Como las grandes divas, Susana Giménez brilla con luz propia. No le hace falta nada más que decir ‘hola’ con su característico tono musical para que la gente se de vuelta al instante y descubra que detrás de las grandes gafas de sol está nada menos que la máxima celebridad argentina. La rubia no pierde oportunidad de mostrarse tal cual es y esa es su marca registrada. La insignia que lleva a todas partes y que la hace cada día más querida por el público, que la sigue a sol y a sombra.
Estos últimos años, instalada en Punta del Este, en Uruguay, desde la pandemia de coronavirus, la actriz se dedicó a planear su espectáculo teatral La Piel de Judas, en el Enjoy, del que se despidió para siempre en la noche del sábado pasado. “Me alejo del teatro, es agotador, no quiero subirme más a un escenario”, había dicho durante el 2023. Y cumplió. Rodeada de sus afectos más cercanos, como su única hija, Mercedes Sarrabayrouse, su nieta Lucía Celasco, sus hermanos Carolina y Patricio Giménez Aubert, Susana se despidió de las tablas.
Desde hace años que está sola. No en soledad, sino sin pareja. “No tengo nada oculto”, reveló hace unos meses en una entrevista íntima con Ángel de Brito, para LAM (América). “No tengo novio, ni quiero tener. No tuve mucha suerte, amé y fui amada. Siempre me pasaron cosas. No quiero que nadie me afane, que nadie me moleste. Me encanta hablar mal de la gente cuando me junto con amigos”.
“Nunca soñé con un amor para toda la vida”, le dijo en septiembre de 2019 a Santiago del Moro invitada a ¿Quién quiere ser millonario? y aunque tuvo grandes amores a lo largo de su vida y también vivió romances apasionados, no alcanzó para que lograra formar un vínculo estable en el presente. Pero fue por decisión propia que elige estar sin la compañía de un hombre a su lado. Cansada de sufrir por amor, de ser estafada -tanto emocional como económicamente-, de padecer engaños y desencantos, la conductora tomó una decisión determinante: basta de hombres. Su corazón, de algún modo, se cerró y decidió enfocarse en las personas que más ama en el mundo: su familia y sus amigos.
“Estoy feliz. No quiero estar con nadie que me amargue la vida, estar esperando que me llame por teléfono y que me afane. Nunca soñé con un amor para toda la vida. A lo mejor antes, la gente tenía otra cosa: los hombres eran más fieles, más amorosos, mantenían su hogar… Ahora no. Todo es distinto”, dijo en la misma entrevista televisiva.
La boda de Susana Giménez con Mario Sarrabayrouse
En 1961, Susana tenía 17 años y decidió alejarse del hogar familiar, porque sus padres, Augusto y María Luisa Sanders, habían formado una familia muy disfuncional. Así fue que intentando huir de esa olla a presión permanente en la que se había convertido su casa, conoció por esos días a Mario Sarrabayrouse. Él tenía 23 años y un apellido notorio, “pero ni un sope” según sus propias palabras. “No había plata ni para pagarle al lechero”, contó tiempo después, sin embargo a los pocos meses ya estaban casados y con una hija, Mercedes. Por aquel entonces, todo era sacrificio: se quedaba hasta las cinco de la madrugada cosiendo cuellos para los vestidos de lana que estaban de moda. Le pagaban por unidad, una miseria, pero ella tenía 18 años y con ese trabajo logró mantener a la nena.
Las peleas eran diarias y, sin planearlo, Susana estaba repitiendo la historia de sus padres. No lo iba a permitir, así que planteó la separación, con todo lo que eso implicaba para la época. Quedó “en bolas y con una bebita que criar”, contó tiempo después. A fuerza de trabajo y un toque de magia, logró salir de la pobreza, tal como se había propuesto. Pero para eso faltaba, así que hasta que la fama la encuentre, se graduó de maestra de enseñanza primaria, profesión que nunca llegó a ejercer.
Susana Giménez y Héctor Cavallero: una dupla laboral imbatible y pareja durante nueve años
Con su metro setenta de estatura y un rostro muy particular, Su se volcó al modelaje. Así la descubrieron en la agencia de Héctor Cavallero y desde entonces nunca dejó de trabajar. En 1969, llegaría la publicidad que le dio fama completa: protagonizó el comercial del jabón Cadum y con el “shock”, Susana ya se convertía en éxito. Su relación con el productor teatral fue mucho más que la espina dorsal de su carrera por aquel entonces, sino que se convirtió en su pareja durante nueve años. “Fuimos muy felices. Quise mucho a Héctor. Igual, él era un mujeriego empedernido”, recordó alguna vez.
Cavallero le propuso protagonizar La Mary, la película que dirigió Daniel Tinayre y que escribió José Antonio Martínez Suárez -el hermano de Mirtha Legrand. Sin embargo, cuando se lo ofreció nada hacía prever que la diva se enamoraría de su coprotagonista, el boxeador Carlos Monzón. En ese momento, la actriz fue algo desprolija, como lo contaría Cavallero años después, en una entrevista con el ciclo Modo Sábado por Radio Nacional, conducido por Tatiana Schapiro y Horacio Marmurek: “Tuve la misión de contratarlo a Carlos para la filmación de la película La Mary. Tuve una relación bastante cercana y en la parte afectiva de él con Susana tuvo mucho que ver conmigo. Toda la parte fea de la cosa”. Es que si bien era uno de los productores de la película, Cavallero viajó a Europa y no estuvo presente los meses de su rodaje y cuando volvió: “Me encontré con algunas sorpresas”. Con el tiempo, los ex pudieron limar esas asperezas y recordarse con mucho cariño y respeto.
Carlos Monzón y Susana Giménez, la pareja del momento más explosiva
La diva ya brillaba con su luz radiante en todas las marquesinas de la calle Corrientes, mientras que él ganaba títulos boxeando por todo el mundo. Pero cuando se encontraron, se sacaron chispas. El romance de Susana con Carlos Monzón fue tan apasionado como tóxico. Aún hoy, la conductora recuerda que lo amó locamente. Dicen que el flechazo fue inmediato, que el día que se conocieron en el Hotel Sheraton para protagonizar juntos La Mary no hubo vuelta atrás. No importaron ni Cavallero, con quien Susana convivía hacia casi una década, ni Pelusa, la mujer del deportista y madre de sus tres hijos, quien lo esperaba pacientemente en su casa de Santa Fe. Sin embargo, nada los detuvo. Los comentarios de la época hablaban de que los besos entre los protagonistas en el set no cesaban ni ante el grito de corte del director. Sin embargo, pese a las peleas constantes, los celos y el alcohol, la pareja vivió una relación de cuatro años. “Hubo mucha persecución, mucho morbo alrededor de nuestra relación. Nos miraban como si fuéramos ‘La bella y la bestia’. Nos convirtieron en una pareja integrada por dos símbolos sexuales y simplemente pasó que me enamoré”, contó Susana. Luego, fue ella quien decidió ponerle un punto final al vínculo porque, por más amor, esa relación la estaba llevando al lado oscuro y ella, con una hija, no se lo podía permitir.
Susana Giménez y Sergio Denis, un breve amor
Sergio Denis fue el siguiente dueño del corazón de la diva. Con los años se volverían buenos amigos y él, un invitado recurrente a su programa Hola Susana. Encuentros en los que recordaron con cariño su corto e inolvidable romance. Ella venía de romper con Monzón y estaba dolida, él quiso consolarla con algunas canciones. El encuentro se dio en el Hotel Hermitage de Mar del Plata y el mar testigo de ese amor de verano. “La primera vez que nos besamos fue en una escollera de Playa Grande. La quise mucho”, confesó el cantante mucho tiempo después.
Cacho Castaña, uno de los amores ocultos de Susana Giménez
Denis no había sido su primera relación con un cantante famoso. Durante una de las breves separaciones que ella había tenido con Monzón, mantuvo algunos encuentros con Cacho Castaña. Juntos y entre risas, han recordado incluso en el living de la diva cuando el músico tuvo que salir oculto en el baúl de un auto para que el deportista no lo viera. La relación escondida comenzó cuando grababan la película El mundo es de los jóvenes pero ambos juraron que en ese momento no pasó nada porque ella aún estaba en pareja con Cavallero. Sin embargo, a mediados de los 70, cuando volvieron a coincidir en la comedia teatral de Carlos Perciavalle, Estrellas en el mar, le dieron rienda a la atracción. Otra vez fue la ciudad de Mar del Plata testigo privilegiada de la pasión.
Ricardo Darín, un gran amor que se convirtió en una íntima amistad
En 1978, Susana logró la estabilidad sentimental con Ricardo Darín, un joven actor que recién comenzaba a dar sus primeros pasos en el ambiente. Con él vivieron juntos nueve inolvidables años. No importó que Ricardo tuviera tan solo 21 años, 13 años menos que la diva. Juntos se rieron tanto que fue un amor sanador para Susana.
Además de compañerismo y pasión, compartieron trabajo, como cuando protagonizaron la comedia teatral Sugar, con Arturo Puig. Él aún era tildado de “galancito”, ella ya era una figura consagrada. ¿Qué los distanció entonces, si todo parecía perfecto? Las insalvables diferencias, a las cuales Susana esta vez tampoco iba a ceder. “Ricardo quería tener hijos y yo no quería, él quería ir a vivir a una casa y yo a un departamento”, explicó la conductora a Crónica hace unos años. “A Ricardo no le interesaba mucho la plata -recordó-. Era una especie de romántico empedernido y me alegro de cómo va su vida”. Su amor de pareja dio paso a una relación adulta, madura y cercana. Se convirtieron en íntimos amigos tanto y también sumaron a la mujer del actor, Florencia Bas, quien supo comprender sin celos que la actriz siempre sería parte importante y presente en la vida de su marido. “A ella la adoro, porque lo ha hecho muy feliz y le ha dado hijos”, reconoció Giménez.
Susana Giménez y Humberto Roviralta, el error más caro de su vida
Cuando se conocieron, el polista circulaba por Buenos Aires en un Fiat 147 verde, y vivía en un departamento de dos ambientes en Posadas, entre Ayacucho y Callao. Pero a ella no le importó demasiado. Cayó rendida a sus pies y tanto fue así que hasta pasaron por el Registro Civil. Después de la tumultuosa separación, Roviralta volvió a ese refugio con algo de ropa en su bolso de mano y diez millones de dólares en su cuenta bancaria. No los juntó trabajando, se los ganó a la diva en un divorcio histórico y que sentó jurisprudencia.
Al mes de conocerse, él le propuso casamiento. La boda, que fue espectacular y televisada, paralizó al país. Fue el 5 de diciembre de 1988 en el registro civil de la calle Uruguay, en la Ciudad de Buenos Aires, con una fiesta para 500 invitados en el Roof Garden del Hotel Alvear, el mismo lugar en el que se conocieron. “Sí, acepto”, dijo la diva con una amplia sonrisa, creyendo que había encontrado al príncipe de su cuento, que terminó con un ‘cenicerazo’ en la cara del polista y mucho dinero menos en su cuenta bancaria.
Las flores amarillas: la relación de amor de Susana Giménez con Jorge Corcho Rodríguez
De Jorge Rodríguez, apodado El Corcho, Susana se enamoró perdidamente y con quien proyectó años de amor y negocios. La sedujeron su forma de ser, descontracturada y sus enormes flores amarillas, con las que vestía toda su casa cada vez que la veía. Pero la relación tampoco pudo ser y, aunque compartieron varios años juntos, entre Buenos Aires y Punta del Este, el vínculo se disolvió por completo.
El empresario uruguayo, Jorge Rama, que enamoró a Susana Giménez
Dicen que lo que mal comienza, muchas veces mal acaba. Y así fue para esta relación en la que Susana tuvo más dolores de cabeza que alegrías. Casi nadie de su entorno se alegró cuando conoció a este señor en 2005 y para colmo, los medios del país se hacían una panzada hablando sobre su vida privada que no era trigo limpio. Es que el empresario estaba aún en pareja con la modelo Eunice Castro cuando ella misma vio la tapa de una revista argentina que anunciaba el romance con la diva. En ese momento, él argumentó que se trataba de una movida de prensa y que mantenía solamente una relación laboral con la conductora. Sin embargo, años después, Castro pudo comprobar que sus sospechas no eran simple paranoia, logró el divorcio y hasta participar de Bailando por un sueño junto a Marcelo Tinelli.
La separación ocurrió en 2009, y se produjo en medio de un escándalo judicial por librar cheques sin fondos que tenían la firma falsificada de la estrella de la televisión. “Estamos peleando por nuestro amor”, repetía el uruguayo. Incluso, involucró el nombre de Susana con la compra de jugadores de fútbol y hasta con el narcotráfico. Acusaciones de las que ella salió limpia, pero que él debió explicar ante la Justicia. Final anunciado y sin ningún tipo de vínculo en la actualidad.
Susana y Facundo Moyano, nunca blanquearon
Sin bien Susana no formalizó la relación con el sindicalista argentino, los encuentros y las fotos parecían decir lo que no decían sus palabras, que no eran ‘solamente amigos’. El joven, que en ese momento era diputado nacional y titular del gremio de peajes, aseguró en la mesa de Mirtha Legrand que se contactó con Susana para invitarla a la fiesta de fin de año que organizó para sus trabajadores y que luego forjaron una amistad. “No todo es amor, romance y sexo. Además, podría ser la abuela”, sentenció la estrella de Telefe cuando fue consultada por la relación. “En él descubrí un hombre cultísimo, con una dialéctica brutal. Es muy interesante hablar con él. Todo lo demás que puedan imaginar, no existe. ¡Basta!”, dijo en 2017. En octubre del año pasado, el dirigente político se casó con la modelo Eva Bargiela. Cuando el flamante marido subió fotos de los festejos a su cuenta de Instagram, todos pudimos ser testigos de esa amistad que aún perdura. “Te felicito Facu, hacen una pareja fantástica, que sean súper felices”, expresó la conductora en un comentario mientras que Bargiela le respondió con emojis de corazón.
Susana Giménez tuvo un breve romance con Damián Popiloff
Damián Popiloff es un empresario inmobiliario que conoció durante la temporada de verano de 2010 en Punta del Este. Fue la última pareja que reconoció y con la que aceptó posar para las fotos. Pero resultó ser otra relación fallida. Según se supo después, el joven de 35 años no sería ningún empresario sino más bien un empleado en una inmobiliaria de Caballito y tampoco una persona muy fiel. Hoy Susana está muy feliz, rodeada de su familia y amigos, de sus perros a los que adora y que siempre repite que son los compañeros más fieles.