“Llegamos tranquilamente a Junín, justo cuando cabeceaba queriendo acomodarme en los asientos verticales de la furgoneta, queriendo dormir una siesta; resignado viendo, probablemente, la peor película que haya visto jamás. Una hora después me encontré a mis compañeros en el escenario del teatro (antiguo cine) San Carlos, en Junín”, escribió el cantante Andrés Calamaro en el blog de su web oficial, el 1 de mayo de 2010. Detrás del músico, el telón se bajó por última vez y pasaron más de 14 años para que las puertas de la sala del histórico Cine San Carlos, emblema de la ciudad de Junín, volvieran a abrirse.
La noticia no tardó en recorrer los barrios y las redes sociales hoy son testigo de la emoción reinante por el futuro de la sala que vio crecer a tres generaciones: “Es un sentimiento”, “Cuando de golpe ves tu infancia…” y “Cuántos recuerdos y tantos artistas que vi por primera vez”, son algunos de los emotivos comentarios vertidos en la flamante cuenta de la sala (@cineteatrosancarlos).
“Yo crecí en el San Carlos y volver a estar en este lugar me llena de mucha emoción”, dice del otro lado del teléfono Catalina Di Marco, representante de la familia de Junín reconocida en el mundo del entretenimiento, a quienes los herederos de los dueños originales les confiaron el desafío de devolverle el valor original con el que en 1946 fue inaugurada.
La historia
Mercedes Sosa, Charly García, Luis Alberto Spinetta y Sandro, al igual que Ricky Martín y Joaquín Sabina, entre otras tantísimas figuras del arte y de la cultura nacional e internacional, se presentaron en el escenario del histórico Cine San Carlos, también teatro. Luego de su cierre y de los 14 años de abandono, hace unos días, la sala comenzó a ser refaccionada para volver a correr el telón entre marzo y abril de 2025.
Entre la cantidad de objetos de enorme valor histórico que permanecen desde su apertura destacan los enormes proyectores Kalee, fabricados en Inglaterra durante la década de 1940 y que eran de última tecnología. También hay un sinfín de cinta de películas enlatadas y en VHS.
“Volver abrir significa devolverle a la ciudad un lugar tan querido, que además tiene una historia rica y una arquitectura única que merece ser preservada”, asegura Catalina y cuenta: “Al entrar encontramos mucha suciedad, excremento de palomas y palomas muertas. Lo que nos sorprendió es que pese al tiempo y todo lo que sucedió, las butacas siguen intactas y el parquet del piso también”.
La sala abrió por primera vez el 15 de marzo de 1946 con la proyección de la película argentina en blanco y negro, “No salgas esta noche”, dirigida por Arturo García Buhr, y protagonizada por Enrique Serrano, Alicia Barrié, Tilda Thamar y el director del filme.
Esa tarde comenzó otra etapa en la ciudad que programa sus fines de semana alrededor de lo que en esa sala sucedía. La primera función (que era doble) estaba pensada para los más chicos y la nocturna, para los más grandes y ahí se presentaban todos los estrenos nacionales e internacionales. Antes o después de la proyección, los espectadores buscaban una pizzería para comer.
La sala se convirtió en la mejor de la provincia de Buenos Aires por su capacidad de recibir a unas 1800 personas en dos sectores, y por el exquisito diseño, que estuvo a cargo del arquitecto Gastón L. Cartier y de su dueño, Carlos Rinaldi.
Entre las bellezas de época, se destacan los grandes mosaicos de chiampo, lustrados al plomo de los pisos; los muros y zócalos de mármol y las dos escalinatas laterales, de unos 4 metros de ancho, con barandas de herrería artística y diseños sencillos del 1900. Todas las aberturas estaban lustradas en tonalidad caoba y las boleterías tenía armazones de bronce cromado y cristales extranjeros. En total había 1200 plateas en la sala y otras 600 en la planta alta. Todos los pisos de parquet con zócalos al óleo estucado. El escenario mide una superficie cubierta de 200 m2. El alto es de unos veinte metros.
La última tecnología estaba en esa sala: los enormes equipos de proyectores Kalee, fabricados en Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial, tenían un mecanismo sincronizado; el equipo sonoro de origen norteamericano era de R.C.A Victor de alta fidelidad.
“Abrió como un cine y más tarde empezaron a hacer recitales y eventos de todo tipo, convirtiéndolo también en un teatro. Ya en los últimos años previos al cierre el cine dejó de funcionar, según entiendo, por cuestiones internas. Los dueños actuales son los nietos del dueño original y ellos se dedican a otra cosa, no han seguido en el rubro”, cuenta Di Marco sobre los motivos que determinaron que el pilar de la cultura juninense estuviera cerrado por 14 años.
El lugar “estaba muy venido abajo”, cuenta la joven de 25 años. “Tenía agujeros en el techo por el que habían ingresado palomas. Y con el abandono, se fue desgastando todo durante este tiempo, así que en junio, los dueños decidieron hacer un acuerdo con nosotros, que somos una familia que desde hace años trabajamos en el entretenimiento, y nos vieron como las personas más idóneas para encarar la restauración y la puesta en valor de este lugar legendario”, precisa.
El reacondicionamiento se inició el primer día en que las puertas se volvieron a abrir. “Fue un trabajo de limpieza importante que comprendió todo el lugar: el proyector, las butacas y los pisos fueron lo primero y pese a que el estado en que estaban era terrible, ni siquiera hizo falta usar artículos de limpieza potentes. En las últimas filas de la platea pasamos una escoba y descubrimos que el piso está intacto después de todo este tiempo. Y las butacas no tienen los cueros originales sino que fueron retapizadas dos años después de la apertura y si las vieras, están impecables. También el telón está intacto. Ya lo vio Claudio Carbonell, que es especialista en telones y fue el que trabajó en la restauración del telón del Teatro Colón en 2010, está ahora trabajando con nosotros”.
“Se nota que —cuenta con nostalgia— un día se cerró el cine y quedó todo así, como estaba. Entonces, hay un montón de cosas que se han desgastado obviamente por estar sin uso y sin mantenimiento”. Cuando se abra (se estima que para marzo), la idea es que sea “un teatro multifuncional donde se pueda hacer todo tipo de eventos tanto locales como nacionales e internacionales”, cuenta Catalina.
“Nosotros alquilábamos el lugar y producíamos los shows ahí, pero casi toda mi infancia la recuerdo siempre ahí adentro y en todos los teatros de Junín, como el Teatro de La Ranchería y otro lugares como clubes donde se han hecho recitales. Mi papá desde muy chico se dedica a organizar recitales de todo tipo”, recuerda la joven.
Trabajar a la par de su padre, Eduardo Di Marco, en este desafío invade a Catalina de muchas sensaciones. “Por un lado, me da emoción que se pueda volver a abrir, más allá de que lo estamos haciendo nosotros. Eso me da mucha alegría porque se esté recuperando este espacio donde todos los juninenses de mi edad para arriba tiene recuerdos en el San Carlos y está esa nostalgia colectiva. Por otro lado, como familia estamos muy contentos de poder trabajar en esto porque si bien tenemos un montón de negocios y empresas, este lugar va más allá de lo económico: es algo distinto y está muy ligado a lo social; es devolverle a la gente un pedacito de su propia historia”, sostiene.
“Calculamos que con todo lo que hay que hacer, al ser un lugar tan grande (de tres lotes), el trabajo de restauración insumiría entre 6 y 8 meses, pero tenemos también ganas de reestrenarlo para el aniversario de la apertura del cine, que es el 15 de marzo. Estamos trabajando contrarreloj para poder llegar a esa fecha. Sería ideal”, asegura y cuenta que aún no saben qué espectáculo será el encargado de subir nuevamente el telón.
“Esto además será bueno para la ciudad porque antes las salidas familiares de los domingos seguían la tradición de ir al cine. Seguramente volverá a pasar. Los espectáculos también reactivarán la economía de la zona. Tuvimos una reunión con Carlos Rotenberg, que pidió ser el padrino de la sala con Leonardo Cifelli, secretario de Cultura de la Nación, y también contamos con el apoyo de las autoridades locales y todos los vecinos y de los artistas que se han enterado de la noticias porque esta una de las salas más grandes del país. Así que el entusiasmo y las ganas de arrancar son enormes”, finaliza.
Detrás de la lente
Quien estuvo a cargo de hacer las fotografías que pronto comenzaron a recorrer todas las redes de Junín fue Milo Samperi, fotógrafo autodidacta que, además, tiene su propia historia en ese lugar.
“Entré el primer día y fue tremendo ver todo eso. Es enorme y yo solo conocía la platea, pero esta vez lo pude recorrer y es inmenso y con objetos de un valor enorme”, cuenta con asombro por todo lo que vio. “Voy a sacar fotos casi todas las semanas y noto que avanzaron rapidísimo con la restauración. Ese primer día, Eduardo Di Marco nos guió todo el recorrido por el lugar y fue increíble. Creo que la última vez que fui tenía 11 o 12 años. Ahora conocí el escenario por abajo, los pasillos internos, la boletería, el lugar donde estaban los camarines y los depósitos donde guardaban sus pertenencias los cantantes. Si no recuerdo mal, el último show que presencié fue el recital de los Pimpinela, con mi mamá. También vi a Piñón Fijo cuando era chico”, recuerda y se ríe.
De ese recuerdo a lo que, ya profesionalmente vio, la brecha es grande. “Al estar caminando por ahí, sinceramente, no podía creer lo inmenso que es ese lugar. Verlo ahora, ya con cabeza de un poco más grande, noto todo lo que siempre hubo detrás. Incluso, al caminar por la platea miré la butaca donde me senté para ver a los Pimpinela. Pese al tiempo, estaba todo intacto”.
Lo que más lo sorprendió, cuenta es lo que encontró en los camarines: “Había muchos carteles pegados de los shows, y de las visitas. A muchos les habían dejado autógrafos los artistas, entre ellas las de Leo Sbaraglia y la Sole”.
“Los más chiquitos, que ahora tienen entre 13 y 15 años, no llegaron a ver nada del San Carlos y cuando abra van a poder disfrutarlo como lo hicimos nosotros en su momento. Es algo que a toda la ciudad emociona”, asegura.