Facundo Díaz Acosta saltó al conocimiento masivo cuando apareció, durante la pandemia, entrenando contra un colchón apoyado sobre una pared. Todavía sonríe cuando recuerda el video. Pocos lo relacionaban con aquel jugador junior que había ganado la medalla de plata en singles y el oro en dobles (junto a Sebastián Báez), en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Pero era él, el mismo tenista que se iniciaba en el profesionalismo y luego el encierro le demoró el paso.
Tras un semana de ensueño en el ATP de Buenos Aires tras vencer en dos sets en la final al chileno Nicolás Jarry, Facu pasó del encierro a ver cómo se hizo la luz en su naciente carrera profesional. De aquellas medallas, podios y fotos en los medios a las imágenes que describían su única posibilidad de continuar entrenando. Se hizo viral y trascendió,más que con las medallas que había conquistado. “Ya pasaron como cuatro años, ¿no? La verdad es que jugaba porque no había nada más para hacer en ese momento y lo único que me quedaba era abrir el portón y poner el colchón. No sé si lo vi en alguna red social, o adónde, no me acuerdo, pero me puse el colchón y comencé a jugar. Pero ni siquiera lo hacía con ganas, porque ya en ese momento era como que estaba en una zona de confort. Lo que quería evitar era quedarme en la cama todo el día, levantándome a cualquier hora o pasármela jugando a la Play o comiendo cualquier cosa. Había tanto tiempo libre que había que matarlo de alguna manera. Nada, pasaba el tiempo, la verdad, así que, después de todo, no estuvo tan mal, tampoco”, recuerda el tenista de 23 años.
– ¿Cómo fue esa transición del colchón contra la pared a la competencia en las canchas?
– Fue todo un proceso muy largo, con momentos con un poquito de sufrimiento, de no pasarla tan bien, sobre todo en los viajes. Tiempos de no disfrutar tanto de los entrenamientos, de volverme loco porque las cosas no salían tan bien como yo quería o como esperaba. Antes de la pandemia terminé muy bien, había ganado un torneo y hecho final en otro y me cortaron todo. Y a la vuelta, con los resultados que había tenido, me esperaba ganar todos los futures y los challengers que jugara, pero no fue así. Eso me frustró un poco y se me hizo como un proceso muy largo. Fui aprendiendo mucho, me fui dando cuenta de un montón de cosas y de que, tal vez, yo no era tan bueno como pensaba. Fueron un montón de cosas que aprendí que hacen que hoy esté acá.
– El 2022 también te frenó el ascenso…
– Hubo momentos buenos, pero no pude agarrar continuidad, porque tuve lesiones que me terminaron por cortar y se llevaron una tercera parte de la temporada. Entre las dos lesiones me pasé cuatro meses fuera del circuito.
Nacido en el seno de una familia de amantes del tenis, desde chico mamó este deporte. Sus abuelos, Alicia Bleuzet y Osvaldo Acosta, tenían muy buen nivel de tenis y hasta llegaron a destacarse como N°1 en las categorías seniors. Al igual que la mamá de Facu, Cecilia (también buena jugadora), transitaban su tenis por las canchas del club Comercio. Más al norte, en el por entonces llamado Centro Lucense, un joven Pedro Díaz, su papá, compartía torneos de dobles junto a Eduardo Puppo, quien luego se desarrollaría como periodista e historiador de este deporte.
Los Acosta ganaron la pulseada y el pequeño Facundo, al igual que su hermano menor Santiago, comenzó a jugar en el Club Comercio, hasta que fue incluido en la Academia de Mariano Monachesi y Mariano Hood, quienes continúan entrenándolo hasta la actualidad.
– Tu familia te apoya, te siguen adonde pueden. ¿Se mantiene la misma relación con tu familia como antes?
– Sí, sí, es espectacular. Siempre, por suerte, me bancaron en todas. Aunque tuvimos algunas idas y vueltas (sonríe con picardía), cuando yo quería ver si dejaba el colegio presencial y lo hacía por Internet. Que sí, que no y, al final, me terminaron bancando. Lo terminé libre y me apoyaron en que quería jugar, en hacer lo que a mí me gustaba y tenía futuro. Hoy siguen en eso y van a intentar si pueden acompañarme un poco más.
– A veces hablás y es como si te sintieras un extraño en este nivel de tenis, pero llegás a cuartos de final de torneos altamente competitivos ganándoles a jugadores dentro de los 30 mejores del mundo.
– Sí, de a poco sí, pero, viste que de Futures a Challengers se nota mucho la diferencia en cuanto a condiciones, en cómo te tratan y todo eso. Por eso, cuando jugás tus primeros torneos del siguiente nivel (ATP) te sentís como un poco raro, por lo menos eso fue lo que me pasó a mí. Pero por el hecho de ir jugando torneos de éstos, me fui acostumbrando y hoy ya me siento mucho más parte del tour. Es que te vas asentando de a poquito en el nivel, con partidos en los que, tal vez, estuve cerca o que me sentía a nivel. Hoy creo que ya me siento mucho más parte de este lote y que puedo ganar muchos partidos acá.
Facundo tiene otros intereses, no todo es jugar al tenis para él. Gusta de encontrarse con amigos cuando está en Buenos Aires, salir a comer y a divertirse, “pero sin excesos y controlado”, dice. Es uno de esos tenistas que se dan el espacio para conocer y disfrutar de los lugares que circundan al torneo. “Creo que aprendí un poco eso en el último tiempo, antes me costaba un poco más salir en los días libres, aunque, generalmente, si tenés un día libre es porque te va mal (se ríe). Entonces, como me dolía un poco la derrota, no quería salir a recorrer, o no me gustaba tanto. Pero aprendí a salir a ver otras cosas de la vida, que no solemos hacer los tenistas, y sí, me está gustando”.
– ¿Y cuál es el lugar más lindo que te tocó visitar?
– Lo que pasa es que a mí me gusta mucho Buenos Aires. No puedo ir por otra ciudad que no sea Buenos Aires, pero si tengo que elegir una ciudad del extranjero, diría que Madrid es muy parecido o Barcelona.
– ¿Si hoy tuvieras la posibilidad de estar frente a ese Facundo que le pegaba a la pelota contra al colchón, qué le dirías?
– (abre los ojos, sonríe, se ilumina y responde) ¡Que la banque! Que la banque, que las buenas van a llegar.