Este lunes 23 a las 22 horas se levanta oficialmente el telón del Cantando 2024 por la pantalla de América, pero el show se vive hace rato. El mecanismo es conocido y no por eso pierde frescura ni expectativa. La información se filtra a cuentagotas y de a poco la idea va tomando forma. Se confirman y desmienten participantes, jurados y conductores. Se articulan los primeros escándalos, y aparecen los carpetazos propios y ajenos. Hasta que sale la nómina oficial, todo vuelve a foja cero y empieza la verdadera historia.
Con la conducción de Florencia Peña y producción de LaFlia, el Cantando vuelve después de casi cuatro años y se dispone a recuperar el tiempo perdido. Un jurado con la dosis justa entre clásicos —Nacha Guevara, Marcelo Polino, dos garantías cada uno en su rubro—, jugadas audaces como la de Flavio Mendoza —de probadas aptitudes coreográficas, pero de cuestionable experiencia vocal— y la incorporación de Milett Figueroa, novia de Marcelo Tinelli, el padre de la criatura, y toda una incógnita a la hora de evaluar cada performance. Y una vez que quedaron confirmados los equipos —famoso, partenaire y coach—, la productora realizó las fotos oficiales y convocó a la prensa para la presentación oficial.
Todo sucede en un salón de techos altos, paredes en tonalidad madera y pantallas laterales que proyectan la previa del gran show, entre espejos enormes que facilitan el juego fotográfico e invitan a entrar en la fantasía. Y dos barras enfrentadas, una con aguas y cafés, otra que expende gin tonics, para aflojar los nervios. Los famosos desfilan y todo se produce en el acto: la foto más buscada, la anécdota espontánea, los que caminan con el aplomo conseguido y quienes experimentan la primera vez en estas ligas. Todos persiguen objetivos mínimos y personales, pero coinciden en uno en común: ganar el Cantando 2024. Ya están jugando para conseguirlo y Teleshow estuvo ahí para contarlo.
Las primeras impresiones
Los participantes van llegando de a poco, organizados por turnos para sacar la foto oficial. Walter Alfa Santiago es de los primeros y se nota que disfruta ser parte de la farándula, esa en la que se instaló desde su irrupción en Gran Hermano 2022. Patrulla el salón y cuando ve a Benito Fernández lo saluda a la distancia y lo invita a protagonizar la primera de sus anécdotas: “Íbamos juntos al colegio Santa María de los Ángeles”; lanza el empresario, y el diseñador asiente.
Benito parece en otra sintonía a la del resto de los concursantes. Más aplacado, con otro recorrido, y con un objetivo muy claro: “Quiero terminar con todos los prejuicios: el de las enfermedades mentales, que la alta costura es aburrida e inalcanzable; el de elegir otra sexualidad habiendo tenido una familia ‘tipo’; el de vestir a una reina y, al mismo tiempo, hacer remeras para un supermercado”, dice el diseñador, que definió su participación cuando supo que Flor Peña iba a estar en la conducción. “Yo no sé cantar, soy disléxico, me voy a olvidar la letra, no voy a afinar. Si no tenía onda con el conductor no me hubiese subido. Y con ella tengo la mejor”.
Sin querer entrar en polémicas, Benito elogia a cada miembro del jurado. Y se detiene especialmente en Nacha Guevara. “El mejor meme de la Argentina, lo tiene ella con un vestido mío. Cuando le dijo a Gabo Usandivaras: ‘Ubicate, pendejo’, tenía puesto un Benito Fernández original”, cita entre risas.
Su excompañero de colegio parece su opuesto. Con su bandana característica y un saco intervenido con la paz y el amor, Alfa asegura venir con ese mood. “Yo estoy para divertirme, para ser feliz y pasarla bien, pero no me banco la hipocresía ni la mala gente”, sentencia el empresario, que en su paso por Gran Hermano había dado muestras de sus gustos: “Soy un amante de la buena música, que lo heredé de mi viejo. En el auto a Bariloche escuchábamos bossa nova, jazz, blues. Ahora me gustaría cantar boleros: a Armando Manzanero, Chico Novarro, Dani Martín… ”, se entusiasma, y durante toda la jornada va a dar muestras gratis de su repertorio.
Instalada en el panelismo desde su silla en Intrusos, Josefina Pouso todavía no cree que aceptó el desafío de cantar en público. “Lo recontra pensé, sobre todo porque estoy en un buen momento de mi carrera periodística”, reconoce, y se va entusiasmando a medida que habla. “Vengo a divertirme y a pasarla lo mejor posible. Se van a encontrar una Josefina diferente a la que están acostumbrados a ver”, promete. Con una experiencia que se remonta —y se limita— al coro del colegio, Josefina se define “ecléctica” a la hora de la música. Su partenaire, Facu Magrane, la aconseja: “Tiene una onda bien rockera, le iría bien cantar blues”; y ella se queda pensando. Quizás su primera gala ya tenga banda de sonido.
Los que quieren brillar con luz propia
Acostumbrada al rol de novia de (en su caso, de Andrés Nara) Alicia Barbasola tendrá su desembarco en el gran show de la televisión. “Perseveré y estoy cumpliendo mi sueño. Cuanto más puertas se cerraban, más fuerte era mi convicción. Siempre supe que me iba a llegar esta posibilidad”, dice la vedette que disfruta cada pose y cada foto.
“Yo bailo, no soy cantante, pero la realidad es que me veo, ahora siento que puedo mostrar quién soy”, afirma sonriente, dispuesta a dar su propio show. Solo cambia el semblante ante la mención de su novio, con quien hace poco tiempo vivió un episodio de violencia de género. “Trato de no hablar de eso, porque estoy con una energía tan positiva, enfocada en el trabajo. Es algo que no tiene que volver a pasar, los dos decidimos apostar y cambiar lo que no corresponde”, asegura. Y pide no hablar más del tema, aunque antes enfrenta las críticas.
“Yo jamás banalizaría la violencia, como se dijo. Y hablamos sobre que si vuelve a pasar algo similar, cada uno seguirá su camino”, afirma. De momento están bien, y quizás Andrés vuelva a la pista que transitó tantas veces: “Si llegamos a la tercera gala, va a haber una sorpresa”.
Con más camino en el espectáculo, pero también con el antecedente de una estirpe farandulera, pasan Brenda Di Aloy (hija de Yuyito González) y Lola Poggio (hermana de Julieta), candidatas a aportar frescura y espontaneidad a un concurso con mucho de clásico, pero también abierto a nuevos talentos.
Quien parece todavía no dar crédito con lo que le sucede es Coy Scaglione, la hermana de Furia. “La realidad es que no me lo esperaba y lo vivo con mucha felicidad y emoción”, dice la joven y agradece a la doble de riesgo. “Ella me empujó a esto y me ayuda un montón a caminar de una nueva manera y no pifiarla”, agradece. Mientras tanto, busca diferenciarse y da una imagen de armonía, con su pareja y su hija a upa. “Ellos me bancan en todas y yo trato de no generarme ansiedad. Cantar es el regalo más lindo que le puede pasar a una persona, es muy mágico”.
Juan Otero parece ubicarse en el punto opuesto y con su energía desbordante recorre el salón. Después de sacudir los prejuicios con su impactante fiesta de 15, se dispone a dar su primera gran batalla en la industria del espectáculo. Y antes de empezar, ya tuvo sus primeros cruces. “Yo me peleé con la gente que me tenía que pelear y discutí con la gente que tenía que discutir. No me arrepiento de nada”, dice el adolescente que parece hecho para el show. Mientras Juan habla con Teleshow, las pantallas gigantes muestran una y otra vez a su madre, conductora del programa. Y él no quiere ni escuchar hablar de posibles favoritismos. “Es hermoso que esté mi vieja ahí, porque la amo y vamos a compartir laburo. Pero yo me defiendo solo, me la re banco”.
El juego de las miradas
Matías Alé llega acompañado por su novia, ya prometida, Martina y despliega los trucos de quien entiende el juego mediático como nadie. Sonríe ante las cámaras e improvisa de movilero, de fotógrafo, de entretenedor y se excusa con Teleshow: “Tengo que firmar el contrato, si no, no puedo participar. Ya estoy con vos”, dice con sensatez. Y respetuoso del oficio, vuelve ya con el gancho puesto y su novia de la mano.
“Estamos esperando que empiece para poder ayudarlo”, dice Martina, todavía deslumbrada por los flashes del espectáculo en los que Alé se mueve como pez en el agua. “Estoy en mi mejor momento. Aplomado, con la cabeza de un tipo de casi 50 años en el cuerpo de uno de 25. Con el amor incondicional de Martina. Y con mucha experiencia”, enumera antes de sacar las medallas a la cancha. “Los conozco a todos acá. Son seis bailando, muchas galas, conozco los tiempos, me divierto y la paso bien”.
En simultáneo, Silvina Escudero ya ingresó al salón y posa para las fotos de rigor. Hay apenas unos metros de distancia entre uno y otro, sin embargo, la imagen más esperada no se produce. “No me interesa. Tengo un presente hermoso, cada uno hace su camino”, asegura Matías y hay que creerle, por más que su mirada se desvía cada tanto hacia su ex. Y se va presuroso, de la mano de su novia y pasándole finito a Escudero, improvisando un cuadro típico de comedia de enredos.
Los trapitos sucios, fuera de casa
Con su habitual energía desbordante, la ex Gran Hermano, Camila Lattanzio esquiva cámaras y cables y parece flotar en un mundo de fantasía. Es su regreso y augura que sea con gloria. “Me pasaron muchas cosas, me desvió un poco de la tele, pero hace tiempo quería volver. Y qué mejor que hacerlo de esta manera”, alcanza a decir la joven antes de que un viejo conocido interrumpa la entrevista.
“En los momentos complicados de la vida es cuando de verdad encontrás quiénes son tus amigos, quiénes son tus afectos y quiénes te valoran y te quieren”, dice Alfa como preámbulo. “Cuando yo estuve internado, la que entró por la puerta fue Camila”, y da inicio a un diálogo propio de culebrón mexicano.
—Me enteré al instante y obvio que iba a estar con Alfa, siempre.
—Nos abrazamos y estuvimos como diez minutos sin decirnos nada. Me emociona recordarlo y no lo hago porque sí: estas cosas me marcan. Cuando Camila entró a la casa, le hicieron la vida imposible. Querían que te fueras y te la aguantaste. Y un día en el que te vi llorando, me acerqué y te dije: “Vos te quedás acá”.
—Él me defendió un montón.
—La gente no entendió. La quise como un padre de verdad. Nunca le tiré onda ni todas esas pelotudeces que decían.
En eso llega Coty Romero, casi como intuyendo que podrían estar hablando de ella. No se cruzan y fingen como si nada hubiera pasado. “Estoy ensayando a full, tomando clases de canto y laburando mucho con mi equipo: vestuario, coreografías. También empecé a hacer actividad física para mejorar la respiración”, dice entusiasmada, y con ese speech acelerado que patentó en la casa.
Desde su irrupción en Gran Hermano, la rubia pasó por el Bailando, la conducción en el streaming y fue angelita en LAM, entre otras actividades donde mostró una personalidad muy fuerte y explosiva. “Ahora vengo a disfrutar. Sinceramente me encanta cantar y quiero demostrar que puedo hacerlo bien”, proyecta, y se jura dejar atrás a la Coty más belicosa. “Con mis excompañeros está todo bien. Con Alfa éramos hasta hace poquito compañeros de trabajo en un stream y está todo bien entre todos. Y si tuve un problema con alguno, hoy prefiero hacer de cuenta que no existió. Yo estoy tranquila porque nunca dije una mentira”. La pista se encargará de cruzarnos. Mientras tanto, se escucha a Alfa cantar “Algo contigo”, el bolerazo de Chico Novarro, haciendo honor a lo anticipado a este medio.
El campeón se sube al ring
Agustín Cachete Sierra ingresa a paso firme, de smoking, lentes oscuros, y luciendo simbólicamente el cinturón de campeón. Pasaron casi cuatro años de su consagración y sabe que todos lo van a querer voltear. “No va a ser difícil”, dice a modo de broma, quizás para sacarse presión, y para recordarle a algún desprevenido que no es cantante, que lo suyo es puro corazón, carisma y años de patear los escenarios.
“Es difícil. Creo que en La Academia (donde fue finalista) llegamos a un nivel muy alto de baile. Y si bien no soy un cantante, espero dar la talla también”. A su lado asiente Marcia Rubido, su compañera, quien empieza a tomarle el pulso al certamen. “El primer día estaba muy nerviosa, pero la verdad es un amor. Es hermoso laburar con él, es un cago de risa todo el tiempo”.
Como si estuvieran planeando la estrategia para desbancarlo, Cristian U y Tony Coggi no se separan ni un segundo. Se conocían de las noches de boxeo, y de las otras, y arman extraoficialmente la primera yunta del Cantando 2024.
—Creo que tanto Cristian como yo tenemos unas cuantas peleas cada uno en su haber. Hay muchas ganadas, otras perdidas y algunas veces pudimos rasguñar un empate. Pero lo importante es que la peleamos.
—Me encanta que habla como un boxeador (risas). Más que peleas tenemos combates nosotros.
—Y algún que otro combate en común.
Donde se diferencian es en su pasado en el espectáculo. Cristian tiene un recorrido desde su consagración en GH 2011 y se ufana de un pasado musical. “Yo tenía mi banda, con 14 músicos en escena. Tocamos en La Trastienda, y otros lugares, pero después no se dio porque sostener una banda es muy difícil”, dice el panelista de Gran Hermano. “Yo me siento mucho más cómodo en un ring, esquivando trompadas. Estoy acostumbrado a ciertos dolores”, dice el exparticipante de El hotel de los famosos, y la charla se interrumpe por un vozarrón que interpreta “Dónde va la gente cuando llueve”, de Pedro y Pablo.
“¿Alguna vez fuiste a un refugio de perros? Acercate y fijate como lloran, pobrecitos. Y encima se cree que es Leonardo Favio”, dice Cristian, y no hace falta aclarar que está hablando de Alfa. En eso pasa el Chato Prada, y se liga una pregunta al voleo. “¿Qué se te pasó por la cabeza para contratarlo?”. El productor abre los ojos entre acostumbrado y resignado. “No se puede creer, está todo el día cantando. Te deja un mensaje a las 2 de la mañana, y está cantando. Es un lindo personaje”, sentencia, y explica desde esa sencillez el por qué de su incorporación.
Alfa se calla solo para abrir su inmenso baúl de anécdotas de dudosa procedencia. ”Tengo una enfermedad y es que registro todo en el disco rígido”, justifica y en su relato aparecen Coggi padre —Juan Martín alias Látigo—, sus visitas a Carlos Monzón en Batán y el dueño de un kiosko de revistas en pleno centro de Mar del Plata. Coggi hijo valida y Alfa saca pecho. Sumada a la de Benito, lleva dos de dos en la noche. Toma envión y cuenta que Litto Nebbia paró en su casa de Miami antes de un show y que él le hizo de apuntador durante el concierto. Y el índice de verosimilitud baja estrepitosamente.
En defensa del show
Cristian, Tony y Alfa siguen su tertulia en modo fin de fiesta. Se abrazan, vociferan e improvisan una versión libre de “El oso”, de Moris. Alguien los mira de reojo y sabe que va a tener mucho trabajo. Es Eugenia Gil Rodríguez, jefa de coaches y encargada de todo lo que no se ve de lo que termina sucediendo en la pista. “Mi primera tarea es hacer la dirección de casting, contratar a los coaches que van a acompañar a los famosos, a los partenaires que son cantantes profesionales y realizar un trabajo de inteligencia a ver qué equipo puede funcionar”.
Esta es la etapa más compleja del armado, donde no solo hay que articular talentos (o ausencias de), sino personalidades, frustraciones, químicas. “El coach es una especie de acompañante terapéutico”, define entre risas. Después, viene la curaduría de las galas, donde se producen otro tipo de negociaciones. “Les propusimos a ellos que nos hagan un listado de propuestas y nosotros les seleccionamos esos temas para que en las primeras galas puedan arrancar con algo que les sea un poco más familiar y conocido, como para romper el hielo”.
Eugenia sabe que tiene un desafío por delante. Percibe que hay algo de mala prensa en el Cantando, más propenso al ridículo, a diferencia de su hermano mayor, el Bailando, más ligado a la búsqueda de la excelencia. “Nosotros somos profesionales del canto y también buscamos la excelencia, a veces se llega y otras no”, enfatiza, y ensaya una explicación: “Capaz cuando uno baila mal la gente no lo nota, pero cuando alguien desafina se nota más”. Es un buen punto.
De a poco este capítulo llega a su fin y Noelia La Gata aguarda su turno para la foto oficial. Es la única profesional del canto entre los participantes y sabe que eso no representa automáticamente una ventaja, sino capaz lo contrario. Va a estar más observada y la exigencia probablemente sea mayor. “No le tengo miedo a nada”, sentencia con la seguridad de quien tiene una carrera sobre los escenarios. Además, dice que no se va a limitar al cuarteto, su zona de confort. “Me gustaría cantar folklore”, expresa y agradece esta oportunidad de ser parte del juego. Un mensaje zen que habrá que ver si mantiene cuando comience el juego y los jurados prefieran otras voces. Porque en este momento termina la hora de las palabras y empieza la de la verdad.
Fotos: RS Fotos.