La cancha. Ese ámbito maravilloso donde ocurren momentos inesperados, al calor de la pasión. Esa que genera abrazarnos con alguien a quien jamás habíamos visto, simplemente porque nuestro equipo marcó un gol. Pero también es escenario de situaciones insólitas, y de diálogos sin palabras, simplemente con gestos entre desconocidos, como se dio en el soleado mediodía del domingo 5 de mayo de 1985, cuando en el estadio de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, los pocos presentes escucharon por los alto parlantes, que el Superclásico se había suspendido cerca del comienzo, por falta de público. Aunque usted, no lo crea…
El fútbol local se encontraba de receso desde principios de abril, porque la selección nacional encaraba la recta final rumbo a las eliminatorias del Mundial de México. La mayoría de los equipos, habían decidido aceptar los diversos amistosos que les iban surgiendo, ya que el parate tenía, aún, dos meses por delante. En ese marco se dio este cuadrangular, pomposamente bautizado “De las estrellas”, donde además de Boca y River, también tomaron parte Juventud Antoniana de Salta y Gimnasia y Esgrima de Jujuy.
Gustavo Sandoval, que por entonces era ayudante del Ejército, también había comenzado sus actividades como empresario y se puso al frente de este evento. El sábado 4, Boca igualó 2-2 con Antoniana en Salta (con goles de Carlos Tapia y Alfredo Graciani), al tiempo que River vencía al Lobo jujeño en su estadio por 3-0 con dos conquistas de Enzo Francescoli y la restante de Roque Alfaro. Los juegos fueron normales, pero llegó el primer llamado de atención para los organizadores, porque ambas recaudaciones estuvieron lejos de sus pronósticos. La esperanza era recuperar con el Superclásico del día siguiente.
Estaba estipulado que las dos delegaciones cobraran lo acordado antes del salir rumbo al estadio, pero el organizador no había conseguido los fondos y prometió hacerlo al concluir el partido. Los dirigentes de River se negaron y el conflicto iba rumbo a un callejón sin salida. Las 12:30 era el inusual horario establecido, ya que, por la tarde, la selección de Carlos Bilardo enfrentaba a Brasil en un amistoso en Salvador. Faltaban minutos para el momento del pitazo inicial, cuando por los alto parlantes se les anunció a los escasos 1.700 espectadores presentes, que el partido había sido suspendido y que podían pasar por las boleterías a recuperar su dinero. El partido nunca se jugó y dejó un hecho insólito en la legendaria historia del Superclásico.
Esta nueva edición, modelo 2024, se disputará en sábado, algo no habitual en este tradicional choque, pero que ha tenido algunos antecedentes y que dejaron datos relevantes. Uno de ellos tuvo lugar en la Bombonera, el 30 de abril de 1988 y debió pasarse de día, porque el domingo 1 de mayo no hay ninguna actividad deportiva. River ganaba 1-0 con gol de Antonio Alzamendi, Boca lo dio vuelta con dos tantos de Alfredo Graciani y a poco del final llegó el 2-2 con un cabezazo de Oscar Ruggeri, quien lo celebró efusivamente, ya que había sido insultado todo el partido por la parcialidad local. También quedó en el recuerdo porque ese fue el último superclásico oficial del Loco Gatti.
En 1994, por esas casualidades que suelen deparar los calendarios, se dio la misma situación y se volvieron a ver las caras en la cancha de Boca un sábado 30 de abril. Como entrenadores estuvieron frente a frente dos viejos conocidos: César Luis Menotti y Daniel Passarella. River se impuso por 2-0 con un golazo del Burrito Ortega y el restante de Hernán Crespo sobre la hora, para cortar una racha de ocho años sin poder ganar allí en forma oficial. La última victoria había sido el recordado 2-0 de la pelota naranja con un Beto Alonso superstar.
La temporada 1997/98 tuvo la particularidad que sus dos Superclásicos se disputasen en sábado, pero por distintas razones. El del torneo apertura fue el 25 de octubre del ‘97, adelantado, como el resto de la fecha, porque al día siguiente se llevaron a cabo las elecciones de medio término, donde apareció por primera vez con fuerza la Alianza entre el Frepaso y la UCR. Boca se dio el gusto de ganar en el Monumental por 2-1 en un partido que quedó en el recuerdo para sus hinchas, ya que allí Martín Palermo le marcó por primera vez a River con la camiseta azul y oro y, también, porque fue el último partido oficial en la incomparable carrera de Diego Armando Maradona. El del clausura fue el sábado 11 de abril, porque el domingo se corrió, por última vez hasta ahora, el gran premio de Fórmula 1 de nuestro país. Ante una Bombonera repleta, el cuadro local se impuso por 3-2, con una gran actuación de Claudio Caniggia, que se ilusionaba (y en ese sueño lo seguía el pueblo futbolero) con poder estar en el plantel que un par de meses más tarde jugaría la Copa del Mundo en Francia. Finalmente, la decisión de Passarella fue dejarlo fuera de los 22.
¿Pueden los partidos entre River y Boca por la Copa Libertadores no causar interés? La pregunta debería tener una respuesta obvia. Sin embargo, no una, sino en tres ocasiones, se enfrentaron y esos choques pasaron casi desapercibidos. Y tiene una explicación, ya que, en el viejo formato, las zonas tenían cuatro equipos (dos de un país y dos de otro), pero solo avanzaba el primero a la siguiente fase. En 1977, 1982 y 1986, se vieron las caras en el último cotejo del grupo, cuando ya uno de los dos estaba clasificado.
En la edición ‘77, fue Boca quien tenía asegurado el pasaje, en la Libertadores donde sería campeón por primera vez. El partido sin nada en juego fue en cancha de Huracán (River tenía su estadio cerrado por refacciones por el Mundial ‘78) y terminó 0-0 con escasos espectadores. ¿Titulares no habituales? Por supuesto que sí. En los Millonarios, con los casos de Amorone, Pitarch y Lonardi. Situación similar se dio en el ‘82, pero con el cuadro de Núñez ya clasificado. Ganó 1-0 en su cancha y allí fue su rival quien aportó apellidos poco recordados como Vijande, Bargas, Acevedo y Apariente. Análogo fue lo ocurrido en el ‘86, edición en la que River saldó su vieja deuda. En el cruce del Monumental, nuevamente se impuso 1-0 y en los Xeneizes actuaron Genaro, Monroig y Lalo Maradona, el hermano de Diego.
El torneo de la temporada 1988/89 del fútbol argentino fue bastante complejo. A los partidos que terminaban empatados les seguía una definición por penales, que otorgaba un punto más al vencedor. Al concluir el certamen llegaba la tradicional liguilla, pero que en este caso tuvo una rueda de ganadores, y quienes eran derrotados allí, bajaban a la de perdedores, haciendo por momentos inentendible el desarrollo. En ese marco, y por esta última, se dieron tres Superclásicos en ocho días. Los dos primeros, ambos 0-0, completamente olvidados (y olvidables), pero el último, que fue desempate, ya que era la final, tuvo muchos condimentos. Fue en cancha de Velez bajo una lluvia constante, River se impuso por 2-1 y esa noche cerró su excepcional carrera como futbolista Daniel Alberto Passarella.
Hubo un Superclásico tan especial como poco recordado, y fue el que se disputó en la Bombonera el domingo 25 de abril de 1982, en plena guerra de las Islas Malvinas. Incluso durante el desarrollo del partido, llegaron las noticias por radio, de un potente ataque británico a las Georgias, con sus consecuentes bajas. El impacto fue inmediato y el partido estuvo lejos de poder ser un bálsamo en el golpeado ánimo del público.
Cerca en el calendario, pero a gran distancia en rendimiento y apellidos, habían quedado los fantásticos choques de la temporada ‘81, donde de la mano de Diego Maradona y Mario Kempes, entre otros, animaron grandes encuentros. Pero en abril del ‘82 ambos estaban devaluados, con un andar irregular y sin sus esplendorosas figuras que, en la mayoría de los casos, se encontraban en la muy extensa concentración de cuatro meses que Menotti decidió antes del Mundial de España. Las dos alineaciones fueron una muestra del momento, con jugadores de escaso recorrido en sus respectivas historias como Bachino, Iturrieta, Cechi, del lado de Boca y Guídice, Vega o Alegre con la banda roja. El detalle particular lo configuró las presencias de Jorge Gordillo y Enzo Búlleri entre los titulares Millonarios, ya que habían sido desafectados de la selección, solo 48 horas antes.
Como epílogo, un par de perlas de los años ‘70. El miércoles 29 de agosto de 1974, los jugadores de River y Boca estuvieron en la cancha de Vélez, pero no para enfrentarse, sino para actuar juntos. En la actualidad parece algo de ciencia ficción, pero hace medio siglo se dio ese partido, entre un combinado de ambos clubes, en representación de Futbolistas Argentinos Agremiados contra la selección. El cuadro nacional aún estaba convaleciente del flojo rendimiento en el Mundial de Alemania, culminado el mes anterior. Esa noche su entrenador fue Vladislao Cap, el mismo de la Copa del Mundo, quien luego dejaría el cargo, ya que pocos días más tarde, sería anunciado César Luis Menotti en su lugar, iniciando una nueva y magnífica era.
Entre todas las curiosidades de aquella noche en Liniers, se dio que los hinchas Millonarios y Xeneizes compartieron la tribuna y gritaron juntos los goles del combinado, donde actuaron, entre otros, Daniel Passarella, Alberto Tarantini, Norberto Alonso, Marcelo Trobbiani y Carlos Morete. En los titulares de la selección apenas dos sobrevivientes del Mundial: Mario Kempes y Miguel Brindisi. El resultado final fue 2-2.
Un año más tarde, el 22 de octubre de 1975, también en cancha de Velez, nuevamente se conformó el equipo de River + Boca, en este caso para enfrentar a Futbolistas Argentinos Agremiados, integrado por buenos valores del medio local, en un partido a beneficio de la gremial de los actores. Fue derrota por 2-1 del combinado de los dos más grandes, cuya alineación tranquilamente podría ser la selección nacional: Ubaldo Fillol; Vicente Pernía, Roberto Perfumo, Roberto Mouzo y Alberto Tarantini; Juan José López, Marcelo Trobbiani y Osvaldo Potente; Pedro González, Leopoldo Luque y Oscar Mas. Un verdadero lujo.