No pasaba el metro cincuenta, tenía el pelo largo y rubio, cara de planear las peores travesuras y un carisma innegable. Cada tarde, desde la pantalla de Telefe, Santiago Stieben se ganaba el corazón de todos. Tenía apenas 10 años. Su papel de Roña en la telenovela infantil Chiquititas lo puso en el centro de la escena. El huerfanito aventurero y torpe, pero de buen corazón, se convirtió en uno de los personajes más querido por grandes y chicos, que lo reconocían por la calle y le pedían autógrafos.
Fueron cuatro años de un éxito rotundo. De la mano de Cris Morena llegó a hacer tres funciones diarias en un teatro porteño, con cancionero y coreografías incluidas. Hasta que el furor pasó y se llevó todo consigo. Entonces, el silencio.
“Mi vida cambió con Roña. Tuve que dejar el colegio doble jornada al que iba y me pasé a otro de jornada simple. Mis fines de semana estaban ocupados con hasta tres funciones de teatro diarias, así que es probable que me haya perdido los cumpleaños de todos mis compañeros. Por eso que no me quedaron amigos de la infancia, básicamente porque yo no estaba nunca para ir a jugar con ellos”, explica el actor en charla con Teleshow.
El 15 de agosto cumplirá 39 años. Pasaron casi 25 de aquel momento bisagra en su carrera y en un rápido repaso dice que no se arrepiente de lo vivido. “La experiencia fue increíble. Lo que pasó con el público no volví a verlo en mi carrera. Entiendo que hubo otros proyectos importantes pero fue y será, me imagino, un hito muy alto de popularidad”, asegura.
Dejar atrás un éxito no fue nada fácil, o al menos no lo fueron los años que vinieron después de ese ciclo. Primero, una crisis personal, seguida por el paso a la adolescencia; luego, la falta de oportunidades. “Algunos de los chicos hicieron carreras más destacadas, pero no me quejo. Debo decir que tuve muchísima suerte y pude trabajar de esto toda mi vida”, dice en relación a sus compañeros de elenco, entre ellos Agustina Cherri y Luisana Lopilato.
Durante los primeros años hizo de todo. “Casi finalizando la adolescencia, trabajé para una tienda de ropa en el Alto Palermo. La gente venía y me preguntaba qué estaba haciendo ahí. Y yo les explicaba que estaba trabajando, pero no lo terminaban de entender. A lo mejor los actores de la industria estadounidense pueden vivir de un proyecto toda su vida. ¡Esto es Argentina! Es normal que los actores tengan dos o tres profesiones o dos o tres trabajos”, recuerda sobre aquellos años post Chiquititas.
En su currículum ajeno a la actuación, hay unos cuántos ítems más: “Atendí un bar. Mis padres tuvieron un negocio gastronómico y colaboré con ellos. Luego abrí un emprendimiento de calzados junto a mi compañera: era un taller de diseño de borcegos. No resultó muy bien porque justo abrieron las importaciones, entonces toda la industria del calzado se fue a pique; pero bueno, había que hacerlo. Estábamos decididos y salieron muy bien. De hecho en estos momentos tengo unos borcegos de aquel tiempo: están buenísimos”.
—Pasaron 25 años de Chiquititas, ¿te siguen reconociendo por la calle como Roña?
—La gente me dice que estoy igual, todos los días. Los que tienen más de 30 años me reconocen por Chiquititas. Los que tienen menos de 30, me ubican por las series que hice para Disney, donde trabajé 12 años sin parar. Y bueno, cada uno tiene alguna serie que le llegó y, cuando ves algo de chico, le tomás cariño o te da cierta nostalgia. Incluso hay un fenómeno medio raro: chicos que hoy tienen entre 15 y 20 años que me saludan porque vieron el programa en YouTube. Y eso me flashea un poco.
—¿Por qué creés que a pesar de tantos años la historia sigue generando audiencia?
—Hay algo que se transmite a través de las generaciones, que para mí es insólito. Y eso que yo no vi Chiquititas.
—¿Nunca? ¿Y ahora que tenés una hija de 8 años no te parece un buen plan verla juntos?
—Cuando era chico no vi el programa porque lo estaba haciendo en ese momento (Risas). Pero ya lo veré. En cuanto a mi hija Ámbar, a ella le gustan otras cosas. No sé si me cuesta verme de chico, porque realmente pasó muchísimo tiempo, dudo que ese sea el motivo. Lo que no sé, es si hoy me interpela la historia; pero entiendo que verla con ella puede ser un buen plan en algún momento.
—¿Qué te llevás de aquellos años, de la escuela de Cris Morena que parece ser como un master en actuación, baile y puesta en escena para cualquier actor en formación?
—El entrenamiento que nos permitió tener esa esa experiencia fue tremendo. Tanto para desarrollar escenas, como para adquirir velocidad para resolver o ver cómo es la puesta en el teatro. De hecho, con el tiempo, me fui dando cuenta de que esto último me gustaba: el tema de la puesta, las luces, el sonido. Estoy por estudiar para stage manager, así que de eso también se trata un poco: el amor que le tengo al teatro y al detrás de escena, que fui descubriendo. Ahora, incluso, trabajo como productor en una empresa que realiza eventos muy grandes.
—¿Seguís en contacto con alguno de tus compañeros del programa?
—Con algunos sí. Principalmente con Diego Mesaglio (Corcho en la ficción) y con Alfonso Burgos (Matías), que somos amigos de toda la vida. Con ellos también compramos los derechos de la obra española Se Alquila, la montamos en Buenos Aires y nos fue muy bien. La llevamos de gira, pero se tuvo que cortar por la pandemia. Y aunque el plan era retomarla, cada uno ya tenía sus proyectos. A quien también vi hace poco, después de muchos años, es a Celeste Cid, y fue todo como si no hubiera pasado el tiempo. Más allá de cómo le fue a cada uno individualmente, nosotros nos conocemos antes de todo eso. Siempre es una felicidad reencontrarse.
La pandemia y un pedido desesperado
En 2020, antes de que el mundo se pusiera en jaque por el Coronavirus, Santiago tenía un proyecto grande entre manos: formar parte del musical Escuela de Rock. Sin embargo, los planes tuvieron que alterarse por el confinamiento y, tres años después, cuando se decidió retomar la obra (que acaba de estrenar en Calle Corrientes), él ya no tenía su lugar.
”Es una decisión imagino del director o de la producción. Lo mismo pasó con Migue Granados que lo iba a protagonizar o con la incorporación de Ángela Leiva, que es nueva en ese elenco. Me parece lógico. Pero solté. Nosotros hacemos casting habitualmente y no en todos quedamos, hay que convivir con los no o con lo que para los demás puede llegar a ser un fracaso. A veces se da y todo parece una fiesta, como que está dado para que vos lo hagas y, a veces, no quedás. Lo cierto es que al otro día hay que seguir adelante”, explica.
—Durante la pandemia también hiciste un posteo que tuvo mucha repercusión, en el que contabas que te estabas gastando los ahorros y que necesitabas trabajo urgente…
—No me esperaba todo lo que pasó. Fue una sorpresa literal. Yo había hecho el pedido en LinkedIn, que es una plataforma en la cual tengo a mis colegas de trabajo, productores, directores de casting. Como ya había organizado mi año alrededor del musical, no tenía un plan B porque creí que iba a estar todo el año abocado a eso. Los ensayos iban a empezar justo el día que decretaron el confinamiento. Tremendo. Así que durante el primer año viví con mis ahorros, tirando con eso, viendo qué podía hacer. Y bueno, cuando vi que se agotaban los recursos se me ocurrió hacer un pedido muy simple, contando que estaba disponible y lo levantaron todos los medios, hasta salió en las noticias de Brasil, Perú. A lo mejor, si me moría en la pandemia, nadie se iba a enterar. Y comenzaron a salir trabajos, como una participación en El Encargado.
—¿Cómo pasaste ese proceso, sin trabajo ni posibilidades de desarrollar otra cosa?
—Fue particular, tuve momentos. Recuerdo que apenas comenzó la pandemia estaba bien, pensé que iba a durar poco. A medida que se iba extendiendo me preocupé y después caí en alguna especie depresión. No lo tengo diagnosticado clínicamente, pero sí pasé por un estado de desánimo durante muchísimo tiempo. Sentía que las posibilidades se alejaban cada día más y que la vuelta a lo que tenía planeado se iba a demorar más de lo que creía.
Tras ese pedido de trabajo que se viralizó, Santiago comenzó a recibir mensajes de colegas y productores contándole que pensaban en él para distintos proyectos. Y todo se fue encauzando. Así llegó la serie Freaks (Disney+), una ficción que también le permitió armar una banda y canalizar a través de la música. Con la misma empresa ya había protagonizado durante tres temporadas la tira juvenil O11CE (Once).
—¿Añorás el éxito y la popularidad de tu niñez? A lo mejor “pegarla” con un personaje grande otra vez, ¿cuál es tu sueño?
—Me gustaría tener tiempo y salud. Y yo creo que el resto se va a ir acomodando. Hay temporadas mejores y otras peores para los actores. Hay temporadas en las que nadie reconoce lo que hacés y otras en las que de repente llega todo junto. Yo creo que con un poco de tiempo y salud, quizás me llevo alguna sorpresa. Al fin y al cabo mi vida está llena de eso, de sorpresas. Así que mientras tenga a mi familia, Dios quiera que el tiempo me regale algún que otro reconocimiento, sorpresa, proyecto, experiencias. Capaz grabás una serie y te terminan escribiendo de Polonia, Turquía, Italia, España o Asia. Digo, hay experiencias que te genera esta profesión que son únicas e irrepetibles. Y yo voy atrás de eso más que del reconocimiento, más que del dinero, que si bien a todos los nos sirve y lo necesitamos, mi búsqueda es por otro lado.