En el segundo episodio de Playlist, el ciclo audiovisual en el que Infobae busca darle espacio a los artistas emergentes, el protagonista es Juan Ingaramo: un cantautor y multiinstrumentista nacido en la ciudad de Córdoba, el 10 de enero de 1987. Con la meta de fusionar géneros de música popular, no tiene prejuicios a la hora de trabajar con el pop, el cuarteto o incluso la bachata.
En 2014 editó su primer álbum de estudio, al cual tituló Pop Nacional. Dos años más tarde largó Músico, que produjo junto a Rafael Arcaute y Miguel Castro (ex Victoria Mil) y que cuenta con Adrián Dárgelos, líder de Babasónicos, como invitado en la canción “Matemática”. En octubre de 2018, lanzó Best Seller, del que se destaca una particular versión del tema de Rodrigo llamado “Fuego y pasión”, el cual hizo junto a Elsa y Elmar. Del trabajo, en el que expandió los límites de la experimentación, también participaron artistas como Louta, Neo Pistea, Ca7riel y Dakillah.
Inspirado por la pandemia y su paternidad (tiene una hija llamada Lila junto a la actriz Violeta Urtizberea), en 2021 editó su cuarto álbum al cual tituló La Batalla y en donde se jugó todavía más por las nuevas sonoridades mixturadas con la canción. Ms Nina e Ysy A fueron los invitados del álbum.
Tras una serie de singles e incluso un ep cumbiero titulado Summer Pack (en el que colaboró con Natalia Oreiro para una nueva versión de “Me muero de amor”), Ingaramo soltó a fines de 2023 su quinto álbum, el cual tituló Welcome to Córdoba City. En el trabajo sacó a relucir sus raíces, tanto en lo musical como en lo social, al reivindicar a distintos íconos de la ciudad que lo vio nacer.
María Figueiras: — Vos como chico de Córdoba, ¿alguna vez te imaginaste tener este éxito?
Juan Ingaramo: — Mirá, siempre tuve ahí como un sueño. Nunca había tenido forma. No es que era un cantante, como esos niños de peña, o que se cantan todo en la mesa. Al contrario, yo era baterista y me vine a Buenos Aires a tocar la batería, estudiar mucho y terminar siendo el baterista de Alejandro Sanz, Fito Páez, ponele. Después, la vida me fue llevando para el frente del escenario y terminé cantando. Por eso, todo lo que me pasa lo agradezco el doble o el triple, porque es un regalo extra que me dio la música, la cual disfruto en todas sus formas.
María Figueiras: — Totalmente, hacer música como un privilegio.
Juan Ingaramo: — Sin dudas, es una práctica muy noble, muy sincera. En un punto también es muy dura. Parece que no, porque la gente tiene una fantasía de que el artista vive de joda, de fiesta, en hoteles… Y eso quizás en un momento sucede y es atractivo, interesante o inspirador, pero después también pasa a ser tu trabajo y es estar lejos de casa y es exponerte al juicio del otro, abrir tu corazón, estar desnudo en un tema, una letra, en la tapa del disco, en un videoclip. A pesar de eso, creo que gana más el cariño de la gente y también la posibilidad de hacer lo uno que quiere.
María Figueiras: — Conocemos a Juan artista, pero ¿cómo es Juan como papá? ¿Cómo te influenció la paternidad en tu música?
Juan Ingaramo: — Uf, mira, creo que me cambió tanto la vida y de una magnitud tan grande que al día de hoy, con terapia y todo, no la puedo definir, porque aparte es como un flujo diario de energía y de cambio. Un desafío. Creo que va a durar para siempre, pero lo que más bien me hace es el amor que me da. Los chutazos que yo siento con mi hija no los sentí nunca ni con la plata, ni el éxito, ni con las otras “drogas” de la vida. Es lo que más feliz me hace. Yo antes de ser padre amaba las giras, las sigo amando, pero por ahí había un show el 19 y yo me extendía el pasaje hasta el 30. Ahora quiero volver cuanto antes, entonces tenemos un plazo límite de 11 o 12 días. Mi pareja es actriz, entonces a veces soy yo el que se queda. Me lo preguntan mucho acerca de cómo hacemos: en general, soy yo el que la llevo mi hija al jardín.
María Figueiras: — ¿Cómo manejás la ansiedad de las estadísticas? ¿Estás al tanto? ¿Cómo negociás la lucha entre tener que hacer lo que el espectador quiere o lo que vende y lo que uno siente?
Juan Ingaramo: — Yo tengo la suerte de haber empezado justo antes de esta era digital. Cuando éramos pibitos, nosotros repartíamos demos en CD. Entonces, de alguna manera, sé que la música no son solo los números. Creo que eso es lo que menos disfruto de este modelo de la industria. No por mí, sino porque creo que ha generado ese valor como única moneda de intercambio. Prácticamente, no se habla más de música, de estilos, de géneros, de melodías, de armonías, de los ritmos. Se habla de los números, de cuántos números generamos los artistas. Como es mi trabajo, yo estoy pendiente y me encanta cuando algo funciona bárbaro. Me he frustrado o me frustra cuando algo no logra un objetivo, pero también trato de aprender. Tengo el alivio de saber que lo hago por otra razón, que no es solamente el número. También veo que ahora, con este modelo político, y creo que es global el asunto, parece que lo único que importa es la plata. Yo entiendo que en este mundo cruel es importante para la subsistencia. Pero no creo que sea… Está bien, me van a decir: ‘No, vos porque tenés plata’. Pero aun así, cuando no la he tenido, sé que hay otros valores que nos pueden hacer ricos como sociedad. La solidaridad es lo principal. En las redes veo pibitos de 19 años frustrados porque no ganan 2000 dólares por mes. Pero amigo, tenés 19 años, pará, ahora tenés que disfrutar de la vida. Y son chicos que tienen zapatillas y comen.
María Figueiras: —¿Qué sentís que te falta hacer musicalmente?
Juan Ingaramo: — Creo que en la música siempre hay cosas para hacer, siempre hay sonidos por perseguir. Es una utopía hacer música, es perseguir algo que probablemente no exista. Pero en esa persecución, encontrás sonidos, canciones, música. Así que sigo en la búsqueda. ¿Y qué me falta ser en la música? Lo lindo es no saberlo, también, es lo incierto. ¿Quién sabe?
Fotos/Gastón Taylor.