Sitges es una localidad costera de la región española de Cataluña que queda a 40 minutos en auto de la ciudad de Barcelona. Allí, los vecinos no salen del estado de conmoción tras la trágica muerte de Julieta Koen Arnaldo, una psicóloga argentina de 23 años que fue atropellada por un automovilista cuando regresaba del gimnasio a su casa. A tres semanas de su fallecimiento y mientras agota recursos para exigir Justicia por su hija, Pablo Koen dialogó con Infobae y lamentó que al conductor esté libre, le permitieran arreglar el auto, no le quitaran el carnet de conducir y siga manejando.
“Tenía muchos amigos y amaba la música”, fueron las palabras que eligió Pablo para recordar a su hija. Julieta fue atropellada el pasado 23 de julio entre las 19.45 y las 20.15, cuando cruzaba la ruta B-212 por una senda habilitada para los peatones. El lugar, un cruce considerado como un “punto negro” por su peligrosidad, ya contaba con varios antecedentes de accidentes trágicos.
“Mi hija volvía del gimnasio con su bolso. Luego de pasar por el supermercado y antes de terminar de cruzar, apareció un auto que, aparentemente, no la vio y la embistió a alta velocidad. El golpe fue tan fuerte que mi hija voló desde la senda peatonal hasta una cruz. Incluso, hay sangre debajo de la cruz que es de mi hija”, había explicado Pablo el miércoles pasado, mientras encabezaba una manifestación junto a otros vecinos de Sitges en el lugar del hecho.
Oriunda de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, pero criada en suelo español desde antes de que cumpliera los 2, Julieta se había culminado en 2023 la carrera de Psicología. Luego de tomarse un año sabático, su plan era continuar con su formación profesional: estaba por comenzar un máster para lograr una especialización. “En junio del año pasado se recibió y, a partir de ahí, viajó mucho por Europa”, recordó este miércoles su papá durante la entrevista con este medio.
Pero estudiar no era lo único que la apasionaba a Julieta. Ella también era amante del deporte y solía ir al gimnasio, lugar desde el que regresaba a su casa la tarde que fue atropellada en el peligroso cruce Vallpineda-Santa Bárbara de la ruta B-212.
Pablo, que tiene otros dos hijos con su actual pareja, no domina la angustia. Pese a ello, recordó que su hija hacía running e iba al gimnasio, lugar donde había conocido a Arnau, su flamante novio. La joven psicóloga ansiaba presentárselo a su familia: lamentablemente lo conocieron en el hospital al que su hija fue llevada de urgencia tras el accidente y donde falleció.
“Se había puesto de novia con un entrenador del gimnasio. Uno o dos días antes de su muerte me había dicho que iba a venir a mi casa para que le hiciera un asado a su novio”, comentó Pablo con la voz entrecortada. Y destacó su charla con Arnau: “Me dijo que la última vez que la vio estaba muy iluminada, súper feliz”.
Única hija de la relación que Pablo tuvo con Andrea Arnaldo, Julieta también mantenía un estrecho vínculo con Matías y Delfina, los dos medios hermanos más chicos por parte de su padre: “Se llevaba perfecto”, acotó el hombre y dio un detalle que describe el cariño que ella sentía hacia los más pequeños de la familia: “A ella siempre le gustaba tener el último teléfono, pero los viejos no los tiraba: quería regalarles uno a cada uno de sus hermanos”.
Pasaron poco más de tres semanas del siniestro fatal en el que Julieta sufrió lesiones de consideración y una ambulancia la trasladó al hospital Universitario de Bellvitge: los médicos de guardia le practicaron todas las maniobras posibles para mantenerla con vida, pero los intentos fueron en vano. “La habían llevado de aquí intubada, y en el hospital estuvimos casi 4 días porque le pusieron asistencia mecánica para conservar los órganos”, explicó Pablo con evidente congoja.
Dada la juventud de Julieta, sus padres no sabían con certeza si ella hubiera decidido donar sus órganos. No obstante, creyeron que era lo mejor. “Es muy difícil tomar esas decisiones porque uno no sabía si la niña quería donar los órganos o no. Pero con la madre nos pusimos en claro que era lo mejor que se podía hacer. Así que donamos todos los órganos y ya no la tengo más”, dijo entre lágrimas.
A la familia de Julieta le es imposible soslayar la falta de empatía del conductor responsable del accidente: “Lo que más me apena es que el señor que la atropelló, ni nadie de su familia, se haya acercado para decirme ‘no la vi’, ‘disculpe’… No me dijeron nada. Eso es lo que más me indigna, y es lo que hizo que tuviera la energía para juntar toda esta gente aquí. Es verano, podrían estar en la playa o haciendo otra cosa, pero entendieron la preocupación”, había asegurado Pablo ante la prensa que cubrió la protesta.
Del accidente en el que murió Julieta la Policía local halló una sola testigo: la conductora del primer auto que circulaba en dirección contraria al que embistió a la psicóloga. Fue Pablo quien se ocupó de contactar a otros que también vieron lo sucedido ese 23 de julio: tres de ellos aportaron información que podría ser determinante para la investigación, y por eso les pidió que declaren ante las autoridades locales; según los dichos de Pablo a este medio.
“Soy culo inquieto. No voy a esperar que la Policía haga lo que debería haber hecho”, justificó su iniciativa. Por último, lamentó que el conductor que embistió y mató a Julieta continúe en libertad. “Le permitieron arreglar el auto, no le quitaron el carnet de conducir y sigue manejando”, concluyó el diseñador industrial recibido en la UBA.
Por un “acceso seguro a Sitges”
Con carteles en mano que rezaban ‘Todos somos Julieta. Peatones el coche es un arma’ y ‘Acceso seguro a Sitges, YA!’, más de un centenar de vecinos de Sitges realizó un corte total de la ruta B-212 y reclamó a las autoridades locales mayores medidas de seguridad para el peligroso cruce Vallpineda-Santa Bárbara, donde Julieta fue embestida.
Este cruce, que divide a los municipios de Sant Pere de Ribes y Sitges, coincide una curva, una pendiente y una parada de buses. Para colmo, el paso peatonal está ubicado justo después de la pendiente, lo cual dificulta la visibilidad de los conductores.
“La preocupación no es solo por la muerte de mi hija, porque lo que queremos es que arreglen eso. En la parada de autobús que está ahí todos los días cruza gente mayor y niños que pasan en bicicleta y en patineta. Si no lo arreglan, va a seguir pasando. Yo tengo dos hijos más que siguen cruzando por ahí”, subrayó Pablo.
E insistió: “Yo voy a seguir hasta que lo cambien. Creo que esto va a ayudar a que, tanto el Ayuntamiento como los que tengan que decidir, tomen conciencia. Y lo van a cambiar”.
A través de un “Manifiesto Vecinal de Seguridad Vial”, el Consejo Rector de Vallpineda junta firmas para exigir a las autoridades locales “una solución definitiva”, con el fin de garantizar la seguridad vial “en el punto negro con alto riesgo de accidentes en la carretera B-212, específicamente en la zona del paso de peatones entre las urbanizacioens Vallpineda y Santa Bárbara”.