Cuando hace 15 años Ángel Carabajal creó el espectáculo Bien Argentino, se propuso llevar a los escenarios las tradiciones culturales del país. Lo que nunca imaginó, fue convertirse en una suerte de embajador cultural. En un espectáculo fascinante de música y danza, conviven Ástor Piazzolla y el malambo, Diego Maradona y las Islas Malvinas, los sonidos, los movimientos y la indumentaria que reflejan parte de la identidad nacional. Se hizo fuerte temporada a temporada en Carlos Paz y no tardó en atravesar las fronteras internas y externas. Y por estos días, pasea por el mundo encabezando una compañía que no tiene límites.
Desde el 25 de junio y hasta el 22 de julio, el grupo se presenta con funciones diarias en Francia y Países Bajos, en el marco del Oproakeldais, uno de los festivales internacionales de música y danza más prestigiosos del planeta. Con la etiqueta de haber sido nombrado de Interés Cultural por la Cancillería Nacional, el show ya pasó por Warffrum y Brunssum en territorio neerlandés, actualmente están en Alençon y cerrarán en el World Festival de Ambert, ambos en Francia. Se trata de una comitiva de 32 personas, 25 de ellos artistas en escena, que montan un show con la prepotencia escénica que lo caracteriza y esa capacidad de adaptarse a diferentes formatos y públicos que se prueba en cada acto.
En este contexto, Ángel atiende el llamado de Teleshow antes de una de las presentaciones diarias en Los Folklores del Mundo, con localidades agotadas como cada una de la gira. “Me emociona lo que pasa con la gente, porque siento que es una manera de acercarlos a nuestra historia y a nuestra cultura”, dice desde el lugar de los hechos. Su voz denota la adrenalina propia de la Band on the run, pero también el aplomo de un hombre que disfruta, porque sabe lo que le costó cada paso. Y que no pierde la capacidad de asombro ni de emocionarse.
La ciudad formó parte de la ingeniería del desembarco aliado en Normandía, que torció el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, y fue la primera localidad francesa en ser liberada. Lo conmueve esa energía particular que rodea a los escenarios de las grandes gestas, en los que la historia se respira casi en tiempo real, porque lo conecta con Malvinas y su reciente visita a las Islas para homenajear a los soldados y saldar una cuenta pendiente. Y porque sabe que de no haber sido por el arte, por su talento y, sobre todo, por su sacrificio, nada de esto sería posible.
—¿Pensaron un espectáculo especial para la gira?
—El espectáculo es tal cual lo hemos hecho en la temporada. Por ahí generamos algunas adaptaciones por los públicos, pero en esta oportunidad lo mantuvimos, incluidas las apuestas fuertes, como el gol de Maradona a los ingleses o la referencia a la Guerra de Malvinas. El público está respondiendo bien, lo entiende y después nos felicita.
—¿Hay algún número en especial que llame la atención de los espectadores?
—Un poco vamos conociendo el público, y otro poco tanteamos en cada escenario. Últimamente, el malambo ha tomado una gran repercusión, y esa versión bien moderna los vuelve locos. Después, el tango siempre tiene su público, sobre todo acá en Francia, por eso trajimos a los principales cantores del show. Y el final es impactante también, con todas las voces en el escenario que hace que el público se ponga de pie y pida un bis, aplaudiendo de una manera particular. Ellos no gritan, pero cuando aplauden mucho tiempo es porque quieren más.
—Son 25 artistas en escena, eso ya debe ser fuerte…
—Sí, somos como Los Caligaris o Los Auténticos Decadentes del folklore (risas). Generamos un impacto con la banda en vivo, los malabares, las boleadoras, los bombos y es algo que no están acostumbrados.
—Sos actor, productor, director, bailarín. ¿Hay algo que disfrutes por encima de todo?
—A mí me gusta mucho la producción, siempre estoy pensando en lo que viene, y te doy una primicia. Estoy escribiendo el libro de mi vida, que va a salir por Editorial Planeta. Lo vamos a terminar en Suiza y lo vamos a presentar en octubre. Para mí es muy especial, porque cuento todo lo que me fue pasando, inclusive el presente, en un viaje que termina cuando pude conocer Malvinas.
Productor de raza y soñador sin límites, el artista cuenta que el libro se llamará Ángelo, y que planea convertirlo en una serie y una obra de teatro. El proyecto autobiográfico, que imagina con una puesta tan grandilocuente como las que acostumbra, abre la puerta a conocer su pasado en el que todo le costó mucho. Porque antes de un actor de variedades con éxito internacional, Ángel atravesó una infancia de carencias, económicas, pero también afectivas, que auguraban un destino errante que logró encausar a partir del baile y con una imaginación sin límites.
—¿Sos de mirar atrás? ¿Cómo es tu relación con aquellos años difíciles?
—Todo el tiempo tengo eso presente. Me ayuda mucho, porque cuando paso cosas complicadas en la actualidad, pienso de dónde vengo, todo lo que costó y aprendí que hay que adaptarse un poco y seguir para adelante. Como dijo Leo Messi alguna vez, “ganamos la Copa del Mundo, pero el otro día la vida sigue”, y esto es más o menos igual. A pesar de todas las cosas que vamos obteniendo, hay que seguir peleándola todos los días.
—Desde afuera da la sensación de que estás todo el tiempo pensando en la compañía, en los espectáculos, en las giras. ¿Hay momentos en los cuales frenás y te permitís despejar un poco?
—Sí, estoy pensando todo el tiempo en esto. Me sale de un modo natural. Tengo mis momentos de relax, suelo quedarme unos días después de la gira donde trato de no pensar en los espectáculos, pero hoy ya siento que mi vida es un evento. Permanentemente lo construyo desde ahí, como que le doy mi vida, pero por suerte y por bendición, sucede de un modo placentero. Se ha convertido en mi forma de vivir y lo disfruto mucho.
—¿Siempre fue así?
—Antes me estresaba, porque no podía manejarlo. Ahora entiendo que cuando viene la musa hay que disfrutarla y hay que adaptarse a eso. Y a veces, cuando quiero frenar, viene la inspiración, y por no querer desperdiciarla me vuelvo a conectar.
—¿Soñabas con que te pasara esto o la realidad superó a la proyección?
—Todo se fue dando de una manera que no imaginábamos. Ahora estamos trabajando con un audio, un equipo y una escenotécnica tan profesional que antes no solo no lo soñábamos, ni siquiera sabíamos que existía. Hoy es un requerimiento necesario, porque nuestro crecimiento en Argentina nos fue enseñando en el camino. El año pasado hicimos el Luna Park con este show y tuvimos que adaptarnos también, y esa técnica internacional la exigimos en nuestro rider. Todo lo que nos viene pasando es parte del querer más y de nunca abandonar los sueños. Antes veníamos y nos adaptábamos. Hoy podemos decir que estamos presentando un espectáculo internacional, con todos los requerimientos de este tipo de eventos. Y disfrutamos de sonar como queremos.