Cuando la madrugada del 23 de marzo de 2004 la banda de delincuentes que lo tenía secuestrado desde hacía cinco días asesinó de un disparo en la cabeza a Axel Damián Blumberg en un descampado de La Reja, en el partido bonaerense de Moreno, no solo tuvo su trágico epílogo un caso policial que se convertiría en uno de los más resonantes de principios de este siglo en la Argentina sino que se inició proceso donde la conmoción que provocó el crimen pronto se tradujo en movilizaciones ciudadanas cuyo impacto tuvo como consecuencias mediáticas, políticas y legislativas que desembocaron en una serie de reformas en la legislación penal que, a su vez, abrió un encendido debate sobre los límites y los alcances del combate contra los crímenes violentos.
La noche del 17 de marzo Axel, de 23 años, estudiante del Instituto Tecnológico Buenos Aires e hijo del empresario textil Juan Carlos Blumberg, salió de su casa en el Renault Clío de su madre para pasar a buscar a su novia, Estefanía Garay, e ir al cine. A las 22.30, estacionó en la calle Dorrego al 1500 de Martínez, trabó el volante del auto y se bajó, pero nunca llegó a tocar el timbre de la casa de la chica. Apenas puso los pies sobre la vereda, lo redujeron y lo subieron a otro auto, en el que lo venían siguiendo.
Fue un secuestro “al voleo”, una modalidad delictiva que había tenido su auge a fines de los años ‘90, donde las bandas salían a recorrer las calles, generalmente en autos robados, “a la pesca” de una víctima que les pareciera propicia. Llevaban al secuestrado a una casa y negociaban un rescate con la familia. Todo se resolvía con relativa rapidez, por lo general con la liberación de esa persona elegida casi al azar.
A Axel Blumberg lo llevaron a una casa precaria ubicada en Goya y Canadá del barrio Santa Paula, en Moreno, que la banda utilizaba como aguantadero, donde lo encerraron, atado y con los ojos vendados en una habitación cuyos únicos mobiliarios eran un colchón y un balde para que hiciera sus necesidades. En una de las paredes, a la manera de decoración, había en la pared una clásica imagen de la Virgen María acompañada por una frase: Esta casa es de la Virgen”, decía.
Allí pasó la noche Axel Blumberg, mientras los secuestradores negociaban el rescate con su padre. La mañana siguiente al secuestro empezaron pidiendo 50.000 pesos, que por entonces equivalían a unos 17.000 dólares. Juan Carlos Blumberg negociaba y sostenía que no podía reunir esa cifra. De lado de los delincuentes, el encargado de las negociaciones era José Díaz, alias “El Negro”, uno de los cabecillas. Para comunicarse con el padre de Axel utilizaba dos teléfonos comprados con nombre falso en un shopping.
Otros dos secuestros
Las negociaciones se prolongaron cinco días, durante los cuales, la banda cometió y resolvió rápidamente otros dos secuestros. El núcleo duro estaba conformado por los hermanos José y Carlos Díaz, Mauro Maidana, Sergio Miño, Martín “Oso” Peralta y un menor de edad.
La noche del 20 de marzo secuestraron al comerciante Víctor Mondino, también elegido “al voleo” en la calle. Para llevárselo utilizaron un Fíat Uno que habían robado ese mismo día y donde lo mantuvieron encerrado en el baúl mientras se comunicaban con su familia y resolvían el monto y la modalidad de entrega del rescate, que se acordó en 1000 pesos y una camioneta Peugeot Partner para ser desguazada en un desarmadero. Lo liberaron pocas horas después, manteniéndolo siempre dentro del auto.
La noche del 21, a las 21.15, secuestraron a Guillermo Ortiz de Rosas, un directivo de Arcor, a quien llevaron a la casa del Barrio Santa Paula y mantuvieron atado y “tabicado” con una venta en un sillón. Lo liberaron la madrugada siguiente, después de cobrar 82.000 pesos en una estación de servicio de la Panamericana y Ruta 202, en Don Torcuato, y quedarse con el Volkswagen Passat blindado que la víctima conducía cuando fue interceptado por la banda.
Mientras tanto, El Negro Díaz seguía negociando la liberación de Axel con Juan Carlos Blumberg. La tarde del 22 pareció que la resolución era inminente, después de acordar una cita para entregar la suma que finalmente acordaron: 14.500 pesos – mucho menos que la demanda inicial – que debían ser entregados en la misma estación de servicio donde habían cobrado el rescate de Ortiz de Rosas.
Entrega fallida
Para cobrar el rescate de Axel, los secuestradores utilizaron el Volkswagen blindado que le habían robado al directivo de Arcor, pero no llegaron a la estación de servicio. Juan Carlos Blumberg, además de negociar el monto del rescate dio también aviso a la policía, que dispuso un discreto patrullaje en la zona circundante al lugar fijado para la entrega del dinero.
Según el expediente judicial, por alguna razón el auto de los secuestradores despertó las sospechas de la policía. “Mientras los secuestradores se encontraban a bordo del vehículo VW Passat sustraído a Ortiz de Rosas y circulando por el Acceso Pilar, mantuvieron un enfrentamiento con personal de las distintas fuerzas de seguridad que justamente se encontraban patrullando la zona donde se realizaría el pago con el objeto de aprehender a los imputados”, consta allí.
Gracias al auto blindado, los delincuentes pudieron escapar. “El Gordo (por el Oso Peralta) se cagaba de risa porque el auto era blindado”, explicó durante la declaración indagatoria uno de los secuestradores que viajaba en el auto.
Una vez que dejaron atrás a los policías, los secuestradores llevaron el Volkswagen a un descampado de Los Polvorines, donde lo quemaron, y volvieron a la casa de Goya y Canadá, en Moreno, para decidir qué hacer con Axel. Pronto descartaron seguir negociando con Blumberg, porque sabían que otra cita de rescate sería imposible, la policía no dejaría pasar una nueva oportunidad de detenerlos.
Huida y muerte
En sus declaraciones, los delincuentes luego dirían que en un primer momento decidieron liberar a Axel. El joven no les conocía las caras ni sabía donde lo tenían secuestrado, de modo que una vez que se lo sacaran de encima, no podría darle a la policía información que llevara hasta ellos.
Según la reconstrucción, alrededor de la 1.30 de la mañana del martes 23 de marzo, dos de los delincuentes entraron a la habitación donde tenían al joven atado y vendado y le dijeron: “Preparate”.
“Me van a matar”, les preguntó Axel.
“No boludo, te vamos a soltar”, le respondió uno de los captores.
Lo desataron pero no le quitaron la venda, lo llevaron tomado de los brazos hasta donde estaba el Fiat Uno y lo metieron en el baúl. Antes, le metieron el DNI en uno de los bolsillos del pantalón.
Ninguno de los secuestradores pudo explicar claramente a la justicia la razón por la cual no se fueron con el auto inmediatamente para liberarlo en algún lugar. Más, teniendo en cuenta que lo habían dejado desatado. Por el contrario, según la reconstrucción, se quedaron fumando marihuana mientras Axel seguía encerrado en el baúl.
Es evidente que Axel Blumberg no creyó ni por un momento que lo liberarían. Por eso, después de unos interminables minutos envuelto en la oscuridad del baúl del Fiat Uno, se quitó la venda, pudo salir del auto de alguna manera y comenzó a correr por ese barrio desconocido. No sabía donde estaba, solo sabía que tenía que alejarse de allí.
Saltó dos o tres alambrados, golpeó la ventana de una casa y pidió auxilio, pero nadie le respondió. Escuchó también un grito: “¡Se escapa el gato, se escapa el gato!”. Era Carlos Díaz, que lo vio pasar corriendo. Axel siguió escapando, a la vez que gritaba: “¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Ayudenmé!”. En la policía quedó el registro de una llamada, seguramente de un vecino, que denunció que algo raro estaba pasando en el Barrio Santa Paula, pero cuando le pidieron que se identificara, colgó sin dar más información.
Axel Blumberg no llegó muy lejos. El Negro Díaz salió corriendo detrás de él, al tiempo que disparaba sin dar en el blanco sobre el joven que escapaba. El Oso Peralta se subió al Fiat Uno y salió disparado con el auto para interceptarlo. Se había alejado poco más de cien metros de la casa, cuando tres delincuentes se le tiraron encima en la esquina de Einstein y Canadá. Lo golpearon con los puños y Díaz le dio un culatazo con su pistola en la cabeza.
Si realmente habían decidido liberarlo esa noche, que Axel – que ya no tenía la venda puesta – los hubiera visto los hizo cambiar inmediatamente de idea. No podían dejar que los identificara. Lo llevaron hasta un descampado de Santa Teresa de Jesús y Álvarez de Arenales, en La Reja y lo mataron de un disparo en la sien. Quien apretó el gatillo fue El Negro Díaz.
Pocas horas después, el asesinato de Axel Blumberg se convirtió en la noticia excluyente del día y tema central en la cobertura de los diarios, las radios y los canales de noticias durante los siguientes.
La “inseguridad” como noticia
El miércoles 24 de marzo, uno de los diarios de mayor circulación de la Argentina tituló: “Matan a sangre fría a un secuestrado”. En la bajada explicaba: Axel Blumberg tenía 23 años y cursaba las últimas materias de ingeniería. Lo habían secuestrado hacía seis Díaz en Martínez. Ayer el chico apareció vendado y con un tiro en la cabeza en un descampado de Moreno”.
Ese día también se presentaba en sociedad el padre de Axel, Juan Carlos Blumberg – a quien todos le adjudicaron el título de ingeniero, porque así lo llamaban los empleados de su fábrica textil – con una frase que puso en el ojo de la tormenta a la Bonaerense: “Hice lo que la policía me dijo y perdí a mi hijo”.
En los días que siguieron, el caso de Axel Blumberg ocupó un lugar central en las noticias y capturó la atención de la sociedad argentina. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, ofreció una recompensa de 200.000 pesos por información que llevara a la captura de los asesinos, mientras desde los medios y la familia Blumberg se cuestionaba el desempeño policial y corría la versión – falsa – de la participación de policías en el secuestro.
El 27 de marzo se informó sobre la detención de “tres sospechosos” y que el gobierno nacional, encabezado por Néstor Kirchner, le exigía al gobernador Solá que abriera una investigación sobre la Bonaerense. Al mismo tiempo, Juan Carlos Blumberg seguía apuntándole a los uniformados y también a la justicia en sus declaraciones: “Si sabía cómo trabajaban la policía y el fiscal no hacía la denuncia”, dijo, terminante.
Una buena parte de los medios de comunicación se sumó a sus reclamos: “La recepción de los medios fue clave en el fenómeno Blumberg. El tema entró directamente en la agenda mediática porque contenía un lenguaje que los medios estaban usando, en el que inseguridad y criminalización tenían un lugar central”, explicaría poco después Enrique Peruzzotti, experto en medios de la Universidad Di Tella.
Las marchas de Blumberg
Mientras tanto, el padre de Axel lanzaba una convocatoria a la sociedad para manifestarse el 1° de abril frente al Congreso Nacional sin banderas políticas y con velas en la mano para protestar contra la ola de violencia. En su discurso, ante más de cien mil personas, reclamó una legislación más dura, cambios en la cúpula de la policía bonaerense y un mayor compromiso de jueces y fiscales en la lucha contra el delito.
A la vez, comenzó a circular un petitorio donde proponía una serie de iniciativas para combatir la inseguridad. “Todas las medidas requieren también una verdadera reforma del sistema judicial a los efectos de obtener una Justicia rápida, efectiva y con jueces idóneos para garantizar la plena vigencia del Estado de Derecho”, decía allí. Pronto consiguió la adhesión de alrededor de dos millones de personas que lo firmaron.
El 22 de abril se realizó un segundo acto, con menor convocatoria, frente al Palacio de Tribunales. Ese día, Blumberg les entregó un petitorio de 12 puntos a los jueces de la Corte Augusto Belluscio y Juan Carlos Maqueda.
En total Blumberg convocó, entre abril y agosto de 2004, cinco marchas con los mismos reclamos.
En ese período, el Congreso Nacional votó una serie de polémicas reformas en el Código Penal, conocidas como las “leyes Blumberg”, donde impuso, entre otras cosas, reprimía la portación de armas con pena de prisión no excarcelable, recortaba los beneficios de la libertad condicional a presos condenados a perpetua, incrementaba las penas para homicidios y violaciones seguidas de muerte, y aumentaba el tope a 50 años de prisión para los responsables de delitos concurrentes.
El asesinato de Axel Blumberg se convirtió así en un hecho bisagra de la historia criminal y social de la Argentina, con fuertes consecuencias políticas, legislativas y judiciales que aún hoy siguen siendo objeto de debate.