Todos hemos escuchado pasos aun estando seguros de estar solos, un sonido o una sucesión de ruidos –cuanto menos extraños– en la oscuridad de la noche, o una voz cuyo origen somos incapaces de reconocer.
Aunque a menudo ha sido considerado como parte del trasfondo, una característica extra de la ficción gótica y de terror, el sonido tiene su propia estética y narrativa, teniendo una innegable capacidad de transmitir angustia, miedo, opresión…
Por ello, el terror es un género idóneo para realizar ficciones en el medio radiofónico, ya que la atmósfera creada deja volar la imaginación del oyente. De hecho, acerca de la magia de la radio, el escritor y locutor español Juan José Plans afirmaba: “Los efectos, la música y las voces permiten crear imágenes a través del sonido para que el oyente viva la historia”.
La radio y el terror
Desde los albores de la edad de oro de la radio, a principios de la década de 1930, los oyentes podían escuchar programas de terror, al menos en los Estados Unidos, donde surgieron tanto la radio como esos contenidos.
La guerra de los mundos marcó un hito a nivel tanto dramático como sonoro. La adaptación radiofónica de la novela homónima de H. G. Wells (1898) se convirtió en la mayor leyenda de la historia de los medios de comunicación. Estuvo dirigida y narrada por el futuro director de cine Orson Welles y se emitió en directo la noche de Halloween de 1938.
El episodio es famoso por demostrar el poder de los medios de comunicación y por el pánico que causó en su audiencia. Los hechos se relataron de tal forma que el programa se veía interrumpido con noticias falsas que narraban la caída de meteoritos que no eran sino las naves extraterrestres. Los oyentes que sintonizaron la emisión y no escucharon la introducción pensaron que se trataba de una emisión real de noticias, lo cual provocó el pánico.
Con este tipo de emisiones, la audiencia desarrolló el gusto por los fantasmas, los espíritus y los extraterrestres. Incluso solían imaginar que las voces que oían, y que estaban a muchos kilómetros, venían flotando por el espacio hasta que llegaban a sus oídos a partir de ese nuevo aparato.
La radio se fue (con)formando, los productores se dieron cuenta de que las historias de terror en las ondas interesaban, y el género comenzó a afianzarse. Los programas de terror crecieron exponencialmente y alcanzaron su punto más álgido en torno a la Segunda Guerra Mundial.
La atracción por las emisiones de ficciones de terror es comprensible. La lectura dramatizada de cualquier relato radiofónico no deja de ser una representación. Busca hacer presente el texto en la imaginación de quienes escuchan, con la intención de inquietar y hacer que experimenten lo que se lee. Además, para apelar a la complicidad del oyente, en su emisión se añaden pausas, silencios y sonidos. La lectura dramatizada también implica el hecho de oír entre líneas, escuchar los espacios en blanco.
En el caso de este género, el terror auditivo nos aísla del mundo sensorial externo. Al no estar presentes el resto de sentidos, este tipo de consumo de terror es personal y activa la imaginación hasta un punto solamente igualado por la lectura. Al cerrar los ojos, el oyente se traslada a ese mundo y se mueve dentro de la ficción, igual que lo hacen los personajes de la historia. El objetivo es que el oyente se sienta rodeado por el sonido, que experimente el miedo y que tenga que ir descubriendo qué es lo que está ocurriendo. La radio le obliga a actualizar lo narrado a nivel mental, convirtiéndolo en algo real, tanto en cuanto cobra vida en su mente. Se imagina y siente así las situaciones, desesperaciones y angustias de los personajes, haciéndolas suyas.
Todas estas estrategias apelan a las raíces góticas. El uso que la radio hace del sonido crea una experiencia privada, en vez de una experiencia visual compartida, como es el caso del cine y la televisión.
El terror radiofónico en España
La edad de oro de la ficción radiofónica en España surge tras la guerra civil (1936-39), especialmente los programas de corte dramático. No debe extrañarnos que fuera así, dado que la población buscaba entretenimiento con el fin de olvidar los horrores acaecidos años atrás.
La radio del período franquista se caracterizaba por ser marcadamente evasiva, llena de ficción, de concursos y programas deportivos. Ésta era la forma más barata y sencilla de entretenimiento, consiguiendo llegar a un amplio espectro social.
Hay tres grandes figuras de la cultura de la radio y la televisión española, especialistas en el género, que estuvieron conectadas entre sí de diversas formas.
Una de las que más se destacan a la hora de hablar del terror en la radio es la del ya mencionado Juan José Plans. Periodista, narrador, locutor, ensayista y gran cinéfilo, fue el renovador del radio-teatro gracias a trabajos como el programa Historias, que podría entenderse como el sucesor radiofónico de la serie de televisión Historias para no dormir iniciada en 1966 y dirigida por Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador.
Aunque normalmente se le asociaba con la televisión y el cine, Ibánez Serrador también fue el encargado de dirigir durante los años 70 la serie radiofónica de misterio y terror Historias para imaginar.
La vinculación entre Plans y Chicho iba más allá. Una de las obras narrativas del primero (El juego de los niños, 1976) fue la base de la película que el segundo realizó ese mismo año titulada ¿Quién puede matar a un niño?
También podemos mencionar al divulgador y psiquiatra especializado en temas de misterio y parapsicología Fernando Jiménez del Oso. Jiménez del Oso colaboraba de forma habitual con programas radiofónicos esotéricos, y fue guionista con Ibáñez Serrador de algunos capítulos de Historias para no dormir.
El terror en la radio actual
En 2010, RNE (Radio Nacional de España) inició un nuevo ciclo de ficción sonora llamado Historias terroríficas, adaptando títulos como El Exorcista, Drácula, Extraños en un tren y Psicosis. Sin embargo, no son programas que se emitan de forma sistemática, sino que su aparición es puntual.
Actualmente no nos consta que haya ningún programa en el panorama actual radiofónico español con temática exclusiva de terror. Pero sí existen, en las diferentes plataformas de pódcast, productos de género destinados a cubrir las necesidades de aquellos oyentes que echen de menos tener a mano historias para no dormir.
Tal y como sugería el mismo Plans, ¿por qué no escuchar un relato de terror, incluso sus propias Historias, a la luz de una vela? Los pódcast brindan la posibilidad de (re)vivir inquietantes aventuras y sentir terror a través de una voz que nos hará estremecer.
*Francisco Javier Sánchez-Verdejo Pérez es profesor acreditado contratado doctor en el Departamento de Filología Moderna, Universidad de Castilla-La Mancha. María Victoria Arenas Vela es profesora de Lengua Inglesa, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Publicado originalmente en The Conversation