La modalidad delictiva del robo de cables de cobre está impulsada por el fuerte aumento del precio de este material, que se triplicó en los últimos doce meses.
Los jóvenes que se juegan la vida e integridad física colgados de cables de alta y media tensión no buscan sabotear un servicio público sino obtener una ganancia de su arriesgado obrar delictivo.
Ese “lucro” lo logran porque hay gente que luego compra el cobre -al igual que los celulares robados, bicicletas, autopartes y otros- generando mercados ilegales de productos robados que son los que alimentan la industria del robo en sus diferentes variantes.
No nos engañemos, cuando se apresa a un ladrón de cables, celulares, bicicletas, de autos y se lo encarcela, se hace lo correcto pero se afecta sólo al último eslabón de la cadena, el más sencillo de reemplazar. Rápidamente aparecerán otros jóvenes que están a la intemperie de la vida, listos para tomar su lugar. Se llama efecto de sustitución.
Es “fulbito para la tribuna”, mostramos algo pero nos quedamos muy cortos frente a la magnitud del problema de la inseguridad, generado en gran medida por el delito del robo en general.
Es indispensable que Gobierno, Justicia, Fiscalías, Policía de Investigación e Inteligencia Criminal, AFIP, ARBA y más coordinen esfuerzos recogiendo y procesando información, orientándose a destruir los mercados ilegales donde los objetos robados se transforman en dinero.
No habrá solución si sólo nos enfocamos en los ladrones y no en la industria del robo.