Una crisis existencial y la falta de propósitos llevaron a Florencia Moncalvillo a experimentar un cambio radical en su vida, a fines de 2022. “Estaba cansada de llorar. Sentía un vacío terrible”, explicó la joven de 35 años al no lograr alcanzar la felicidad y la motivación personal que tanto buscaba. Fue en ese momento de desesperación cuando decidió escapar de la monotonía y la previsibilidad de su trabajo de oficina en Buenos Aires para convertirse en trotamundos.
La charla que tuvo con una amiga, que la animó a reflexionar sobre sus deseos, también fue un catalizador importante para tomar esa drástica decisión. “¿Qué querés hacer con tu vida?. Agarrá un lápiz y un papel y escribí tus metas y sueños”, le sugirió. Esa pregunta introspectiva ayudó a Florencia a identificar que uno de sus mayores deseos era viajar y ver a Argentina en un mundial de fútbol, un sueño que le hacía “poner la piel de gallina”.
Para llevarlo a cabo, vendió todas sus pertenencias (desde su bicicleta hasta el “Corsita” modelo 2011) y renunció a su trabajo de periodista deportiva, en el que desempeñaba desde hacía 6 años. Con ese dinero y algunos ahorros, se lanzó a la aventura de vivir la vida sin cumplir horarios, explorando nuevas culturas, conociendo gente y acumulando experiencias de cada lugar.
El Mundial de Qatar 2022 fue su primer destino. “Viajar sola fue una experiencia increíble. Me encontré con argentinos en todos lados, pero también hice amigos de diferentes partes del mundo. Fue ahí donde descubrí que el mundo ama a Messi, y por consecuencia, a los argentinos”, relató Florencia al recordar que participó de una multitudinaria cena que un jeque qatarí organizó para unos 50 argentinos que estaban disfrutando de la Copa del Mundo. Pero tras la euforia de ver a la Selección consagrarse alzar la copa, Florencia continuó su viaje hacia Asia, donde su suerte cambió drásticamente.
La llegada a Kuala Lumpur, Malasia, marcó un punto crítico en su viaje. A pocos días de haber salido de Tailandia, donde había vivido situaciones tensas, como quedar al borde de la cárcel tras ser acusada injustamente de robar electricidad en un bungalow que daba sobre la playa, Florencia se encontró nuevamente en peligro apenas bajó del avión.
“Recuerdo que me tomé un Uber en el aeropuerto y el chofer me empezó a hacer preguntas muy personales: si tenía familia en Kuala Lumpur, si estaba sola, cuánto tiempo planeaba quedarme”, relató. Si bien al principio parecía una conversación para “cortar el hielo”, en retrospectiva entendió que era el preámbulo de un intento de secuestro.
Después de percatarse de que el Uber se desviaba de su ruta, Florencia entendió que algo andaba mal. “Me preguntó si era influencer, y cuando le dije que sí, se detuvo. No me hizo más preguntas y volvió a la ruta correcta”, recordó. Más tarde, investigó y descubrió que estas eran tácticas comunes en esa región para identificar posibles víctimas de secuestro. “Como le dije que tenía muchos seguidores, se dio cuenta de que si me pasaba algo, había gente que podía preguntar por mí. Fue un momento de mucho miedo, pero también de aprendizaje”, reflexionó.
Su estadía en Kuala Lumpur no mejoró después de este incidente. Durante una caminata por el Chinatown, un hombre comenzó a seguirla al observar que se desplazaba sola. “Era alrededor de las once de la noche. Aunque había gente en la calle, su mirada era perturbadora, me hizo entrar en pánico”, comentó. La situación empeoró cuando un segundo hombre, el mismo que la había invitado a subirse a su auto la noche anterior, apareció de nuevo. “Me dijo: ‘¿Te acordás de mí de anoche?’ Fue aterrador. Tenía que estar cuidándome a cada paso. No es normal que cuando te abren la puerta de un taxi, te abren la del acompañante”, añadió sobre las señales a las que hay que prestarle atención.
A pesar de que Florencia intentó mantener la calma y seguir caminando, los intentos de intimidación no cesaron. “Los policías locales me advirtieron que no caminara sola de noche, que era peligroso, pero yo quería conocer la ciudad”, remarcó.
Fue en ese momento cuando experimentó uno de los eventos más traumáticos de su viaje tras cumplir su sueño de conocer las torres gemelas más altas del mundo: un ataque de motochorros a los pies de las Torres Petronas. “Escuché una moto acercarse y, en un segundo, me arrancaron la mochila. Todo sucedió muy rápido, pero milagrosamente la mochila se cayó a un metro de ellos. No sé cómo, pero la recuperé”, se sorprendió. Dentro estaba su pasaporte, algo fundamental, ya que debía viajar a Italia para tramitar su ciudadanía y así poder continuar con su vuelta al mundo.
Para Florencia, la experiencia en Malasia fue un recordatorio brutal de los peligros de viajar sola, especialmente como mujer. “A veces uno piensa que estas cosas no le van a pasar, que son historias de otros. Pero a mí me pasó, y tuve suerte de salir ilesa”, reflexionó.
“Hoy, con el diario del lunes, puedo decir que es un país al que no volvería en mi vida. Si viajás sola, no vayas”, agregó sobre estas situaciones que la dejaron marcaba, pero que no llegaron a quitarle su espíritu aventurero. “Nunca fue una persona que le tenga miedo a nada, ni siquiera después de esto”, enfatizó.
La argentina recordó que su llegada a Vietnam fue como un salto al vacío. Describió este país como un “caos hermoso”, donde se encontró inmersa en una vorágine de sonidos, colores y movimientos. Los mercados callejeros llenos de vida, las motos que parecían salir de todas partes y la sensación de estar en un lugar donde todo podía suceder.
En cambio, Kuala Lumpur se le presentó como una ciudad vibrante pero con un aire más estructurado. Los rascacielos dominaban el horizonte, reflejando un avance y modernización que contrastaban con las raíces tradicionales de la ciudad. A diferencia de Vietnam, Kuala Lumpur ofrecía una mezcla más palpable entre la modernidad y la tradición, con sus mezquitas impresionantes al lado de centros comerciales lujosos.
En esos tres países asiáticos, la barrera del idioma fue un desafío constante. Como Florencia no habla inglés, tuvo que recurrir a la comunicación no verbal, gestos y señas para poder interactuar con los locales. Esta limitación, en lugar de ser un obstáculo insalvable, se convirtió en una forma de conectar a un nivel más humano, más básico, con las personas que conocía en su camino.
“Vietnam me ofreció una sensación de seguridad sorprendente. A pesar de estar sola y sin hablar el idioma, caminaba por las calles a cualquier hora del día o la noche, explorando recovecos y mercados sin temor. Fue totalmente opuesto a lo que viví en Malasia”, comparó.
Además, contó que en Kuala Lumpur, al ser una ciudad musulmana, había normas y expectativas más estrictas sobre la conducta, especialmente en lo que respecta a las mujeres. Aunque Florencia no sintió directamente el peso de estas restricciones gracias a su identidad argentina y la simpatía global por figuras como Lionel Messi y Diego Maradona, notó un trasfondo de control y conservadurismo, especialmente hacia las mujeres solas, que no era tan presente en Vietnam.
El viaje de Florencia continuó por Italia, específicamente a la región de Calabria. Su objetivo principal en Italia era tramitar su ciudadanía italiana, un proceso que completó en aproximadamente un mes. Durante este tiempo, también trabajó en un hotel de cinco estrellas sobre el mar Mediterráneo para recuperar algo de dinero después de sus viajes por Asia.
En febrero de este año, volvió a la Argentina solo por unos días para visitar a su familia – que vive en Viedma- y darle la sorpresa a su mamá el día de su cumpleaños. Desde allí partió a Chile, donde está instalada desde hace seis meses y asegura estar viviendo un “verdadero sueño americano”. Trabajó en publicidad y comenzó a hacer stand-up, demostrando una vez más su capacidad de adaptarse y reinventarse. “Decidí quedarme más tiempo de lo planeado porque encontré oportunidades laborales que no esperaba”, admitió.
Sin embargo, aclaró, que continúa con su estilo de vida nómada, buscando constantemente nuevas experiencias y lugares para explorar. Aunque ya visitó 11 países, su sed de aventura no parece tener fin, y sigue abierta a la posibilidad de viajar Australia o Estados Unidos en el futuro, dependiendo de las oportunidades que surjan.
“Viajar me enseñó más de lo que cualquier trabajo o universidad podría. Es un desafío constante, pero es lo que me hace sentir viva”, afirmó con convicción. “Todo esto lo hice gracias a tocar fondo, si no hubiera seguido viviendo una vida monótona de oficina. Así que considero que los fondos son necesarios y que siempre pero siempre traen cosas lindas”, concluyó.