De todas las alarmas que tiene programadas en el celular para no olvidarse de turnos médicos, reuniones laborales y su clase de cerámica, hay tres que Pamela incorporó en marzo de este año y edita todas las veces que le haga falta con un solo objetivo: ahorrar.
Los jueves a la mañana, un rato antes de llevar a sus dos hijas mayores a la escuela, suena un recordatorio para que no olvide cargar nafta con la extensión de la tarjeta de crédito de su hermana, que ahora mismo le ofrece un 30% de descuento. Ese mismo día pero a la tarde, en su horario de terminar la jornada laboral, otro recordatorio le avisa que es el mejor momento de la semana para pasar a comprar pañales para su bebé de dos años: aprovecha hasta el último centavo el tope de 8.000 pesos mensuales que le ofrece su banco. Y esa misma noche repasa junto a su marido la lista para el supermercado, porque los viernes es el día de ir juntos para aprovechar, cada uno con su tarjeta de crédito, el 30% de descuento que les permite ahorrar hasta 80.000 pesos cada mes combinando esas tarjetas con una aplicación del teléfono.
Pamela ha abierto una sucursal de algo así como la Doctrina Lita de Lázzari en su alma, en su familia y en su teléfono celular. Y no está sola: comparte hábitos con todas las argentinas y los argentinos que, desde hace algunos meses, organizan más que nunca antes sus rutinas alrededor de las promociones, los reintegros y los descuentos que promocionan los bancos, las billeteras virtuales y los comercios.
En lo que va de 2024 y contemplando que el último dato del INDEC fue el del IPC de mayo, la inflación en el país alcanza el 71,9%. En el primer trimestre de este año, según una investigación de la Universidad Torcuato Di Tella, se sumaron 3,2 millones de nuevos pobres a las personas que ya vivían en esas condiciones en la Argentina. Es en ese contexto que se multiplican los rebusques para hacer rendir los ingresos y el espíritu de la histórica presidenta de la Liga de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de la República Argentina reencarna, aunque bajo las reglas del siglo XXI.
“Tengo una amiga que, cada vez que llegan los mails de promociones mensuales de Modo, los bancos que tiene ella y las estaciones de servicio donde carga, avisa al grupo de WhatsApp qué descuentos hay cada día en los negocios que solemos usar. Es como el hada madrina del ahorro de cada una de nuestras familias”, describe Pamela, que vive en Villa Crespo y tiene 43 años.
“A principio de año yo no le daba mucha bola a esto de los descuentos. Pero en marzo, cuando empezaron las clases, la economía ya se resintió mucho y sumé estos hábitos. Sin duda lleva más tiempo porque vas comprando en distintos lugares, distintos días y de a puchos para aprovechar cada tope. Además, puede empezar a generarte una especie de obsesión por no pasarte del límite que tiene reintegro, o por no perderte un descuento, incluso pensando en comprar algo que no necesitás realmente para sacar provecho. Hay que tener cuidado para no pasarse de mambo”, advierte.
Ese grupo de WhatsApp que incluye hada madrina es el de sus amigas de la secundaria. Sirve para estar al día, para hacerse compañía, para arreglar encuentros, para criar en red y también para advertirse sobre descuentos, ofertas y promociones e incluso prestarse la tarjeta de crédito si alguna necesita un beneficio que otra tiene y no va a usar. Hace unos meses incorporaron una costumbre: cuando alguna manda información sobre alguna de esas formas de ahorrar, manda también un sticker con la cara de Lita para que a ninguna se le traspapele la información en la vorágine del intercambio.
De Lázzari fue, desde los ochenta, un emblema mediático de la búsqueda de precios. Desde la televisión, y en su rol de líder de la organización que agrupaba a las amas de casa en una época en la que esa figura era mucho más frecuente que ahora, Lita repetía una y otra vez su mantra: “Camine, señora, camine”. La indicación era clara: recorrer todos los comercios que hiciera falta hasta encontrar el mejor precio.
La referente había aprendido la lección de su abuela, que a los diez años la mandaba a la Feria de Mataderos con poca plata y la indicación de recorrer los puestos dos veces, memorizar los precios, compararlos y elegir las opciones más baratas. A los diez años, Lita había aprendido a ahorrar y evangelizaría desde la televisión para que otras mujeres hicieran lo mismo.
“Ahora para ahorrar es menos recorrido en la calle y más organización previa. En casa las compras se hacen el día que hay descuento en ese rubro. Los sábados, la carne y el pescado con el 35% de descuento de Cuenta DNI. Tengo un banco que me hace 35% de descuento en la dietética de lunes a viernes, y en la farmacia los miércoles. Al supermercado voy los viernes y cargo nafta los jueves. Es un ajedrez total, lleva mucha cabeza organizar todo pero se ahorra plata en un momento en el que nada sobra”, señala Martina, de 37 años.
Es empleada administrativa y vive en Flores con su novio, que se ocupa de varias de esas compras, aunque la que organización de ese “ajedrez” corre enteramente por su cuenta. “La carga mental de todo el Tetris es mía, pero las compras las hacemos entre los dos. Incluso a veces vamos juntos para pagar con dos tarjetas o dos usuarios de Cuenta DNI y así ampliar los topes”, explica.
Lo que pasa en su pareja es un reflejo de lo que pasa en general en la Argentina. Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo que realizó en 2021 el Indec, las mujeres dedican 4:06 horas por día al trabajo doméstico mientras que los varones asignan 2:38 horas a esas mismas tareas. En la Ciudad, la brecha de género en cuanto a uso del tiempo profundizó la desigualdad en los últimos años: la participación de los varones en los trabajos no remunerados vinculados al cuidado y la casa cayó 12% entre 2016 y 2023.
Del otro lado del mostrador
Luis trabaja en una carnicería de Villa Urquiza. De domingo a viernes, en promedio, la carnicería factura alrededor de un millón y medio de pesos diarios. Pero los sábados la cosa cambia: “Vendemos entre cuatro y cinco millones de pesos. Es por el descuento de Cuenta DNI, que dispara las ventas al triple”, explica. La billetera virtual que depende del Banco Provincia otorga 35% de descuento en ese rubro cada sábado, con un tope de 5.500 pesos por semana por persona.
“Al principio venían de a uno, pagaban con descuento lo que llegaban a cubrir con el tope, y el resto lo pagaban al 100%. Pero se fueron avivando y ahora vienen dos o hasta tres personas por familia, cada una con su teléfono, y pagan una parte de la cuenta cada uno así tienen el mayor descuento posible”, sostiene Luis.
Desde que empezó a generalizarse el uso de estos descuentos empezaron también a cambiar algunos hábitos de los clientes. “Ahora vienen los sábados a comprar lo que van a usar para el asado del domingo. O encargan en la semana para retirar el día del descuento. Acá triplicamos las ventas los sábados, y si se llega a caer Cuenta DNI la gente se queda esperando que vuelva, aunque tenga que pasar un rato largo en el local”, suma el carnicero.
A pocas cuadras, en una pescadería que también tiene 35% de descuento los sábados, Aldo le cuenta a Infobae: “Ahora los sábados vendo el triple que antes de tener el descuento. También tenemos descuento con algún banco los martes y los jueves, y de unos meses a esta parte lo que se ve es que la gente se organiza para venir los días en que va a pagar menos”.
Silvana, su hermana y parte del equipo de El viejo timón, explica: “La gente está muy pendiente de no pasarse del tope de lo que le van a devolver. Te van pidiendo y mientras tanto te preguntan ‘¿cuánta plata voy?’. Vienen con todas las cuentas hechas y a veces también con la pareja o con algún hijo para acumular tope”. “Si sacan los descuentos no sé qué vamos a hacer. Con descuento y todo vendemos 20% menos de mercadería que hace un año”, se lamenta Aldo.
La cadena de supermercados Coto tiene 30% de descuento con varias tarjetas de crédito bancarias los viernes, con un tope de 10.000 pesos semanales. El paisaje esos días se parece a algo que no se veía hace tiempo en los supermercados argentinos: todas las cajas con una fila que puede demorar entre cuarenta minutos y una hora y veinte de espera para lograr pagar la compra.
“No te creas que es sólo a la hora de salir de las oficinas. Hay filas largas durante absolutamente todo el día. Son días agotadores, para la gente y para nosotros”, describe un repositor, rodeado de changuitos que configuran una de las hileras entre las góndolas. Los primeros días del mes, con los salarios recién depositados, esas filas pueden durar incluso más tiempo.
“Los clientes están re pillos ya. Al principio había que explicarles todo y estaban medio como que les daba igual o que les parecía mucho lío combinar una app con la tarjeta. Pero ahora tienen claro qué día venir, qué promos se acumulan entre sí, cómo usar las apps de cada marca para tener descuentos”, cuenta Emilio, playero de una Axion de Villa Pueyrredón. Hasta el mes pasado, era la estación de servicio con mejor descuento posible si se tenía la tarjeta de crédito de un banco en particular: el cliente podía llegar a pagar algo más del 50% del costo total de la nafta.
“Enseguida se avivan cuando las promos no se renuevan. Empiezan a averiguar qué otros descuentos pueden obtener y a comparar con otras marcas, y si hay algo que les convenga más por la plata, ni lo dudan. Se dan media vuelta y se van”, cuenta.
Hacen lo que Lita de Lázzari les hubiera mandado a hacer para conseguir el mejor precio de todos: caminar hasta el local más conveniente. Aunque ahora ese movimiento sea con la ayuda del celular, un GPS ideal para no regalar ni un peso. Es la Doctrina De Lázzari en pleno siglo XXI, porque los años pasan pero las crisis quedan.