Con su voz inconfundible, Daisy May Queen acompañó a una generación como una de las últimas referentes de la radio que conocimos. En ella, conductores y oyentes formaban parte del mismo universo, sentían que unos y otros se conocían en una cotidianeidad potenciada por la magia. Pero ella guardaba el secreto más profundo: tenía la certeza de que no era hija biológica de sus padres, sino que la habían comprado cuando era recién nacida. No tenía dudas, pero tampoco pruebas, más allá de su intuición y de una serie de señales que la atormentaban. Hasta que un día no pudo más y empezó a sacar de adentro eso que la carcomía.
Desde la India, donde reside hace doce años, la locutora vuelve a hacer público un testimonio ligado a su identidad al que le abrió la puerta recién en 2023. “Este era un tema muy sensible tanto para mi mamá como para mi papá y no me pareció ni respetuoso ni bueno tratarlo mientras ellos vivían”, le dice Daisy a Teleshow, reconstruyendo un camino que se siente más preparada que nunca para transitar, con toda la energía que requiere un esfuerzo más. Acaso el último.
La primera alerta la sintió en la adolescencia. En esa edad en la que empiezan las dudas y los cuestionamientos, a ella la asaltó la más profunda. No se sentía parte de su familia y una y mil veces encaró a sus padres con la pregunta que tanto le dolía pero necesitaba hacer. “¿Díganme la verdad, yo soy adoptada o no?”. Ninguna respuesta la convencía, y todo terminaba en discusiones y un sufrimiento interno cada vez más doloroso.
Así estuvo hasta que tenía 40 años. Al regreso de un viaje, buscó por otro lado y se encontró con una amiga de su madre. La encaró con la certeza que había masticado todos esos años en base a sospechas. “Yo sé que soy adoptada, necesito que me lo confirmen, necesito que mi cabeza esté en paz”, le suplicó. Casi no importó la respuesta. Lloró de angustia, de liberación, de tristeza y de felicidad. “Sentía que se confirmaba que no estaba loca”, le contó a Martín Cirio cuando decidió hacerlo público en el programa Cronicas de Melmac. “Después, mis padres finalmente aflojaron y me lo confirmaron sin darme demasiados detalles. Lo único que sé es que mi mamá era muy joven y que tuvo que darme, que no podía tenerme por una cuestión familiar, porque los padres no querían”.
Esta confirmación llena de vaguedades es todo lo que supo Daisy durante un tiempo. Y la punta de un ovillo engorroso, lleno de laberintos que se propuso devanar. Averiguó que todo conducía a un médico que tenía una clínica en la zona norte del conurbano, adonde llevaba chicas que quedaban embarazadas de solteras y querían dar a sus hijos. “Permanecían encerradas durante la gestación, parían ahí y él se llevaba la criatura y se la vendía a otra gente”, revela. Y concluye con una sentencia desgarradora: “Me compraron como un pote de mayonesa en el supermercado, algo que era muy usual por entonces”.
La situación afectó la relación con sus padres de crianza. “Mamá se angustió mucho y su salud empezó a deteriorarse. Creo que fue una gran pena para ella tener que decírmelo, pero para mí fue una liberación total y absoluta. Como todas las personas, yo tenía el derecho de saber quién era y de dónde venía. Por una cuestión psicológica, y también por una cuestión de salud.
Daisy retomó aquella entrevista de hace un año en una charla en A la tarde, el programa de Karina Mazzocco. Empezó casi como una broma con Augusto Tartúfoli, uno de los panelistas del ciclo, enfocado en los informes que suelen indagar en las intrigas familiares. Pero lo vio también como un atajo para encontrar la verdad definitiva, que ahora empieza una nueva etapa a partir de las repercusiones de su testimonio.
“Me escribió muchísima gente de la misma zona y más o menos de la misma época, de los 60 en adelante”, le dice la locutora a Teleshow el día después. “Son muchas historias, algunas de ellas tremendas”, agrega. Después de salir al aire, se contactó con Sandra Junior, una mujer que le permitirá canalizar los testimonios: “Queremos hacer un Instagram Live las dos, porque ella tiene cómo recibir todas esas preguntas y empezar a trabajar a partir de eso”.
Daisy toma esta oportunidad como la definitiva en un camino que se hizo demasiado sinuoso. “Yo te digo la verdad, es la última. Ya ovillé un montón de lana con este tema. Y no es fácil hacerlo, y apersonarse, y preguntar, y poner la cara, y mucho más cuando la gente te conoce y sabe quién sos ; es muy intimidante a veces, y eso te juega en contra”, analiza. Y se muestra preparada para todas las respuestas: “Si algo surge, genial. Y si nada surge, genial también. Se acepta. Pero no quería dejar de hacerlo, porque siempre está bueno ir a lo máximo”.