La imagen nos muestra una veintena de muchachos treintañeros reunidos en un clásico restaurante porteño en 1952, para despedir a Carlos Manuel Muñiz porque viajaba a Europa. Todos integraban la misma generación, nacida a comienzos de 1920, que a su vez coexistía con una anterior y otra que la seguía (la de Mariano Grondona, Carlos Mugica, José Luis de Imaz y Manuel Puig) tras 15 años de vida como sabía enseñar José Ortega y Gasset. Los unía el antiperonismo y van a llegar al poder después de septiembre de 1955, el mismo año en que falleció el filósofo español, el creador del “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Ahí están sentados Eduardo Roca, Nicanor Costa Méndez, Juan Ramón Aguirre Lanari, Carlos Muñiz, José Alfredo Martínez de Hoz y de pié, entre otros, Jorge Wehbe, Federico y Guillermo San Martín, Hugo Caballero, Hipólito Solari Yrigoyen y Alberto Rodríguez Galán. Concurrieron tres futuros cancilleres, embajadores, dos ministros de Economía, un senador nacional del radicalismo y otros que ocuparían cargos de funcionarios nacionales y provinciales de gobiernos de facto. Los restantes serían destacados profesionales. Los comensales no lo sabían ni lo presentían pero, salvo excepciones, todos serían borrados de la historia 30 años más tarde junto con Leopoldo Fortunato Galtieri (de 1926). Más precisamente en las horas posteriores al 31 de marzo de 1982 cuando tropas argentinas comenzaban a ejecutar la Operación Azul/Rosario, es decir la ocupación militar de Puerto Stanley, días más tarde rebautizado Puerto Argentino.
Antes del 31 de marzo de 1982, Galtieri y su colega naval Jorge Anaya venían planificando “la recuperación” de las islas del Atlántico porque, como Anaya le dijo al vicealmirante Luís Sánchez Moreno, el 18 de diciembre de 1982: “El Proceso de Reorganización Nacional se ha deteriorado mucho y tenemos que buscar un elemento que aglutine a la sociedad. Ese elemento es Malvinas.” Sánchez Moreno le contesto: “He estudiado varios años en un colegio inglés. Conozco a los ingleses tanto como vos, Margaret Thatcher no se va a dejar llevar por delante por un gobierno militar. Los ingleses son como los “bull dog”, cuando muerden a la presa no la sueltan…”. Como toda respuesta el jefe de la Armada dio por terminada la reunión. Asumió su papel de Comandante y con un formal “es todo Sánchez Moreno” lo despidió.
El mismo 18 de diciembre de 1981 la Junta Militar deliberó sobre las “Las Pautas de la Junta Militar al P.E.N. para el “Ejercicio de la Acción de Gobierno 1982-1984″ y acordó entre sus objetivos “intensificar todos los cursos de acción necesarios y oportunos para que se obtenga el reconocimiento de nuestra soberanía sobre las Islas MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR Y SANDWICH DEL SUR.” Así consta, con mayúsculas, en el diario de guerra de la Junta Militar.
El 22 de diciembre, el mismo día que asumió Galtieri como presidente de facto después de haber echado al general Roberto Viola, el almirante Anaya le pasó a su jefe de Estado Mayor, vicealmirante Alberto Gabriel Vigo, una orden escrita a mano que contenía tres puntos, tal como se desprenden de su minúscula letra. Fue la primera orden del conflicto armado que se avecinaba:
“1. MALVINAS
1.1.- El CON (Comandante de Operaciones Navales) presentarme un plan actualizado.
1.2- Enviar personal seleccionado para reconocimiento.
1.3.- Plan después ocupación.
1.3.1. – Efectivos para permanecer en STANLEY.
1.3.2. – Apoyo a dichos efectivos.
1.3.3. – Logística para STANLEY.
El martes 5 de enero de 1982 los tres comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas se reunieron para analizar distintas cuestiones. La cumbre castrense se llevó a cabo en el edificio “Libertador”, sede del Ejército, a partir de las 9 de la mañana. En esa reunión se analizó la cuestión Malvinas en el contexto de la política exterior y se concluyó que debía adoptarse una política “agresiva”. Al mismo tiempo se determinó que la Operación ‘Davidoff “no se realizaría antes de la ronda de negociaciones con los representantes del Reino Unido prevista para fines de febrero de ese año en Nueva York, a efectos de no dar motivo a éstos para dificultarla”. Constantino Davidoff había cerrado un trato con la empresa Salvensen, bajo la mirada del gobierno inglés para comprar como chatarra viejos galpones, barcos, diques secos y otras instalaciones en las islas Georgias.
Según un informe de la Junta Militar, “en esa reunión el caso Malvinas fue tratado fuera del temario de la Junta Militar y tras numerosos y largos argumentos se decidió encargar un estudio de Estado Mayor “abreviado” con la participación de un representante por cada fuerza armada. La Junta Militar lo recordó así: “Se conversó además, en dicha ocasión, que no solamente había que obtener una reestructuración de las negociaciones con GRAN BRETAÑA con miras a la nueva ronda de negociaciones, sino que además se deberían comenzar los estudios para analizar la factibilidad y conveniencia de una ocupación de las islas. Esta decisión se tomó considerando la rigidez y emotividad que había evidenciado el tema en GRAN BRETAÑA durante el año 1981. Sería considerada como alternativa válida en circunstancias futuras frente a la posible negativa británica de tratar conjuntamente el tema político y económico de las islas. Los detalles de las alternativas—tanto la reactivación máxima de las negociaciones por la soberanía de las islas MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR Y SANDWICH DEL SUR, como la previsión del empleo del poder militar en caso de fracasar la primera alternativa—se concretarían en la reunión más próxima de la JUNTA MILITAR.” Como surge de la documentación expuesta la fecha determinante fue el 5 de enero. Ese día se consideró dar un paso militar en el caso de no progresar la vía diplomática. La decisión fue tomada con la participaron formal de los tres comandantes en jefe. Sin embargo, la cuestión había sido analizada y planificada por la Armada, primero, y tratada entre Anaya y Galtieri después. Luego el jefe del Ejército se la dijo a Lami Dozo, como al pasar, en un pasillo del tercer piso del edificio “Libertador”, antes del inicio formal de la reunión: “‘Negro’ (así lo llamaba Galtieri a veces al jefe aeronáutico) quiero hablar con vos sobre Malvinas. La cosa no anda bien”.
Una de las pruebas de la complicidad de Costa Méndez con el entretejido que se estaba desarrollando alrededor de Malvinas es un valioso documento del 8 de enero firmado por el embajador Carlos Lucas Blanco, director de Antártida cuando envió el Memorando “Secreto” N° 11: “Evolución cuestión Malvinas”, de cuatro carillas, al subsecretario Enrique Juan Ros. Tras enumerar los temas que serían tratados en la próxima reunión de Nueva York (página 2, punto 5º), y para el caso de no recibirse ninguna respuesta satisfactoria del Reino Unido, Blanco opinó que: “Ello facilitaría la aceptación por la comunidad internacional de un eventual ‘fait accompli’ [hecho consumado], que sería presentado como única vía abierta para obtener satisfacción al reclamo argentino, ante la actitud reacia del Reino Unido. Además consideraba “llevar adelante las operaciones Davidoff y eventualmente Alfa” (con participación naval) y “contemplar un posible enfoque más restrictivo de las medidas existentes sobre comunicaciones y las que se puedan imaginar en el futuro”.
Entre enero y marzo de 1982 la Junta Militar fue tomando decisiones que apuntaban a la ocupación militar de las irredentas islas Malvinas. Imaginando que el gobierno estadounidense de Ronald Reagan se iba a mantener neutral, semana a semana se fue preparando en el máximo secreto la “Operación Azul/Rosario”, con el acompañamiento diplomático que planificaba el canciller Costa Méndez y a último momento Eduardo Roca, embajador en las Naciones Unidas.
El 12 de enero “se trató la planificación militar de Malvinas y por resolución no incorporada al Acta de la Junta Militar, se designaron a “los señores General de División García, Brigadier Mayor Plessl y Vicealmirante Lombardo para analizar la previsión del empleo del poder militar para el caso Malvinas con un enfoque político-militar que especificara los posibles cursos de acción. Se planeó asimismo que el trabajo sería secreto y manuscrito, eligiendo distintos lugares de reunión; y que—además—de los miembros designados, tendrían conocimiento del tema, en el momento oportuno, los jefes del Estado Mayor General de las tres Fuerzas Armadas y el Sr. Canciller”.
El martes 26 de enero la Junta Militar se reunió a las 9 de la mañana en el edificio Libertad. Durante la reunión se resolvió “fuera de Acta” que el “Grupo Malvinas” conformado por Lombardo, García y Plessl “preparara la exposición de los planes de la alternativa militar a mediados de marzo de 1982.” A renglón seguido se produjo la nueva Directiva de Estrategia Nacional (DENAC) 1/82 y el Plan de Campaña Esquemático correspondiente a la Directiva de Estrategia Militar (DEMIL)1/82. En la DENAC 1/82 se explicita conceptos referidos al Poder Nacional: “La Operación desde el punto de vista militar es apta, factible y aceptable.” La instrucción, sin embargo, tenía dos condiciones: “debía mantenerse el actual estado británico de defensa de las islas y, además, de tenerse que recurrir a la fuerza, ésta sería restringida a operaciones incruentas a fin de minimizar la reacción británica y alentar a la mejor posición negociadora. Una vez recuperadas las islas se procedería a retirar las fuerzas de ocupación y se mantendría una reducida guarnición.” Nada se cumplió.
Tras los desacuerdos diplomáticos de febrero en Nueva York entre las delegaciones de Argentina y el Reino Unido comenzó la Operación Davidoff. “El operativo de las Georgias fue preparado con mucha antelación. Yo lo sé porque el barco que transportó a los chatarreros también llevaba gente del Comando Antártico, para la segunda escala del viaje. El capitán del barco, cuando zarpó, recibió dos sobres cerrados: Uno con la orden de cortar el contacto de radio (en determinado día); otro en el que se instruía dirigir el barco primero a las islas Georgias. Todo el operativo fue realizado sobre la base de que los ingleses no responderían. Existió una gran improvisación, en todos los órdenes.”, confió el coronel Luís Carlos Sullivan, director del Comando Antártico al autor el 16 de agosto de 1982. También iba el personal naval “Alfa” comandado por el oficial Alfredo Astiz para participar del entuerto.
El 27 de enero, en el matutino “Convicción”, de conocida vinculación con la Armada, y especialmente con el proyecto político de Emilio Eduardo Massera, apareció un artículo en el que se afirma que la toma de las Malvinas ayudaría a resolver el problema del Beagle, dado que fortalecería la posición argentina. “Están dadas todas las condiciones: tenemos un presidente decidido y un excelente ministro de Relaciones Exteriores. Si después de ganar la guerra sobre el terrorismo, recuperamos las Malvinas, la historia olvidará las estupideces económicas. La Argentina estará viva, consciente de su vigor y dispuesta a tomar un lugar en el mundo.”
El domingo 28 de marzo un enviado de Costa Méndez va a pedirle al teniente general Leopoldo Galtieri una postergación del Operativo Azul/Rosario. La reunión fue en Campo de Mayo y el funcionario diplomático le llevó un mensaje escrito que contemplaba tres puntos: 1) si se estima necesario levantar la operación militar, esta decisión aún puede realizarse; 2) comunica que la posición de los Estados Unidos es poco clara. No hay seguridad de que apoye a la Argentina; 3) con el bloque de países No Alineados, si bien partimos de una situación no favorable, podemos en un corto tiempo recomponerla y lograr su solidaridad en virtud de nuestra lucha antiimperialista.
En la tarde del mismo domingo 28 de marzo salía de Puerto Belgrano la flota que transportaba las tropas que ocuparían las islas Malvinas. Horas antes, Margaret Thatcher se había comunicado telefónicamente con su canciller lord Carrington para expresarle su ansiedad por la situación. El ministro le contó que le había enviado un mensaje al secretario de Estado de los Estados Unidos en el que le solicitaba su intervención como mediador. El martes 30 de marzo las tapas de los matutinos reseñaban una gran expectativa por una definición británica sobre lo que estaba sucediendo en el archipiélago Georgias del Sur, a pesar de que todavía no se sabía que una fuerza naval con infantes de Marina y miembros del Regimiento de Infantería 25 marchaba a ocupar las Malvinas.
La cuestión sobre una presunta reacción inglesa preocupaba a todos los niveles, mientras Costa Méndez en la intimidad sostenía que el Reino Unido no enviaría una fuerza para recuperar las islas. La fuerza argentina de ocupación, en el mayor de los secretos, había salido a recuperar las Islas Malvinas. Primero partió la flota de desembarco, luego lo haría la flota de guerra desde Puerto Belgrano. Simulaban ejercicios navales. El domingo 28 de marzo, el canciller Costa Méndez le escribió a su par británico: “Los sucesos que tienen lugar en la isla San Pedro de las Georgias del Sur, me ha movido a enviar este mensaje, con el propósito de disipar cualquier equívoco acerca de los motivos que inspiran a mi gobierno”. Después de un corto relato sobre las actividades de los argentinos desembarcados en Leith, el canciller argentino le aclaró a Peter Alexander Rupert Carrington que “esos territorios son considerados por la República Argentina como suyos y que la disputa de soberanía sobre ellos ha sido reconocida por las Naciones Unidas en sus resoluciones pertinentes. El Gobierno de Vuestra Excelencia ha aceptado la existencia de esta disputa de soberanía”.
El martes 30 de marzo de 1982, mientras la ciudad de Buenos Aires se encontraba fuertemente vigilada en vista de la manifestación sindical “Paz, Pan y Trabajo” que se iba a realizar esa tarde con la intención de llegar a Plaza de Mayo, el Comité Militar deliberó dos veces en el edificio Libertador. “Durante la primera reunión se resolvió que el general García fuera el Comandante de Teatro de Operaciones Malvinas. En la segunda reunión del Comité Militar (COMIL) el Jefe del Estado Mayor Conjunto, vicealmirante Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro, “informó sobre la previsión meteorológica para el desembarco, expresando que el Comandante de Teatro de Operaciones Malvinas decidió que el 02 de abril a las 0000 horas fuera la fecha para iniciar las operaciones”, porque un temporal impedía realizar la operación el 1º de abril. La inteligencia inglesa advierte al gobernador Rex Hunt de los planes argentinos. EEUU también pone en alerta a Gran Bretaña. La primer ministro Margaret Thatcher ordena alistar la flota, que estaba en Gibraltar. A las 12:57 del 31 de marzo, la flota de mar pone rumbo al norte de las Malvinas y cortó las comunicaciones con el continente, ya no había vuelta atrás, cambió el curso de navegación, y dirigiéndose a Puerto Stanley, cambió el nombre de código: De “Operación Azul” pasó a “Operación Rosario”. La mayoría de los comensales de la cena del año 1952 ignoraban lo que se les avecinaba: el final del Proceso Militar y el comienzo del proceso democrático en la Argentina.