El 11 de enero de 2022 y tras una larga lucha contra una Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que le había sido diagnosticada seis años antes, murió Martín Carrizo. La noticia del fallecimiento del baterista de Gustavo Cerati y el Indio Solari, entre muchos otros proyectos, fue dada a conocer por su hermana, Cecilia Caramelito Carrizo, quien estuvo a su lado durante el tratamiento.
Dos años y algo más después de este triste desenlace, Cecilia vuelve al teatro con una obra en donde le expresa a su hermano mayor todo lo que quedó en su tintero emocional. Solo te lo quería decir es un unipersonal que tendrá dos funciones en el Teatro Picadero los próximos jueves 6 y 13 de junio. Y se trata de una carta en la que le cuenta a Martín cómo fue su vida a su lado.
“Cuento toda mi vida, cómo fue nacer a su lado, vivir hasta que él murió y acompañarlo, acompañarnos desde el primer día, en todo lo que fue nuestra infancia, en nuestro recorrido artístico y laboral, porque hicimos cinco discos juntos. Con todo lo que nos tocó vivir, estar siempre juntos, muy unidos. El último tiempo que a él le tocó vivir, a través de una enfermedad muy difícil y dura, yo estuve pegada a su lado. ¿Qué nos pasó en todo ese tiempo? ¿Qué me pasó a mí con lo que a él le pasaba?”, resume Cecilia en diálogo con Teleshow.
La dramaturgia está enmarcada en esta carta que incluye poemas que Cecilia escribió mientras Martín luchaba contra su enfermedad, pero también hay canciones de la infancia compartida entre ambos (de Sui Generis y Los Abuelos de la Nada) e incluso temas que escribieron juntos para los discos que ella lanzó como Caramelito. “Son todas canciones que hoy se resignifican”, dice ella.
“Poner todo esto en escena es muy movilizante para mí. Y motivador, también. Porque fue revelador encontrarme de nuevo con estas situaciones que cuento. O redescubrir cómo se manifestaba él conmigo y yo con él. Es todo lo que quedó en mí, prácticamente diseñado para seguir sin él, toda esta cosa de la dignidad de la persona y la autoridad sobre sí y sobre mí, que era mi hermano mayor. Es algo que traspasa a todo, el cuerpo, la enfermedad, las situaciones más extremas y la bandera que flamea es la dignidad, la seguridad y la claridad de las decisiones. Martín es un ejemplo tan valioso para mí, que también me resulta lindo que el resto de las personas lo tome para su vida”, dice Cecilia. “Esto duele muchísimo porque es darse con un dolor hasta el momento desconocido, pero todo se trata de cómo se puede seguir, ¿no?”.
Carrizo escribió esta obra que codirige junto a Agusta Bermúdez. Dentro de este relato hay imágenes potentes con la vida de los dos hermanos, atravesada por la convivencia fraternal, pero también en la pelea contra la enfermedad. “Cuento todo lo que me pasó desde que nací a su lado. Que supe que vino al hospital con un pantaloncito rojo, porque me lo contaron millones de veces. Y que me trajo la cajita de mis primeros aritos. También circunstancias de cuando estábamos en Estados Unidos, yo acompañándolo en su tratamiento, yendo todos los días a la clínica, él le poniéndole el cuerpo. Pero, ¿qué me pasaba a mí por dentro? Y ahí entran los poemas. Porque lo que me pasaba a mí, no se lo contaba a él. No me interesaba decirle qué me pasaba a mí. Yo estaba a su servicio, para su necesidad, para su deseo. ‘Ceci, ¿no me vas a buscar una pizzita a Banchero?’, me pedía. Y yo iba a buscársela, porque estaba para eso y no para decirle que me dolía el alma”, dice y se le quiebra la voz.
—Al margen de estos poemas, ¿hay algo más que te quedaste sin decirle?
—No, porque teníamos una relación muy franca, con el mejor de los diálogos. Cualquier discusión podía ser sobrellevada. Teníamos una conexión que nos entendíamos con la mirada, con la energía. Y por eso también pudimos trabajar tanto tiempo juntos y nos llevamos siempre tan bien, nos podíamos decir todo. Las mejores y las peores cosas. No me quedó nada por decirle, pero cuando yo me sentaba a escribir mis poemas, no quería decirle a él lo que escribía en esos cuadernos. Es ahora que yo le digo: “Solo te lo quería decir”, porque se lo estoy diciendo en el escenario. Porque estoy, como digo en el texto, “reemplazando a aquella que murió con su noticia”.
—¿Creés que Martín te va a estar escuchando?
—Sin dudas, recontra creo. Todo el tiempo se me aparece. En el último ensayo pasó una cosa tremenda. Era la primera vez que hacíamos la pasada completa. Por lo tanto, era la primera vez que en el contexto de los ensayos yo llegaba hasta el final. Y hay una frase final que yo digo, que la terminé de decir y sonó una batería. Te lo juro por Dios. Con Agusta ya habíamos hablado que esas cosas nos encantan. Y Ramiro Bermúdez, que es asistente de dirección y hermano de ella, nos dijo: “La puta madre, a mí no me gusta esto”. Pero fue increíble, no sabemos de dónde salió el ruido, de una ventana, de un vecino… ¡No entendíamos nada! No había una batería en el lugar. Vino del fondo, que hay un patio, y estaba todo en silencio, porque yo estaba diciendo el texto en el escenario. Se escuchaba mi voz, nada más. Fue impresionante.
—En todo este tiempo, me imagino que tuviste muchas señales de él.
—Sí, hay un montón de cosas que siento que son sus señales. Cosas que me pasan con mis sobrinos, con los hijos de él. Por ejemplo, yo había terminado de escribir esto y una de las canciones que incluyo para decir que se resignificó la letra porque parece como si se lo hubiera escrito hoy a él, es una que se llama “Tu fiel compañía”. Está incluida en el texto y un día, cuando yo terminé de escribirlo, me llama Mile, la hija del medio de él, y me dice: “Estuve con esta canción en la cabeza, no me preguntes por qué”. Y es un tema que ni siquiera es de su época. “La tuve que buscar en YouTube para ver cómo era, para escuchar la letra”, me dijo. Esas cosas están. A ellos todo el tiempo también les pasa, y a mi mamá… ni te digo.
“A mí esas señales me encantan. Es un dolor infinito, no tenerlo. No te digo que me conforman esas señales, no pasa por ahí. Pero ante la circunstancia de que él se murió y yo no puedo hacer que vuelva, saber que él está, adentro mío, me gusta. Y además me da como gracia, porque él era muy gracioso, muy carismático, muy del chiste. Pero no de la pavada, sino muy elocuente, pícaro”, dice Cecilia.
—¿Cómo imaginás que vas a hacer para no quebrarte en medio de la función?
—De hecho es algo que estamos trabajando mucho. Le estamos poniendo el cuerpo, el alma y las emociones para darle importancia a lo que quiero contar. Porque si yo me quiebro en situaciones en donde no puedo seguir hablando, me da tanta pena, tanta impotencia, no poder terminar de contarte lo que te estoy contando. En el texto está todo el tiempo la voz de Martín y hay una parte de cuando yo iba a todas las notas a hablar de su caso. Yo hice mil notas y lloraba mucho. Iba reconcentrada y armadita, pero lloraba. Y él me decía: “Basta, Cecilia, no llores más. ¿No te das cuenta de que después estos hijos de puta ponen de título: ‘El drama del hermano de Caramelito’? Vos concentrate y no llores” (se ríe). Y te juro que escucho la voz de él diciéndome: “Basta, no llores”. A él no le gustaba que le dijeran “el hermano de Caramelito” y lo de “el drama”. “Esto no es un drama, yo voy a salir adelante, vamos a encontrar la manera”, me decía. Él le estaba poniendo todo, entonces me pedía que no llorara.