Gilad Gil Pereg, el ingeniero electrónico israelí condenado a prisión perpetua por matar a tiros y golpes a su madre y su tía en Guaymallén, provincia de Mendoza, murió ayer domingo por la noche tras sufrir una descompensación en el hospital penitenciario de El Sauce de esa provincia.
Está descartado que Pereg -llamado “el hombre gato” tras hallado maullando desnudo en su celda tras su arresto, que vivía entre mugre y DVDs de pornografía con una decena de felinos en la propiedad donde se hallaron los huesos de sus víctimas- haya sido víctima de un homicidio. Sin embargo, dado que la muerte ocurrió en un contexto penitenciario, se impone una investigación de rigor con una autopsia.
El expediente, bajo la calificación de averiguación de causales de muerte, estará a cargo de la fiscal Andrea Lazo, confirmaron fuentes judiciales a Infobae.
Pereg fue condenado a prisión perpetua por los crímenes asesinatos de su tía Pyrrhia Saroussi y su madre Lily Pereg en noviembre de 2021 por un jurado popular, que llegó al veredicto de forma unánime. El ingeniero, históricamente, negó su participación en los hechos, cometidos en Guaymallén en enero de 2019.
“Me están intentando culpar a la fuerza. Quieren decir que yo hice cosas que yo no hice… Es fácil usarme como un target. Por eso, apenas hice la denuncia de que desaparecieron mi mamá y mi tía, enseguida empezaron a buscar la forma para acusarme a mí de su desaparición. Por eso, me hicieron tantos allanamientos en casa”, dijo al pronunciar sus últimas palabras previas al veredicto ante el tribunal que lo condenó.
El fiscal Fernando Muzzo, encargado de acusarlo, no le creyó. Consideró el crimen “un asesinato despiadado”, maullidos de gato o no. Había sido retirado de la sala en una audiencia anterior, precisamente, por hacer ruidos de gato. “Qué mi vieja está muerta es mentira”, llegó a decir en una audiencia.
Los cadáveres de las israelíes fue descubierto el 26 de enero de 2019, cuando, luego de varios días de búsqueda por Mendoza, e incluso Chile, fueron hallados enterrados en un predio propiedad de Pereg, ubicado en calle Julio Argentino Roca 6079, de Guaymallén. Él mismo, bajo el seudónimo de “Nicolás”, había denunciado la desaparición de las mujeres ante la Policía de Mendoza. Con la ayuda de perros de la Escuela de Adiestramiento Canino (Escam), los investigadores encontraron primero manchas de sangre en la remera del imputado con ADN de una de las víctimas.
Lo que revelaron las autopsias fue grotesco: se hallaron orificios de bala y hasta heridas de entrada y salida con realizadas con hierros, heridas infligidas aún después de que se produjeran las muertes.
Los cuerpos presentaban un grado importante de descomposición, por lo tanto, los especialistas no pudieron identificar cuál cadáver correspondía a la madre o a la tía. Algunos huesos, como el de una mano, o un antebrazo completo, estaban al ras de la tierra, tapados entre piedras y tierra, en el predio donde Pereg vivía entre basura y bolsas de comida para sus mascotas.
La defensa del ingeniero pidió que sea declarado inimputable. El prestigioso psiquiatra forense Mariano Castex aseguró que Pereg sufría de licantropía, que no actuaba y que realmente se creía un animal.