Cuando Frank conoció a Carlitos, el musical que se inspira en el legendario y poco probable encuentro entre Sinatra y Gardel, seguirá en cartel a pedido del público. Después de dos meses en el Teatro Presidente Alvear, a partir de septiembre, mudará su escenografía, sus canciones y su fantasía al vecino y casi centenario Astral. Un guiño poético a una obra que desafía al espacio y al tiempo. Y que, amparada en sus protagonistas, se anima a ir por más y a soñar en grande.
El texto escrito por Raúl López Rossi y Gustavo Manuel González, con producción general de Héctor Cavallero está ambientado en la Nueva York de 1934, en los estudios de la NBC. Al terminar una función, Gardel (Oscar Lajad) huye de una mujer a quien prefiere olvidar y busca refugio en la soledad de su camarín. En ese espacio íntimo, aparece un joven y ambicioso Sinatra (Alan Madanes), fascinado por la figura del Zorzal Criollo. Aunque al principio éste se ve abrumado por la intensidad del muchacho, termina cediendo ante su simpatía y su pasión por la música.
Si bien los éxitos no se explican demasiado, hay algo de la fascinación por lo improbable que sobrevuela la obra y ayuda a pensar no solo que tal encuentro fue cierto, sino que proyecta la nostalgia de lo que pudo haber sido. El tango domina la escena y potencia el aura melancólica y nostálgica que la destaca. Pero los guiños al foxtrot y los aires jazzeros que dispara el salto temporal y artístico de Sinatra aportan otro color, potenciados por la irrupción de su entonces novia, Nancy Barbuto (Antonella Misenti). Frank absorbe cada consejo que Gardel le ofrece, incluyendo el que lo impulsa a participar en un concurso de talentos y se despiden hasta nuevo aviso. Al año siguiente, uno obtiene el Major Bowes Amateur Hour, que proyecta su carrera mundial, el otro pasa a la inmortalidad en un trágico accidente en Medellín.
Todavía sorprendido por el alcance de su creación, Raúl López Rossi, uno de los autores, ensaya una explicación al respecto: “La obra despierta emociones que nos sorprenden”, sintetiza en diálogo con Teleshow. “Habíamos trabajado mucho con el humor, pero se ve que algo especial se genera en el conjunto de la escritura, la puesta, las actuaciones y, sobre todo, la música. Son tangos que tenemos metidos en el alma y en el espíritu y nos remueven un montón de sentimientos”, analiza.
En el público, las reacciones son diversas. A los que perdieron a sus padres o sus abuelos, los traslada inevitablemente a escenas conjuntas alrededor del tocadiscos, la radio o el pasacasette del auto. Los que todavía los tienen, se juran volver y traerlos, para compartir la experiencia. Raúl lo sabe porque se lo dicen en las redes sociales, pero también lo percibe en el cara a cara, porque casi no se perdió ninguna función desde el estreno. “Con Héctor y con Gustavo somos habitués. Nos encanta ver cómo reacciona la gente, y eso es lo más hermoso que tiene el teatro”, afirma, todavía subyugado por la novedad, sobre un ejercicio que tomó prestado de Juan José Campanella. Es que con un largo recorrido en la publicidad, son sus primeras armas sobre las tablas. Y con el correr de los días, aprendió a lidiar con los nervios, un poco confiando en lo escrito y lo trabajado, y otro poco porque no había más que hacer: la responsabilidad ya no estaba en sus manos.
El público empezó a responder y con los elogios se sucedieron algunas críticas, en el más estricto sentido del término. Y siempre dentro del plano emocional, hay un reclamo que cada tanto se repite, pero él no piensa ceder. “Hay una tentación de forzarlo a Sinatra a cantar sus clásicos, pero no estamos dispuestos a dar ese salto temporal. Y ‘My Way’ no tiene nada que ver en esta historia”, asegura de manera terminante, sin tirar demasiado de la piola de la imaginación. En todo caso, quedará para una segunda parte, que bien podría estar ambientada en el cielo. Pero el cielo, de momento, también puede esperar.
La tierra tiene a la obra en cartel hasta fin de agosto en el Teatro Presidente Alvear. En principio, iban a estar solo durante julio, pero un retraso en la programación y la buena demanda de tickets, los empujaron a animarse. Como las entradas se siguieron vendiendo, el siguiente paso los llevará a una sala comercial, el primer objetivo que perseguían en la previa del estreno, que superó ampliamente las expectativas y ya fue vista por casi 25 mil personas.
“El Astral es nuestro teatro vecino. El director Julio Gallo vino a verla, le encantó y, desde septiembre, vamos a estar ahí, por lo pronto, hasta fines de noviembre”, dice López Rossi entusiasmado. Y en su cabeza creativa, ya empieza a proyectar lo que vendrá. “El 11 de diciembre nos gustaría hacer una gala en el Teatro Colón con la orquesta completa de Aeropuertos Argentinos”, se entusiasma el autor. Y hace fuerza con la numerología: “Ese día es el cumpleaños de Gardel y el 12, el de Sinatra. Además, los dos actores cumplen el mismo día, el 16 de agosto”, suma con una sonrisa.
Por lo pronto, Jorge Telerman, director del emblemático teatro porteño, ya vio la obra y se retiró con un semblante esperanzador. Para el verano, la intención del equipo es que permanezca en la cartelera porteña para seducir al turismo extranjero que visita la ciudad en verano. “Siempre nos preguntamos cómo podría resonar esto en público que no sea argentino o porteño y esta puede ser una buena prueba”, intuye. En el horizonte más lejano, está llevarlo de paseo por el mundo, con Nueva York como destino inevitable. “No es el típico musical de Broadway donde más o menos sabés lo que te espera. Siempre le digo al equipo que hasta el Tony no paramos”, cierra con un poco de picardía y otro de esperanza.
Fotos / Gustavo Gavottti