Los alimentos ultraprocesados son productos duraderos y listos para consumir que se fabrican industrialmente con ingredientes o aditivos añadidos. Entre ellos, figuran las gaseosas o refrescos, los aperitivos o “snacks” dulces o salados envasados, la carne procesada, los platos precocinados congelados o listos para consumir y los cereales azucarados.
Su consumo se ha popularizado en el mundo. Sin embargo, hay pruebas sólidas que demuestran que el consumo excesivo de ultraprocesados causan diferentes efectos perjudiciales en la salud humana.
Dos científicas de la Universidad de San Pablo, en Brasil publicaron en la revista Nature Reviews Cardiology una revisión de los estudios sobre los efectos en el sistema cardiovascular. La revisión fue desarrollada por las investigadoras Fernanda Rauber y Renata Bertazzi Levy.
Las autoras definen a los ultraprocesados como “fórmulas industriales elaboradas en su mayor parte o en su totalidad a partir de sustancias extraídas y a menudo modificadas químicamente y que carecen de alimentos integrales y nutrientes esenciales”.
“Una muy buena y sucinta revisión de los peligros de los alimentos ultraprocesados para aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares”, escribió sobre este nuevo análisis Eric Topol, cardiólogo, genetista, fundador y director del Instituto de Investigación Translacional Scripps, en California, Estados Unidos, en un posteo en la red social X (antes Twitter).
Las conclusiones de la nueva revisión de estudios está en sintonía con un metaanálisis anterior llevado a cabo por investigadores de Italia sobre 14 estudios realizados en países de ingresos medios y altos, en los que los alimentos ultraprocesados representaba entre el 16 y el 57% de la ingesta calórica total, reveló que una mayor proporción de su consumo en la dieta provocaba un deterioro de la calidad nutricional. Fue publicado en la revista Nutrients.
Este efecto negativo sobre la calidad nutricional se manifestaba como una mayor densidad energética de la dieta, con niveles elevados de azúcares libres y grasas saturadas, y una reducción del contenido de fibra, proteínas, potasio y diversos micronutrientes.
Otro análisis de los datos de consumo de alimentos en niños y adolescentes de ocho países fue publicado en la revista Obesity Reviews. Se encontró los ultraprocesados representaban entre el 18% y el 68% de la dieta de niños y adolescentes.
Además, ya hay prueba de que al consumir ultraprocesados se disminuye la ingesta de alimentos vegetales enteros ricos en nutrientes y de fitoestrógenos, que son conocidos por sus propiedades protectoras de la salud.
Las investigadoras Rauber y Bertazzi Levy también destacaron que existen 67 estudios de cohortes que han explorado la relación en adultos entre los ultraprocesados y diversas enfermedades crónicas, como la obesidad, la dislipidemia, la hipertensión, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, así como la mortalidad por cualquier causa.
“En la mayoría de los casos, estos estudios identificaron una asociación significativa con un efecto dosis-respuesta, lo que indica que una mayor proporción de ultraprocesados en la dieta se correlaciona con un mayor riesgo de padecer estas enfermedades”, afirmaron las autoras en Nature Reviews Cardiology.
Cabe destacar que ningún estudio informó de una asociación inversa. Además, en un ensayo cruzado se observó un mayor consumo de energía y un aumento de peso con una dieta con ultraprocesados, mientras que con una dieta sin ultraprocesados se reducía el consumo de energía y se perdía peso.
Nueve estudios de cohortes indican que un consumo elevado de ultraprocesados durante la infancia está relacionado con niveles plasmáticos más altos de colesterol total y LDL y con un aumento de la adiposidad.
Diversos metaanálisis de estudios observacionales muestran que los individuos con una ingesta elevada de ultraprocesados presentan mayores riesgos para la salud que aquellos con una ingesta baja, incluido un mayor riesgo de diabetes tipo 2 (en un 40%), hipertensión (en un 23%), sobrepeso (en un 36%), obesidad (en un 55%), eventos cardiovasculares y cerebrovasculares (en un 35%), muerte por todas las causas (en un 29%) y muerte cardiovascular (en un 50%).
Los mecanismos a través de los cuales los ultraprocesados generan sus efectos están en investigación. Hay indicios de que favorecen el consumo más rápido, se retrasa la aparición de la saciedad y se aumenta la ingesta calórica total. Además, pueden alterar el perfil y la integridad de la microbiota intestinal, lo que provoca un aumento de la inflamación y una desregulación del metabolismo de la glucosa.
“La presencia de compuestos liberados por los materiales plásticos utilizados en el envasado de estos productos puede actuar como disruptor endocrino. Por último, aún se desconocen los efectos sobre la salud de aditivos como los emulgentes, los colorantes y los edulcorantes artificiales (cuyos efectos negativos han sido sugeridos por estudios experimentales), así como el “cóctel” de aditivos utilizados habitualmente en los ultraprocesados”, afirmaron.
Ante los riesgos que implica el consumo de ultraprocesados, las científicas consideran que existe “una oportunidad para cambiar las políticas globales de nutrición en el ámbito de la salud pública”.
Sugieren que se promuevan “políticas que faciliten el acceso generalizado a alimentos mínimamente procesados y convenientes, apetecibles y asequibles. En consecuencia, para promover una mejor salud de la población son esenciales acciones coordinadas más allá del sector sanitario, que abarquen medidas relacionadas con la producción, el suministro, la disponibilidad y el precio de los alimentos”.
Rauber y Bertazzi Levy sostienen en las conclusiones que “las estrategias exitosas que se utilizaron para regular el consumo de tabaco pueden adaptarse para disminuir el consumo de ultraprocesados, incluyendo la concientización sobre los efectos adversos para la salud, la aplicación de políticas fiscales, la regulación de la publicidad, la mejora del etiquetado y la creación de entornos que apoyen la elección de alimentos saludables”.
Aunque reconocen que esas estrategias pueden enfrentar dificultades por factores políticos y por la complejidad inherente de las problemática.
En diálogo con Infobae, el doctor Ezequiel Forte, médico, asesor científico del Consejo de Cardiometabolismo de la Sociedad Argentina de Cardiología y director médico en Cendic Concordia, comentó que habría que preguntarse si los ultraprocesados son “alimentos”.
“Son productos que están listos para comer, baratos y económicos, preparados para calentar y brindarle a tu familia. Contienen aditivos alimentarios, son bajos en fibras, en probióticos y en nutrientes, y diferentes estudios epidemiológicos muestran que un mayor consumo de ultraprocesados se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular”, detalló.
En general -afirmó el doctor Forte- “no se tiene en cuenta que se consumen ultraprocesados por las fuertes estrategias de marketing sumado a que se prioriza lo rico, fácil, rápido y barato en detrimento de la salud que se ve postergada. Claramente se minimizan los efectos de los ultraprocesados porque hay pobres incentivos para el consumo de la comida real de la alimentación saludable”.