Un libro que me sorprendió

Eduardo Mileo y su libro "Blanco móvil"
Eduardo Mileo y los poemas de «Blanco móvil».

¡Hola! Gracias por sumarte a una nueva edición de Leer por leer. Esta semana te voy a hablar de un libro que me sorprendió mucho. No debería, conociendo a Eduardo Mileo, su autor, pero así fue.

Se llama Blanco móvil, es un libro dividido en tres partes. En la primera hay unos poemas muy cortitos, de tres versos. Sin embargo, eso no es lo sorprendente —también otra escritora, Ana María Shua, acaba de sacar un libro de poesía breve, titulado No son haikus—. Lo sorprendente es que esos poemitas son como una síntesis, pero sobre todo una reinterpretación, de poemas de otros. Unos trescientos poemas de otros.

Es como si Mileo comentara los libros de otros o como si mostrara las notas tomadas a partir de los poetas de su vida, como si exhibiera las marcas que le dejaron o como si se convirtiera en cada uno de esos poetas o, quizás, como si los exprimiera, les sacara el jugo más íntimo. “Esencia” es la palabra que me viene a la cabeza y quizás estés pensando en su sentido filosófico: aquello invariable y permanente que constituye su naturaleza. Pero yo estoy pensando en perfumería. En la esencia como ese aroma concentradísimo, destilado.

Presentación de "Blanco móvil", de Eduardo Mileo
La presentación de «Blanco móvil», el pasado 13 en Buenos Aires.

Y ahora que digo “destilado” me acuerdo de que Mileo tiene otro libro que un poco se parece a este. Se llama —destilado— Extracción del agua de la niebla. Y allí Mileo escribe no sobre poemas de otros sino sobre cuadros, pinturas. Es ambicioso: recorre la historia del arte. Lo que hace es esto: en un poema se pone en el lugar del artista que creó el cuadro del que habla. En otro, en el de quien lo mira. Para leer ese libro hay que usar internet e ir buscando los cuadros y recorriendo los detalles. Ese libro, de 2018, arranca en las Cuevas de Altamira, unos 18.000 años antes de Cristo. Y ahí dice: “¿Reencarnará en el bisonte?/ Pinto a mi padre en este muro, lo resguardo de las lanzas, lo pongo en fuga”. ¿Se imaginan? ¿Se imaginan pensando como el – o la- que pintó esas imágenes?

Inevitable pensar en Extracción del agua de la niebla frente a esta primera parte de Blanco móvil porque el procedimiento es parecido y porque también habrá que leerlo googleando para ver el original y entender el nuevo. Que no es un resumen, claro. Es otro poema.

Libros Mileo
«Extracción del agua de la niebla». La historia del arte en poemas.

Me encantaría mostrarte en detalle algunos poemas de partida y los de llegada que les corresponden, para que se entienda la operación. Como los poemas “de partida” son largos, voy a elegir un par.

Primero, Humahuaca, de Diana Bellessi, una de las grandes poetas argentinas vivas. Quien, además, estuvo el día de la presentación leyendo sus versos para que luego Mileo mostrara qué compuso a partir de ellos. Humahuaca dice así:

Su… Su… Supa… Supay

tus doscientas caras

talladas, tu barro

primordial. Madera y

pluma… luna, piel

de puma, moteada

figura al rojo

verde pierna torso

aguardiente va

baila el frenesí!

Ninguno es igual

y todos se deben

al fuego y sombra

del carnaval. Caja

cara enharinada

pérdida del alma

o alma renacida

por cantar afuera

mantra mantram de

la baguala, vino

y bailanta, sol

derramado sobre

la Pacha, SupaMamái…

Entonces Mileo escribió:

Suena una caja

en la Puna. Fiesta

del barro y fuego en el aire.

Diana Bellessi lee en la presentación de "Blanco móvil", de Eduardo Mileo. Junto a Ella, Gabriela Franco
Diana Bellessi lee en la presentación de «Blanco móvil», de Eduardo Mileo. Junto a Ella, Gabriela Franco

Mileo también trabajó con un poema de uno de mis libros de poesía favoritos, que escribió Gabriela Franco —que es su mujer—. El libro de Franco se llama En orden de aparición y cuenta la búsqueda —y el terrible hallazgo— de su hermano, que desapareció un día, en 2013. Mileo eligió este fragmento:

Para ir (fragmento)

La luz de febrero descubre

una a una

las hojas de los árboles.

El aire es fresco y limpio:

comienza el día.

Él atraviesa el umbral.

Parece una mañana como todas

pero es diferente:

es la última.

Sale a la calle.

No sabe en qué paso la ciudad

empieza a perder

consistencia.

De pronto el pie

se hunde en la arena.

La brisa del mar lo recibe.

En el horizonte

alcanza a divisar la costa de un verano.

Se detiene en la orilla.

La primera ola moja sus pies.

La siguiente se arremolina entre las piernas,

mueve recuerdos, mediodías,

la canción con que acunó a su madre

en el sueño de la partida.

Es la hora. Avanza.

El mar es una melena que lo abraza,

un parpadeo que lo mece.

Cierra los ojos,

respira en oleadas.

Él es el aire.

¿Preparado, preparada? Ahora viene Mileo:

Te sepulto.

Me mojo en tu lluvia.

Sos luz en el agua.

Uf, lo escribo y me vuelve a dar escalofríos.

Libros Mileo
«Blanco móvil», de Eduardo Mileo.

Pero claro que esta antología destilada de la poesía argentina es, sobre todo, un camino de Eduardo Mileo hacia su propia poesía. El arte siempre toma de otro lado, recrea, combina, y así crea nuevos sentidos. Aquí Mileo extrema y desnuda ese procedimiento y, en definitiva, escribe.

Por eso hay un momento en que dejamos de buscar el poema “base” y la lectura se desliza entre los que escribió Mileo casi sin importar de dónde salieron.

A veces el título de ese poema base completa la idea. Y el nombre del poeta puede hacerlo también. Pienso en este, que escribe Mileo:

Mi amor navega

en el caldo espeso

de la memoria.

Debajo dice: “Sobre ‘Señora tomando sopa’” y la imagen se arma con un cruce de sentidos. Pero, además, dice que Señora tomando sopa es un poema de Olga Orozco y además de lo espeso de la memoria, de la boca y la memoria, de la sopa como una magdalena proustiana, casi puedo ver a la elegante, a la contundente, Olga Orozco con plato en una mesa del Barrio Norte de Buenos Aires. Todo eso, tan cortito.

Olga Orozco - David Lodge - libros
Olga Orozco, una de las poetas visitadas por Mileo.

Algo parecido pasa con este poema, cuando sé que partió de uno de Juan José Saer:

No quiero mentir.

Quiero

beber.

Pero ya estoy leyendo un libro de Eduardo Mileo y no necesito saber qué otro poema inspiró versos como:

Inclinado sobre la pana verde

maldigo mi mala suerte en el juego.

Afuera unos obreros pelean por el salario.

Ni tampoco de dónde salió el desgarro de:

La pasión no es ser dos.

Ser dos

es el olvido.

Se leen solos los versos de:

Pensaba acariciarla

una vida entera.

Ahora me duele el recuerdo.

Y también la vuelta de tuerca a Caperucita Roja en:

Un leñador me dejó sola e inerme.

Yo estaba feliz

al amparo de tu vientre.

Siempre me cuesta entrar en la poesía y siempre me quedo nadando largo en ella, cuando finalmente lo consigo. Así me pasó con este libro. Voy y vuelvo, releo, busco. Me emociono. Me pasan cosas.

María Elena Walsh. También se reinterpreta un poema suyo.
María Elena Walsh. También se reinterpreta un poema suyo.

Y en este dar vuelta de páginas me doy cuenta de que también se puede leer Blanco móvil partiendo de los nombres de todos los poetas. Rápido, pasando por uno y por otro y otro más, “a ver si Fulano está” o para detenerse cuando un nombre convoque. Hay famosísimos —Maria Elena Walsh—, canónicos —José Luis Mangieri, la misma Orozco—  y muchos de los que sólo sabe el círculo de la poesía. Qué resuena y qué no depende ahí de cuánto uno haya recorrido la poesía contemporánea.

¿Cómo los ordenó?

Aunque por momentos parece haber ciertas coincidencias generacionales, no sé cómo ordenó Mileo sus poemas. Pero no es casual, seguro, el que eligió para cerrar.

Leer

el texto que la muerte

escribió sobre nosotros.

(Sobre Las palabras, de Abelardo Castillo en La fiesta secreta)

Finalmente, hay que decir que Blanco móvil no es sólo —como si fuera poco— este conmovedor trabajo de lectura y escritura. El libro, como te dije, tiene tres partes. Esta primera que se llama —es toda una interpretación— Jíbaros, una segunda titulada Tinta china —al estilo de la poesía china— y una tercera que es otro trabajo de reinterpretación. Se llama Pájaros y toma como base dibujos del japonés Kitagawa Utamaro, un pintor del siglo XVIII. Son dibujos de aves y en el libro aparecen con traducciones que hizo Mileo —a partir de la versión en inglés— de versos de una serie de poetas que casi siempre firman con seudónimo. Una capa más de nombres y nombres que van retorciendo y complejizando los sentidos. Es decir, un paso más fuera del sentido común.

Pájaros de Kitagawa Utamaro (Fragmento)
Pájaros de Kitagawa Utamaro (Fragmento)

En fin, es una injusticia haber resuelto estas dos últimas partes del libro en un párrafo pero creeme que Blanco móvil es, en realidad, tres libros. Y esto es sólo un pobre newsletter.

Por si acaso: Eduardo Mileo nació en Buenos Aires en 1953. Además de los nombrados, es autor de libros como MujeresTiendas de campañaPoemas del sin trabajoPoemas del amor tristePoemas sin libro y más. También grabó, con su hermano Raúl, dos CD: A boca de jarro e Irala.

Disfruté mucho de Blanco móvil y creo que no se acabó: es de esos libros para revisar, volver y abrir en cualquier página. Quizás mande a hacer remeras con algunos de los poemas.

Si querés contarme algo de lo que estás leyendo, escribime a pkolesnicov@infobae.com y te contesto.

Hasta la próxima,

Patricia