Si no hay golpes de timón en el Ministerio de Economía, la sociedad argentina afrontará en los próximos meses las tarifas de luz y gas más altas de los últimos 30 años. En relación al salario de bolsillo, los costos de los servicios superarán ya no solo al ajuste del gobierno de Mauricio Macri, sino al del mandato de Carlos Menem, el período en el que le gusta reflejarse el presidente Javier Milei.
Después de la devaluación de diciembre, los recortes draconianos en el gasto público y la aprobación de la Ley Bases en el Senado, la cuestión tarifaria será la próxima posta que desafiará al potente relato del Gobierno. Los votantes de La Libertad Avanza (LLA) acompañaron hasta ahora las medidas de shock económico, pero el postergado aumento de los servicios sumará tensión al rumbo elegido.
Las consultoras Economía & Energía, de Nicolás Arceo, y PxQ, de Emmanuel Álvarez Agis, estimaron en un reciente informe el impacto de las tarifas en los servicios públicos. Según este análisis, los usuarios de altos ingresos (N1) tuvieron que destinar en junio el 6,4% del salario a pagar las facturas de energía, los de ingresos medios (N3) 4,1% y los de ingresos bajos (N2) 4,8 por ciento. Son cálculos que superan el costo energético alcanzado en gobiernos anteriores, de una serie histórica que arranca en 1994.
Hay un electorado volátil y pragmático que acompaña el “laboratorio libertario” a cielo abierto, y que no necesariamente presta una lealtad absoluta al Gobierno. Luego de seis meses de pérdida de ingresos sostenida, es una incógnita cómo percibirán los votantes de Milei el pago de boletas de luz superiores a los $35.308, que es el valor de la factura promedio que proyectan Agis y Arceo para los sectores de menor nivel socioeconómico. Estas boletas empezarán a ser moneda corriente.
El exhaustivo análisis de 48 páginas, titulado “El votante moderado de Milei: entre la esperanza y el sacrificio”, publicado por la fundación Friedrich Ebert Stiftung, refleja algunos elementos de este segmento, que está en el medio del grupos consolidados del núcleo duro oficialista, y el votante opositor que rechaza absolutamente todo lo que provenga desde la Casa Rosada. El estudio expone características presentes en la adhesión al proyecto de Milei, y las contradicciones que aparecerán en la medida que no se produzca una mejora material en esa base de apoyo.
“Decidimos trabajar con el votante moderado, el que no lo votó en primera vuelta y si en el balotaje. Este votante tiene ciertos acuerdos y distancias con el Gobierno. Una de esas distancias es el peso del ajuste sobre las clases medias, jubilados y sectores populares. Hay una mirada más ambivalente al apoyo a Milei, y muchos entienden que el ajuste cae sobre ellos, y no sobre ‘la casta’. El aumento de tarifas refuerza, de alguna manera, esa percepción”, consideró a Infobae el consultor Pablo Romá, uno de los autores del informe.
El estudio, elaborado en conjunto con las investigadoras Esther Solano y Thais Pavez, plantea como hipótesis que un posible fracaso económico de Milei “no significa un fracaso desde el punto de vista ideológico”. En esta mirada, el apoyo a las medidas impopulares que toma el Gobierno se fundan en ideas morales o principios que tienen acompañamiento social, como la idea del sacrificio, la esperanza y el mérito individual.
“Es cierto que en el votante moderado está la idea de un sacrificio que hay que hacer frente a las cosas que estaban ‘muy mal’, y que para arreglarlas es necesario un período de sufrimiento. Creo que el discurso del Gobierno trabaja bien sobre esa percepción”, apuntó Pablo Romá.
De acuerdo a este análisis, los moderados que apoyan a Milei se dividen entre los “esperanzados” y los “ambivalentes”. Entre los esperanzados prima la mencionada idea del sacrificio, y la creencia de las características personales de un Milei firme, preparado y preocupado por el pueblo. Es entre los ambivalentes donde están apareciendo hace meses los sentimientos de incertidumbre y decepción, pese a que sostienen aún un apoyo.
“¿Cuál es el tiempo para ese sacrificio? Varía mucho, es difícil de medirlo. Son procesos políticos en el que se juegan distintas cuestiones que no son solamente cronológicas. Hay una situación que es contradictoria, porque son las mismas personas que apoyan son las que sufren el peso del ajuste”, apuntó Romá.
El ajuste tarifario es un parteaguas de la gobernanza política y económica de los últimos 20 años. En el kirchnerismo, fue el comienzo de las tensiones en la balanza comercial externa, que requirió de una ingente importación de combustibles fósiles y una mayor erogación del gasto público en subsidios.
En el caso de Mauricio Macri, fue el primer obstáculo que enfrentó en 2016 al comienzo de gestión, con un fallo adverso de la Corte Suprema que limitó los aumentos en las facturas de luz y gas. Y fue en los hechos, la primera ruptura con su base de votantes. Un año después, recuperó este respaldo con la victoria en las elecciones legislativas.
Desde la óptica de la gobernabilidad, un aumento de los costos de la energía es una fibra sensible para la sustentabilidad del aparato productivo, que ya se encuentra jaqueado por la recesión y la caída de la capacidad instalada. Varias de las crisis históricas de los países y a nivel global están asociadas a cambios estructurales en el precio de la energía y de los combustibles.
En este marco, los hogares se encuentran con menos espalda para afrontar gastos mayores tras la combinación de la “motosierra” y la “licuadora”. La consultora Moiguer, en base a una encuesta a 1.300 personas, señaló que el 55% de los consultados declaró que tiene deudas (10% más que en 2023), y el 56% debió utilizar ahorros para pagar gastos del presupuesto cotidiano. El 72% contestó que sus ingresos están por debajo de la inflación de los últimos meses.
Desde una perspectiva histórica, el impacto de las tarifas en los salarios sitúa a Javier Milei nuevamente en una imagen que se espeja con el gobierno de Carlos Menem. Al Presidente le interesa trazar estos paralelos, e incluso, superar a uno de sus referentes. En su viaje a España, Milei volvió a afirmar que su reforma del Estado, incluidas la Ley Bases y el mega DNU, es “ocho veces más grande” que la del ex mandatario justicialista.
En lo cotidiano, la mayor parte de la población no está involucrada en esas comparaciones. Sí se trata de un “metié“ de los debates intelectuales y de círculos rojos. “La mirada histórica no está tan presente. Hay una mirada centrada en el presente, en el desgaste de la política tradicional y en el rol del Estado como un factor que distorsiona las posibilidades de crecimiento, de un Estado impide crecer”, concluyó Romá sobre el votante moderado.
La consultora Isasi-Burdman arrojó otro dato llamativo sobre las expectativas económicas. La percepción de que la economía mejorará en 2024 tuvo una leve suba en junio, y pasó del 29% al 32% entre los consultados. Mientras mejoró la percepción en los adultos mayores a 35 años, el pesimismo empieza a asomar en los jóvenes menores a 35 años, uno de los núcleos de los votantes de Milei. Según este relevamiento, este segmento es el más pesimista en relación al futuro, tras subir del 49 al 60 por ciento.
En este contexto de oscilaciones de la opinión, la población atravesará la próxima etapa del ajuste, con duros incrementos del 400% en las boletas de electricidad, y subas superiores al 1000% para el gas natural por redes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
La “batalla cultural” del Gobierno para lograr la aceptación política de estas medidas no es puramente discursiva. El socialista italiano, Antonio Gramsci –que el Presidente alguna vez citó como estrategia a replicar– decía que los programas de reforma económica son “precisamente la manera concreta de presentarse toda reforma intelectual o moral”.