Las noticias que recibía Juan Domingo Perón en Puerta de Hierro desde el 25 de mayo de 1973 lo ponían furioso. No toleraba ni el clima de violencia que se generaba en el país por parte de la juventud peronista ni la cobertura que le otorgaba el nuevo presidente Héctor Cámpora. Las ocupaciones de edificios públicos, las acciones de las agrupaciones guerrilleras contra sindicalistas, militares y policías, el clima revolucionario en las universidades, no formaban parte de la restauración de la democracia que pretendía el general. Los cronistas que se daban cita en su residencia todos los días veían desfilar a sindicalistas, militares y jóvenes de las organizaciones del peronismo por Madrid. A pesar del disgusto Perón no dejaba de atender a todos pero sus reparos se manifestaban en el tiempo de espera. Periodistas como Armando Puente de la Agencia France Press y Emilio Abras de la española EFE conversaban a diario con Perón y recibían también las consultas de los visitantes tan ansiosos como inquietos por la espera. Quienes no esperaban eran los dirigentes sindicales, porque Perón les brindaba una especial atención y nunca debían permanecer más de un par de días aguardando el encuentro.
Poco antes de las elecciones del 25 de mayo de 1973, el sindicalista Lorenzo Miguel acompaño a Madrid para visitar a Perón al coronel (RE) Luis Premoli y al contralmirante Emilio Eduardo Massera. El primero era un oficial con muy buena llegada al sindicalismo y el marino, a través de sus contactos contaba con el visto bueno de José Ignacio Rucci. Por razones de antigüedad, ingreso Premoli en primer término. Perón lo recibió como a un compañero de armas y el coronel desplegó una batería de argumentos respecto de las estrategias de los bloques en plena Guerra Fría y el futuro del Sudeste Asiático. No dejo región del mundo sin recorrer frente a un Perón que precisamente si algo atendía en sus días madrileños era la política internacional. Después ingreso Massera, a quien Perón preguntó también sobre sus opiniones profesionales. El contralmirante Massera simplemente respondió: “mi general, yo vine a escucharlo a usted, vine para aprender”. Perón habló durante media hora, se despidió del marino, llamo aparte a Lorenzo Miguel y le advirtió: “cuidado que este es un pícaro”.
Tras el desplazamiento de Cámpora el 13 de julio de 1973; el interinato del diputado Raúl Lastiri y las elecciones presidenciales del domingo 23 de septiembre de 1973, Perón asumió la presidencia constitucional el 12 de octubre de 1973. La prensa destacaba por entonces las tensiones que envolvía a las Fuerzas Armadas con motivo de los pases y ascensos tradicionales sobre el fin del año.
En la Armada al titular almirante Carlos Álvarez le costaba soportar la presión de los mandos medios que apoyaban la designación como nuevo jefe de la institución del contralmirante Eduardo Emilio Massera, al que los medios destacaban como un hombre de perfil más cercano a las ideas del gobierno justicialista. Álvarez había tratado de desplazar sin éxito a Massera a la Junta Interamericana de Defensa en Washington. Para resolver la cuestión Perón delego en el ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo, la solución de los problemas militares y se abstuvo de intervenir, al menos de manera directa. Con el ascenso de Massera ocho altos oficiales navales pasaron a retiro. Jorge Raúl Carcagno solicito su pase a retiro debido a la debilidad de su comando al fracasar en el intento de ascender a los coroneles que apoyaba. Atrás quedaban el Operativo Dorrego con la JP, la milicia montonera cumpliendo tareas barriales con el Ejército en el conurbano bonaerense y sus contactos con la cúpula de Montoneros cuando Perón se encontraba enfermo en noviembre de 1973. Una muestra de la relación entre la JP y el Ejército se pudo leer en la revista El Descamisado, órgano oficial de la JP (Montoneros), que dio su apoyo a la reorganización de las FFAA con especial hincapié en el almirante Emilio Eduardo Massera, rechazando en cambio la destitución de Carcagno: “En la Marina se acaba con el sector mas ultragorila y en el Ejército se golpea al sector más proclive a integrar el Frente Justicialista de Liberación”.
Después del malestar que lo mantuvo una larga semana fuera de las actividades oficiales, Perón comenzó a delinear antes sus colaboradores del gobierno una hipótesis de trabajo que tenía como referencia el parlamentarismo europeo, un sistema que redujera la influencia del titular del Poder Ejecutivo y ampliara la relación con el Congreso. Las modificaciones comenzaron a ser estudiadas por el Ministro del Interior y el secretario General de la Presidencia, Vicente Solano Lima, con la vista puesta en la futura modificación de la Constitución Nacional que se preveía para 1975.
Dentro de la nueva reorganización de las Fuerzas Armadas el ministro Benito Llambi anuncio que la Gendarmería Nacional estará a cargo de la custodia de las fábricas que soliciten protección y seguridad para cumplir con normalidad sus actividades cotidianas. Se trata de la primera vez que esta fuerza de seguridad cumplirá tareas de prevención en propiedades privadas. Llambi también informo que los dirigentes empresarios que lo soliciten tendrán custodia personal, saliendo al cruce de los numerosos ataques que sufrían los directivos y los reclamos por resguardar la seguridad física. El diario The Buenos Aires Herald advertía, en su edición del 14 de diciembre, que tres nuevos ejecutivos de empresas extranjeras, en este caso de la petrolera Cities Service, abandonaban el país debido a amenazas de grupos extremistas. Recordaba también que veinte directivos de la filial Ford Argentina retornaron a Estados Unidos igualmente amenazados, como también directivos de IBM, Chrysler y otras firmas norteamericanas. El semanario U.S. News and World Report a su vez indicaba que quinientos ejecutivos norteamericanos habían dejado la Argentina en los últimos meses. La prensa local destaco a su vez que un comando del PRT-ERP ocupo la planta Wobron instalada en la localidad bonaerense de General Pacheco para arengar a los trabajadores mecánicos.
Durante un reportaje grabado que le hice al diputado nacional santafesino Luis Sobrino Aranda, miembro de la comisión de Defensa nombrado por Perón, me dijo: “Una vez Perón, conversando conmigo sobre los comandantes de las Fuerzas Armadas, me dijo: ‘Anaya es un buen muchacho. Cuando me viene a ver y cuando hablamos de su padre se le nublan los ojos. ¿Y sabe qué pasa con los emotivos? Los pasan por encima. El brigadier Fautario es bravo y eso que yo hablé poco con él…. pero dicen que es guapo, guapo…. los tiene a todos en un puño. Dicen que detrás de su escritorio tiene un tablero con las llaves de los aviones. Los pilotos tienen que ir a pedirle las llaves para volar. ¿Así que es guapo? ¿Sabe qué pasa con los guapos? Algún día aparece otro más guapo y lo raja. Massera es distinto, lástima que su madre se equivocó. En lugar de mandarlo a Palomar, lo mandó a Río Santiago’”.
De esos meses de convivencia entre el presidente Perón con Massera, el político desarrollista y luego Ministro de Defensa de Carlos Menem, Oscar Camilión supo contar que Massera le propuso a Juan Domingo Perón la posibilidad de la operación Malvinas. Según relató Camilión, Perón contestó: “Pero no, almirante, al día siguiente nos sacarían por teléfono”. Está claro que Massera dejó pasar el tiempo pero siguió adelante con su idea sobre recuperar Malvinas. Unos pocos años más tarde, como bien lo señala esta minuta sobre una reunión de la Junta Militar de junio de 1978 que presidía el general Jorge Videla, el jefe naval volvió a insistir y lo mismo haría (aunque ya no era el titular de la Armada) a fines de 1981 al tratarse el desplazamiento de presidente de facto Roberto Eduardo Viola.