El 2 de mayo último, una pareja fue encontrada muerta en un descampado de Monte Grande, a la altura de General Lavalle y Lobería, un evidente doble crimen. El hombre, identificado como Juan Peralta, de 41 años y nacionalidad paraguaya, tenía un tiro en el pecho. A la mujer, Esthefany Milagros Casimiro Ventocilla, de 24 años, oriundo de Perú, le habían disparado en la cabeza. Su cuerpo apareció a unos 150 metros de distancia del de Peralta. La hipótesis de un doble homicidio en ocasión de robo no duró mucho: ambas víctimas tenían sus teléfonos encima, así como un poco de dinero. La marca del sicariato era evidente.
La semana pasada, los detectives del Departamento Homicidios de la Policía Bonaerense detuvieron a tres sospechosos, entre ellos Víctor Manuel Benítez (49), oriundo de Paraguay, señalado por los investigadores como el presunto jefe de una banda que vendía droga en Esteban Echeverría, en canchitas de fútbol 9 de Julio y El Zaizar. También, fue señalado como quien ordenó matar a Peralta y Casimiro.
Hoy martes, las autoridades descubrieron que Benítez no se llamaba así. Había ingresado a la Argentina con ese nombre falso años atrás, incluso logró obtener un documento nacional, un DNI número 24 millones con su propia ficha en el RENAPER. Su captura sorprendió a las autoridades paraguayas, con las que el presunto jefe transa tiene una cuenta pendiente, o dos, o más.
Entonces, se cotejaron sus huellas dactilares. Así, se descubrió llama, en verdad, Osvaldo Agüero Núñez, según notificaron desde el sistema SIFCOP de Paraguay al Ministerio de Seguridad bonaerense. La Justicia paraguaya cree que tiene vínculos con el EPP, el Ejercito Paraguayo del Pueblo, una organización de bandidos de estilo paramilitar. También, tiene pedidos de captura por cuatro hechos: dos causas de robo. También, dos homicidios, cometidos en 2006 y 2007. Se espera que la Justicia bonaerense a cargo de su última captura realice una consulta a Interpol para ahondar en el tema. Su eventual extradición estará a cargo de la Justicia federal.
Las víctimas trabajaban para Benítez/Agüero, determinaron investigadores del caso.
Se cree que Peralta realizaba viajes a Buenos Aires, conseguía droga y luego la distribuía en los puntos de venta que administraba Benítez. El hombre asesinado de un tiro en el pecho se movía en una camioneta Volkswagen Suran que está a nombre del capo, que le pedía que evitara las autopistas, las cámaras viales y los controles policiales. Pero la víctima pocas veces le hacía caso. Por otra parte, ocasionalmente se quedaba con parte de la droga para revenderla a su propia clientela y también para consumo propio.
Estas situaciones quedaron certificadas en mensajes de voz que se hallaron en los teléfonos de los imputados y Peralta. “En los audios, donde hablaba en guaraní, Benítez le recriminaba a Peralta que estaba poniendo en peligro toda su estructura operacional, al conducir por lugares controlados por cámaras, peajes o presencia policial cuando transportaba los estupefacientes. La relación empeoró cuando descubrió que Peralta le robaba parte de las drogas para beneficio propio”, asevera un detective que fue clave para lograr la captura del jefe dealer.
A partir del análisis de impactos de las antenas de celulares, se sospechó que Benítez actuó junto a un cómplice en el doble crimen. En el último tiempo, los investigadores ya lo tenían en la mira y advirtieron que hizo varios viajes a Paraguay, a pesar de los pedidos de captura en su contra. Ante el riesgo de fuga, la fiscalía aceleró su detención y también dispuso una serie de allanamientos.
Así, lo arrestaron mientras manejaba un auto por Avellaneda. Se descubrió, también, que llevaba una segunda doble vida, o tercera. Tenía negocios en el rubro de la construcción, sin papeles o nada en blanco. Allí, se hacía llamar Jorge Cano.