Era su fraseo. Es cierto que tenía una Garganta con arena, como bien lo definió Cacho Castaña en el tema que compuso en su honor al referirse a su particular voz. Y también que su aspecto de Polaco, apodo con el que lo rebautizó Ángel Paya Díaz, lo hacía lucir muy diferente al resto de los cantores de la época. Pero si había algo que distinguía a Roberto Goyeneche, quien a 30 años de su partida sigue tan vigente como siempre, era su manera de decir cada palabra de la letra de los tangos que interpretaba. Su entonación, el sentimiento que transmitía, sus pausas…Su fraseo.
Descendiente de una familia de vascos, había nacido el 29 de enero de 1926 en Urdinarrain, un pequeño pueblo del sur de la provincia de Entre Ríos, pero de muy chico se trasladó con sus padres, Emilio y María Elena, al barrio porteño de Saavedra. En la Ciudad cursó sus estudios primarios en la escuela Juan Bautista Alberdi. Su papá, tapicero y pianista, falleció el 14 de abril de 1931, cuando él era un niño. Y, aunque su madre siempre contó con la ayuda económica de sus tíos, Goyeneche tuvo que empezar a trabajar siendo un adolescente: fue taxista, colectivero y mecánico.
Le gustaba tanto el fútbol como el tango. Pero éste último se impuso cuando, en 1944 y sin tener ningún tipo de formación, se presentó en un concurso de voces del Club Federal Argentino. Entonces comenzó a alternar su labor como transportista con sus presentaciones junto a la orquesta de Raúl Kaplún. Y, en 1948, debutó en Radio Belgrano y grabó su primer tema, Celedonio.
Hombre de la noche, Goyeneche era de los que solía acostarse siempre al amanecer. Los cabarets porteños se convirtieron en su segundo hogar. Lo mismo que los cafés, donde solía compartir largas charlas con amigos. Y fue justamente en el club El Tábano, que se encontraba en la esquina de Melián e Iberá, donde conoció a Luisa Mirenda, su gran amor. Se casaron el 21 de junio de 1948 y tuvieron dos hijos: Jorge Luis y Roberto Emilio. Pero el matrimonio nunca impidió que la vida del Polaco transcurriera, fundamentalmente, en las horas en las que se ocultaba el sol.
Cuando lo presentaron a la orquesta de Horacio Salgán en 1952, Díaz notó sus rasgos rubios que nada tenían que ver con el típico tanguero porteño y le asignó el que sería su nombre artístico: Polaco. Con ellos, Goyeneche grabó diez temas, entre los que figuraba su primer éxito, Alma de loca, y otros recordados clásicos como Sus ojos se cerraron o Alma Corazón y vida. Y allí fue cuando todos empezaron a notar que había algo particular en su manera de narrar las historias. “Es la antítesis de Gardel”, decía el músico y compositor Atilio Stampone. Y destacaba que, gracias a él, muchos habían podido descubrir, realmente, lo que contaban los tangos más allá de la música.
Ya con 30 años, en 1956 Goyeneche pasó a formar parte de la orquesta de Aníbal Troilo, que lo había descubierto en el café Nacional y se sorprendió con su talento. “Me dijo que nunca había visto un cantor de tangos que fuera rubio, y menos aún, que lo hiciera bien”, reconoció en el libro sobre su vida que escribieron Matías Longoni y Daniel Becchiarelli. Estuvo cantando junto al maestro del fuelle y haciendo dúo con Ángel Cárdenas hasta 1963. Pero fue el mismo Pichuco el que, al ver que tenía potencial para mucho más, lo alentó a comenzar su carrera solista. Y así lo hizo.
Empezó su carrera solista acompañado por el Trío Los Modernos, integrado por Armando Cupo, Luis Stazo y Mario Monteleone. Y trabajó con Armando Pontier, Ernesto Baffa, Osvaldo Berlingieri y Raúl Garello. Con ellos grabó temas emblemáticos como Sur o Como dos extraños, entre tantas otros, que lo posicionaron como uno de los mayores representantes de la música ciudadana a la par de Carlos Gardel, Julio Sosa o Edmundo Rivero.
El Polaco también tuvo su destaque en la pantalla grande. Debutó como actor en El derecho a la felicidad (1968), de Carlos Rinaldi, luego participó del musical El canto cuenta su historia (1976), de Fernando Ayala y Héctor Olivera, y, finalmente, tuvo un rol destacado en la película Sur (1987), de Pino Solanas.
Junto al gran Astor Piazzolla, en 1982 ofreció un recital en el Teatro Regina, Piazzolla-Goyeneche en vivo, en el que ambos deleitaron al público con temas como La última curda, Chiquilín de Bachín y Cambalache. El Polaco también grabó con Raúl Garello, Armando Pontier, Osvaldo Berlingieri, entre otros referentes de la época. Y tras una gira por Europa con Tango Argentino, en 1985 tocó en el Teatro Châtelet de París con Horacio Salgán, el Sexteto Mayor, Jovita Luna, Elba Berón y seis parejas de bailarines, con lo cual logró expandir su fama y reconocimiento a nivel internacional.
Lo llamativo, sin embargo, es que en una época en el que el tango estaba perdiendo protagonismo frente al auge del rock, Goyeneche logró lo impensado: fusionar ambos mundos. El primero en convocarlo fue Litto Nebbia, quien a fines de los ‘80 había creado su propia discográfica, Melopea, y lo llamó para grabar un disco al que también sumaron a Néstor Marconi.
De hecho, este último fue el que un día tuvo la idea de llevar a una joven cantante llamada Adriana Varela al café concert Homero Manzi, donde se presentaba el Polaco. Y éste se convirtió en su descubridor, ya que la convenció de que dejara de cantar temas melódicos o de rock, para dedicarse al 2×4. Así fue como, en 1991, la Gata grabó Tangos, su primer disco de este género al que nunca más abandonó. Como tampoco abandonó a su padrino artístico, quien la hizo interpretar temas como Afiches y Balada para un loco, entre otros.
Fito Páez comenzó su amistad con él desde el rodaje de Sur, film en el que le dio un abrazo que representaba la unión del rock y del tango. Charly García aseguró que los primeros rocks nacionales eran letras de tango gracias a Nebbia, quien produjo algunos discos del Polaco como Tangos del sur (1989) y Amigos (1993). Y Andrés Calamaro grabó Naranjo en flor para el álbum Honestidad brutal (1999). Goyeneche, en tanto, también participó en el disco del cantante español Dyango, Yo canto tangos (1989), e interpretó junto a Mercedes Sosa una versión de Los mareados.
“El tango y nuestra música hablan de lo mismo, de lo que sucede en las calles. El tango anticipó fenómenos del rock, como el punk. Si hubo un primer punk en la Argentina fue el Polaco Goyeneche. Él contaba las mismas historias y con la misma mezcla de rabia e ironía que ahora cuentan los punks, sólo que lo hacía en ritmo de tango”, dijo en una oportunidad Ricardo Mollo.
Recibió el Diploma al mérito en los Premios Konex de 1985, fue declarado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Mar del Plata en 1989, obtuvo dos Premios Estrella de Mar en 1989 y 1990 y fue distinguido como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1991. El 27 de agosto de 1994, falleció como producto de una neumonía a la edad de 68 años. “¿Dónde aprendió a interpretar los tangos?”, le preguntó una vez Antonio Carrizo para su programa, La vida y el canto, de Radio Rivadavia. ”Aprendí de la vida, de la calle y de la noche… de todos esos lugares donde siempre fui punto, nunca banca”, respondió el Polaco.