Un catálogo variopinto de personalidades se subió al escenario del Teatro 25 de Mayo para dirigirse a un selecto grupo de personas. Los oradores tenían una única similitud, una única condición: ser más grandes que su público. Les hablaron desde sus conocimientos, desde su experiencia, desde su trayectoria. Les manifestaron sus enseñanzas, sus miedos, sus consejos. Hubo músicos, geólogos, enfermeras, CEO’s, empresarios, dirigentes, emprendedores. Hubo un actor premiado con el Oscar y un ministro de la Corte Suprema. Compartieron micrófono y audiencia en el marco de la décimo sexta edición de la Cumbre Internacional de Jóvenes Líderes, autodefinido como “el acontecimiento pluricultural juvenil de mayor trascendencia a nivel mundial”.
El actor fue Guillermo Francella. Les habló a cerca de seiscientos jóvenes y le habló, también, al Guillermo Francella que tenía veinte años y había empezado en el periodismo gráfico, había trabajado en una inmobiliaria y empezaba a hacer sus primeros bolos en televisión. “Le diría que lo admiro mucho, que luche por tener ese sueño que siempre deseó. Le diría ‘no te equivocaste’”, contestó. “Yo no nací famoso, nací siendo un chico como cualquier otro con los recursos de padres de clase trabajadora. Conozco los dos mundos: viví la mitad de mi vida en el anonimato absoluto y la otra parte en una popularidad masiva. Me da mucha felicidad todo el proceso: conocer ambas cosas, luchar y lograr el objetivo. Y hoy me siento pleno porque vivo de lo que amo, que en este país es de elegidos”, relató.
Rebeca Robles, directora de Desarrollo Institucional de la fundación, aprovechó para citar a Leandro Viotto Romano, el fundador de la cumbre de Jóvenes Líderes, quien dice que “la sociedad necesita jóvenes que quieran ser útiles y no famosos”. “¿Qué le diría a esos jóvenes que aspiran sólo a ser conocidos? Que es un error -contestó Francella-. Eso, a la larga o a la corta, termina haciendo agua: porque si no terminás siendo famoso te puede generar una frustración y si cuando lo sos, empezás a perder esa privacidad que no creías que ibas a perder y que te resulta no tan tentador como pensabas”. De los jóvenes, envidió su espíritu, su empeño, su rebeldía, su decisión, su tenacidad, rescató que hoy los distingue más comprometidos y definidos que antes, y les aconsejó que “sean curiosos” y les deseó que pudieran encontrar una vocación para vivir de lo que aman.
“Yo creo que en muchos casos los jóvenes ven donde pisan pero no saben con exactitud hacia dónde van, y eso se da en gran medida porque les solemos mostrar personas que aspiran a ser famosas en vez de útiles. En un país en que se ha intentado por muchos años hacer ver al mérito como un cuento de tíos ricos que quieren causar mayor exclusión, y al nepotismo, el acomodo, como una aspiración, nosotros venimos a revalorizar las historias de vida de personas que se han esforzado, que han trabajado duro y que tienen un camino recorrido que contar a las nuevas generaciones”, reparó el fundador de la organización, Leandro Viotto Romano.
Cerró el congreso Silvia Uranga, la directora de Fundación Pescar. Antes habían expuesto otros dieciséis líderes regionales, como Silvana Bergonzi, CEO de Arredo; Gabriela Renaudo, CEO de Visa Argentina; Eliana Banchik, CEO de Michelin; Agustina Tempesta, CEO de LineUp; Juan Pablo Toro, alpinista y CEO de SIE; Christian Asinelli, vicepresidente corporativo de programación estratégica en CAF; Clara Muzzio, vicejefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Beatriz Fernández, fundadora de Crepes & Waffle; el artista musical Darío Jalfin; Jaime Garbarsky, presidente de Grupo ECIPSA; la geóloga Candela Corredera; Julieta Luz Porta, fundadora de SphereBio.
El empresario Ricky Sarkany, por caso, recordó la primera vez que recibió este reconocimiento. Estuvo acompañado por Mirtha Legrand, Gabriela Michetti y Adrián Suar. Rememoró el gesto que tuvo Suar al recibirlo: se paró de frente a los reflectores sobre el escenario, se acomodó ante la multitud y empezó a hablar. “Eso me marcó: justamente se trata de ser protagonista. Para ser protagonista hay que ponerse ante la luz, hay que ser protagonistas en la vida, no hay que dejar que la vida simplemente suceda. Uno no puede ser tacaño con la vida de uno”, sostuvo. Dijo que no se siente líder y que sí se siente joven, y reflexionó sobre el éxito: “Éxito no es haber tenido el resultado que quería o que imaginaba. Éxito es intentarlo, porque incluso cuando algo no nos sale, nos da un valor maravilloso que es la experiencia”.
Juan Ignacio Rubiolo, vicepresidente ejecutivo y presidente de Negocios Internacionales de AES, se refirió también a las confusiones en torno al término “éxito”. “Muchas veces confunden el éxito con llegar a cierta posición o con tener mucho dinero. Pero el éxito va más allá de eso. Si uno me preguntara qué es el éxito hoy, definitivamente diría que no está en lo económico. El éxito es impactar tanto a la sociedad como al mundo que lo rodea. Eso sí va a quedar a prosperidad independientemente después de que muramos. La plata va y viene”.
Resaltó, a su vez, la capacidad de adaptación, la flexibilidad para involucrarse y los miedos. Él es muy fanático del básquet y como tal, aludió a una frase de Michael Jordan: “Él decía ‘yo soy el hombre más miedoso del mundo, pero el miedo lo dejo un segundo antes de que voy a tirar al aro’. Eso tiene que ver un poco con salir de la zona de confort y abrazar los desafíos”. Y subrayó un valor para transmitir: la actitud. “En todos los trabajos que tomé pensé que no estaba a la altura. Siempre pensé que estaba saltando al vacío. Ese es el gran mensaje de vida que quiero darles. Uno puede estudiar más, puede tener experiencia, puede probar distintos trabajos, pero hay un componente vital que es la actitud. Hay una ecuación muy linda que aprendí hace tiempo: la experiencia y la educación formal suman, la actitud multiplica. La actitud hacia los desafíos es realmente lo que nos marca y lo que nos lleva a crecer como persona y como profesional”.
Adrián Werthein, empresario y director del Grupo Werthein, retomó la teoría que Rubiolo había tomado sobre la generación de impacto como medida de éxito. Parafraseó al pensador, ensayista y escritor español José Ortega y Gasset que patentó la frase “yo soy yo y mis circunstancias”. “Mi mensaje a ustedes es que influyan en la circunstancia. Siéntanse en protagonistas de un país. No piensen en chiquito, piensen en grande, piensen en lo más importante que significa su voto. Tienen que estar comprometidos”, resaltó.
Por su parte, Gloria Miguens, enfermera profesional especializada en el acompañamiento de enfermos al final de la vida, abordó las mieles de la vida a través de la muerte. Contó el caso de Roberto, un joven de cuarenta años que conoció en sus últimos días de vida. “Es imposible escaparnos de la muerte. La muerte define nuestra concepción, camina a nuestro lado. Todos venimos con el pasaje de vuelta. Todos los tenemos ahí, escondidos en un cajón donde no los queremos mirar. Todos saben cuando llega el momento de su muerte. Es raro que no lo sepan. Lo sueñan, lo ven, lo viven. Y Roberto lo sabía”, retrató. Le preguntó si le faltaba perdonar algo o si quería ser perdonado por alguien. “Yo no me perdono -le dijo-. No me perdono porque desperdicié mi vida”.
Con esa enseñanza, dijo que la muerte enseña tanto como duele. “Nuestra vida se nos escurre entre las manos, como la arena. El reloj nunca para de teclear. Por eso es hoy. Por eso hay que pensar a dónde quiero llegar con mi vida. La muerte es mi compañera. Me va enseñando, me va marcando lo que vale la pena, me saca de la pavada”, dice y reproduce un proverbio hindú: “Los vivos le cierran los ojos a los muertos, pero los muertos le abren los ojos a los vivos”.