Es una mañana fresca y soleada en Mar del Plata del último viernes de otoño y Abel Pintos recibe a Teleshow en el hall del Teatro Tronador. El cantante oficia de guía por las catacumbas de un edificio que ya siente propio. El ascensor se detiene en el cuarto piso y el camino por una pasarela elevada permite otra apreciación al espacio que desde hace diez años gestiona Marcelo González, su socio en la productora Plan Divino. Es una puesta en escena espontánea de uno de los tantos abeles que lo habitan, y que cobran cada vez más fuerza en su personalidad siempre inquieta. ”Era una ilusión muy grande para mí poder empezar a diversificar mi creatividad y me gustaba la idea de desarrollar esta parte más empresarial, en la que trabajo con la misma pasión que trabajo con la música”, dirá promediando la entrevista. Y entonces este camino transitado casi en tiempo presente cobrará otro sentido.
El músico está de paso en la ciudad, y dentro de un rato va a sorprender al Puma Goity en una charla abierta con la comunidad teatral como parte del lanzamiento de la temporada de verano en La Feliz. Viene de publicar “Me dediqué a perderte” (de Leonel García, popularizada por Alejandro Fernández), el segundo single de su nuevo álbum en el que versiona el cancionero latinoamericano, y se prepara para viajar a Mercedes para realizar una nueva jornada ecológica de plantación de árboles en su campo escuela. Y en el horizonte cercano aparecen grandes desafíos profesionales, como representar culturalmente al país en España, los 30 Luna Parks con Luciano Pereyra, los festivales de verano, la edición del disco, la conquista del mercado hispano. “Durante mucho tiempo estamos poniendo fichas en un montón de cosas y a veces puede pasar que esas fichas caen al mismo tiempo”, dice con una sonrisa más de entusiasmo que de resignación.
Y en el medio de este torbellino, como sostén y motor de cada una de sus decisiones y de sus actos, aparece la familia. El 12 de septiembre nació Rosario para completar el núcleo de cinco que integran su esposa Mora Calabrese y sus hijos Guillermina y Agustín. Se lo ve feliz, pleno y es algo que celebra y agradece, porque sabe que es fruto del esfuerzo y que solo se podría conseguir con ese respaldo. “Soy un hombre que está en muchas cosas al mismo tiempo, y la forma de administrar y disfrutar todo es tener claro cuál es la nave madre y cuáles son los satélites. Porque a los satélites uno va a hacer lo que tiene que hacer y regresa a su nave nodriza. Y esa es la familia”, dice.
—En este momento de plenitud casi absoluta aparece una canción como ”Me dediqué a perderte”, que habla de desamor y de frustraciones.
—Cuando uno está en una etapa de la vida de equilibrio, desde la tranquilidad y la paz interior que provoca eso, tiene la posibilidad de repasar su línea del tiempo y de alegrarse y felicitarse por todo lo que construyó. Y también de perdonarse por lo que pudo haber hecho de otra forma. Esta canción tiene que ver con esa partecita de mi proceso personal de estar amigándome con las cosas y las personas que perdí, a quienes siento que me lastimaron o pude haber lastimado, y las vueltas de la vida me llevan a poder cantarla en este momento.
—Una manera de sacarse pesos de encima y de sanar.
—Totalmente. Por eso elijo estas canciones y vuelvo a este recurso del intérprete con el que empecé mi carrera y que siempre estuvo presente. Hay temas que se convirtieron en canciones icónicas de mi repertorio al punto tal de que generaciones nuevas iban creyendo que eran mías. Y eso me hace saber que el público también advierte esa relación estrecha que tengo con la canción de otro autor y el ejercicio de hacerla propia.
—Vuelvo a la agenda apretada y sobre todo a esta búsqueda medio juglaresca de llevar tus canciones por América Latina y por España.
—Durante mucho tiempo yo iba detrás de las canciones, por ahí pegaban en la radio o en una playlist y se caía de maduro que me llamaba un productor y tenía que ir a tocar. Ahora esa situación se invirtió y es otra la búsqueda, y está bien eso que decís del juglar. A esta altura de mi vida, en esta configuración familiar, adopté el nuevo desafío de ir con mi guitarra, mis interpretaciones y mis obras propias a hacer mi camino. Ahora regreso a Madrid después de muchos años, en un evento espectacular que es la Semana de las Américas, donde Europa rinde una especie de homenaje a los países de América y a mí me toca ir en representación de Argentina junto a otros artistas. Es el puntapié inicial para hacer ese trabajo de hormiga que hice durante 30 años en nuestro país.
—Sabés bastante de representar a Argentina, has cantado el himno en diferentes momentos, y cada vez que juega la Selección o hay algún evento deportivo grande, está tu nombre dando vueltas ¿Cómo se fue construyendo eso?
—Se dio de manera bastante natural. Cuando grabamos el disco de los himnos (N.d.R.: Alta en el cielo, 2023) considerábamos que tenía que que ser abarcativo, integrador y que llegara sobre todo a los niños y adolescentes a través de distintos caminos. Le hicimos saber a gente del deporte, de la cultura, de los medios, de la educación y entre esas personas lo contactamos al Chiqui Tapia, que se emocionó mucho. Vino a la grabación y nos contó que se acordaba de que cuando era chico, cantaba esas canciones. Y sucedieron esas cosas mágicas, nuestra versión se empezó a escuchar antes de cada partido de las diferentes selecciones hasta que un día me dijo: “Tenés que venir a cantar el himno”. Y yo acepté encantado, y todas las veces que me convoque, voy a ir.
—¿Tenés trato con los jugadores? De movida, el visto bueno del capitán lo tenés…
—Sí, con Lionel (Messi) nos conocimos en su casamiento (Risas). Sé que cuento con el respeto de todos ellos, me lo han hecho saber y sentir de distintas maneras. Y estoy muy agradecido, porque es su momento y de alguna manera me permiten ser parte, pero no tengo una relación más allá de eso. Por ahí con el que más me hablo es con Julián Álvarez, porque él y su pareja son muy fanáticos y nos escribimos un poco más. Es un honor siempre cantar el himno, por este equipo, es muy emocionante; de la misma manera que cuando canto ”Aurora” ante 3000 chicos que juran la bandera. Por más que pasa el tiempo, me siguen pasando cosas cada vez que canto las canciones patrias.
Más amor en mi vida
Esta ingeniería profesional y esta hoja de ruta en la que cada curva parece planificada con debida anticipación se alteró con la llegada de Rosario. “Se adelantó nuestra primavera”, expresó el bahiense para graficar esa sensación de tiempo que se detiene. Y reconfigurar casi de inmediato ese universo alternativo en el que la nave nodriza cierra las puertas y refuerza la seguridad. “Ella nos aportó lo identitario como familia y también es la conclusión de una etapa. Sabemos que hasta acá llegamos”.
—¿Por qué tienen tan claro eso?
—En primer lugar hay una razón médica. Nuestros tres hijos nacieron por cesárea, y los médicos recomiendan no volver al proceso del embarazo porque puede presentar riesgos muy altos, tanto para la criatura como para la mamá. Pero además, nosotros como familia tratamos de hacer una lectura de las cosas, y entendemos que ya estamos constituidos. Lo hablamos en casa y todos estamos conectados con eso. Entonces, la llegada de Rosario, al margen de la ternura propia de un bebé, tiene esa cuestión simbólica y después de tanto recorrido se siente muy bien saber que tenemos clara cuál es la identidad familiar.
—¿Y cómo la recibieron los hermanos? ¿Agustín está celoso?
—No le vemos señales, porque la verdad es que ni siquiera está más demandante. Está expectante, observa desde afuera, tiene este sentido de la delicadeza de no saber muy bien cómo relacionarse. Está entendiendo cosas y empezando a preguntar, en un momento de descubrimiento. Está especialmente enérgico y muy ilusionado.
—A Guillermina la vimos últimamente en una faceta más eventera, te acompañó al teatro, a los Martín Fierro. ¿Le imaginás un futuro en el ambiente?
—A ella le gusta mucho la música, pero esto lo hace porque es compañera y, ante la imposibilidad de Mora de este último tiempo, ella toma ese lugar porque le gusta acompañar a su papá; y eso es hermoso para mí; como cuando viene a la oficina, al estudio o a los ensayos. Y yo la invito permanentemente por fuera de sus responsabilidades, porque también es un hermoso tiempo compartido entre los dos.
—Recién decías que combinabas este regreso a la interpretación con la composición. ¿Ya aparece Rosario como inspiración?
—Todavía no hay una canción en particular. Creo que todo lo que me produce conceptual y emocionalmente la paternidad ya está un poco volcado en “Piedra libre”. En Ahí cuento que una noche soñé que Mora estaba embarazada de Agustín, y que jugaba a las escondidas con él. Lo escuchaba moverse por la casa, pero no lo veía, porque todavía no lo conocía. Con la llegada de Agustín la canción se ligó naturalmente a él, pero el núcleo emocional tiene que ver con lo que a mí me pasa con el hecho de ser padre.
—¿Y qué te conmueve o te inspira a la hora de escribir?
—Lo que hoy me moviliza está teniendo mucho que ver con lo que pasó con “Me dediqué a perderte”. De alguna forma estoy en un momento de mi vida en el que empiezo a hacer un balance y está la parte de reconocer lo que aprendí y también lo que me queda por descubrir. Para mí, la composición siempre fue más un brote emocional, y ahora empecé a a generar un poco más el ejercicio de sentarme a componer y, sobre todo, de juntarme a componer. Y eso es un poco lo que pasó con Luciano. Yo tenía una serie de canciones que fantaseaba que podíamos interpretar y, sin embargo, le dije: “Vamos a juntarnos, busquemos una canción y que salga de ahí”. Y así surgió “Es ahora”.
—Cumpliste 40 años, vas por los 30 de escenario y los números redondos ayudan a recapitular. ¿El balance se te impuso?
—Sinceramente, cuando con Mora y Guillermina decidimos formar una familia, yo sentí que iba a tener que aprender a funcionar de una manera completamente distinta a como venía funcionando en mi vida. Una de las cosas que hice fue empezar terapia y, entre todos los temas que hablé, estuvo el hecho de decidir formar parte de una mesa redonda cuando siempre había estado en la punta de la mesa. Tenía que aprender a funcionar en equipo. Ese construirme desde la revisión me llevó a estar en este momento de balance, que tiene un tiempo de desarrollo. Y que en lo relacionado con la música, me enseñó a sanar lo que tengo que sanar y a colgarme las medallas que merezco.
—Ya que estamos con los números, van a hacer 30 los Luna Park con Luciano que, cuando se agoten, van a redondear los 200 mil tickets. Está claro que había muchas ganas de verlos juntos, lo que no sé es si ustedes imaginaban tanta.
—Sabíamos que iba a generar mucha expectativa, principalmente porque nosotros mismos lo encaramos con mucha expectativa. Sabemos que tenemos mucho público compartido, cercano; pero no nos imaginábamos semejante furor. 200.000 tickets es una barbaridad, es un número que se dice fácil pero resuena adentro mío con mucho eco. Es muy conmovedor.
Fotos/Piero Introcaso.