Referente entre los conductores radiales de su generación, Sebastián Wainraich supo construir un código especial con su audiencia a lo largo de los años. Hace casi dos décadas, junto a Julieta Pink y Pablo Fábregas conduce Vuelta y media, ciclo que empezó en las tardes de la Metro como Metro y Medio y que desde hace tres temporadas se emite en formato audio y video por Urbana Play FM.
En este vínculo cómplice con los oyentes, de un lado y del otro construyeron un juego tan sencillo como atractivo: se proponían completar un calendario anual con las fechas de cumpleaños de aquellos que salían al aire. Durante varios meses, solo faltaba un casillero por llenar, y la fecha se hizo desear bastante. Cada llamado abría una luz de esperanza, y cualquier otra fecha que no fuera la deseada provocaba la inmediata desilusión. Hasta que en la noche del jueves, finalmente sucedió lo que todos estaban esperando.
Ante una mesa nutrida que también integraban Diego Poggi y Anais Castro, mientras hacían el pase con el programa Olvidate de Todo. Sonó el teléfono, atendió Wainraich y del otro lado estaba una oyente que se dio a conocer como Victoria. “¿Qué día, Vicky?”, indagó el animador sin rodeos. “17 de febrero”, dijo la joven, y ni bien terminó de pronunciarlo, la locura se apoderó del estudio.
Wainraich salió eyectado de la silla, pegó un grito, se sacó los auriculares y salió a correr sin rumbo fijo. En un griterío absoluto, sus compañeros se abrazaron unos a otros, formando un racimo con productores y asistentes, que se sumaron a la algarabía generalizada. Nadie quería perderse el momento.
El animador lideró un cántico futbolero y liberador “Hijo de p…, hijo de p…”, mientras los integrantes del equipo se llevaban las manos a la cabeza en un gesto de incredulidad. Entonces, llegó el momento de invocar a la cordura, y nuevamente en su silla, el actor pidió “tranquilidad”. El objetivo ya estaba cumplido, tal como lo documentó la producción con un manuscrito y la fecha resaltada en rojo.
El fragmento fue compartido en las redes oficiales del programa, donde se prolongó el estado festivo, incluso para los que no seguían la historia y se contagiaron de lo que estaban viendo. “¡Lo que grité! Acababa de terminar de laburar y pude ver el momento exacto”, “lo festejé como un gol de la Selección” o “venía en el auto, qué momento radial más genial”, se destacaron entre las reacciones, que fueron de lo más variadas.
Por caso, una oyente manifestó su sensación de vacío: “Estoy feliz y enojada. Me da ansiedad que empiecen otro nuevo”. Otro se sintió parte del éxito, ya que mostraba la prueba de haberlos llamado “18 veces”. Y algunos lamentaron justo no haber sintonizado el hecho histórico, pero con la tranquilidad de poder observarlo una y otra vez.
Como si fuera necesario, Wainraich dio una muestra de lo cómodo que se siente haciendo radio y de la química que tiene con Pink y Fábregas, con quienes ya juega de memoria. El actual conductor de La noche perfecta (El Trece) se había referido a su particular vínculo con el medio centenario antes de afrontar su nuevo desafío televisivo.
“Son escenarios muy distintos. La radio es mi casa y la tele es como una fiesta a la que vas. Me siento cómodo en todos, pero la radio envuelve todos los géneros, más ahora que también se puede ver. Puedo escribir, puedo actuar, puedo hacer una entrevista, puedo conducir. La radio te da la oportunidad de equivocarte y poder corregir, incluso en ese mismo programa. La televisión no te da tanta ventaja en ese sentido, pero es un desafío que está buenísimo”, analizó en una entrevista con Teleshow.