a Buenos Aires porque mi papá se fue a trabajar allá. Al año de haber nacido llegué a la Argentina, así que nací en Paraguay, pero me crié en Argentina. Nos instalamos en el barrio porteño de Barracas, donde fui a probarme a un club de barrio y el profesor de nuestro equipo armó un amistoso contra la escuelita de San Lorenzo. Fuimos a jugar y seis jugadores fuimos aprobados. A partir de ahí, empecé a entrenar todos los días hasta que me ficharon en la escuelita de fútbol de San Lorenzo. Un día, Gabriel Rodríguez me hizo los documentos argentinos para mi y mi familia, y pude fichar para jugar en AFA. De esta manera, arranqué en Infantiles hasta subir a la Primera División.
– ¿Quién te hizo debutar?
– A los 14 empecé a entrenar con Primera. A los 15 debuté en Reserva, y a los 17 Oscar Ruggeri me hizo debutar en la máxima categoría. Yo soy de la camada de Leandro Romagnoli y Agustín Orion, entre otros. Cuando Oscar agarró el primer equipo, nos subió a mí y al Pipi Romagnoli. A Ruggeri primero lo tuve como compañero y luego como entrenador del primer equipo. Ya me conocía porque entrenábamos juntos.
– ¿Qué diferencias hubo entre el Ruggeri compañero y el que se transformó luego en director técnico de San Lorenzo?
– Son cosas distintas. Sabíamos lo que representaba Ruggeri como jugador por todo lo que vivió y pasó, entonces tenía el 100 por ciento de nuestro respeto. Fue una experiencia muy linda para los chicos que recién estábamos empezando. Fijate cómo se manejaba él, que a los solteros nos hacía concentrar el martes por la noche para jugar el domingo siguiente, y estábamos sin celular ni Playstation viviendo en la pensión del club. Eran cinco días de concentración, fue terrible.
– ¿Y los casados tenían un permitido?
– Sí, los casados recién concentraban el viernes por la noche para jugar al domingo siguiente. Es más, a los solteros luego de los partidos nos hacía concentrar el domingo a la noche y recién nos liberaba el lunes. Encima nos decían a los solteros “casate ya, porque siendo soltero no te conviene”.
– ¿Los vigilaba Ruggeri cuando concentraban en Ciudad Deportiva?
– Sí. La pensión tenía efectivos de seguridad, pero él se aparecía de repente para observar si estábamos durmiendo. Venía a cenar con nosotros, sin avisar para ver quiénes estaban y quiénes no. El que salía de noche no entrenaba más con Primera. A un compañero se la hizo. Fue un marcador central cordobés, Piguella, que una noche se escapó de la concentración y al otro día Oscar se enteró y lo borró del plantel; lo mandó nuevamente a entrenar con la Cuarta. Cuando asumió Ruggeri en el primer equipo cambió un montón de cosas, para bien.
– ¿Cómo cuáles?
– Les dio oportunidades a los juveniles y armó un selectivo de chicos para que se fueran mostrando y entrenando con los de Primera. Además, modificó el régimen de comidas. Un día observó qué comíamos en el desayuno y en la cena, no le gustó nada y habló con la dirigencia para que comiéramos un poco mejor, más sano y con más volumen, porque el menú no era acorde para un deportista. Hubo momentos en que se quedaban cortos con la comida. Todo esto, Oscar lo vivió en los clubes donde estuvo, y en la selección argentina, y lo implementó en San Lorenzo que fue su primera experiencia como DT.
– ¿Qué primer consejo te dio Ruggeri antes de debutar en Primera?
– Recuerdo que jugué contra Vélez Sarsfield en Reserva y estaba viendo el partido un día de semana. Resulta que en Primera estaba suspendido Aldo Paredes y yo era el único lateral izquierdo de la Reserva. Entonces, me llamó para entrenar al día siguiente. Hicimos regenerativo con el equipo de Reserva pero entrenábamos todos juntos con los de Primera. En un momento, me llama: “Esquivel, paragüita, vení”.
– ¿Qué le dijiste?
– “¿Yo?”, le respondí. “Sí, vos, dónde ves otro paragüita por acá, otro Esquivel”, me dice. Entonces, me da una pechera y me aclara: “A ver si tenes los huevos bien puestos para jugar con los de Primera (risas)”. Lo primero que me dijo fue “paragüita, te vi ayer jugar en Reserva. Jugá de la misma manera, pasá al ataque…”. Al final, me puso de titular para enfrentar a Racing Club al siguiente partido de la Primera.
– ¿Qué tal fue tu debut?
– Bien. Recuerdo que tenía el pelo largo y usaba una vincha. Fue en la cancha de San Lorenzo frente a Racing y le ganamos 4 a 1. Estaba también el finado Marko Saric. Arrancó el partido y se me había caído la vincha. Me entró la desesperación porque siempre llevaba una más en la muñeca, pero está vez por los nervios no la tenía. Así que se me cayó y no la encontraba por ningún lado; no sabía qué hacer para atarme el pelo. Pensé en sacarme los cordones de los botines pero luego dije “no puedo sacármelos porque cómo juego”.
– ¿Qué hiciste?
– El pantaloncito tenía un cordón y me lo saqué. A todo esto, yo estaba del otro lado de donde se encontraba Ruggeri. Yo, jugando de lateral izquierdo y él, sentado en el banco de los suplentes mirándome. La cuestión es que me saqué el cordón y lo usé como vincha. Terminó el partido y todos felices por la victoria. A los dos días, volvimos a entrenar a la Ciudad Deportiva. Hizo la charla del partido y juntó a los jugadores, y sobre el final me dice delante de todos: “Le voy a pedir al paraguayito Esquivel que se haga un corte de pelo”.
– ¿Qué le respondiste?
– Lo miré y le pregunté “¿por qué?”. Me respondió: “¿Te creés que no me di cuenta de que te entró la desesperación porque se te cayó la vinchita del pelo”. Le dije “No, para nada profe”. Delante de todos le pidió al Pipa Estévez, a Sebastián Abreu y a Gustavo Campagnuolo que me hicieran un corte de pelo.
– Oscar te mandó a cortar el pelo…
– Sí. Al otro día llegué a Ciudad Deportiva a entrenar y estaban todos callados. Yo entré al vestuario y dije “buen día”. Nadie respondió, me senté en mi lugar y de repente, cuando iba a cambiarme, los más grandes estaban detrás mío, me agarraron y me dijeron “sentate acá. Vos elegí: por las buenas o por las malas”. Me retobé. Pero me agarró Campagnuolo del cuello, me levantó un metro, el Loco Abreu me pegó un cachetazo y no pude hacer más nada. Me sentaron y me pasaron la maquinita. Imaginate que no tenia forma mi pelo, porque fue a los tijeretazos. Cuando todo terminó, salí a entrenar así nomás, como me había quedado el pelo. Cuando terminó la práctica, fui a una peluqueria para que me raparan la cabeza porque no quedaba otra. Todo eso lo generaba Oscar, que te hablaba y te hacía creer que eras el mejor del mundo. Fijate todos los jugadores que hizo debutar en Primera: el Pipi Romagnoli, el Pipa Estévez…
– El Kun Agüero en Independiente…
– Sí. Yo estuve en ese partido que le ganamos a Independiente por 1 a 0 con gol mío. Oscar era el técnico del Rojo. En San Lorenzo lo viví todo. Tuve a Rubén Insua como entrenador en su primera etapa y salimos campeones en la Copa Sudamericana 02.
– ¿Qué tiene Insua que contagia a los jugadores con su idea de juego?
– Ruben es una persona que te habla con el corazón cuando te dice y explica las cosas. Te convence igual que Ruggeri. Te hacen sentir que sos el mejor dentro de una cancha. Esas cosas al jugador le llegan y lo estimulan. Rubén mima mucho a sus futbolistas, sabe cuándo estás mal y tenés un bajo rendimiento, así que te habla y te aconseja, está continuamente pendiente de sus jugadores. Me ha pasado de tener entrenadores que ni te miran y te critican.
– ¿Cómo cuáles?
– El chileno Manuel Pellegrini, por ejemplo. Me tiraba más abajo de lo que me levantaba anímicamente. Un día le dije “soy un ser humano y puedo tener un mal partido”. Él lo veía de otra manera, pero igualmente había que respetar su idea. Su forma de hablar no era para respaldar ni a apoyar, era más de críticas y te marcaba tus errores; no me daba confianza ni motivación.
– ¿Qué te enseñó el Gallego Insua como técnico?
– Más en lo grupal que en lo personal. Me enseñó a manejar un grupo de trabajo. Por ejemplo, el compañerismo que hay que tener. Para él, todos éramos iguales y nadie era más que nadie; eso es muy bueno para el equipo. Cuando salimos campeones de la Sudamericana, no teníamos un plantel de renombre ni que sobresalía, pero era un equipo normal pero de mentalidad fuerte. Cuando salíamos a la cancha, éramos leones hambrientos porque antes nos había hablado Insua. Desde el lunes previo al siguiente partido, te empezaba a jugar psicológicamente. Era increíble. Además, sigue siendo un técnico que da lugar a la charla con los jugadores y no se cierra como otros.
– Luego, llegaste a Racing Club en el 2006.
– Sí, estuve un año. Como en San Lorenzo llegó Ramon Diaz como entrenador me tuve que ir. Nos sacó del plantel a Sebastián Saja, al Negro Ramírez, a Ángel Puertas y a mí.
– ¿Por qué?
– No sé por qué, pero creo que en cuánto a mí es porque quería que jugara su hijo, Michael que era defensor derecho/izquierdo. Entonces, si yo me quedaba, no podía poner a su hijo. Viene por ahí la cosa. Yo nunca tuve trato con él. Luego, San Lorenzo a Michael le hizo un contrato y jugó ahí, pero yo era jugador nacido en el club y eso me hizo enojar mucho, ya que tuve que irme por la llegada de su hijo. También, porque el finado Rafael Savino, ex presidente, no nos bancó como jugadores de la cantera. Nos mandaron a entrenar con los chicos de la Cuarta División. Igualmente, San Lorenzo siempre fue así, nunca respetó ni valoró a los juveniles. Entonces, no acepté más el manoseo del club que tenía una deuda económica conmigo.
– ¿Quién te llamo de la Academia?
– Estábamos entrenando en San Lorenzo y me llamó Fernando Marín. Me preguntó: “¿Cómo es tu situación?”, y me dijo que si no me iban a tener en cuenta en San Lorenzo, Racing me iba a utilizar. Imagínate que yo estaba entrenando con la Cuarta de San Lorenzo y me llaman para ir a la Primera, me fui corriendo. Racing es muy especial, un equipo grande y siempre debés estar ahí, más sabiendo que venía del Ciclón
– ¿No te la hicieron fácil?
– No, me costó bastante. Me desgarré el gemelo en mi debut. Luego, fui agarrando ritmo. Tuve problemas con la barra brava, que nos vino a apretar. Tras un clásico con Independiente, en una práctica vinieron los muchachos a apretar a todo el plantel. Siempre tienen marcados a cinco o seis jugadores y uno de esos fui yo. Me mostraron un arma y me amenazaron. En ese tiempo, era mas complicada la cosa. Después, me fui porque se me terminó el contrato y no renové. Volví a San Lorenzo por un año, antes de regresar a Paraguay. Cuando Ramon Diaz renovó su vínculo decidí no quedarme. Así que arreglé cobrar la mitad de la deuda económica, quedé con el pase libre y me fui a jugar la Copa Liberadores 08. Luego pasé por Talleres de Córdoba, Juventud Unida y Alvarado de Mar del Plata.
– ¿Estás dolido todavía por la manera en la que te fuiste de San Lorenzo?
– Sí, exactamente. Todo la vida estuve en San Lorenzo y me hubiera gustado retirarme en ese club. Pero tomé la decisión de quedarme con el pase en mi poder para cobrar parte de la deuda. Me arrepiento porque si aguantaba un poco más, todavía estaría jugando en San Lorenzo porque los jugadores quedan y los técnicos pasan. Cuando se iba Ramón Diaz yo volvía al club, pero hubo mucho manoseo de la dirigencia también. A Saja le hicieron lo mismo. Volvió de Gremio y lo mandaron a entrenar con la Cuarta. Es el colmo, una cosa de locos. Pero bueno, fue un error que cometí haber rescindido mi pase de San Lorenzo.
– ¿Es cierto que tenías una transferencia cerrada al fútbol colombiano y se cayó?
– Sí. Había terminado mi etapa en San Lorenzo y salió una propuesta para irme a Once Caldas, en diciembre de 2005. Ya había cerrado el préstamo por tres años. Estaba de vacaciones en Paraguay y vine a pasar las fiestas de fin de año. Luego, debía presentarme en Manizales para arrancar la pretemporada. Entonces, estando en mi país me fui en auto a Asunción el 30 de diciembre para hacerle el pasaporte a mi hermano que se iba conmigo a Colombia. Nos fuimos temprano con él y mi primo, ya que tenía todo acordado para hacer el trámite. Así que al mediodía ya estaba liberado y nos volvimos ese mismo día. De regreso, vinimos por la Ruta 1, manejaba mi primo, mi hermano estaba en el asiento del acompañante y yo atrás. Era de noche. En un momento, nos cruzamos con un camión que nos hacia luces y nos entendíamos por qué. Algo nos quería indicar, y como no está bien señalizada la ruta, no nos dimos cuenta de que estaban cruzando animales y chocamos con una vaca. No nos dio tiempo a nada y ahí fue que tuvimos un accidente y me llevé la peor parte.
– ¿Qué te sucedió?
– Sufrí desprendimiento de cráneo, muchos golpes en la cara, me rompí la mandíbula en seis pedazos. Me rompí la cabeza, pero por suerte en el resto del cuerpo no sufrí nada.
– ¿Estuviste al borde de la muerte?
– Sí, en terapia intensiva, en coma durante un mes. Muy complicado, al borde de la muerte. Por suerte, lo puedo contar. Chocamos el 30 de diciembre a la noche y, cuando me recuperé, viajé a Buenos Aires para operarme. Me internaron en el Sanatorio Mitre. Por obvias razones, tuve que rescindir el contrato que había firmado con Once Caldas. Luego, me llevó ocho meses la recuperación y volví a San Lorenzo. Gracias a Dios no nos pasó nada más y fue un accidente con suerte. Lamentablemente la vaca murió.
– ¿Lo mejor de tu carrera fue haber jugado en San Lorenzo o ganado la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 04 con Paraguay?
– Son dos cosas distintas. En San Lorenzo me pasaron muchas cosas importantes: gané la Copa Sudamericana con Insua y debuté en Primera. Pero lo de la selección de Paraguay fue algo muy lindo, también. Soy parte de una camada única que ganó una medalla en los JJOO en la historia de Paraguay; eso no te lo saca nadie.
-¿Conservás la medalla?
– No, porque me la robaron cuando entraron en mi casa y se llevaron un montón de cosas. Fue hace unos años, pero lo que más me duele es no tener la medalla porque sabemos que no se compra en ningún lado. Estoy muy bajoneado por ese tema. Todos los meses de abril es un nuevo aniversario de los JJOO de Atenas y de haberla ganado. Entonces, nos juntamos con los chicos, vamos a cenar y todos las tienen puesta menos yo. Ahí digo “qué cagada, la puta madre” …
. ¿Intentaste por todos los medios recuperarla?
– Sí, lo intenté. Hice la denuncia en la Policía, ofrecí recompensa y nada. Seguramente, la persona que se la llevó no siente nada, pero para mí lo es todo, es histórico para mi carrera, por todo lo que pasé. Hasta el día de hoy no tengo novedades.
– ¿Por qué no fuiste convocado a la selección Mayor de Paraguay luego de esos Juegos Olímpicos?
– Sí, nunca más me llamaron. Qué injusto es el fútbol porque después de esos Olímpicos históricos nunca más fuimos convocados. El fútbol paraguayo tiene sus cositas, cosas raras que suceden. Se maneja todo de otra manera. Y por este motivo no nos convocaron más.
– ¿A qué te referís con “cosas raras”?
– Tenes que tener contactos. El fútbol paraguayo está manejado por empresarios, mucho más en la selección paraguaya. Yo creo que el seleccionado de mi país podría cambiar cuando el ex arquero José Luis Chilavert se haga cargo de la Confederación de Fútbol de Paraguay. Falta mano dura acá. Y él sería el gran responsable para que cambie para bien el fútbol paraguayo.