El escándalo en continuado por el mayor de los casos que enfrenta Alberto Fernández -violencia física y psicológica sobre Fabiola Yañez– barrió de entrada las declaraciones de ocasión y expone consecuencias políticas amplias. La onda expansiva quiebra la estrategia elemental del peronismo/kirchnerismo para dejar atrás su última gestión de gobierno y apostar al desgaste de Javier Milei, casi como único recurso de unidad. Pero ocurre que de golpe -aunque no de manera inimaginable, según se lamentan ahora algunas fuentes del PJ- el tablero es sacudido por la denuncia contra el ex presidente. Las miradas vuelven sobre el terreno que se buscaba evitar.
No es lo único, El impacto desviste a la vez el trasfondo básico e inquietante del juego del oficialismo. La onda expansiva es brutal, por la denuncia que ya formalizó la ex primera dama y las cadenas de chats que se conocen día a día. Eso mismo amplifica los temores que circulan en medios políticos -también, en algunos rincones empresariales y ambientes de la farándula- por el contenido del celular del ex presidente, en este caso y en la ramificación de los negociados con los seguros. Por supuesto, ese ruido -enorme, en las redes sociales- casi desfigura el tema de fondo que expresa la denuncia sobre violencia de género.
En el cálculo inicial de políticos y consultores se da por cierto que el escándalo favorece al oficialismo. Y aún desde esa posición, el propio Milei y sus repetidores se aferran a la chicana, cargada de prejuicio ideológico e incapaz de asimilar siquiera lo ocurrido al discurso sobre la peor expresión del ejercicio del poder. Está a la vista la calificación de violencia de género agravada, precisamente, por abuso de poder, algo que no está limitado al Estado y que trasciende a organizaciones de todo tipo.
Milei reprodujo algún tuit y también le dio forma con letra propia a un presupuesto alimentado, precisamente, por la herencia K también en este terreno. Dijo que se siente “orgulloso” de haber eliminado el ministerio de la Mujer. El caso de Alberto Fernández, visto así, reforzaría la ofensiva oficialista gracias a la exhibición de hipocresía entre el discurso y la práctica.
Resulta llamativo porque -lo expone de entrada la imputación al ex presidente- la acusación llega con el agravante no sólo del vínculo sino además del silencio y la impunidad que garantizaría el ejercicio del poder. Y entonces, la necesidad de políticas específicas -y efectivas, no declamadas- asoma en espejo como una demanda abierta, lejos de ser clausurada. Por supuesto, el mensaje oficialista se para sobre el desastre causado por el kirchnerismo con el uso y la malversación del feminismo y de las políticas de género.
Nadie podría decir que el oficialismo pierde la posibilidad de poner sobre la mesa una discusión seria sobre el tema: su visión, segada, se resume en el rechazo. Pero el punto es que tampoco genera debate de fondo en otros espacios. La extendida sesión de esta semana en Diputados apenas mostró intercambio de chicanas y cierta banalización del tema.
El peronismo/kirchnerismo elude el abordaje serio de las consecuencias del caso y busca conservar su estrategia para contener fisuras. Nadie esconde -en forma de reflexión o de enojo sin límites para descalificar al ex presidente- el impacto de estas horas, aún con la expectativa de que pase la tormenta. Pero en el corto plazo preocupa la relación de gobernadores “propios” con operadores del círculo presidencial y, en particular, el juego de algunos jefes provinciales. Tucumán, Catamarca, Salta y hasta Santiago del Estero integran esa lista.
De todos modos, la cuestión de fondo es cómo queda afectada la apuesta al paso del tiempo para recomponer imagen frente a la sociedad. Ese es el punto: el ex presidente queda en el centro del escenario de la peor manera. Agiganta en el peronismo la necesidad de despegarse de aquella gestión, pero a la vez expone la sobreactuación para dejarlo en soledad sin hacerse cargo de costo alguno. El sistema de corrupción que asoma con el entramado de los seguros y la causa por violencia contra la ex primera dama agravan el deterioro de Alberto Fernández y al mismo tiempo, colocan el foco en la reacción de sus allegados y ex socios políticos.
También, relegan los movimientos para acomodar las fichas en el paño del peronismo. Lo exponen de manera bastante visible dos hechos: el reciente encuentro motorizado por el gobernador Ricardo Quintela -con presencia destacada de Axel Kicillof– y la movida en torno de CFK junto a la declaración en la causa por el intento de magnicidio.
La cita en La Rioja había sido planificada con tiempo pero se produjo en un contexto que nadie imaginaba, la semana pasada, en medio del primer oleaje causado por las imágenes y los chats de Fabiola Yañez con la secretaria del ex presidente. El viaje de Kicillof fue el segundo acto de una historia que había comenzado, en público, con la asistencia de Quintela al homenaje a Perón, el primer día de julio, en San Vicente.
Los dos movimientos son parte de un intento por establecer una línea formal en la conducción del PJ -con posible réplica bonaerense-, que exprese algún cambio de poder interno, con peso de los jefes provinciales. Participaron intendentes -entre ellos, para inquietud de algunos presentes, Fernando Espinoza– y legisladores. No sería un gesto de ruptura con CFK -el gobernador riojano se anota como opositor duro- pero sí un ensayo sin tutela de La Cámpora. El tema de Alberto Fernández dominó las conversaciones informales -las que valen- y opacó el encuentro.
Tampoco logró el volumen imaginado la puesta para potenciar la declaración de Cristina Fernández de Kirchner en Comodoro PY. La ex presidente fue acompañada por un acotado grupo de dirigentes y después, por una módica movilización frente al Instituto Patria. La reunión con dirigentes tuvo dos ingredientes centrales. El primero: se trató de un encuentro básicamente kirchnerista y bonaerense, en el marco de las tensiones que cruzan a ese espacio y no se limitan a Kicillof y Máximo Kirchner. El segundo: un tema central fue el “daño” que genera la situación del ex presidente. Hacia afuera, eso mismo frustró el intento de correr el foco público y mediático.
La semana que viene comenzarán las declaraciones en la causa por violencia física y psicológica contra Fabiola Yañez. Y puede haber novedades en la investigación del negocio de los seguros. La expectativa está puesta en lo que expongan los testigos. Y también, en lo que pueda decir el celular del ex presidente.