Los resultados de las elecciones parlamentarias en la Unión Europea mostraron un avance importante de la derecha en el viejo continente. Claro, los mamertines*, como Gustavo Petro en Colombia o Pedro Sánchez en España, saltaron, gritaron, lloraron y usaron el fantasma del fascismo, cuando han aceptado la coerción de las dictaduras comunistas o populistas en nuestra región sin cuestionar. “El PSOE se convierte en la única opción de gobierno capaz de hacer frente a la ola ultraderechista que recorre Europa y España”, dice Sánchez para justificar su derrota. Sería un chiste si no estuviera en la cama con Maduro.
Lo cierto es que la centro derecha y la centro izquierda aguantaron, por lo tanto el europeísmo no está en riesgo, pero la balanza sí se inclinó a la derecha fuertemente en Francia, Alemania e Italia. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en una decisión astuta, llamó a elecciones para ver si el crecimiento de la derecha (no de la extrema derecha, como los medios liberales la llaman, pues la extrema derecha es la dictadura) asusta tanto a los franceses que, en una elección nacional, se revierte el éxito que tuvo Marine Le Pen y su partido Agrupación Nacional en las elecciones europeas.
Estas elecciones parlamentarias van a mostrar el camino que va a seguir Europa, pues los partidos de derecha, que históricamente eran marginales, hoy se han convertido en protagonistas políticos a lo largo y ancho del continente. No creo que se vayan a reversar los resultados y, por el contrario, creo que se van a profundizar, pues las causas que hicieron crecer estos partidos siguen vigentes y en aumento.
¿Cuales son esas causas? La primera, que nadie quiere mencionar, es la migración. Este fenómeno era hace década y media una discusión que se daba en voz bajita y los únicos partidos que la asumían eran precisamente los de derecha. El problema creció tremendamente en los últimos 20 años y estos partidos solo tuvieron que decirle al ciudadano, “se los dije”. Las protestas a favor de Hamas en toda Europa por el tema de Gaza solo llevan a que ese sentimiento de riesgo aumente y, por ende, a que estos partidos crezcan aún más.
El tema de fondo es qué van a hacer. Hoy hay un ruptura cultural profunda entre el emigrante y el ciudadano nativo, con excepción de España, donde gran parte de su migración es latinoamericana y por lo tanto no hay esa barrera cultural. Lo de las protestas es tan solo un síntoma de un proceso migratorio desordenado, sin aculturación, de ghettos que preservaron valores anti occidentales y que hoy se expresan generando una reacción. La pregunta es cuándo va a aparecer el primer partido que promueva la expulsión masiva de migrantes, algo que sucede todos los días en Estados Unidos, donde los presidentes Obama y Biden han sido máximos exponentes de esa política.
No nos hagamos ilusiones, ese problema no se va a ir. Europa entera hoy tiene una tasa de crecimiento de población negativa y van a necesitar mano de obra. ¿Cómo van a ajustar esa brecha cultural y religiosa con las necesidades económicas de los trabajadores jóvenes que necesitan para mantener a flote el sistema de pensiones por un lado y la economía por otro?
La segunda causa es todo el movimiento progresista y el tema de la ideología de género, diversidad sexual, racismo, integración etc… Ya nadie se aguanta que en los colegios a niños de primaria les metan la agenda LBGTI y tantas otras en una política más de indoctrinación que de educación. La izquierda ‘progre’ se ha jugado esa agenda y ahora se está estrellando contra una barrera política que, obviamente, comienza a tener resultados que nadie esperaba.
Las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial ya no pesan en el entorno político y los 80 años de paz en Europa han creado una nueva generación de electores que nunca conocieron a Hitler o a Stalin; no vivieron el muro de Berlín o la “cortina de hierro” y por eso la invasión de Putin no les aterra. Esta elección se puede considerar el principio del fin de una era.
Es en esa Europa nueva, moderna, cómoda e inestable que estos problemas van a crecer o se van a resolver, para bien o para mal. Los partidos tradicionales han perdido el apoyo que tuvieron durante décadas; se desconectaron del ciudadano promedio, como pasó con los demócratas y republicanos en Estados Unidos, y hoy organizaciones partidistas nuevas como Los hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, o la Agrupación Nacional, de Le Pen, son quienes más crecen en representatividad.
Algunos ven estos resultados como el regreso a los años 30 del siglo pasado, cuando la revolución rusa y Stalin produjeron como resultado el fascismo, Mussolini y Hitler. Hoy serían Putin, Xi y la contraparte, Meloni y Le Pen. No lo creo, pero la izquierda, como lo dije antes, es experta en utilizar este argumento para justificar su incoherencia democrática por un lado y de paso tapar su desastrosa gestión social y económica.
No debemos caer en esa trampa. Hoy la derecha representa una alternativa que en Europa en los últimos 80 años no existió. Los partidos tradicionales deben entender el nuevo mundo en el que se mueven, deben ser más agresivos en lo que los ciudadanos quieren y, así sean políticamente incorrectas, sus propuestas deben ser afines con esa expresión que hace una semana mostró su rostro. Europa, no es la misma.
*Mamertos o mamertinis son esos políticos de izquierda con poco apego a las libertades y a la democracia, con mucho acento woke y con una discrecionalidad para juzgar a la izquierda o a la derecha por un mismo asunto que da vergüenza.