Vox y el Partido Popular (PP) en España muestran una conformación ideológica que en muchos aspectos refleja una herencia del pasado franquista. Ambos partidos han declarado una guerra abierta contra amplios sectores de la cultura, lo que se evidencia tanto en las comunidades autónomas donde gobiernan como en aquellas donde son oposición. Esta actitud conservadora se ha fortalecido aún más con la llegada de una ola reaccionaria, especialmente impulsada por Vox, en el ámbito cultural. Curiosamente, los ataques no se limitan a obras actuales o vanguardistas, sino que abarcan también piezas clásicas y fundamentales de la cultura española e internacional.
La ola de reacción conservadora fortaleció aún más a la ultraderecha en el ámbito cultural. No deja de ser curioso que los ataques no son solo contra obras actuales o consideradas “vanguardistas”, sino más bien, todo lo contrario. No se salva nadie, o muy pocos. Por ejemplo, en julio de 2023, Vox criticó duramente la subvención de 4.400 euros por parte de la delegación de Cultura del Ayuntamiento de Getafe, gobernado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), para la obra La villana de Getafe, una comedia urbana publicada en 1620 por Lope de Vega, uno de los poetas y dramaturgos más importantes del Siglo de Oro español. Vox, en aquel momento, incluso llegó a exigir la eliminación de lo que consideran “insinuaciones sexuales” en la obra.
En julio de ese año, también, el PP junto con Vox, cancelaron a través de la Concejalía de Cultura de Valdemorillo, municipio y localidad española del oeste de la Comunidad de Madrid, la obra Orlando, publicada en 1928 por Virginia Woolf. El argumento fue que en la obra “hay un hombre que se convierte en mujer” por lo que atentaba contra la moral.
Otro incidente censurador que generó amplias reacciones en redes sociales por parte de los trabajadores del ámbito cultural tuvo lugar el 1 de julio en Santa Cruz de Bezana (Cantabria), donde el Ayuntamiento, dirigido por PP y Vox, eliminó la proyección de la película Lightyear de su programación de cine de verano debido a la presencia de un beso entre dos personajes femeninos. La influencia de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid desde agosto de 2019, también se evidencia en este contexto. En 2022, los Teatros del Canal retiraron de su programación la obra Muero porque no muero de Paco Bezerra, galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática. Vox, que apoyó la investidura de Ayuso en 2021, respaldó esta decisión. Gonzalo Babé, portavoz en la Comisión de Cultura de la Asamblea durante la pasada legislatura, expresó su agradecimiento por no incluir “una obra tan perjudicial y absurda” en la programación.
La censura cultural durante el régimen franquista fue una política severa y sistemática que controlaba y restringía la producción artística y cultural en España. Esta censura, ejercida por el Estado a través de diversos organismos como la Dirección General de Cinematografía y Teatro, la Oficina de Prensa y Propaganda, y la Brigada Político-Social, tenía como objetivo principal promover la ideología oficial del franquismo y suprimir cualquier forma de expresión que se considerara contraria a sus principios políticos, morales o religiosos.
Las obras literarias, cinematográficas, teatrales, musicales y periodísticas estaban sujetas a un estricto control previo de contenido, y aquellas que no se ajustaban a las normas establecidas eran censuradas, prohibidas o modificadas. Se prohibieron y quemaron libros, se cortaron escenas de películas y se clausuraron teatros y salas de conciertos que presentaban obras consideradas subversivas o inmorales.
Esta censura tuvo un impacto significativo en la creatividad y la libertad de expresión de los artistas y escritores españoles, muchos de los cuales se vieron obligados a autocensurarse o a exiliarse para poder desarrollar su trabajo sin restricciones. La censura cultural del franquismo se mantuvo vigente durante casi cuatro décadas, hasta la muerte de Francisco Franco en 1975 y la posterior transición a la democracia en España. Muchos libros fueron censurados o prohibidos por su contenido político, ideológico o moral. Por ejemplo, obras de autores considerados subversivos o contrarios al régimen, como Miguel de Unamuno, Federico García Lorca o Pablo Neruda, fueron suprimidas o limitadas en su circulación.
Se cortaron numerosas escenas de películas que mostraban críticas al régimen o que presentaban situaciones consideradas inapropiadas según los estándares franquistas. Por ejemplo, la película Viridiana (1961) de Luis Buñuel fue prohibida en España debido a su representación de la religión y la moral. Las obras teatrales también fueron sometidas a censura, y muchas de ellas no pudieron representarse públicamente si se consideraba que contenían elementos subversivos o que cuestionaban la autoridad establecida.
Por ejemplo, la obra Bodas de sangre de Federico García Lorca fue censurada y no se pudo representar en España hasta después de la muerte de Franco. La música también estuvo sujeta a la censura, especialmente si las letras de las canciones contenían mensajes políticos o sociales considerados contrarios al régimen. Algunos artistas fueron prohibidos o tuvieron que modificar sus letras para poder grabar y difundir su música en España, algunos casos paradigmáticos fueron los de Raimon, Lluís Llach, o Joan Manuel Serrat.
Durante el régimen franquista, también se impuso una política lingüística centralista que favorecía al castellano como el único idioma oficial y dominante en todos los ámbitos públicos y educativos. Se reprimieron y censuraron las lenguas regionales, como el catalán, el gallego, el euskera y otras variedades lingüísticas, considerándolas una amenaza para la unidad nacional y la cohesión del Estado español. Se prohibió su uso en la administración pública, en los medios de comunicación y en la enseñanza, limitando así su difusión y desarrollo. Esta política lingüística fue parte del esfuerzo del régimen franquista por imponer una identidad nacional homogénea y eliminar cualquier expresión cultural o lingüística que se considerara disidente o contraria a los valores del franquismo.
Si bien, ni el PP ni Vox expresaron un rechazo explícito hacia otros idiomas en España en el sentido de prohibir su uso o discriminar su presencia, ambos partidos han defendido una postura de centralización lingüística, promoviendo el castellano como el idioma predominante y único oficial en todos los ámbitos del Estado español. Esta posición puede interpretarse como una preferencia por la unidad lingüística y cultural del país, lo que podría generar tensiones con las comunidades autónomas que tienen lenguas regionales cooficiales, como el catalán, el gallego y el vasco. En el pasado, el PP ya promovió políticas lingüísticas que limitan el uso de lenguas regionales en la administración pública y la educación en ciertas regiones donde gobierna, mientras que Vox suele criticar los intentos de promover el uso de lenguas regionales y ha defendido la primacía del castellano en toda España. Hoy, el rechazo hacia otros idiomas en España es más sutil y se manifiesta a través de políticas lingüísticas centralistas en lugar de una prohibición directa o una discriminación abierta.
Las similitudes ideológicas entre Vox, el PP y el franquismo, así como su relación con la Falange, son palpables en cierto enfoque autoritario y conservador en temas culturales y sociales. Estos partidos comparten una visión nacionalista y tradicionalista que busca imponer una moralidad rígida y una identidad nacional homogénea. Al igual que el franquismo, tanto Vox como el PP muestran una tendencia a restringir la libertad artística y cultural en nombre de una supuesta defensa de los valores tradicionales y religiosos. La Falange promovía una ideología autoritaria y nacionalista que buscaba suprimir cualquier forma de disidencia y promover una única visión del Estado y la sociedad.
La censura cultural ejercida por Vox y el PP refleja esta afinidad ideológica con el pasado franquista y la Falange. Al igual que durante el régimen franquista, donde se prohibían y censuraban obras que se consideraban contrarias a la ideología oficial, Vox y el PP muestran una disposición a cancelar eventos culturales y restringir la libertad de expresión en nombre de preservar una supuesta moralidad y cohesión social. Esta actitud refleja una nostalgia por un pasado autoritario y una falta de compromiso con los valores democráticos y la diversidad cultural.
La conexión entre Vox, el PP y el franquismo también se puede observar en su retórica nacionalista y en su enfoque en la defensa de una supuesta unidad nacional frente a las amenazas percibidas, ya sea de la inmigración, el multiculturalismo o el progresismo. Al igual que la Falange y el franquismo, estos partidos políticos tienden a promover una visión excluyente de la identidad nacional, donde solo aquellos que se ajustan a ciertos criterios ideológicos y culturales son considerados verdaderos españoles. Y esto, por supuesto, también se traslada al ámbito de la cultura.
La censura cultural ejercida por Vox y el PP reflejan una afinidad ideológica, dentro del marco democrático, con el pasado franquista, evidenciando un enfoque autoritario y conservador que limita la libertad artística y cultural en nombre de una supuesta defensa de valores tradicionales y religiosos. Estos actos de censura no solo representan un retroceso en términos de libertad de expresión, sino que también amenazan la diversidad cultural y la riqueza democrática española.