En un operativo de castraciones gratuitas, una veterinaria le descubrió una infección mortal a una perra y la salvó

Bárbara Yáñez
Bárbara Yáñez (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

Con la satisfacción del deber cumplido y de haber sido responsable de que la mestiza de pelaje marrón claro se esté recuperando, Bárbara Yánez cuenta que esa jornada de trabajo se auguraba como una más para todo el equipo veterinario del Gobierno porteño del que es parte, y que ese día realizaba las atenciones de rutina y castraciones gratuitas de perros y gatos en el Barrio Padre Ricciardelli, en Flores.

Cuando ya habían realizado unas veinte intervenciones y consultas, llegó el turno de Cleo, una perrita de talla mediana que iba a ser castrada: los controles realizados indicaban que todo estaba bien y que podrían realizarle la cirugía. El chequeo no había presentado ninguna particularidad ni al momento de la palpación ni durante el estudio general, por lo que Yáñez indicó que estaba apta para la intervención e indicó al equipo especializado un control anestésico específico. Pero, algo sucedió cuando comenzaron el procedimiento.

Gracias a la rápida reacción de Bárbara, que detectó una grave infección, denominada colecta uterina (piometra), le salvaron la vida. “Si no lo hacía, la perrita podía morir ahí mismo”, asegura ahora consternada. La cirugía que se le practicó fue una ovario-histerectomía, que consiste en extirpar los ovarios y el útero. Fue ante la total sorpresa de la familia tutora porque el animal no presentaba síntomas.

Lo que siempre quiso ser

Bárbara no para de trabajar. Todos los días forma parte de los operativos veterinarios que se realizan en los distintos barrios de la Ciudad. Aunque es muy exigido, su labor la llena de satisfacción porque ama lo que hace. “Decidí ser veterinaria cuando era muy chica. Eso lo tenía muy en claro: quise dedicarme a esta profesión desde siempre”, asegura orgullosa.

Bárbara Yáñez
Bárbara Yáñez es parte del equipo desde hace 8 años (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

De niña, Barby —como le dicen sus seres queridos— vivía rodeada de animales y no le fue difícil darse cuenta de cómo sería su futuro . “Mi relación con ellos comenzó en mi infancia y siempre fueron vínculos muy estrechos. Crecí con perros, los amaba y eran parte de mi vida. No recuerdo un momento en mi vida en que no haya pensado en ser veterinaria”, cuenta.

En 2006, ingresó a la carrera de Veterinaria en la Universidad El Salvador y egresó en 2016. “La etapa de estudiante fue muy linda. Tengo muy buenos recuerdos de toda la cursada y en los años de las primeras prácticas recuerdo que tenía mucha ansiedad y mucho nerviosismo, pero a la vez unas ganas tremendas de querer estar ahí y comenzar a dedicarme de lleno a los pacientes”, revive emocionada.

Al recibirse, su primer trabajo fue en una veterinaria haciendo trabajo clínico. Me acuerdo aún de mis primeros pacientes, sobre todo, por los resultados obtenidos frente a las problemáticas por las cuales los tutores lo llevaban a la consulta”,

Aunque lo de ella es puro amor, asume que el rol que hoy tiene va más allá: “Ser veterinaria implica mucha responsabilidad porque en nuestras manos tenemos una vida y hay que hacer lo mejor posible, agotando todos los recursos necesarios para poder ayudarlos. Eso es lo más importante en esta profesión”.

Bárbara Yáñez
Luego de practicar los procedimientos, se le indica a la familia cómo debe cuidar al animal para su recuperación (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

Al recordar el día en que realizó la intervención de Cleo —de quien no hay fotos, por lo que implicó el caso y la necesidad de actuar de inmediato— cuenta que parecía que todo se presentaría como uno más. “Pensamos que sería un día normal como todos los días. El operativo siempre se divide en dos etapas: se comienza con la castración de felinos y luego se continúa con la cirugía de los perros y de las perras. A todos se les hace una evaluación clínica previa para obtener el acto quirúrgico necesario para poder ingresarlos previamente a la cirugía. Hasta ese momento, habíamos realizado alrededor de unas 20 cirugías”, cuenta y asegura que las veces que tuvo que estar en situaciones similares “siempre se aborda la problemática en equipo y siempre se obtienen resultados favorables”.

Sobre cómo es el procedimiento de castración expresa: “Consiste en una evaluación clínica (que nos da el apto para la cirugía), una premedicación del animal; luego se induce una anestesia general y se realiza la preparación previa a entrar al quirófano”, explica y compara: “Lo que es la castración en sí, consiste en el caso de las hembras es la ovariotomía, que es la extirpación de los ovarios, y en el caso de los machos es una orquiectomía, que refiere a la extirpación de los testículos”.

Lo que se le realizó a Cleo fue una ovario histerectomía. “En su caso, se le hizo la extirpación tanto de ovarios como del útero, que es donde se encontraba la infección”, detalla cómo es ese tipo de procedimiento.

Bárbara Yáñez
Bárbara Yáñez (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

El caso de Cleo

Bárbara explica que esa infección denominada colecta uterina (Piometra) en el caso de Cleo se le presentó de forma silenciosa y sin síntomas: la perrita no tuvo secreción uterina visible porque se trataba de una piometra a cuello cerrado, motivo por el cual sus tutores nunca había notado nada extraño.

Eso hizo que el procedimiento fuera complejo, por lo que requirió otra incisión a nivel del abdomen, pero afortunadamente logramos llevarlo a cabo con éxito”, manifiesta aliviada la médica que desde hace 8 años es parte del operativo que realiza el Gobierno de la Ciudad.

Cuando la cirugía terminó, el equipo de veterinarios llamó a la persona a cargo de Cleo para realizarle nuevos controles. Su recuperación se presentó sin problemas. “Logramos salvarle la vida porque de no haber realizado esa intervención, debido a las complicaciones que genera ese tipo de infección, como la ruptura del útero, por ejemplo, podrían haberle provocado la muerte”, sostiene y agrega que el estudio complementario que se indica para detectar este tipo de patologías es la ecografía abdominal.

Recordar ese caso reciente, que sucedió hace unos días, la llena de satisfacción. “Estar ayudando a los animales, quienes no se pueden expresar y no tienen manera de decirnos qué les pasa”.

Bárbara Yáñez
Se realizan unas 25 mil castraciones y 40 mil vacunaciones anuales (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

Al igual que en todos los casos, cuando termina de atender a cada animal, Bárbara (y los demás miembros del equipo veterinario) explican a las familias cómo debe seguir la recuperación en casa: “Se les dice que en las primeras horas no debe comer ni tomar agua, que se tiene que dejar al animal en un lugar tranquilo, con poca luz, con poco ruido; si vive con otros animales hay que dejarlo separado. No tienen que subir ni bajar escaleras. Los paseos se hacen sólo si tienen que hacerse por necesidad y en ese caso, se indica que sean paseos cortos y siempre usando el collar isabelino y la bata quirúrgica en el caso de las hembras”.

A la perra la volvimos a ver dos o tres veces luego de la cirugía para realizar controles y la recuperación fue muy favorable. La reacción de la familia fue de mucho agradecimiento ya que se le explicó el procedimiento que se había realizado y las complicaciones que eso podía traer así que fue una reacción de agradecimiento ya que entendieron que de no hacerlo la vida del animal corría peligro.

Castraciones gratuitas

En promedio, el operativo de castraciones gratuitas que se realizan en la Ciudad comprende entre 45 y 60 perros y gatos, con un total cercano a 25 mil castraciones y 40 mil vacunaciones anuales. Además, en los operativos de vacunación se atienden entre 350 y 400 animales por jornada. En el último año y medio se realizaron 128.888 intervenciones veterinarias gratuitas.

“Garantizar la salud de los animales, los domésticos y los callejeros es fundamental para asegurar una convivencia segura tanto con nuestros vecinos como con todas las personas que transitan por nuestras calles”, aseguró el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, al referirse a esta iniciativa que impulsa a través de la Unidad de Coordinación de Sanidad y Tenencia Responsable de Caninos y Felinos, dependiente de la Agencia de Protección Ambiental.

Bárbara Yáñez
Los procedimientos se realizan en dos Centros Fijos Veterinarios, uno en Villa Soldati, en el Parque Indoamericano y el otro en Costanera Sur (Maggie Ahmar Dakno/GCBA)

En estos servicios participan entre tres y cinco veterinarios, un asistente y personal administrativo en cada jornada, y dentro de los operativos de castración, los veterinarios que integran el grupo de trabajo realizan la revisión clínica antes de la cirugía, la preparación e inducción del animal, el monitoreo durante la anestesia, el acto quirúrgico y el control postquirúrgico hasta la entrega de la mascota. También se le indican a los tutores los cuidados y la medicación durante la primera semana después de la cirugía.

Los procedimientos se realizan en dos Centros Fijos Veterinarios, uno en Villa Soldati, en el Parque Indoamericano (Av. Escalada y Paseo Islas Malvinas), y el otro en Costanera Sur (Av. Dr. T. Achával Rodríguez 1550).

Además, hay ocho móviles quirúrgicos que recorren el territorio porteño para acercar el servicio a los barrios. A su vez, todos los viernes a las 10 de la mañana se habilita la agenda de turnos para la castración durante la semana siguiente y pueden solicitar a través de la web del Gobierno porteño (https://buenosaires.gob.ar/agenciaambiental/mascotas/atencion-veterinaria-y-castraciones-gratuitas): debe elegir la opción correspondiente (si es canino o felino, macho o hembra) y completar el formulario.

También se realizan Operativos Cerrados de castración y otros destinados íntegramente a ONGs y en barrios vulnerables.

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