Hay dos ideas ajenas que los críticos de cine gustan citar. Una es la de William Goldman, galardonado guionista (Butch Cassidy) y escritor, autor de La princesa prometida, que en su autobiografía Aventuras de un guionista en Hollywood hizo famosa la frase “Nadie sabe nada”. Quería decir que nadie sabía por qué una película era exitosa o cómo lograr de modo seguro un suceso. La fórmula no existe y la apuesta más segura puede convertirse en un fracaso. La otra es de André Bazin, el crítico que cambió el pensamiento sobre cine y fundó la mítica Cahiers du Cinéma. Decía que las películas eran como la mayonesa: se pueden tener los mejores huevos, el mejor aceite y el mejor vinagre, y la mayonesa no cuaja. El monumental fracaso estadounidense -no tanto en el resto del mundo hasta ahora- de Guasón 2: Folie à deux, comprueba ambas ideas: una de las apuestas más seguras del año termina perdiendo plata y, para los espectadores, la mayonesa está cortada. Lo último es clave y la película debe verse como un síntoma de la crisis real que padece el cine de gran espectáculo.
Usemos una herramienta estadística, aunque no del todo “científica”, el sitio agregador de críticas Rotten Tomatoes. Para quien no lo conozca, concentra la información y, sobre todo, los comentarios sobre películas y series, y confecciona un porcentaje: “Rotten” (“podrido”) es malo, “Fresh” (“fresco”) es bueno -son tomates-. Últimamente cambió el “tomatómetro” que medía las opiniones de los fans por una bolsita de pochoclo. Es una herramienta bastante interesante porque concentra una cantidad grande de opiniones y no solo de los EE.UU. (suelen aparecer citadas, por ejemplo, las opiniones del sitio argentino Otroscines). Guasón 2 entra, en este campo -y en el del marketing, que es central- en la categoría “superhéroes”, porque transcurre en el universo de Batman (es divertido que, cuando leen la sentencia a Arthur Fleck, dicen “el estado de Nueva York”, así que Manhattan tiene una gemela, Ciudad Gótica…). Esa pertenencia, en última instancia, es la que hizo posible la película. Las notas periodísticas hacen la comparación entre los puntajes que obtuvieron las peores películas contemporáneas de superhéroes (tanto en recaudación como en críticas) y surge que el film de Todd Phillips es el más odiado por lejos.
Veamos: The Marvels, la peor película en rendimiento de Marvel/Disney (y el único “fracaso” definitivo en la serie) tuvo un consenso crítico favorable del 62%, y del público, de un 82%. Aunque en este caso creció mucho el último cuando la película pasó a plataformas. Morbius, fallido origen de villano del universo de Spider-Man (Marvel, sí, pero de Sony), tuvo un consenso crítico desfavorable de 15%, y uno de los espectadores mucho más positivo, 71%. Madame Web, también Marvel/Sony y la menos esperada de todas estas películas, tuvo 11% de los críticos a favor y 57% de los espectadores. En DC, cuya último estreno había sido la muy demorada y muy problemática y muy cara The Flash, todo fue favorable: 63% de los críticos y 83% del público, a favor. No vamos a mencionar el otro film de la firma de 2023 (Blue Beetle) porque se había hecho originalmente para plataformas hasta que se decidió su estreno en salas. Pero sí podría hablarse de Shazam! 2, que también funcionó mal: 49% de críticos a favor y 86% del público. Primera deducción: hay un desfase importante entre crítica y público. Siempre lo hubo, probablemente, pero hoy puede verse gracias a la existencia de Internet y las redes sociales (lo mismo sucede con todo el periodismo), y esa pérdida de autoridad por la suma de publicaciones también disuelve otra actitud “antigua”: repetir lo que dice la crítica para “formar parte”. Hoy eso ya no funciona de ese modo.
La primera Guasón costó cerca de 70 millones de dólares. Depués de ganar el León de Oro en Venecia -festival prestigioso si los hay- tuvo varias nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor película (le ganó Parasite, pero era la segunda favorita) y le dio a Joaquin Phoenix el premio de actuación. Fue la primera película “R” (es decir, sólo para adultos) en superar los 1000 millones de dólares de reacudación global -el récord lo sostuvo hasta hace poco, cuando lo rompió Deadpool & Wolverine-, y la crítica la aplaudió. En Rotten Tomatoes, tiene un 68% favorable de parte del a crítica (descendió con el agregado, al paso de los años, de más críticas: estuvo por encima de 90%) y 89% de parte del público. Un éxito y, probablemente, un clásico. Fue el mayor éxito de Todd Phillips, que había creado la trilogía ¿Qué pasó ayer? En principio, el realizador pensó que sería sólo una película, pero los números y la aceptación del personaje -que se volvió rápidamente icónico, algo que hace salivar con fruición a los ejecutivos de marketing- forzaron una secuela. Sólo que esta vez no hubo supervisión del estudio, Phillips tuvo carta blanca, el presupuesto asignado rondó los 200 millones de dólares y solo el cachet de Lady Gaga rondó los 12 millones verdes. Phillips había anunciado, además, que la película sería un musical. Nadie tembló por eso, dado que uno de los parámetros del mundo en el primer Guasón es la imperiosa necesidad de ser parte del mundo del espectáculo. Y además porque tener a Lady Gaga y no hacerla cantar, sobre todo con ese cachet, era un despropósito de proporciones épicas. Todo el mundo pensó, además, en el negocio de la banda sonora. Que Phillips optara por un repertorio de standards del musical clásico en vez del rock desaforado que engalanaba la mejor secuencia de la primera película (“Rock’n’ roll I & II” de Gary Glitter) era una jugada rara, pero en la primera también se oía a Nina Simone y a Frank Sinatra con el previsible “Send in the Clowns”. La película ya había pasado por Venecia, donde tuvo aplausos menos entusiastas que la primera. Pero, ¡ey!, son europeos.
Antes de seguir, una aclaración: la película no es mala. Puede ser fallida, pero tiene secuencias extraordinarias que poco se animan a filmar, y combina varios géneros de manera fluida (el musical, el drama carcelario, la película de juicios, la comedia y hasta el dibujo animado). Es importante tenerlo en cuenta porque está lejos de las películas “de superhéroes” citadas más arriba. De hecho, cabe preguntarse si no funcionaría mejor si no tuviera nada que ver con el “Batmanverso”. Pero para los espectadores resultó la mayor decepción comercial desde los Sea-Monkeys. En Rotten Tomatoes, hoy hay consenso: 32% por parte de la crítica y 33% de parte del público. El segundo llegó a estar en el 10%, pero mejoró después de dos semanas. De todos modos, se puede decir que el público la odió mucho más que a Madame Web, Morbius, The Flash, The Marvels y Shazam! 2. Hay una probable explicación estadística: aquellas películas bien “del género” fueron luego rescatadas por los megafans. Aquí es totalmente distinto: por un lado, decepcionó a quienes querían un “Guasón recargado”, un drama criminal con más locura desatada que la primera película (algo difícil cuando la película pasa de una cárcel a un juzgado ida y vuelta). Por el otro, y principal, decepcionó al fandom hardcore, a quienes querían que la película entroncara con Batman finalmente (si no, ¿por qué incorporar a Harley Quinn?).
La mitad de lo esperado
Las cifras fueron contundentes: se estimó una recaudación debut de 75 millones de dólares, que se revisó a 60-65 y fue, finalmente, de 37,8. A esto hay que sumarle -lo demuestran los números- un mal “boca a boca”, que no sólo es el mejor marketing sino que es imprescindible para que estos films-eventos que pertenecen a una franquicia pasen de los fans de la marca al público más general, que es el que finalmente hace un éxito. Inmediatamente se buscaron causas y culpables: el film no tuvo screen tests y Phillips hizo lo que quiso. El screen test es una práctica demasiado extendida: Avengers-Endgame tuvo muchos y eso permitió que se eliminaran escenas y se cambiaran partes importantes del guion, incluso se eliminaron secuencias filmadas. Y cuando se trata de franquicias, se busca que el fandom quede contento, que “cure” en esas sesiones el material para que conforme a los fanáticos que ya conocen a los personajes. Los fans se volvieron casi una tiranía, y la causa es el enorme costo que estas películas tienen. No son sólo los 200 millones de dólares de costo de producción sino el doble por el marketing y los costos de distribución. Guasón 2, estimaba Variety, debería recaudar 450 millones de dólares para llegar a números negros. Santa taquilla, Batman…
La dependencia de las franquicias y el fan service ponen a la producción de gran entretenimiento masivo en un atolladero difícil de resolver. Los espectadores quieren que se respete la mitología y pagar una entrada para ir a lo seguro. Pero hacer esas películas es cada vez más caro porque, al mismo tiempo, desean algo usado pero también algo nuevo, algo azul y, por qué no, algo prestado. El “boca a boca” es hoy la conversación en redes, pero si un par de influencers con poder dentro de un fandom determinado destruyen una de estas producciones, es muy difícil recuperar una inversión tan enorme. Guasón 2, con sus fallas, es una película de autor que excede lo “esperable” para un gran espectáculo (y en parte lo es). Hay otros factores: salvo que provenga de un gran éxito de Broadway o sea una película animada de Disney, el musical concita muy poca atención del público, que lo ve como algo pueril o demodé. Y recordemos: Batman. No alcanza con que uno de los personajes se llame Harvey Dent y en el epílogo, a modo de profecía o guiño, aparezca con media cara cubierta de sangre. El fan quiere Batman y quiere Guasón, lo que el mito ha hecho de ellos. A falta de Bruce Wayne (que en la cronología de estas películas anda ahora por los diez años), por lo menos más aventuras del payaso criminal. A cambio, la película le da citas a un género -de Brindis de amor a Los paraguas de Cherburgo– y la aparición recurrente como comentario de Pepé Le-Pew, el zorrino enamorado del que huyen las gatitas. Si la primera película le añadía una capa más al mito y creaba otro icono alrededor de un personaje tremendo, esta la diluye y la sustituye por un melodrama romántico y trágico cuya mayor acción transcurre en la mente del protagonista. Todo lo que el target comercial de un film de estas proporciones no quiere.
Así, la dependencia de las marcas parece haber alcanzado su punto de quiebre. Como decía Goldman, nadie sabe nada y mucho menos es posible saber, hoy, si una película “de franquicia” va a funcionar sólo con ponerse la camiseta de la empresa. Este año fracasó también espectacularmente la nueva entrega de la saga Mad Max, Furiosa, incluso si era mucho más fiel que Guasón 2 a su universo de pertenencia. Los costos se fueron por encima de lo racional y, ante la falta de seguridades y un fandom al que ya no se “doma” con dos o tres referencias fan service, el sistema está en crisis. Este año será la peor temporada de la post pandemia: a mediados de año, antes del estreno de Intensa Mente 2 y Deadpool & Wolverine, la recaudación era un 26% más baja que en 2023 (hoy esa brecha se redujo a un 15%; aún es demasiada diferencia). Es cierto: Guasón 2 no es una debacle monumental como Las puertas del cielo, el film de Michael Cimino que liquidó a la United Artists a principios de los 80, y es probable que, con la amortización de las plataformas y la sindicación, a la larga recupere su inversión (es la estructura del negocio hoy, oligopólico en cuanto a la distribución global). Pero demuestra que el poder de las audiencias, hoy, requiere una nueva forma de pensar el cine. Quizás menos marcas, quizás más riesgo, sobre todo, menos gasto. En última instancia, el fandom cree que Guasón 2, un síntoma del cine de hoy, es la mayonesa mortal batida por Batman. Y se sabe: en la Mansión Wayne, la comida siempre la preparó Alfred.